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Decir que la pandemia vino para cambiarlo todo en el sector turístico puede sonar, a estas alturas, como una auténtica boutade. Tras el Decreto de Estado de Alarma (EA) del 14 de marzo de 2020, hace ahora escasamente un año, muchos de los fenómenos que hasta ese momento únicamente habíamos podido intuir por la situación vivida en otros países (Italia, por ejemplo, tomaba durante aquellos días las primeras medidas gubernamentales destinadas a controlar los efectos del COVID19 entre su población y China confinaba ciudades completas), tomaron forma. La economía española, con una dependencia de hasta el 12,4% del PIB, esto es, 154.487 millones de euros para 2019, 2,72 millones de puestos de trabajo, el 12.9% del empleo total (INE, 2020), y un sinfín de autónomos, pequeñas y medianas empresas y grandes compañías directa e indirectamente vinculadas al turismo, se enfrentó, de golpe, no solo a una situación inédita a nivel nacional, una especie de terremoto interno inesperado, sino a la extensión a nivel global de restricciones al movimiento de personas y todo tipo de mercancías. Lo que pasara a partir de aquel momento sería inédito y los viejos, persistentes y necesarios debates –masificación turística, innovación tecnológica, gentrificación, calidad del empleo, externalizaciones, impacto medioambiental, turismo de sol y playa, gasto medio diario de turistas, etc. – parecieron pasar a un segundo plano en cuestión de días: lo importante pasó a ser salvar el sector.
Sin embargo, por mucho que aparentaran olvidarse, estos desafíos no desaparecieron. Así, para Montserrat Ventura, consultora independiente de hotelería y restauración, considera que, entre los retos que quedaron pendientes de enfrentar, se encontraba la “necesidad de descentralizar, sobre todo los centros urbanos. En las grandes ciudades se había desestacionalizado, no estábamos ante unas vacaciones que se ajustaban a un fin de semana o al verano, sino que se habían ido repartiendo un poquito a lo largo de todo el año, para que el turista no estuviera siempre en los mismos barrios, viendo siempre lo mismo. Primero por una cuestión de saturación de la ciudad y de los ciudadanos, por ejemplo, en ciudades como París y Barcelona. Asimismo, los ciudadanos estaban un poco saturados de la gentrificación y de la cantidad de turistas que no permitían hacer vida. Pero, por otro lado, si se quiere seguir atrayendo a ese turista, si no cada año, cada dos años, para no matar al destino tienes que ir ofreciéndole otros alicientes”.
La necesidad de enfrentar las dinámicas expansivas y consumidoras de espacio urbano que se habían desencadenado en muchas ciudades españolas había sido, de hecho, uno de los principales motores de algunas de las fuerzas políticas calificadas como nuevos municipalismos. Esta mercantilización de las ciudades en clave turística, acelerada tras la Crisis del Ladrillo de finales de la primera década del presente siglo, trajo consigo, entre otras cuestiones, una mayor mercantilización de la vivienda, la privatización y saturación del espacio público y la homogeneización del paisaje comercial urbano. Las medidas tomadas para enfrentar dichas dinámicas, en palabras de Ernest Cañada e Ivan Murray, los cuales recientemente han editado el libro Turistificación confinada, se debieron, “en parte, a la enorme contestación social que en numerosas ciudades se ha organizado contra la apropiación del espacio público por parte del capital turístico, la desposesión de vivienda y su incorporación en el circuito de producción turístico, el desborde turístico”.
A modo de ejemplo, entre las medidas estrella que, una de estas fuerzas, Barcelona en comú, al mando de la alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona desde 2015, aprobó durante su primera legislatura en el gobierno de la ciudad, estuvo el conocido como Pla Especial Urbanístic d’Allotjaments Turístics (PEUAT), el cual contaba con el objetivo de hacer compatible los diferentes tipos de alojamientos turísticos de la ciudad con un modelo urbano que garantizara los derechos y la calidad de vida de los vecinos y vecinas de la capital catalana. Sin embargo, el plan, que ha sido recientemente actualizado, no fue del agrado de todo el mundo. De este modo, Roberto Torregrosa, director General de Guitart Hoteles y presidente de la Associació Catalana de Professionals del Turisme, recuerda la importancia del turismo para las economías urbanas cuando señala que “ya se podrán hacer todo tipo de planes estratégicos para la gobernanza de la ciudad de Barcelona y tal y cual, pero esta pandemia ha evidenciado no un monocultivo, sino la importancia del turismo en nuestros país y nuestra ciudad, Barcelona”.
Un año después de la declaración del estado de alarma, el sector turístico continúa con más de 100.000 trabajadores bajo la figura del Expediente de Regulación Temporal de Empleo
Ayudas económicas
El trabajo, así como la calidad del mismo, ligado al sector turístico es otro de esos debates pendientes. Un año después de la declaración del estado de alarma, con más de 100.000 trabajadores, considerando únicamente al sector hotelero, bajo la figura del Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), y con un paquete de ayudas aprobado por el Gobierno español en Consejo de Ministros el 12 de marzo de hasta 11.000 millones de euros para el sector de la hostería, el turismo y el comercio, el cual incluye un fondo de apoyo a las PYME y los autónomos de hasta 7.000 millones que serán gestionados por las comunidades autónomas; una segunda partida creada específicamente para reestructurar los más de 120.400 millones de euros aprobados anteriormente y avalados por el Instituto de Crédito Oficial (ICO), dotado con hasta 3.000 millones y, finalmente, un tercer y último fondo para la recapitalización de medianas empresas articulado por la empresa Cofides, de hasta 10.000 millones de euros, puede haber llegado el momento oportuno para plantear medidas, líneas de actuación y estrategias, es decir, un futuro distinto para los trabajadores y trabajadoras turísticas.
Así lo ve, al menos, Sergi Yanes, antropólogo y reciente autor del libro La cuestión turística. Trece entrevistas para repensar el turismo, publicado por Alba Sud: “Entre los retos que tenemos que tener presente está el hecho de que haya una mayor presencia sindical y organización de los trabajadores. Esta se da, con sus limitaciones, en el sector de la hotelería, pero que no hay tanto, o casi nada, en la restauración. Pero no únicamente porque esto sea positivo para los propios trabajadores, sino porque, si los empresarios quieren dar un salto cualitativo, necesitan ese tipo de trabajador que se puede mostrar cómo alguien válido. Y, al igual que sucedió en los años 70, una forma de demostrar la validez, la preparación y la seriedad de los trabajadores es a través de una organización sindical”.
En líneas similares, de apoyo a la formación de los trabajadores y apuesta por una correcta gestión de los recursos humanos, se manifiesta la CEO de Eating Hoteling – Hospitality Advisors, Domingo Hidalgo, cuando señala que “la crisis ha evidenciado la falta de conocimiento en gestión de recursos humanos. Por ejemplo, muchas gestorías se vieron con un volumen inmenso de ERTE a manejar. No obstante, esto ha originado, según mi parecer, la aparición de una conciencia de necesidad de formación y profesionalización”. Similares palabras utiliza el hotelero Roberto Torregrosa. Para él, el parón de la pandemia ha supuesto, además, un reto de comunicación y formación para los trabajadores. Así lo expresa cuando indica que, “entre el 95 y el 100% de los trabajadores ha estado en casa todo el año, excepto un periodo pequeño en verano en el que pudimos abrir con una relativa normalidad y donde tuvimos que poner en marcha muchos protocolos. Ha sido necesario mantener la relación viva con tu plantilla”.
Las aplicaciones del denominado capitalismo de plataforma son nuevas formas de operar y marcan pautas de consumo más ligadas a la entrega a domicilio, el delivery, así como el fenómeno de las dark kitchens
Las dark kitchens
Más allá de la hotelería, la restauración ha enfrentado, debido a sus propias características, la presencia, cada vez mayor, de nuevos agentes económicos, como las aplicaciones del denominado capitalismo de plataforma (Glovo, Deliveroo, Uber Eats y otros), nuevas formas de operar y pautas de consumo más ligadas a la entrega a domicilio, el delivery, así como el fenómeno de las conocidas como ghost o dark kitchens, enormes instalaciones que funcionan a modo de coworkings en la producción de comidas. En torno a esto, Montserrat Ventura señala que “en lo relacionado con el incremento del delivery, las dark kitchens, eran un fenómeno que ya venía apuntando desde hacía tiempo en Estados Unidos. El delivery se estaba haciendo desde el mismo restaurante, y resulta que el día que se trabajaba más, que suele ser el jueves por la noche o el sábado por la noche, pues no solo atendía la comida para llevar, sino también la presencia de clientes en el propio restaurante, con lo que ambas líneas de negocio se atosigaban unas a otras. Esto ha cambiado ahora, porque, con las dark kitchens, es posible externalizar parte de la producción destinada al delivery”.
En palabras, de nuevo, de Ernest Cañada, en un reciente artículo publicado por este mismo medio, este modelo crecería en base a ajustes en los costes laborales y al modelo de relaciones que ha introducido este tipo de economía. “Antes lo que tenías eran camareros y camareras, ahora lo que tenemos son riders con derechos mucho más limitados y en una condiciones precarias absolutas”. Más allá de las condiciones laborales de estos trabajadores y trabajadoras, la presencia de estas instalaciones en el entorno urbano de muchas ciudades, ha llevado a algunos consistorios, tras la presión recibida por parte de colectivos vecinales, como el de Barcelona, a anunciar recientemente una ordenanza municipal y un plan de usos destinado a regular su proliferación.
Un último punto, pero no por ello menos importante, será el paisaje turístico que quedará tras el levantamiento de las restricciones. Lo novedoso de la situación impide hacer cálculos o predicciones sobre cómo será el futuro más inmediato del turismo en el Estado español o, al menos, en alguna de sus principales destinos turísticos. Tal y como señalaba un artículo publicado por eldiario.es el pasado día 15 de marzo, ciudades como Benidorm están llevando a cabo una importante reconversión hotelera, con inversiones que alcanzan los 225 millones de euros en más de una treintena de actuaciones que incluyen desde cinco nuevos hoteles hasta la renovación y actualización de otros muchos. Sin embargo, esto no alcanza ni a todos los lugares ni a todos los actores, lo que puede apuntar a una concentración de activos en manos de grandes empresas y a la consecuente desaparición de otras muchas. En palabras de Roberto Torregrosa, “el gran reto ha sido mantenerse. Hay un tema económico financiero que nos pilló con el paso cambiado. ¿Eso qué significa? Que tuvimos años de bonanza que se tradujeron en que las compañías tuvimos beneficios y esos beneficios se reinvirtieron en la compra de nuevos activos o en la mejora del proyecto existente, con lo cual la filosofía de tener una tesorería inactiva o boyante no existía, porque nadie pensaba que esto podía suceder. ¿Qué ha sucedido? Que nos ha cogido una pandemia donde el oxígeno financiero era limitado. Aquellos que estaban más o menos saneados han podido acceder rápidamente a según qué fondos y los que no estaban saneados, que eran muchos, les ha costado algo más. Nosotros queremos comernos el trozo pastel más grande cuando todo se abra”.
“En dos años no nos vamos a acordar de la pandemia, que será una pesadilla, volveremos a los hábitos de los que venimos; somos muchos millones de personas que queremos hacerlo”, sostiene Torregrosa
Precisamente destinadas a sostener a estas empresas mientras duren las restricciones han ido gran parte de estos fondos y ayudas. Volviendo a Torregrosa, “en dos años no nos vamos a acordar de la pandemia, que será una pesadilla, volveremos a los hábitos de los que venimos; somos muchos millones de personas que queremos hacerlo”. Unas ayudas que, en boca de Domingo Hidalgo, son “mucha paja y poco efectivo, las subvenciones no están planteadas de manera profesional, no se está controlando que se invierta bien. Veo muy desamparada a las PYME”.
En definitiva, el sector turístico español parece encontrarse ante uno de sus mayores desafíos. Por un lado, sacar el máximo provecho a las ayudas, que pueden ser consideradas como mínimas, pero existen y existirán. Y, por otro, es muy posible que parte del sector turístico esté esperando volver a la situación pre-pandémica, pero también es cierto que la sociedad no será la misma, así como tampoco el propio sector. Sin embargo, como señalara la consultora Montserrat Ventura “los hoteleros están esperando en volver a lo mismo que había antes. Es muy sorprendente, el mundo va para adelante, nunca para atrás”. Menos actores y más concentrados, empresas que tendrán que diversificar su atención y centrarse, quizás en un principio, menos en los destinos urbanos y más en otros territorios y siempre teniendo en cuenta que las empresas no solo se deben a los turistas, sino también a sus trabajadores, mejorando estos su organización, y aquellas su relación, conocimiento y atención, con especial atención desde las de tamaño medio y pequeño.
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Esta es la ideología del R78. Marxismo y liberal-fascismo aliados para impedir la libertad. Su obsesión es acabar con la pequeña burguesía a la que consideran desclasada e ingobernable. Totalitarismo.
Me repito Sr Torregrosa si ustedes no tenían reservas para imprevistos , algo que contablemente hay que tener desde que existe la contabilidad hace 150 años, al menos no lo diga. Ya lo sabíamos. y es fruto cómo usted dice de que no han tenido una crisis en 60 años. ¿Pero quién se creen que son?. No tiene en cuenta además, que el paisaje no es suyo y lo destruyen? que la playa no es suya? ¿Qué el agua está contaminada?¿que en el turismo de ciudad hace invivible a los lugareños y menos entristece enormemente? Porqué no dejan de pedir y dan algo, sí retornar a los ciudadanos dueños del paisaje, el mar , las playas algo en compensación. Es inaceptable que después de la pandemia quieran seguir con lo mismo. El que fabrica calcetines se busca la vida, él de todo, no le regalan los calcetines a parte de pagar salarios bajos. RETORNO , QUEREMOS RETORNO, EN UN SECTOR CÓMO ÉSTE. Ya es para dejarlo estar.