María Eugenia Rodríguez Palop: “El hiperliderazgo no sirve como herramienta de cambio”

Repasamos con María Eugenia Rodríguez Palop las pasadas elecciones europeas, el papel del europarlamento, la situación de la izquierda española y el equilibrio entre institución e impugnación en un contexto de crisis.
Rodríguez Palop
María Eugenia Rodríguez Palop, eurodiputada saliente tras las pasadas elecciones europeas.
14 jun 2024 07:00

María Eugenia Rodríguez Palop, natural de Llerena (Badajoz), profesora titular de Fisofía del Derecho en la Universidad Carlos III, abandona su puesto en el europarlamento donde ha ocupado un escaño desde 2019 tras los comicios recientemente celebrados. Fue elegida como independiente y cabeza de lista dentro del espacio de la coalición Unidas Podemos Cambiar Europa, expresión de Unidas Podemos para las elecciones europeas, después de la renuncia del actual ministro Pablo Bustinduy a liderar la misma. Muy vinculada a los movimientos sociales extremeños y, en el último periodo, a Sumar, reflexiona con El Salto Extremadura sobre la política institucional en Bruselas y su salida de la misma, la situación de la izquierda española tras los resultados electorales, el avance de la extrema derecha o la caracterización de las herramientas políticas necesarias en un contexto continental de crisis y transformaciones.

¿Por qué merece la pena tener representación en Europa? En estos tiempos de dudas sobre la democracia parlamentaria, ¿en que resulta útil para los sectores desfavorecidos volcar esfuerzo en un espacio de democracia tan indirecta, tan intermediada y, además, sujeta a presiones de lobbies de todo tipo? Y además donde quien gobierna no es el parlamento, sino la Comisión Europea...
A ver, yo voy a decirte algo que a lo mejor te sorprende pero que es mi impresión después de haber estado ahí cinco años. Yo creo que el Parlamento Europeo tiene un déficit de legitimidad de origen, es evidente, por lo que tú dices, porque está intermediado por los países, por los Estados, porque no hay una elección directa... (a pesar de que, por ejemplo, nosotros hemos votado ahí, recientemente, a favor de listas plurinacionales, no necesariamente vinculadas a un solo Estado o a un partido político estatal).

Hay un déficit, insisto de origen, pero, sin embargo, yo no estoy tan segura de que en el ejercicio parlamentario haya un déficit de legitimidad. Realmente, y de forma paradójica, lo considero mucho más democrático que el ejercicio parlamentario en parlamentos estatales.

Explica mejor esa afirmación, por favor...
Precisamente por tener ese déficit de legitimidad de origen hay una manera de funcionar que favorece la negociación permanente, procedimentalmente controlada. Se delibera más que en un parlamento estatal y, además, hay libertad de voto. Esto significa que nadie puede imponerte una sanción por no votar lo que te ordenan. Esto le puede parecer bien a una gente o mal a otra, pero a mí, que quizás no tengo tanta confianza en las organizaciones al uso, no me parece mal que el nodo sea el eurodiputado (siempre, claro, con control sobre las negociaciones que ese diputado lleva a cabo) y que las alianzas sean flexibles y de geometría variable. Yo creo, por otra parte, que la burocracia no siempre es antidemocrática, sino que, muchas veces, la burocracia lo que hace es favorecer los procedimientos democráticos. Y sé que esta tesis es poco convencional. Además, otro aspecto que garantiza el ejercicio democrático en el Parlamento Europeo, importantísima, es el tiempo. Es el único sitio en el que sabemos que no va a haber elecciones hasta pasados cinco años. Sabes cuáles son los plenos que vas a vivir hasta que te vayas de ahí y no hay absolutamente nada que mueva ese calendario (ni con la covid se movió). Eso es muy importante, porque gozar de tiempo permite que tú puedas tener un proyecto, que lo pienses detalladamente, que puedas negociarlo con otros y que puedes llevarlo a término. Que, además, no haya una constante presión mediática facilita mucho las cosas.

¿Qué queda pendiente, ahora mismo, en el Parlamento Europeo? ¿Cuáles son sus retos inmediatos? ¿Y sus urgencias?
Cuando me preguntan por este Parlamento tengo que pensar en el actual, o sea, en el que preveo que va a componerse. Los dos retos principales son la cuestión migratoria y la cuestión climática. Las urgencias, el genocidio en Gaza y la invasión rusa de Ucrania.

Lo central son Gaza, Ucrania y la política exterior. Poner en marcha una política de paz, una institucionalidad que garantice seguridad y que no vaya necesariamente vinculada al militarismo

¿Y a ti que te ha quedado pendiente?
Bueno, a mí me ha quedado pendiente muchísimo. Me ha quedado pendiente incorporar la violación a la Directiva de violencias; me ha quedado pendiente conseguir que se tipifique la violencia de género como eurodelito; seguir peleando por el derecho al aborto, aunque eso exige la reforma de los tratados… Me ha quedado pendiente un trabajo mucho más transformador en el ámbito empresarial por lo que hace a los derechos laborales y a los derechos feministas... La empresa no puede ser un lugar en el que sea “legítimo” violar derechos si se obtienen beneficios. Y, bueno, trabajar más y mejor en favor del campo y las zonas rurales, que ha sido una de las cosas a las que, como extremeña, me he dedicado con más entusiasmo; probablemente en esta legislatura me hubiera centrado sobre todo en favorecer al sector primario… ir disolviendo esa tensión que algunos perciben entre el Pacto Verde y la agricultura tradicional.

¿Cuáles son, en estos momentos, las líneas de tensión más importantes en Europa? ¿El derecho al asilo, el desafío climático, derechos laborales, la brecha de género, la guerra?
Desde el punto de vista de las urgencias, evidentemente lo central son Gaza, Ucrania y la política exterior, ya lo he dicho. Poner en marcha una política de paz, una institucionalidad que garantice seguridad y que no vaya necesariamente vinculada al militarismo. Y después, evidentemente, está todo lo demás... Pero lo demás es más de medio plazo. La brecha de género, por ejemplo, la hemos abordado ya en esta legislatura con la Directiva de transparencia salarial… Otra línea de atención es la tensión entre el pacto verde y la agricultura, que hay que resolver acompañando las exigencias del sector primario.

¿Está en duda el propio proyecto continental?
Atendiendo a los resultados del domingo, no tanto. Las mayorías resultantes de las elecciones no dicen eso, no creo que arrojen una sombra seria sobre el propio proyecto de la Unión Europea. Yo creo que las derechas están encantadas en Europa y que en el momento en el que toquen poder no van a tener la más mínima pretensión de volver al Estado nación ―esa es una ensoñación completamente estéril― y me da la sensación de que si pueden dominar Europa, harán una Europa a su justa medida. Y si, lamentablemente, lo logran, intentarán “rigidificar” aún más las estructuras europeas. Apostarán por una Europa más estrecha y más autoritaria… una especie de excrecencia del Estado imperial.

La izquierda ha seguido con un discurso de paliativos, diciendo que todo va a ir mejor, que el futuro es luminoso y, por tanto, apostando en cierto modo por una fantasía. Y la gente así lo percibe

Más allá de discursos simplistas anclados en la pretendida superioridad moral de no se sabe quién, en el discurso de la ignorancia o de la incultura política del “otro”, ¿por qué sube la extrema derecha en Europa?
Porque hay una situación objetiva de incertidumbre que genera miedo, pero un miedo que es razonable y que creo que la izquierda no se ha tomado en serio. La izquierda ha seguido con un discurso de paliativos, diciendo que todo va a ir mejor, que el futuro es luminoso y, por tanto, apostando en cierto modo por una fantasía. Y la gente así lo percibe. Ese ha sido un gran problema y de esa sospecha, de esa duda razonable que le hemos generado a la gente, han bebido las derechas. Nos perciben como mentirosos.

¿No hay en el incremento de la representación de esta extrema derecha un punto de responsabilidad de la socialdemocracia, de la, llamémosle, “izquierda gestora”? Y ahí no solo estaría el PSOE, porque aquí el gobierno lleva compartido mucho tiempo y por bastante gente, no viene de hace un año la cosa... Cuando se abandona el campo de la confrontación con el mercado y el capital, cuando se cogestionan los recortes, ¿parte de la ciudadanía directamente puede pasar a impugnar desde opciones (de extrema derecha explícita, en ocasiones) que pugnan por hacerse percibir antisistema?
Yo, fíjate, no creo que toda la derecha (extrema) esté instalada en la idea de ser antisistema. Yo observo que hay una extrema derecha que aspira a la institucionalidad. Al menos en seis países de la UE dependen de ella los gobiernos que están en marcha; en otros, como Italia, por ejemplo, gobiernan directamente. Aunque nos guste pensar otra cosa, las derechas aspiran a institucionalizarse y a formar parte del sistema. ¡De hecho, ahora, Alvise ha convertido a Vox en un partido convencional! Siempre hay un “antisistema” que te asalta y te hace viejo rápidamente, pero no creo que eso a Vox le haya preocupado especialmente (salvo porque le haya robado votos). Vox, de hecho, ha hecho un enorme esfuerzo por aparentar tener sólidas relaciones con grandes gobernantes mundiales. El reciente paseo con Le Pen, con Milei, con Meloni y con Orban, lo que demuestra es que, justamente, quieren ser fuerza institucional… y tan fuertes y rotundos como ellos.

¿Hasta qué punto no hay, también, una complicidad indirecta en este estado de cosas de un tipo de política basada en la espectacularización absoluta? ¿Cómo articular la impugnación cuando todo está desbordado de apuestas levantadas sobre hiperliderazgos? ¿No están la mayoría de ellos, literalmente, fundidos?
No sé si están fundidos, yo creo que siguen funcionando electoralmente. Lo que ocurre es que si algo funciona electoralmente no significa automáticamente que sea positivo ni transformador ni bueno para las mayorías. El hiperliderazgo no sirve como herramienta de cambio pero con la tecnopolítica, el papel desempeñado por las redes, el fenómeno “fan” extendido de manera transversal, el liderazgo sigue funcionando como producto de mercado, sigue funcionando como el producto de consumo que es. Quizás por eso, permanentemente, un hiperliderazgo es sustituido por otro, porque hablamos de un objeto de consumo. Se busca sustituir un líder, de inmediato, por otro superlíder o lideresa… con una tremenda voracidad.

¿Dónde quedó, para aquello que se llamó la nueva política, la agenda participativa? ¿Son capaces de articular algo al respecto sus organizaciones tras el resultado del pasado domingo?
Si alguien piensa que participar es estar en redes, insultar, convertirse en un troll, decirle directamente (entre comillas) a un político “a la cara” en Twitter que es esto o lo otro... pues es posible que ese alguien sienta que está participando, que tenga esa sensación de activismo. Pero es evidente que a la vez que ese fenómeno se va haciendo más amplio y más extenso, se va reduciendo la posibilidad de participar de manera efectiva en la toma de decisiones. Hubo partidos orgánicos clásicos, convencionales, donde había mecanismos de control, pero no quedan muchos que funcionen así.

Esa “izquierda de la izquierda” está donde está, en buena parte, por méritos propios y corre el riesgo de sufrir el proceso de balcanizacion que ya ha sufrido en Italia... La fragmentación sigue ahí y va en aumento

Yo no sé si alguien piensa que ahora en la mayor parte de las ejecutivas de los partidos se decide todo, pero lo cierto es que buena parte se decide en pequeño grupos de poder articulados alrededor de vínculos que ni siquiera son necesariamente ideológicos, ni siquiera tienen que responder a un proyecto político. Muchos de esos vínculos están construidos sobre lealtades estrictamente sentimentales o emocionales. Si los cuadros y los militantes ya deciden poco, la participación de la gente en la toma de decisiones es absolutamente exigua, lo que no significa que a la gente le importe, se haya dado cuenta o esté en condiciones de participar.

Con los resultados de las elecciones europeas, la “izquierda de la izquierda” deviene casi en extraparlamentaria a golpe de voto... ¿En serio que habrá que esperar a que salga otro youtuber de “izquierda”? ¿Esto es todo lo que hay en esa ingeniería que se nos vendía capaz de asaltar los cielos?
Esa “izquierda de la izquierda”, como tú dices, está donde está, en buena parte, por méritos propios y corre el riesgo de sufrir el proceso de balcanización que ya ha sufrido en Italia... La fragmentación sigue ahí y va en aumento. Algunas formaciones políticas están autocentradas, piensan exclusivamente en términos de autosubsistencia o de supervivencia. Las alianzas son casi siempre interesadas y orientadas electoralmente… hay una dejación, digamos, expresa y explícita, de proyectos comunes y de horizonte común. Cuando todo viene marcado por procesos electorales, todo es, además, velocidad y velocidad.

La escuela de Frankfurt decía que había una colonización del mundo de la vida, del espacio público, por parte del mercado, pero ahora, además, podemos añadir que ese espacio está colonizado por el mundo de los medios de comunicación, que a su vez está colonizado por el mundo de las redes sociales. De manera que no queda tiempo para la política del bien común (que es genuinamente de izquierdas), no hay tiempo para pensar, no hay tiempo para deliberar ni tomar decisiones.

En fin, es probable que acabemos abocados a los “juegos del hambre”.

¿Vamos hacia un modelo italiano de laminación de la izquierda o a este discutible modelo francés, frentista, recientemente planteado por el PSF, PCF, la Francia Insumisa...?
El modelo del frente amplio, del frente popular, es un modelo al que nosotros no podemos renunciar en términos utópicos, la izquierda no puede ni debe renunciar a eso, pero hasta ahora se ha demostrado, lamentablemente, fallido. Creo que es el modelo italiano el que se impone por la vía de los hechos. Igual esto no suena muy optimista.

¿Es posible construir desde el permanente miedo a que vienen los orcos? Porque desde que el “menosmalismo” electoral se articula frente a ellos, no dejan de ganar terreno y, además, en el Estado español, reforzarse el PSOE...
Las campañas que se articulan sobre el miedo al otro son campañas que fracasan. En primer lugar, porque el miedo, igual que todas las emociones negativas, como el odio, la ira o el resentimiento, alimenta normalmente a la extrema derecha y a la derecha extremada. Alimenta la sensación de que uno está en un bote salvavidas y tiene que ahogar al de al lado para poder sobrevivir, y eso es algo que políticamente tiene un nombre y, desde luego, ese nombre no tiene nada que ver con la política de izquierda. De manera que, si en lugar de hablar de la nave tierra, de cooperación, solidaridad o responsabilidad, hablamos del bote salvavidas, si en lugar de asumir un optimismo antropológico asumimos el pesimismo antropológico de que el hombre es un lobo para el hombre... si no asumimos la posibilidad de cooperar, sino solo la de competir, evidentemente, compañero, todo esto ya está escrito...

Si uno se remonta a la filosofía política, ya sabemos quiénes han defendido ese tipo de tesis; y si uno se remonta a la política práctica, ya sabemos quiénes las han convertido en su bandera. Y, claro, en esas condiciones, como efecto colateral, crece también la socialdemocracia, porque en ese escenario representa lo “menos malo”, aquello que votaría un convencido de izquierdas en un panorama desolador. Habiendo renunciado ya a la utopía y a la revolución, habiendo renunciado ya a un horizonte de felicidad, hay quien cree que lo que le queda es aquello que le ofrece estabilidad, que es lo que fundamentalmente vende la socialdemocracia, y no es poco, en mitad de un panorama donde el electorado queda dividido entre los que aún tienen alguna esperanza y los que ya no tienen ninguna.

Creo que la política que se hace desde el autocentramiento, desde el ombliguismo, no puede ser de altos vuelos

¿Por qué no has ido en las listas de Sumar? Resulta sorprendente cuando, hasta poco antes de su conformación, parecías una figura indiscutida...
He sido una figura indiscutida, sí, y he trabajado mucho con muy buenos resultados, la verdad, gracias, también a mi fabuloso equipo, en áreas que, además, son muy específicamente nuestras como puede ser la del feminismo, los derechos sociales y laborales, las cuestiones ecológicas, o sea, en unos ejes que son centrales para un programa de izquierdas hoy y esenciales para combatir a las derechas, pero se ha decidido otra cosa y yo no he encontrado ninguna razón para justificarlo, es lo que te puedo decir… Imagino que tienen que responder quienes tomaron la decisión.

¿Qué va a pasar ahora? ¿Se va a recorrer el camino de la vendetta entre IU, Sumar, Podemos, Más País? ¿Está a la vista un escenario de fragmentación, de acuerdo?
Yo creo que hablamos de formaciones políticas diferentes con culturas políticas distintas que coexisten con mucha dificultad; hay formaciones políticas que están obsesionadas con la “autonomía” (en el peor sentido del término) y que consideran que su supervivencia va a depender solo y exclusivamente de sí mismas; hay otras que se han abierto a un horizonte común donde, evidentemente, las cosas tienen que ser negociadas pero donde nadie se piensa a sí mismo como autosuficiente. A mi modo de ver lo razonable y racional es esto último. Creo que la política que se hace desde el autocentramiento, desde el ombliguismo, no puede ser de altos vuelos. En fin… entre esas dos posibilidades habrá que ver cómo se navega… excluyendo la simple coalición electoral a los efectos de alcanzar un número determinado escaños, claro… porque si se trata solo de eso, pues no hay mucho de qué hablar… más bien se trata de contar. Eso ya está inventado, no tiene nada que ver con un proyecto político… En el mejor de los casos, vence pero no convence… en el peor, cuando es evidente que solo obedece a un cálculo, ni siquiera mueve votos. Creer que todo el mundo se mueve solo por intereses estratégicos, sin emociones, ni convicciones, sin confianza genuina, proyecta una idea distorsionada de lo que somos, abunda en esquemas neoliberales (lo que resulta autocontradictorio) y es profundamente distópico. Es una izquierda sin esperanza ni futuro, una empresa, que trabaja en favor de su adversario.

A lo que nos abocamos es, como te decía, o a la galvanización de la política de izquierdas o a unos “juegos del hambre” donde el espacio es cada vez más pequeño, más asfixiante

¿Aquello de hacer algo nuevo va a quedar definitivamente en que no se es capaz ni de construir (no hablemos ya de respetar), una cierta cooperación virtuosa entre organizaciones? ¿Qué describe eso del ciclo que se termina?
Bueno, hasta el momento no se ha conseguido hacer algo nuevo en este sentido. Ese frente amplio, del que hablábamos antes en relación a Francia, ha estado siempre en el horizonte de las izquierdas, de alguna manera, en este ciclo y en ciclos anteriores. Pero es verdad que no se ha logrado y a lo que nos abocamos es, como te decía, o a la balcanización de la política de izquierdas o a unos “juegos del hambre” donde el espacio es cada vez más pequeño, más asfixiante, y el número de formaciones políticas cada vez mayor. Eso evidentemente es irrespirable así que estamos imperativamente llamados a ponernos de acuerdo...

¿Con, o sin naves nodrizas?
Yo creo que no hacen falta naves nodrizas, sinceramente. Ya somos todos muy mayores.

¿No está la izquierda demasiado entusiasmada en su autorreferencialidad, en su identitarismo, mientras, realmente, a la gente le va pareciendo cada vez más inofensiva?
Es normal que se considere inofensiva (y hasta vulnerable) una izquierda que está permanentemente ensimismada, que está permanentemente en autorreflexión y en ejercicios espirituales, continuamente haciéndose a sí misma psicoanálisis y coaching... Esa es una izquierda enferma, que tiene un problema, no ya de egocentrismo, sino de delirio.

Entiendo que estamos hablando de un espacio completo, no hablando de ninguna organización en concreto...
Sí, sí… en efecto. No podemos convertir a la gente en simple espectadora de nuestro sufrimiento… mientras es la gente la que malvive.

¿Qué futuro ves a Podemos, a Sumar, a Podemos con Sumar? Hay islas donde los puentes no están dinamitados, como es el caso de Extremadura, donde Unidas por Extremadura parece disponer, todavía, de un cierto margen respaldado, también, por las urnas, aunque sin tirar cohetes, porque también han seguido la estela de la bajada constante de sufragios... ¿Durará?
Yo soy muy partidaria de Unidas por Extremadura. Creo que es un experimento que ha funcionado y está funcionando. Creo que, en efecto, es una isla, que no es exportable, y que depende mucho de la idiosincrasia del lugar y de los propios componentes del experimento. ¿Funcionaría con cualquier miembro? Creo que no. ¿En cualquier coordenada geográfica? Creo que tampoco.

Yo soy muy partidaria de Unidas por Extremadura. Creo que es un experimento que ha funcionado y está funcionando

Es un producto muy genuinamente nuestro. Si la pregunta es si esto va a sobrevivir, entiendo que dependerá de la capacidad que tengamos de darnos cuenta, de diagnosticar adecuadamente, en positivo, lo que tenemos y de defenderlo. Este tipo de organizaciones requiere de mucha generosidad, mucha humildad y mucha responsabilidad.

¿Qué te gustaría que pasara mañana en esa Europa cuyo Parlamento definitivamente abandonas?
Pues que hubiera una alianza de los grupos parlamentarios progresistas que creen en una Europa social, feminista y verde. No hace falta que se practique la “euroidiocia”, se puede ser incluso eurocrítico, y apostar por una Europa basada en derechos sociales, en derechos laborales, que no vuelva a ese pacto de estabilidad que tanto daño nos hizo y que además sigue todavía en activo, sobrevolándonos y amenazando con posarse de nuevo como un pájaro terrible sobre nuestras vidas.

Me gustaría que los creyentes se unieran. Yo intentaría formar mayorías a la izquierda, a sabiendas de que en el Parlamento Europeo los números son importantes, los vínculos son importantes, y que lo que se fomenta y se premia, como antes comentaba, son las negociaciones y los consensos, aunque sean de geometría variable y provisionales. Intentar ir por libre, en una especie de autoafirmación adolescente, no funciona ni en formaciones políticas ni en instituciones.

Opinión
La ultraderecha está muy fuerte y todo mal
No se trata de no intentar entender, se trata de que entender no paralice. No convertir los afinados diagnósticos en el sudario de cualquier energía política.
Opinión
Unidad quizá no, pero no estaría mal un plan
En cinco años el espacio que antes fue de Unidas Podemos ha perdido 880.000 votos en las elecciones europeas. Ninguna de las dos fuerzas actuales consiguen llegar mínimamente a los deciles más pobres de la población.
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