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Análisis
Estados Unidos y China ¿son lo mismo?
Que la competición multidimensional entre China y Estados Unidos es la principal contradicción del orden internacional en la coyuntura actual es difícilmente discutible, no obstante las definiciones que se dan a dicha disputa difieren enormemente, incluso dentro de marcos teóricos cercanos entre sí. Qué sea China y, sobre todo, en qué estadio se encuentre su modelo de “desarrollo capitalista orientado al socialismo” y cómo se relacione con las regiones periféricas ─a menudo denominadas “Sur Global”─ son dos de las principales claves para responder a la pregunta de si la lucha entre Estados Unidos y China es una disputa entre iguales. ¿El conflicto Pekín-Washington es una disputa interimperialista? ¿Las presiones de Estados Unidos en Asia-Pacífico son parte de una estrategia de dominación internacional o una mera confrontación con “el otro gran jugador” del sistema-mundo?
Estados Unidos y aliados
Ciertamente, para trazar algunos elementos básicos de comprensión de la coyuntura internacional es necesario, primero, definir al hegemón estadounidense. Washington domina la estructura internacional mediando un denso e interconectado sistema de alianzas, una suerte de “imperialismo colectivo” del que forman parte los actores europeos (en especial, Alemania, Francia e Italia), el eje angloamericano (Reino Unido, Australia y Canadá), Israel, los aliados en Asia-Pacífico (Japón, Corea del Sur o Filipinas) y, coyunturalmente, estados periféricos cuyos gobiernos optan por una dinámica de alineamiento subordinado (como la Argentina de Javier Milei).
En términos históricos, tanto Washington como buena parte de sus aliados, en particular aquellos con pasado imperialista, han desarrollado y consolidado su poder en base a dinámicas históricas de violencia y opresión contra las periferias y contra el movimiento obrero nacional, tales como el comercio de personas eslavizadas, la colonización física de territorios, los genocidios internos, la formación de gobiernos colonos, la partición y reparto imperialista de África o la explotación monopólica de las periferias del sistema-mundo capitalista.
Para el año 2022, tres cuartas partes del gasto militar en el mundo era hecho por el eje imperialista liderado por Washington, mientras que China representaba el 10%, Rusia el 3% e India el 3%
Actualmente, el bloque de Estados Unidos y sus aliados se halla inmerso en un proceso de militarización. Para el año 2022, tres cuartas partes del gasto militar en el mundo era hecho por el eje imperialista liderado por Washington, mientras que China representaba el 10%, Rusia el 3% e India el 3%. Los objetivos de esta sostenida militarización no son meramente persuasivos; en Taiwán, Estados Unidos y aliados regionales presionan a Pekín mediante movimientos militares y a través de sus bases militares en territorios como Corea del Sur, Japón, Guam, Filipinas o las Islas Marianas del Norte.
En el Asia Oriental, los ejercicios militares conjuntos Tokio-Seúl-Washington aspiran a forzar el colapso del sistema norcoreano o a desencadenar una escalada bélica entre las dos Coreas. Por otro lado, la expansión del bloque otanista hacia el Este a través de Ucrania sembró las bases para la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 y la posterior guerra que se extiende hasta la actualidad. En Oriente Medio, el apoyo tácito del bloque de Estados Unidos y sus aliados al genocidio que el Estado de Israel perpetra contra el pueblo palestino desde el 7 de octubre de 2023 da buena cuenta de las pretensiones coloniales y agresivas del eje imperialista.
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La transformación de China
Durante los años que el imperialismo ha venido rigiendo buena parte de las lógicas del sistema-mundo, China ha ocupado mucho más a menudo la posición de víctima que la de verdugo. Es más, algunas de las implicaciones territoriales del imperialismo en China han resonado hasta nuestros días: la ocupación británica de Hong Kong o la separación entre la China continental y la isla de Taiwán (cuya fáctica independencia se ha sostenido únicamente gracias al apoyo financiero y militar estadounidense) son solo dos ejemplos de este proceso. Aunque el “siglo de humillación” (1839-1949) fue teóricamente superado tras la victoria del Partido Comunista en la guerra civil (1949), en la práctica China fue duramente presionada por el eje imperialista desde entonces.
Tras el fin de la etapa maoísta en la República Popular de China llegó el período “aperturista” de Deng Xiaoping, quien fue el líder del país desde 1978. El giro estratégico que el Partido Comunista de China dio durante el mandato de Deng no solo dio buena cuenta de las divergentes ramas que conviven en el partido, sino que supuso verdaderamente una nueva era en la inserción global del Gigante Asiático. Desde ese momento, la economía china comenzó a recibir capital extranjero y estableció mecanismos para su retención parcial y su reinversión en los circuitos productivos internos del país ─de hecho, esta ha sido la clave central para el desarrollo del capitalismo nacional chino.
Aunque se permitió la entrada de capital privado extranjero, buena parte de los beneficios se retuvo y permitió el desarrollo de la industria china (pública y privada)
Estados Unidos observó en este proceso una doble oportunidad: de un lado, sus grandes empresas monopólicas podían aprovecharse de un inmenso mercado de mano de obra barata ─en aquel momento, China ya albergaba una población cercana a los mil millones de habitantes─ que estaba llamado a ser decisivo en las cadenas manufactureras norteamericanas; del otro lado, Washington entendió que la apertura económica en China era el primer paso para una apertura política que bien devendría en sistema liberal de partidos, bien se plasmaría en un giro del Partido Comunista hacia posiciones liberales cercanas al esquema de poder global estadounidense.
Aunque EE UU acertó a beneficiarse durante unos cuantos años del aperturismo económico chino, verdaderamente erró en su diagnóstico político. Si bien es cierto que China se “periferizó”, nunca hubo grandes cuestionamientos al liderazgo político del Partido Comunista ni al carácter a priori transicional del modelo capitalista. Aunque se permitió la entrada de capital privado extranjero, buena parte de los beneficios se retuvo y permitió el desarrollo de la industria china (pública y privada) y la legitimación interna del partido.
China en el mundo
Por otro lado, el desarrollo económico chino ha sido notoriamente distinto al de Estados Unidos y sus aliados. Los procesos de desvío de capital desde las periferias del capitalismo hasta los centros europeos y norteamericanos durante los siglos XIX y XX se produjeron, mayormente, sobre la base de la agresión física contra los movimientos revolucionarios antiimperialistas. El genocidio congoleño del imperio belga, el comercio de personas esclavizadas, los golpes de Estado y las invasiones estadounidenses en Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, la violenta agresión japonesa contra los pueblos del Este de Asia y la posterior penetración de los capitales monopólicos de Occidente, las guerras imperialistas en el Sudeste asiático o el apoyo a movimientos contrarrevolucionarios en el continente africano son solo algunos de los mecanismos mediante los cuales, directa o indirectamente, se han consolidado los capitalismos europeos, angloamericanos y otras variantes del eje.
En honor a la verdad, y tal como expuso Claudio Katz, “la expansión económica de China se ha consumado, hasta ahora, sin disparar un sólo tiro fuera de sus fronteras”. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (o “Nueva Ruta de la Seda”) y otros proyectos de cooperación e inversión en infraestructuras, China está jugando un papel importante en numerosas economías nacionales. No obstante, las relaciones win-win que Pekín traza con otros actores del Sur Global en Asia, África y América Latina se basan a menudo en lógicas de intercambio desigual. En simultáneo, los préstamos que la República Popular de China ofrece a las periferias son más flexibles políticamente que los de organismos financieros internacionalizados como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Análisis
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China aspira a liderar el Sur Global y es por ello que impulsa y juega un papel protagónico en organizaciones como BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se vincula activamente con organizaciones multilaterales de peso regional como la ASEAN (Asociación de Naciones del Asia Sudoriental) y mantiene una postura ambivalente ─cuando no un posicionamiento explícito─ en los conflictos antiimperialistas a lo largo del globo (Venezuela, Cuba, Corea o el Sahel). En un intento por ensanchar sus lazos con actores del Sur Global y ampliar la base del ambiguo eje no-estadounidense, Pekín sigue definiéndose como un país en vías de desarrollo ─definición que, en cierta medida, todavía casa con su matriz productiva. Además, a diferencia de Estados Unidos y otras potencias del eje, China no ha acostumbrado a desplegar bases militares más allá de su zona de influencia ─con la excepción de Yibuti, en el mar Rojo.
Así pues, si bien China y Estados Unidos se hallan inmersos en una disputa entre potencias, en el plano cualitativo ambos países ilustran todavía notables diferencias en su proyección militar internacional, en el carácter específico de su política exterior, en sus vínculos con las periferias, en sus medidas de presión para defender sus intereses, en su pasado imperialista (no imperialista en el caso de China) o en su despliegue de bases. Si bien el proyecto del Partido Comunista podría devenir perfectamente en uno de corte capitalista imperialista, en la coyuntura actual el país se halla en una fase transicional que le diferencia de Washington, consolidado desde 1945 como el elemento central del gran engranaje imperialista colectivo.
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El "imperialismo" de China, si se considera imperialismo tener 1300 millones de seres que gobernar, es tan distinto al "imperialismo" Yankee; este tiene 800 bases militares por todo el orbe y NO solo eso, si no que anda "desestabilizando" con enfrentamientos entre "vecinos" que son étnicamente iguales entre ellos, ahí mete baza erigiéndose en un ¡Protector incitador!
El "imperialismo de EEUU" armando guerrillas, para relevar las urnas por "golpes de Estado", (internos). Hace años cambió el método por otro más simple. . . ¡Jueces adiestrados! Luego reconociendo tan limpiamente al "presidente designado", pero ¿por quién?
La ayuda de años al "sionismo terrorista", colonialista y sanguinario, deja bien a las claras, que tipo de "imperialismo" es el de los distintos gobiernos americanos. Por que de igual que sean blancos o negros, demócratas, o republicanos y el mundo actual ya NO traga con tantos robos de identidad, vetos, y bloqueos. . . ¡Por que lo mando YO!
El sueño americano, es una "pesadilla colonial", junto con un racismo adornado con cantos evangelistas del Ku klux klan.
Toda economía basada en la guerra armamentística, será la tumba económica de ese y cualquier otro "imperio", que tenga tan poca humanidad, e ignore la diplomacia global.
Los ciudadanos americanos deben de despertar de un "sueño" inducido por el "alucinógeno capitalista", y aceptar la lucha emancipadora en igualdad, de clase libertadora en lo social. NO engañan a nadie.
Una comparativa muy interesante donde China sale bastante mejor parada que nuestro “mundo occidental”. Excelente artículo.