Maputo enfrentamientos
La represión por parte de las autoridades, está siendo contestada con unidad y acciones no violentas.

Análisis
El pueblo mozambiqueño: la unidad del colectivo como respuesta a los desafíos presentes y futuros

Tras los primeros días de huelgas y manifestaciones, ganaba fuerza la pregunta “¿Hasta cuándo podrá aguantar la gente?”. Pues esta pregunta sigue sin respuesta.
4 dic 2024 06:00

En Mozambique, en los últimos días, se están dando cosas extraordinarias, tanto, que merecen ser contadas. El pueblo mozambiqueño enfrenta uno de sus mayores retos de los últimos cincuenta años y lo está haciendo desde el espíritu de colectividad y justicia (electoral hoy, pero asociada a la justicia en la manera de gobernar, de ser y de estar). Tras la realización de las elecciones presidenciales del 9 de octubre y especialmente tras la publicación de los primeros resultados, inició un período de gran confrontación entre la ciudadanía y las fuerzas de defensa del estado. Sin que ésta haya terminada ni mucho menos, está sobresaliendo un elemento de forma pausada y silenciosa… la unidad de la gente.

El movimiento de contestación está siendo liderado en conjunto por el líder opositor, Venancio Mondlane, del partido PODEMOS (Partido Optimista para el Desarrollo de Mozambique) y la ciudadanía. El primero, al que se la ha apodado “el presidente”, es el encargado de dictaminar las acciones que se van a realizar. Todo ello desde plataformas de redes sociales, pues hace ya varias semanas que se encuentra en paradero desconocido. La segunda, respondiendo a los llamamientos, organizándose y movilizándose en su gran mayoría de forma pacífica y respetuosa.

Es extraordinario ver como todas las personas que se encuentran en un supermercado de Maputo, cuando el reloj marca la 1 de la tarde, se detienen y empiezan a entonar el himno nacional

Es extraordinario ver como todas las personas que se encuentran en un supermercado de Maputo, cuando el reloj marca la 1 de la tarde, siguiendo las indicaciones de “el presidente”, se detienen y empiezan a entonar el himno nacional, que suena también por los altavoces del supermercado, que pertenece a una cadena internacional, convirtiendo esos instantes en solemnidad, sentimiento compartido y comunión. Las escenas de entonar el himno, al que en los últimos días se ha añadido el himno de África, las estamos viendo por todos los lugares, con ciudadanos y ciudadanas cogidas de la mano, cantando con la mirada fija, una mirada de presente y futuro, consciente de la necesidad y oportunidad del sacrificio presente.

Es igual de extraordinario ver, al pie de un gran edificio de la zona de negocios de la capital, todos los trabajadores y trabajadoras de uno de los grandes bancos cantando en conjunto una canción local “de las abuelas (vovó en portugués, que es muy tierno)”. La canción que se está escuchando en muchos puntos alerta, en Changana, lengua del sur del país, “¡Ladrones, no nos la haréis!”.

Es igual de extraordinario ver a decenas de vecinos y vecinas en los barrios haciendo vigilias entre la medianoche y las dos de la madrugada. Cantan, rezan, en parte en recuerdo a las personas asesinadas y también por la esperanza frente a algo que merecen y es justo. Y esta esperanza, mejor dicho, esta constatación, esta convicción por lo que es innegable, está generando dinámicas colectivas que parecían dejadas para las historias de los más mayores. El vecindario, el equipo del trabajo, los compañeros y las compañeras de salida a la calle y muchos otros grupos, se han mirado a los ojos, han entendido que están en el mismo barco y están sabiendo remar juntos. Las demandas de la ciudadanía son simples y difícilmente cuestionables “seguiremos hasta que sea repuesta la verdad electoral”.

La capital Maputo está asumiendo un papel protagonista de primer nivel, simbolizando la magnitud de lo que está sucediendo en el país, papel que se le presuponía. Pero no está sola. Poblaciones del norte, del centro y del sur del extenso país están participando con diversas intensidades y comportamientos. La juventud es quien está asumiendo mayor relevancia, lo que tampoco sorprende. Tampoco sorprende ver a mujeres adultas reclamando por lo que consideran justo. Sí llama la atención y simboliza la fuerza del momento, la casi total representatividad de la sociedad; hombres y mujeres, funcionarios públicos, empresarias, conductores, oficinistas, trabajadores por cuenta propia, estudiantes.

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Todo esto lleva también a analizar el papel de los liderazgos y las dinámicas que se están originando. Tras las dos primeras semanas de gran confrontación, se constataba otra dinámica compleja que no se puede perder de vista, como es el odio que se está generando entre sectores de la sociedad. Todo estaba muy tenso. Sin embargo, las orientaciones de Venancio Mondlane, líder opositor que ha irrumpido con fuerza y se ha convertido en el referente de una lucha que venía preparándose a fuego lento, han guiado a la ciudadanía a la protesta silenciosa y pacífica. A las 21 horas, cacerolazos desde balcones y patios. A las 12, paradas de vehículos y actividad y tiempo para bocinar, pitar o emitir ruido en símbolo de protesta. A las 13, entonación del himno nacional. Cuando la ocasión lo reclama, vigilia de madrugada. La participación está siendo muy elevada y la violencia del otro lado se está quedando fuera de lugar o, mejor dicho pues nunca lo tuvo, está siendo más difícil de justificar incluso para aquellos que la defienden.

En las diferentes ceremonias de graduación universitaria, propias del final de curso, la mayoría por no decir la totalidad de los y las estudiantes están coreando el nombre de Venancio Mondlane y uno de los lemas actuales “¡Este país es nuestro (este país é nosso)!”.

Son acciones de protesta pacífica. Mozambique está mostrando los atributos que le eran previstos, pero ahora lo está haciendo en una situación límite, que es donde realmente nos ponemos a prueba. Pacifismo, colectivo y simplicidad. Un posicionamiento, a veces considerado demasiado dócil lo que, según algunas opiniones, favorecía a que el gobierno hiciera y deshiciera a su gusto.

La situación sigue muy inestable, el mañana incierto y el riesgo de tener que volver a poner la violencia en portada de algunas noticias existe

Y este movimiento es muy fuerte, pues obstáculos tiene por todos los sitio. Empezando por el tiempo y el desgaste. Pero habiendo pasado ya más de un mes y medio tras las elecciones, el relato lleva a pensar que el pueblo tiene cuerda para rato. Tras los primeros días de huelgas y manifestaciones, ganaba fuerza la pregunta “¿Hasta cuándo podrá aguantar la gente, mucha obligada a generar actividad económica diariamente para garantizar las condiciones básicas?”. Pues esta pregunta sigue sin respuesta y lejos está, como lo demuestra por ejemplo que en menos de 24 horas la población de un barrio haya juntado dinero para comprar un txopela (tuc-tuc en India), a un joven que vio como el suyo, es decir, su negocio, su fuente de ingresos, lo que da de comer a él y probablemente a otras tres o cuatro personas, era aplastado por un tanque militar.

La situación sigue muy inestable, el mañana incierto y el riesgo de tener que volver a poner la violencia en portada de algunas noticias existe. Se nota una acumulación de la tensión en todas las partes y hay un momento que parece será determinante: cuando el Consejo Constitucional pronuncie su validación o no, del proceso electoral. Esa decisión incidirá enormemente en lo que suceda a posterior. Se prevé para antes de Navidad. Pero eso es tan cierto como que el pueblo mozambiqueño está mostrando nuevamente, y ojalá pueda mostrarlo al mundo entero, que es el fiel reflejo del concepto moderno de ‘resiliencia’ y que la unión de la gente es la única forma para alcanzar la dignidad y el bienestar.

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