Actualidad árabe (y más)
El cambio climático mata en el Mediterráneo

Una inundación sin precedentes en el norte de África provoca miles de víctimas mortales en Libia en un año cargado de desastres climáticos; en Marruecos, el peor terremoto del siglo expande la crisis humanitaria en las montañas del Alto Atlas
Inundaciones Libia
La ciudad de Derna, en Libia, devastada tras el paso del ciclón Daniel.

La tormenta Daniel junto con el escaso mantenimiento de las presas que rodean la ciudad de Derna condenó a esta ciudad libia de 90.000 habitantes, y múltiples grupos humanitarios estiman que la cifra de víctimas mortales en el este de Libia podría elevarse más allá de las 12.000 personas. En Marruecos, siete días después del seísmo de 6,8 grados que sacudió parte del país, la propia ciudadanía se organiza para hacer llegar la ayuda humanitaria a aldeas montañosas inaccesibles para los vehículos.

En Irán, miles de mujeres que salieron a las calles en septiembre de 2022 para protestar por la muerte de Mahsa Amini observan cómo las autoridades del país continúan lanzando nuevas medidas para reforzar la obligatoriedad del velo. En la Palestina histórica, el 30 aniversario de los Acuerdos de Oslo llega en un contexto radicalmente opuesto al que algunos se atrevieron a soñar durante aquel septiembre de 1993.

El agua arrastra Derna hasta el mar

El río Wadi Derna, que cruza la ciudad costera hasta el mar, se convirtió en una trampa mortal. A muchas de los 90.000 persones que residen en el municipio se les vino el mundo encima cuando oyeron unas explosiones. Las presas ubicadas a las afueras de Derna habían cedido a la lluvia torrencial, que ya inundaba el municipio. La tragedia que se desencadenó por el caudal del río arrastró barrios enteros.

“Este desastre no se puede describir con palabras”, decía desde Libia un miembro de la Media Luna Roja en declaraciones a El Salto Diario: “Muchísimas familias han desaparecido y podrían haber sido arrastradas hasta el mar”, añade esta fuente, que indica que se tiene constancia de 10.000 personas desaparecidas. La cifra de víctimas mortales supera las 6.000 personas, aunque se estima que sean muchas más. Algunos cálculos, como los de Islamic Relief, creen que podría llegar a doblarse o cuadriplicarse. “Esto es una catástrofe absoluta”, decía en declaraciones a Sky News el jefe de la organización, Salah Aboulgasem: “podemos decir categóricamente que esta es una crisis humanitaria de primer orden; las cifras de las que estamos hablando estos días son por desgracia conservadoras”.

“Las condiciones meteorológicas no se estudiaron bien, tampoco hubo una evacuación de las familias que podían encontrarse en el camino de las inundaciones”, dice el portavoz de emergencias de Derna

En las imágenes que han ido haciéndose públicas tras el desastre desde el noreste de Libia se ven grandes extensiones de civilización donde todo ha quedado desdibujado. Calles que no se distinguen, edificios que ya no están y coches que se amontonan los unos encima de los otros. A pesar de la terrible situación sobre el terreno, que dificulta la movilidad de efectivos humanitarios y la comunicación con el exterior, los testimonios de algunos afectados por la catástrofe salen a flote: “no ha habido suerte”, decía Usama al-Husadi, de 52 años, en declaraciones a Al Jazeera. Al-Husadi busca a su mujer y a sus cinco hijos desde el domingo por la noche, cuando la pesadilla estalló. “He caminado por todas partes, los he buscado en todos los hospitales”. Asegura que 50 personas de su familia están o bien muertas o desaparecidas.

Ossama Aly, portavoz de un equipo de emergencias local, explicaba al canal de televisión Al Hurra que los hospitales de Derna no están operativos, y que los cadáveres se acumulan y pudren a las puertas de las morgues. “Las condiciones meteorológicas no se estudiaron bien”, dice: “y tampoco hubo una evacuación de las familias que podían encontrarse en el camino de las inundaciones”. A pesar de criticar el papel de las autoridades que gobiernan en la zona, Aly admite que el territorio “nunca había visto una catástrofe como esta”.

La división territorial de Libia bajo gobiernos que rivalizan dificulta la coordinación de operaciones de rescate. La catástrofe tuvo lugar en ciudades del este de Libia —como Al-Baida o Tobruk, además de Derna—, donde el comandante Khalifa Haftar y su Ejército Nacional de Libia apoyan un parlamento radicado en Bengasi. En Trípoli, en el oeste del país, está el llamado Gobierno de Unidad Nacional, que cuenta con el apoyo de la ONU.


Los primeros equipos de rescate llegados desde otros puntos del propio territorio libio tardaron casi dos días enteros en llegar a Derna, aunque lo hacían sin siquiera contar con excavadoras. Ayer, jueves 14 de septiembre, múltiples países del entorno mediterráneo y más allá continuaban organizando envíos de personal y material humanitario.

La tormenta Daniel, que llega en un año cargado de desastres climáticos sin precedentes y de temperaturas récord, podría ser la inundación más grave registrada en el norte de África en siglos. Pero el desgobierno político que el país sufre desde que la OTAN impulsara la expulsión del poder de Muamar el Gadafi en 2011 aumenta la complejidad de la situación. Y es que si bien la lluvia caída sobre Derna fue de proporciones bíblicas, varias voces apuntan a que el colapso de las presas que cedieron en las afueras de la ciudad podría tener vinculación con la falta de mantenimiento por parte de unas autoridades corruptas y sin voluntad de trabajar por el bien común: “este es el coste oculto de la retirada del dinero de las inversiones públicas”, argumentaba Tom Eaton, investigador de Chatham House especializado en Libia: “esto condena a los libios a estar sujetos a desastres naturales”.

De hecho, el hidrólogo Abdelwaneed A.R. Ashoor publicó hace tan solo 10 meses un estudio en el que alertaba del peligro de inundación al que el Valle de Derna estaba expuesto. Según el investigador, revisar el estado de las presas que se encontraran en las afueras del municipio era imprescindible y urgente. Una inundación, según anticipaban sus cálculos, tendría un resultado “desastroso para los residentes de la ciudad”.

El peor terremoto del siglo sacude Marruecos

Soldados marroquíes y equipos de rescate se esfuerzan por llegar hasta los municipios más remotos de las montañas del Alto Atlas, pero el corte de carreteras lleva a la población local a recurrir a los burros, cargándolos de material humanitario para socorrer a los supervivientes de aldeas inaccesibles por los vehículos. El compromiso de la propia población marroquí también se hace evidente en las donaciones de sangre, que ha alcanzado cifras de récord según el Centro Nacional de Donaciones de Sangre.

Siete días después del terrible terremoto que el pasado viernes sacudió grandes extensiones de territorio marroquí, la cifra oficial de víctimas mortales supera las 2.900, junto con más de 5.500 personas heridas. Se trata, también según las cifras oficiales, del terremoto más mortífero en el país desde 1960 y el más fuerte desde 1900.

En ciudades como Amizmiz, a los pies del Alto Atlas hay multitud de familias refugiadas en los arcenes. A solo una hora está Marrakech, donde miles de personas pasan la noche al raso por miedo a las réplicas

La reacción popular de miles de marroquíes nace, en parte, de la frustración ante la lenta e inadecuada respuesta de las autoridades. Ya sea para tratar algún hueso roto o para recibir una tienda de campaña bajo la que pasar las noches después de quedarse sin nada, miles de personas no han recibido ayuda humanitaria hasta cinco o seis días después del seísmo, que la ONU calcula que habría afectado hasta a 300.000 personas.

En ciudades como Amizmiz, a los pies del Alto Atlas y con una población predominantemente amazigh, se encuentran multitud de familias refugiadas en los arcenes de las carreteras, junto con las pertenencias que han podido salvar. A solo una hora en coche se encuentra Marrakech, donde también hay miles de personas con los nervios rotos que prefieren pasar las noches al raso aún cuando su vivienda sigue en pie. El miedo a las réplicas está fundamentado.  Las ha habido a decenas desde el gran terremoto de 6.8 grados del pasado viernes. La mayor de ellas alcanzó los 4.9 grados y Marrakech sufrió una de 3,4 grados. Los expertos alertan que las réplicas podrían alargarse durante dos meses.

La controversia ha rodeado la figura del monarca Mohamed VI y la gestión de la ayuda humanitaria. Las autoridades marroquíes han aceptado el apoyo de algunos estados, como el español, así como Qatar, Bahrain o Emiratos Árabes Unidos, pero no ha dado luz verde a los envíos de Francia, con quien las autoridades marroquíes mantienen una relación tensa durante los últimos tiempos por la negativa de París a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.

El hecho que el rey marroquí tardara 19 horas en pronunciarse después del seísmo, siendo superado por líderes de todo el mundo, tampoco ha caído en gracia entre la población, que sabe que Mohamed VI se encontraba de vacaciones en París en el momento de la catástrofe. Una viñeta del diario digital francés Monde Afrique hacía burla de ello. En ella se puede ver a Mohamed VI apresurándose a correr las cortinas desde dentro de un palacio. Al lado tiene una botella de vino en remojo, cuando acude a los ventanales al oír la advertencia de un servidor. Majestad! El reino ha sido sacudido por un grave terremoto!”, le dice a gritos desde la distancia. “Ah, sí!? No he notado nada!”, le responde el monarca.

Un año desde las protestas en Irán

Hace un año desde el inicio de las protestas más longevas que jamás hayan existido contra el actual régimen iraní, pero el gobierno de los ayatolás ni olvida ni perdona. Las revueltas que se manifestaban contra la obligatoriedad del velo han sido seguidas por una fuerte reacción de los líderes políticos de país, que durante los últimos meses han impuesto nuevas medidas para sancionar a aquellas mujeres que incumplan el estricto código de vestimenta impuesto en Irán.

Cabe recordar que el estallido social comenzó el 16 de septiembre, cuando la brutal detención a cargo de la llamada “policía de la moral” terminó con la muerte de la joven Mahsa Amini, a quien arrestaron por no llevar el cabello bien cubierto por el velo. El hijab pasó a ser obligatorio en Irán después de la revolución de 1979 que aupó el actual régimen al poder. El modo en el que desde entonces han obligado a las mujeres en Irán a llevar el velo ha hecho que este se convierta en un símbolo político del régimen, una suerte de demostración de que controla lo que sucede en las calles.

Desde las protesta de 2022, muchas mujeres se han quitado el velo en público como acto de resistencia contra el régimen, pero las élites políticas y religiosas de país no han tardado en reaccionar. El parlamento iraní votó este mes de agosto una propuesta de ley llamada Ley del Hijab y de la Castidad. La medida, que incluye 70 artículos, castiga el incumplimiento del código de vestimenta con multas e incluso con cárcel. Aunque la votación se hizo en secreto, la BBC indicó que 175 miembros del parlamento votaron a favor y que 49 lo hicieron en contra.

Ahora, el Consejo de los Guardianes —una entidad no elegida por los electores, que atesora el mayor poder legislativo del país y que supone parte indispensable del sistema teocrático iraní— tiene la capacidad de aprobar la ley, que quedaría en fase de prueba piloto durante los próximos años.

Las autoridades iraníes llevan meses colocando cámaras en el espacio público. El objetivo: frenar el desafío de las mujeres que se quitan el velo y penalizarlas

Además, las autoridades iraníes llevan meses colocando cámaras en el espacio público. El objetivo: frenar el desafío de las mujeres que se quitan el velo y penalizarlas. Las cámaras forman parte de un complejo sistema de cibervigilancia, de modo que cuando captan imágenes de mujeres que infringen el código de vestimenta, estas reciben un mensaje en su teléfono móvil con mensajes de advertencia por parte del gobierno. El comunicado policial que informó sobre esta medida a mediados de abril admitió que la el sistema de cibervigilancia pretende “evitar la resistencia contra el hijab”, añadiendo que dicha resistencia “ensucia la imagen espiritual de Irán y propaga la inseguridad”.

Mientras, las autoridades han aumentado las penas de muerte en un 36% desde el inicio de las protestas, alcanzando —por lo menos— las 697 ejecuciones durante los últimos doce meses. Según informa Iran Human Rights, el sistema judicial vinculó 393 de ellas a ofensas vinculadas con el tráfico de drogas, lo que supone un aumento del 94% comparado con el año anterior.

30 años desde “la segunda mayor victoria del sionismo”

El aclamado intelectual palestino Edward Said lo denunciaba en un artículo titulado “La mañana siguiente”: “llamemos a este acuerdo por lo que realmente es: un instrumento para la rendición palestina”. El miércoles 13 de septiembre se cumplieron 30 años desde los Acuerdos de Oslo, firmados en la Casa Blanca por el entonces primer ministro israelí, Yitzak Rabin, y por el líder de la Organización por la Liberación Palestina, Yasser Arafat. Muchos palestinos ven hoy aquel acuerdo como un sacrificio que llegó envuelto de una retórica victoriosa. Pero ya en ese momento había palestinos que veían aquel tratado, negociado en Noruega, como una capitulación palestina.

“Este acuerdo simboliza el derroche de un siglo de sacrificios, de desposesión y de lucha heroica”, alegaba Said en su artículo. El tratado y la forma en el que se produjo, alegaba el palestino, “hace que los palestinos queden retratados como agresores ahora arrepentidos, y no como víctimas del sionismo”. Como si de repente, concluía, se legitimara el olvido de todos los crímenes israelíes cometidos hasta entonces, como los 750.000 palestinos expulsados de su tierra, los bombardeos en los campos de refugiados o el daño causado durante los 26 años de ocupación que Israel ya acumulaba por esas fechas. También había israelíes que criticaban los acuerdos. El intelectual Amos Oz, defensor de la solución de los dos estados pero también de campañas militares contra la franja de Gaza, lo consideró “la segunda mayor victoria en la historia del sionismo”.

Los Acuerdos de Oslo no hablaban de mecanismos para lograr la justicia ni la paz, sino de una serie de concesiones desiguales entre dos entidades ya de por si desiguales

Los Acuerdos de Oslo llegaron cuando el mundo tenía todavía la primera intifada en la retina. Lo hizo envuelto de una retórica que hacía pensar en que se estaban asentando las bases para la creación de un futuro estado palestino. Pero el contenido de los Acuerdos no hablaba de mecanismos para lograr la justicia ni la paz, sino de una serie de concesiones desiguales entre dos entidades ya de por si desiguales. La OLP —en representación de un pueblo sin estado, sin ejército y ocupado militarmente por quien estaba en el otro lado de la mesa —daba el paso de reconocer el derecho a existir de Israel. Pero Israel no reconocía el derecho del pueblo palestino a tener un estado ni tampoco a la autodeterminación, ofreciendo a la OLP la única victoria de considerarla como única representante del pueblo palestino.

Aquel acercamiento diplomático incluía la condena y el rechazo del terrorismo por parte de la OLP. Un elemento que implicaba la aceptación —según comenta el jurista israelí Raef Zreik en +972Magazine— de que la lucha que los palestinos habían practicado hasta entonces caía dentro de lo que se puede considerar terrorismo. Aquello, según Zreik, cavó la trampa de las aspiraciones palestinas. Cuando Israel retomó la expansión de los asentamientos en territorio palestino ocupado, los palestinos no tenían herramientas para avanzar hacia un estado independiente ni tampoco de volver a la lógica de la revolución. No, por lo menos, sin que Israel y los pesos pesados del mundo occidental que le apoyan de forma incondicional (EEUU y UE) los acusaran de terrorismo.
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Luis M
15/9/2023 10:54

El terremoto de Marruecos no tiene nada que ver con el cambio climático y la ruptura de las presas tiene que ver fundamentalmente con que llevan años sin mantenimiento debido a la guerra civil de más de 10 años desde el derrocamiento de Gadafi por la OTAN, aunque en el contexto de fuertes lluvias.

Cuando los medios alternativos dan el mismo tratamiento apocalíptico a todo lo relacionado con el cambio climático que los medios de derecha sensacionalista, es para darle una vuelta. Frente al cambio climático debemos construir una esperanza. Los nuevos movimientos ecologistas tienen un papel importante pero su acción se basa en la desesperanza y en el grito de auxilio. Este tratamiento de las noticias lleva al miedo y al ecofascismo. La construcción del mundo del mañana tiene que partir desde otros enfoques, como bien nos enseña nuestra historia.

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jamfribogart
15/9/2023 13:15

Los "nuevos movimientos ecologistas" que pegan mas fuerte estan subvencionados por filantropos,ricos y demas que no creo que busquen el beneficio de la humanidad. Son un fraude, ayudan en la transicion y apuntalan mas este capitalismo "renovado y verde" que esta por venir.

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scruky
16/9/2023 9:03

Más que ecofascismo, el problema en España es el negacionismo y como bien dices si el tema no se trata con rigor se pierde credibilidad y es munición para ellos.
El cambio climático ya está aquí pero no hay que caer en el error de achacarle todos los males del mundo, además hay variabilidad climática natural como el ciclo de El Niño-La Niña que antes se trataba con un mínimo de rigor y hoy ni se nombra, si pasa algo anómalo ya es cambio climático (antropogénico se entiende) y la cosa no funciona así

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