Opinión
Tristeza con cuchillos o solo tristeza

Noche terrible para la izquierda española, que se coloca como cuarta fuerza en el conjunto del Estado. Los resultados de Podemos Izquierda Unida en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid son un desastre. En ambas plazas ha sido un casi, que, durante toda la noche, ha abierto en canal las expectativas, en ambas plazas el resultado ha dejado un 4,8% de los votos en la cuneta. Unido al aún peor resultado de Héctor Illueca en el País Valencià, con el que el partido morado –pero también Izquierda Unida– quedan señalados.
La noche se ha quedado para ajustar cuentas pendientes. El liderazgo de Ione Belarra queda maltrecho por un escaso 0,30% de los votos en Madrid. La disyuntiva que se abre es compleja. Más Madrid consigue buenos resultados, en el caso de los de Mónica García mejores en porcentaje porque la ausencia de Podemos ensancha los márgenes. La médica ha sacado una pequeña ventaja a Juan Lobato (PSOE) en la recta final, lo que le permitirá siendo cabeza de la oposición en una Asamblea, esta vez sí, con mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso. Sube tres diputados el partido de García y otros tres el PSOE. Unidas Podemos pierde diez y Alejandra Jacinto queda fuera de la Asamblea de Madrid.
En el Ayuntamiento, Rita Maestre seguirá como jefa de la oposición. Ha perdido más de 180.000 votos respecto a Manuela Carmena y ha perdido cinco concejales, pero eso era hasta cierto punto previsible. Lo menos previsible era que la gestión de Martínez Almeida fuera premiada con una mayoría absoluta. Pero es que la capital es así.
El resultado de Compromís es peor. Pierde dos puntos porcentuales respecto a 2019. Solo Ximo Puig crece en el arco izquierdo en la Comunitat Valenciana y a la Generalitat vuelve el partido de Eduardo Zaplana y Francisco Camps.
Muchas cuentas pendientes con Podemos serán saldadas en los próximos días. La hostilidad entre el espacio de Belarra y Sumar, que ha hecho una campaña sin pisar muchos charcos, puede recrudecerse en las próximas horas. Los tuits irán cargados de razones y de pasiones, razones y pasiones tristes, en su gran mayoría.
El espacio del cambio en su conjunto debe marcar el 28M como una fecha horrible, posiblemente la fecha de su primera muerte. La caída de Ada Colau en Barcelona es la derrota más simbólica del aluvión de fracasos de esta noche. Colau consiguió aglutinar a los espacios de la izquierda no soberanista, la nueva y la vieja, durante ocho años, desarrolló planes imperfectos pero ambiciosos en la economía social y trató de contener el tsunami de la turistificación. En Barcelona ha ganado un candidato, Xavier Trias, que dijo en campaña que las personas con 3.000 euros de sueldo mensual no llegan a fin de mes.
Hoy, nadie es capaz de invocar el espíritu de la época de la lucha contra la austeridad. Los resultados de Syriza hace dos semanas fueron un aviso
La dinámica se rompe en la Comunidad Autónoma Vasca, donde EH Bildu sube en una campaña en la que “ETA” ha dado votos en el resto de España a la derecha mientras que la izquierda abertzale se deshacía de sus fantasmas para lanzarse a por los votos del PNV. Se trata de una noticia a contracorriente pero que no sirve para el análisis de la izquierda transformadora federalista, que vive su propia drama sin muchos elementos de consuelo. Es la noche de la tristeza y puede ser peor si la semana es de cuchillos.
En los cuarteles de las distintas familias de la izquierda nadie puede estar muy contento, a menos que de lo que se trate es de señalar las flaquezas del adversario y el compañero de coalición, en ese caso, hay mucho de dónde tirar. La pérdida de las dinámicas de acumulación de 2015 tienen muchos responsables. Pueden ser los partidos, pueden ser los partidos –de la derecha–, pueden ser los medios de comunicación escorados hacia el mantenimiento de los privilegios del poder, seguramente sea una mezcla de todo eso.
Hoy, nadie es capaz de invocar el espíritu de la época de la lucha contra la austeridad. Los resultados de Syriza hace dos semanas fueron un aviso: no se trata de elegir un tono más o menos agresivo, no se trata de ilusionar o de, al menos, no defraudar, no se trata tampoco de los liderazgos, se trata de esperar a que una corriente de personas diversas y con aprendizajes mestizos, no relacionados con las políticas de los partidos, se encuentren y trabajen, y dialoguen y hallen caminos y posibles soluciones. Eso se ha perdido y no ha sido culpa de nadie en particular, y ha sido responsabilidad de los partidos y las organizaciones hacer un poco más fácil que esos puntos de encuentro se desvanezcan.
Puede que en las próximas horas se afilen los cuchillos y puede que se ajusten cuentas, justas e injustas, pero no será hasta que pase esa hora triste cuando de verdad pueda pasar algo menos triste que deje abierta cierta esperanza y deje abierta la posibilidad de que quienes hoy están contentos porque van a poder desarrollar su programa de neoliberalismo crispado, mañana estén perdidos no por los resultados electorales, sino porque no saben por dónde viene la marea. Si pasó puede volver a pasar.
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