Argentina
La apuesta neoliberal del presidente Macri podría tener los días contados

El surgimiento de la fórmula F+F para las elecciones presidenciales de octubre, la calamitosa situación económica y la presión sindical y social podrían apuntar al final de su mandato

Macri
El presidente argentino rodeado de prensa
5 jun 2019 06:09

Horas difíciles para Mauricio Macri y sus aliados —Unión Cívica Radical (UCR) y agrupaciones menos expresivas— nucleados en la coalición Cambiemos. Con el reciente anuncio de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y Alberto Fernández —histórico articulador del espectro peronista— de constituir la fórmula electoral F+F (pendiente de un nombre institucional), oscuros nubarrones se presentan en el cielo macrista, con vista a las elecciones presidenciales del próximo octubre.

Cristina iría como vicepresidenta y Alberto como presidente. Por tratarse de figura poco conocida fuera de Argentina, vale la pena detenerse en el historial del cabeza de fórmula, un ultra-acuerdista fogueado en las filas del peronismo. Tiene un pasado de claroscuros muy propios de la vida institucional argentina: fue subdirector General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Luego, Superintendente de Seguros de la Nación en el gobierno de Carlos Menem. Posteriormente formó parte —como legislador— de las filas de Domingo Cavallo, artífice del Plan de Convertibilidad, que estipuló un valor igualitario (uno por uno) entre el dólar y el peso argentino. Más tarde, primer jefe de gabinete del gobierno de Néstor Kirchner, ocupando el puesto entre 2003 y 2008, con lo que prolongó el ejercicio de su cargo hasta la gestión de Cristina.
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El ascenso de la ultraderecha en Brasil, motor económico de Sudamérica, ha impactado en Argentina. Estrellas mediáticas, políticos oficialistas y de la oposición intentan convertirse en el Bolsonaro argentino.

Siendo jefe de gabinete de Cristina renunció al cargo por discrepancias en la metodología de aplicación de las retenciones al campo, tampoco apoyó la Ley de Medios que intentaba poner coto al monopolio mediático de Clarín, La Nación y La Razón y se opuso a la propuesta de reforma judicial de Cristina, que llegó a calificar de “escalofriante”. A partir de ahí se distancia del kirchnerismo y en 2013 se incorpora al Frente Renovador, habiendo sido jefe de campaña de Sergio Massa en 2015. Su última aparición política pública fue como responsable de la campaña de Florencio Randazzo, figura alternativa al candidato de Cristina, Daniel Scioli.

Según se cuenta, tiempo atrás Cristina y él se habrían reunido disipándose los rencores advenidos de aquellas diferencias. También —todo hay que decirlo— comparten una oposición frontal a la política desenfadadamente neoliberal de Macri y podría afirmarse que les inspira una filosofía económica de perfil desarrollista neokeynesiano.

“Las promesas de Macri y los suyos –mentores de los ‘globos de la alegría’— se han convertido en aire

Hasta el anuncio de la nueva candidatura, la ex presidenta no había conseguido romper el círculo de hierro que la condenaba a una dicotomía de difícil ecuación electoral: la irrestricta adhesión entre sus fieles y el rechazo visceral de sus opositores, sentimiento anclado especialmente en las extensas capas medias argentinas. Vale puntualizar que, dada la profundidad y alcance del empobrecimiento social, a estas alturas lo de “capas medias” para un segmento de ellas es más un eufemismo que oculta la incómoda sospecha de haber pasado a formar parte de “los de abajo”. Entre el llamado “ajuste gradual”, los desmesurados tarifazos, una inflación que no cesa, continuas devaluaciones del peso, parón económico y desempleo, las promesas de Macri y los suyos —mentores de los “globos de la alegría”— se han convertido en aire.

LA APUESTA F+F

En este escenario de crisis social y económica y con las recientes elecciones a gobernadores —donde ha habido un descalabro del macrismo frente al triunfo de opciones peronistas— el anuncio de la fórmula F+F (Cristina Fernández + Alberto Fernández) da una patada al tablero político-institucional. Y, como una piedra arrojada en un estanque donde todo fluía sin mayor oleaje, la noticia agita las aguas creando un nuevo marco de referencias e interacciones políticas.Se trata, nítidamente, de un “giro al centro”, de sentido polisémico. Por una parte, la inclusión de Alberto Fernández como cabeza de lista es un guiño al FMI y al mundo de las finanzas de que quedarían desechados gestos rupturistas como el protagonizado por el presidente Néstor Kirchner en su momento, al intentar salirse de la órbita del organismo financiero. El cabeza de fórmula no ha dejado dudas acerca de su voluntad de honrar la deuda —impagable, según algunos economistas críticos— de 160.000 millones de dólares que dejaría el gobierno Macri, si le tocara marcharse.
“La fórmula (F+F) se pone a la altura de ofrecer una alternativa sólida a Cambiemos, independientemente de que esta candidatura esté —o no— encabezada por Macri”
Paralelamente, conjura cualquier duda o reticencia —más especulativa y extorsiva que real— de amenaza de deriva chavista en la gestión de un eventual futuro gobierno F+F. Y, al mismo tiempo, da señales de moderación que harían disminuir los temores del mundo empresarial de un sesgo radical de la candidatura en clave de garantizar derechos sociales a cualquier precio. Para decirlo claramente, las indicaciones parecen más en la línea de “moderar el ajuste”, que de “el ajuste que lo paguen ellos”.Dicho esto y en clave de ingeniería fina en el terreno institucional, la convocatoria a conformar un amplio frente patriótico antimacrista en torno a la fórmula F+F tiene un efecto succionador poco menos que irresistible entre los contrincantes electorales con aspiraciones a ocupar el ansiado “centro político”, y cuestiona y desestabiliza sus estrategias. Desde la posición de fuerza que deviene de instalarse sólidamente en ese espacio, la fórmula se pone a la altura de ofrecer una alternativa sólida a Cambiemos, independientemente de que esta candidatura esté —o no— encabezada por Macri.La iniciativa también relegitima la figura de Cristina Fernández como operadora política. Por una parte, disipa dudas acerca de sus capacidades para conducir y su figura se desplaza del lugar de potencial candidata al de dirigente de mayor destaque en el panorama político argentino. Al mismo tiempo, vuelve a poner en primer orden la política en sentido amplio por sobre su judicialización; en esta nueva posición, Cristina se recoloca ante la ofensiva judicial, cobrando inéditas posibilidades de salirse del marco de sospechosa de corrupción para perfilarse como “judicialmente perseguida con inocultable finalidad política”.

UN DESPARRAMO EN EL TABLERO POLÍTICO

La sacudida mayor a partir del anuncio ha sido en el Cambiemos de Macri y sus aliados periféricos, con destaque para el radicalismo (UCR). En la formación del presidente se empieza a abrir un sordo debate entre dos corrientes; una que plantea —dado el desprestigio del mandatario— sustituirlo por María Eugenia Vidal como cabeza de lista; otros objetan que retirar a esta dirigente —con buena recepción— de la disputa por la poderosa candidatura a la gobernación de la provincia de Buenos Aires dejaría a Macri sin sustento como para aspirar a ganar las presidenciales. Si se mantuviera al actual jefe de gobierno al frente de la fórmula, su vicepresidente podría provenir de su propio partido (la actual vicepresidenta Gabriela Michetti, por ejemplo), o de las filas del radicalismo, incluso podría ser algún solitario político tradicional peronista de provincias, como Miugel Ángel Pichetto o Juan Manuel Urtubey. O sea, navegan en un desmadre.La movida F+F también ha desequilibrado el tablero del peronismo más tradicional, nucleado en Alternativa Federal, que integra a gobernadores de provincia —con el cordobés Schiaretti a la cabeza— y en la que conviven con Roberto Lavagna —ex ministro de economía de Kirchner— que se declara equidistante entre lo que denomina “la grieta” entre el kirchnerismo y el macrismo. Sergio Massa, un peón importante en las filas de ese peronismo convencional (de quien Alberto Fernández fuera jefe de campaña en 2015), bascula entre mantener su fidelidad a Alternativa Federal —de la que forma parte orgánica— o lanzarse decididamente en brazos de los Fernández. Se especulaba que éstos dudaban entre proponerle la candidatura a la provincia de Buenos Aires o un puesto de destaque en el gabinete, esto último implicaría retirarlo de sus bases territoriales y dejarlo en dependencia de la buena convivencia con los eventuales mandatarios. Cristina ya anunció que su candidato a la provincia de Buenos Aires será Axel Kicillof, su último ministro de economía; con lo cual, está claro que a Massa se le están acabando los tiempos para decidir y que si demora mucho más corre el riesgo de quedarse sin el pan y sin la torta. O sea, en este espacio —con alianzas y fidelidades harto líquidas— también cunde el desconcierto.Finalmente, con los ademanes de desechar un imaginario rupturista, los Fernández dejan el peso y los eventuales beneficios —si los hubiere— de ese espacio a la izquierda marxista: el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) que, salvo que algún milagro se opere, quedaría relegada al ámbito político testimonial “de toda la vida”.

EL MARCO EXTERIOR

La ingeniería fina que hemos intentado describir tendrá que desplegarse en un cuadro político internacional que en nada se parece al que encontró Néstor Kirchner cuando llegó al gobierno en 2003. Soplan vientos adversos. La ola conservadora y hasta neofascista que viene del llamado primer mundo (Trump en EEUU y la derecha y los neonazis en el norte de Europa) se han hecho sentir en América Latina. Hay una franca declinación de los gobiernos progresistas que auparon la UNASUR y los Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno y el propio Mauricio Macri encarnan los nuevos —viejos— tiempos.En el escenario económico internacional tampoco en este terreno la cosa está para tirar cohetes. China ya no es aquel gigante que fogoneaba una insaciable demanda de soja y de productos primarios al calor de un crecimiento que hoy luce bastante más moderado; también ha descendido la demanda de productos primarios para elaborar biocombustibles destinados a los vehículos del “primer mundo”. Y, por si había alguna duda, ha quedado palmariamente demostrado que las tan ansiadas inversiones extranjeras en minería y otros ámbitos, se han revelado gigantescos succionadores de recursos no renovables que ofrecen contraprestaciones harto discutibles en los países donde aterrizan, tanto en el plano económico, como en el tecnológico, laboral y ecológico.
No es fácil imaginar una retomada del modelo kirchnerista, entendiendo por tal la reestructuración del aparato productivo con una paralela redistribución de la riqueza.
En la esfera interna, vale recordar que Macri dejaría una deuda de 160.000 millones de dólares, una sociedad devastada por el desempleo y la pobreza, con una desigualdad cronificada, una recesión y un parón industrial y productivo de proporciones e indicadores macroeconómicos que llevan a algunos economistas a predecir un default a corto plazo. Sólo por citar uno —caro al imaginario argentino— diremos que cuando Macri subió al gobierno el dólar estaba a 9,76 peso y hoy a 45 pesos, un aumento del 360%. Por supuesto, el relato neoliberal no duda en cargar las tintas del aquelarre en una especie de consumismo exacerbado de los argentinos; así, en su último informe, el Banco Mundial no tiene empacho en afirmar: “Una de las principales explicaciones del magro desempeño macroeconómico de Argentina es su tendencia a llevar un nivel de vida fuera de su alcance, lo cual impulsa endógenamente sus ciclos de auges y crisis”.
Argentina
La crisis complica la reelección de Macri en Argentina

La disparada del precio del dólar hunde la moneda nacional y la inflación que supera el 50% en un año. El Gobierno de Cambiemos no da marcha atrás con el ajuste y enfrenta la quinta huelga nacional.

Artículo FMI

Si bien otros milagros se han visto, en este contexto no es fácil imaginar una retomada del modelo kirchnerista, entendiendo por tal la reestructuración del aparato productivo con una paralela redistribución de la riqueza. Y ya no sólo porque la ilusión desarrollista neokeynesiana esté bastante mellada (ya tuvo ocasión de demostrar sus ventajas, pero también sus limitaciones), sino porque las condiciones señaladas, junto a la extrema financiarización internacional de la economía, conspiran fuertemente para salidas originales. Además, algunos economistas próximos a la candidatura, parecen desechar la hipótesis redistributivista; uno de ellos, Guillermo Nielsen afirmó “habrá un brutal ajuste fiscal. No alcanza con déficit cero, se necesita un PIB positivo de 4 puntos”. Esto —no es ningún secreto— implicaría fuertes recortes en salud, educación pública y gastos sociales.

LA SITUACIÓN SOCIAL

El pasado 29 de mayo una huelga general paralizaba el país. Convocada por la central más burocratizada del país —la Confederación General del Trabajo (CGT)— fue apoyada por todas las centrales sindicales; cabe recordar que otro 29 de mayo (de 1969) el llamado “Cordobazo” echaba las primeras paladas en el enterramiento del régimen militar del general Juan Carlos Onganía. Este paro estuvo precedido por profusión de conflictos sindicales. Por citar sólo unos pocos, la agencia oficial de noticias, Télam ha protagonizado 119 días de huelga desde junio de 2018, en que se produjo el despido de 357 trabajadores; el Yacimiento petrolífero y gasífero de Vaca Muerta, ha tomó medidas de fuerza por la muerte de 8 obreros en los últimos 15 meses; el 21 de mayo los Movimientos Populares realizaron una jornada de movilización en el Obelisco contra la suspensión de programas de trabajo y otras demandas; en la misma fecha, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) también hizo un paro de 24 horas, en reclamo por una deuda salarial atrasada con los trabajadores.
“Cristina tiene que volver con lo mejor que ella tiene, sin los chorros (ladrones), sin los hipócritas, con ideas nuevas y con gente nueva…”, dice Juan Grabois
Tampoco en el campo sindical y social la situación se parece a la de 2003, año del ascenso de Néstor Kirchner. Más allá de la desprestigiada burocracia sindical de la CGT, otras instancias han consolidado su existencia en los últimos lustros: la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) en sus dos versiones, una más autónoma y otra más dependiente de la política kirchnerista. Y, al mismo tiempo, ha surgido algo que tendría más el carácter de un sindicato social, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que nuclea a los sectores —empleados o no— de las escalas más precarizadas del mundo laboral y con gestos de autoorganización y radicalización crecientes.>No será fácil convencer a estos sectores para que continúen siendo los que asuman los costes del ajuste en solitario, sin contraprestaciones de algún calado. Es ilustrativa la proclama de Juan Grabois, referente de la CTEP: “Cristina tiene que volver con lo mejor que ella tiene, sin los chorros (ladrones), sin los hipócritas, con ideas nuevas y con gente nueva. Creo que eso no solamente puede pasar, sino que va a pasar, y es en lo que estamos trabajando miles de militantes, jóvenes y no tan jóvenes, de nuestro Frente Patria Grande en todo el país”. A lo enumerado hay que sumarle la enorme potencia del movimiento feminista argentino, la consolidada legitimidad e influencia de los colectivos de Derechos Humanos (Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S., etc.) y el movimiento mapuche que clama por sus derechos territoriales, notoriamente enfrentado al paradigma desarrollista y crítico, tanto con la política macrista como con las kirchneristas.En fin, en caso de ganar las próximas elecciones presidenciales, parece que los Fernández no lo tendrían fácil. Cómo conjugar una política redistributiva que mitigue la enorme desigualdad social instalada, que mantenga sosegadas a las asustadizas y volubles capas medias y, al mismo tiempo, dé prioridad al pago de la deuda y no se subordine al poder económico y financiero internacional. El desafío está servido.
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Jorge Fonseca
5/6/2019 21:48

Articulazo. Muy completo que muestra la situación argentina en lo económico, político y social y la contextualiza tanto en su dinámica de largo plazo como internacionalmente. Muy equilibrado en la ponderación de los actores políticos lo que da gran valor a la misma.
De lo mejor que he leído.

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Nicolas dominguez
5/6/2019 19:49

El gobierno de Macri no es liberal y lo saben,corten con la mentira. El único partida que propone medidas económicas liberales es el partido libertario de José Luis Espert. Macri comenzó con un gradualismo patético y continuó con el modelo keynesiano del kirchnerismo,basado en el aumento del gasto público,altos impuestos y expansión del estado.
Dejen de mentir.

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Kalecki
6/6/2019 10:21

ja ja ja.. los de extrema derecha neoliberal sabéis muy bien que para que Macri y sus sicarios pueda aplicar las polítícas de Hayek y Friedman necesitarían hacerlo como Videla vuestro gran presidente genocida: con miles de muertos por la represión. Si Macri no es más neoliberal es porque para mantener una mínima apariencia de democracia le es imposible.

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#35490
5/6/2019 14:01

El kirchnerismo no es feminista (sus gabinetes son un ejemplo), no ha cambiado la estructura económica del país, altamente dependiente de la soja transgénica y de energías no renovables, no ha luchado contra la corrupción (el patrimonio de la familia es un buen indicador), no ha cambiado la fuerza de los narcotraficantes (sólo se privilegian a unos en lugar de a otros), no ha mejorado la educación pública, no ha favorecido el emprendedurismo sino el amiguismo, no ha modificado la esctructura de la deuda externa, no ha eliminado los oligopolios, no ha tenido política para el tratamiento de residuos, que se siguen enterrando, no ha tenido política familiar, ni demográfica (se sigue construyendo en las tierras más fértiles, abandonando el plan de Alfonsín de trasladar la capital a la más árida Patagonia), no ha hecho nada más que dar discursos progresistas sin sustancia. Pasar de Macri a F-F es de estar mal a estar peor. Lo único que cambia es el contexto: los precios de la soja y el petróleo, que permiten o no aumentar el gasto público. Lo demás son patrañas.

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