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Análisis
La hipocresía de las naciones ricas acelera el calentamiento global
La hipocresía climática de las naciones ricas está acelerando el calentamiento global, acercando al planeta a una catástrofe irreversible, cuyas peores consecuencias recaerán sobre los más pobres, sean estos países o pueblos.
Injusticia climática
Aunque los discursos oficiales y de otro tipo reconocen o incluso invocan la necesidad de una responsabilidad colectiva, la disparidad de la culpabilidad entre las naciones ricas y el mundo en vías de desarrollo es patente. Históricamente, los países industrializados del Norte han sido los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero siguen eludiendo su parte de responsabilidad. La narrativa de un reparto equitativo de la carga derivada de la lucha contra el cambio climático oculta convenientemente las emisiones desproporcionadamente mayores y la explotación histórica efectuadas por parte de los países ricos. Las nuevas y ambiciosas políticas climáticas «equitativas» de la Unión Europea, por ejemplo, el Carbon Border Adjustment Mechanism (CBAM) perpetúan esta hipocresía. Aunque aparentemente pretenden reducir las emisiones, estas medidas gravan más a los países en vías de desarrollo, empeorando todavía más las desigualdades mundiales.
¿Son las soluciones de mercado las mejores?
Igualmente, los impuestos sobre el carbono, los precios de este y los sistemas de comercio de derechos de emisión hacen mucho más difícil que las naciones con menos recursos puedan permitirse una acción climática adecuada, ya que disponen de pocos recursos para adaptarse al calentamiento global y a sus efectos y mucho menos para permitirse las costosas transiciones hacia tecnologías más limpias y otras medidas de mitigación. Además, las naciones desarrolladas han deslocalizado las industrias de alto consumo energético en el Sur global para «exportar emisiones». De este modo, trasladan de hecho la culpa mientras consumen la mayoría de los bienes y servicios producidos con elevados costes medioambientales. La limitación del aumento de la temperatura media a no más de 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, tal y como acordó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, requiere reducir drásticamente las emisiones de carbono (dióxido equivalente) el 45 por 100 por debajo de los niveles de 2010 ¡para 2030!
Los sistemas de mercado del carbono han tenido tan solo efectos muy insuficientes. Las emisiones sólo se han reducido marginalmente muy por debajo de lo que el mundo necesita para hacer frente a la amenaza climática
En cambio, el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) estima que las tendencia actuales aumentarán la temperatura media en 2,7 °C de aquí a 2100, cifra situada muy por encima de los niveles considerados catastróficos. A pesar de la urgencia, los países se centran principalmente en asumir compromisos de alcanzar el objetivo de «cero emisiones netas» de carbono para 2050, ignorando la urgente necesidad de reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero. En las últimas conferencias celebradas sobre el clima, la tarificación del carbono y los mecanismos de mercado relacionados se han «vendido» como un medio eficaz y justo de reducir rápidamente las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero para mitigar el cambio climático.
Distribución de los ingresos procedentes del impuesto sobre el carbono
Peor aún, no se discute cómo deberían distribuirse equitativamente los ingresos procedentes de los impuestos sobre el carbono para acelerar los esfuerzos de adaptación y mitigación del cambio climático en los países más pobres. La tarificación del carbono pretende penalizar a los emisores de gases de efecto invernadero por los daños y pérdidas económicas causados por el calentamiento global. Sin embargo, hay pocos indicios de que se hayan realizado esfuerzos para compensar a los países más perjudicados. Además, los sistemas de mercado del carbono han tenido tan solo efectos muy insuficientes. Las emisiones sólo se han reducido marginalmente muy por debajo de lo que el mundo necesita para hacer frente a la amenaza climática. Además de ser ineficaces, es preciso recordar que únicamente una pequeña fracción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero está sujeta a impuestos sobre el carbono, a menudo introducidos con métodos e hipótesis sesgados.
Descuentos en los precios del carbono
Los precios del carbono también han sido objeto de grandes descuentos para inducir la participación del mercado y su aceptación pública. De ahí que los tipos impositivos de los impuestos sobre el carbono no reflejen los supuestos costes sociales de las correspondientes externalidades negativas ligadas al mismo. Peor aún, a pesar del potencial recaudatorio de los impuestos sobre el carbono para generar ingresos significativos destinados a la financiación del clima, no se han desarrollado, y mucho menos aplicado, medidas redistributivas progresivas. Así pues, las políticas de tarificación del carbono no están a la altura de las circunstancias. Tampoco abordan los problemas sistémicos subyacentes que provocan el calentamiento global. Los impuestos sobre el carbono tienden a ser regresivos y gravan de forma desproporcionada a las personas y países con rentas bajas.
Sin una reasignación progresiva de los recursos, las naciones y las personas pobres no pueden permitirse adaptarse al calentamiento global y mucho menos contribuir a los necesarios esfuerzos mundiales de acción por el clima a igual que tampoco pueden lograr un desarrollo sostenible. Las subvenciones gubernamentales concedidas a los combustibles fósiles, por ejemplo, para garantizar el apoyo contra Rusia tras su invasión de Ucrania, han socavado el propósito de la tarificación del carbono. Con tales subsidios, los precios del carbono pasaron a ser negativos en muchos países en 2022.
Cero por «cero neto»
Los mercados de compensación de carbono, promocionados como una forma de lograr emisiones netas cero, han sido criticados como una distracción ineficaz, que permite a los ricos seguir emitiendo gases de efecto invernadero, mientras los intermediarios financieros se benefician de ello. El objetivo de emisiones netas cero es peligrosamente engañoso, aunque haya sido alabado como el eslogan más eficaz para abordar la acción climática. Los compromisos para alcanzar las emisiones netas cero suelen basarse en la «compensación», que permite a países y empresas evitar la reducción de emisiones. A pesar del aumento de la demanda de compensaciones de carbono por parte de los grandes inversores financieros, gran parte de los beneficios se destinan al arbitraje, la especulación y el comercio en lugar de invertirse en los correspondientes esfuerzos de descarbonización.
Iniciativas como la Glasgow Financial Alliance for Net Zero se anunciaron como avances significativos en este sentido. Sin embargo, hay muchas razones para mostrarse escépticos sobre la eficacia de tales iniciativas para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero. Menos de medio año después de la celebración de la Conferencia de las Partes (COP) de Glasgow, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y los países aliados abandonaron su compromiso declarado de acabar con la quema de carbón a pesar de todos sus peligros adicionales, como las emisiones de sulfuros y sulfatos.
¿Soluciones o delusiones de mercado?
Aunque la tarificación del carbono y los mercados de compensación han sido promovidos como soluciones para mitigar el calentamiento global, sus limitaciones y su ineficacia para reducir significativamente las emisiones subrayan la necesidad de estrategias alternativas. Resulta crucial la implementación de políticas selectivas de inversión y de fomento de la tecnología, así como el aumento considerable de la financiación climática para la adaptación y la mitigación en los países en vías de desarrollo, las cuales solo podrán tener éxito, si se conciben y aplican de forma pragmática, teniendo en cuenta el abanico de retos de desarrollo sostenible y de otro tipo a los que se enfrentan estos países. Hacer frente al cambio climático requiere un enfoque global, equitativo y pragmático, que otorgue prioridad a la reducción sustancial de las emisiones y apoye a las poblaciones vulnerables más afectadas por el calentamiento global.