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Actualidad africana
La invisibilidad de los desplazados africanos y las tensiones crecientes en los próximos meses
El Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) ha calificado con cierta ironía de “alarde de selección” el hecho de que en 2021 las diez crisis de desplazados más desatendidas del mundo se encontraban, por primera vez, en África. La falta de interés combinaba decisiones políticas, financiación y atención mediática. Las tensiones y la despreocupación alimentan estas crisis y, en los próximos meses esos escenarios pueden reproducirse: la vecindad convertida en enemistad en los Grandes Lagos; las elecciones que ponen a prueba todos los hilos que cosen a las sociedades de Angola, Kenia o Nigeria; o los agricultores mirando al cielo con desconfianza en el Sahel.
Las personas desplazadas en África siguen siendo invisibles
Las diez crisis de desplazados y desplazadas más desatendidas del mundo en 2021 están en África. Seguramente, a partir de esa sentencia, cualquier otra explicación sobra. Hemos visto, ya en 2022, durante la guerra en Ucrania, cómo todos los instrumentos internacionales pueden ponerse al servicio de la atención a los desplazados; pero en 2021 (repetimos) las diez crisis de desplazados más desatendidas del mundo estuvieron en África. La diferencia: clarísima y vergonzosamente, el origen.
Cada año, el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC, por sus siglas en inglés) realiza esta clasificación de la infamia, con un eje muy claro, “las crisis más desatendidas”, es decir, aquellas que a la comunidad internacional no le merecen el interés y el esfuerzo suficiente para ponerles fin. Y no deja de ser esclarecedor que en 2021 todas ellas estuviesen en el continente africano. Los criterios y la metodología que emplea el NRC hacen de esta lista una muestra de la miopía de la comunidad internacional (sobre todo, del Norte global, que lidera el reparto de recursos financieros y de atención mediática). La clasificación se articula en base a tres criterios: Falta de voluntad política internacional, falta de atención de los medios y falta de ayuda internacional.
La República Democrática del Congo encabeza la lista de las crisis de desplazados más desatendidas, seguida por Burkina Faso, Camerún, Sudán del Sur, Chad, Mali, Sudán, Nigeria, Burundi y Etiopía, que cierra la clasificación del Consejo Noruego de los Refugiados
Así, la República Democrática del Congo encabeza esta ignominiosa lista, seguida por Burkina Faso, Camerún, Sudán del Sur, Chad, Mali, Sudán, Nigeria, Burundi y Etiopía, que cierra la clasificación. El análisis del observatorio escandinavo insiste en lo difícil que resulta para los países que entran en la lista salir de ella: la RD Congo, por ejemplo, ha repetido al frente de este registro, pero además otros seis países han aparecido frecuentemente en los inventarios de años anteriores. Los expertos noruegos atribuyen esta recurrencia a “un círculo vicioso de negligencia política internacional, cobertura mediática limitada, fatiga de los donantes y necesidades humanitarias cada vez más profundas”.
De la misma manera, el informe recuerda que la mayor parte de estas crisis tienen un largo recorrido y un considerable componente de enquistamiento, por lo que además de la duración prolongada estos países albergan la coincidencia de diferentes crisis simultáneas. “En los países de la lista”, señala la investigación, “una combinación desastrosa de conflicto, desplazamiento y desastres climáticos recurrentes hace que las necesidades humanitarias sean aún más graves”. Y en cuanto a la ausencia de interés mediático que, sin duda, es una de las claras palancas de la voluntad política y de la dedicación de recursos, el mismo análisis advierte que “la falta de atención de los medios hacia estas crisis desatendidas se ve agravada por las estrictas restricciones a la libertad de prensa en varios de los países de la lista”.
El NRC acompaña este análisis con una serie de recomendaciones orientadas a los diversos actores y diferenciadas según su papel en la resolución de estas crisis. En este sentido, aparece reiteradamente la idea de la fatiga, que tiene que ver con la normalización de estas crisis desatendidas, que acaba llevándolas a una especie de agujero negro, cuyas principales víctimas son las y los ciudadanos afectados por estos desplazamientos forzosos. Llama la atención que a los periodistas y a los medios se les recomienda invertir “en periodismo de calidad de crisis no atendidas, más allá de la cobertura de noticias de desastres repentinos o brotes de violencia”; “informar y estimular el debate, y actuar como organismo de control”; y también “informar de una manera que se centre en las soluciones y no contribuya a exacerbar los conflictos o los estereotipos”. Al mismo tiempo, a la ciudadanía, al público, le recomienda hacer presión y exigir implicación a sus gobiernos, o no donar a las crisis más mediáticas, ni hacerlo de manera impulsiva. Y les interpela: “Infórmese sobre las crisis desatendidas y apoye un periodismo de calidad que cubra conflictos olvidados. Hable sobre estas crisis y comparta las historias en las redes sociales”. La alternativa es una advertencia que aparece en las conclusiones de la investigación: “Los niveles de hambre están aumentando en la mayoría de los países de esta lista, un problema exacerbado por el aumento de los precios del trigo y el combustible causado por la guerra en Ucrania”.
Verano de tensas elecciones
Las elecciones son, habitualmente, potenciales momentos de crisis y observando el calendario que se avecina se puede prever un largo y cálido verano más allá de las altas temperaturas. La tensión es previsible que se incremente en algunos de los escenarios en los que se preparan elecciones por disputadas o por crispadas. Los escenarios más delicados se sitúan en Kenia y en Angola, donde durante el mes de agosto debería escogerse a sus respectivos presidentes.
En el caso de Kenia, las elecciones previstas para el 9 de agosto, supondrán necesariamente un cambio en sillón presidencial, ya que el actual presidente Uhuru Kenyatta, no es uno de los aspirante debido a la limitación de mandatos que impone la Constitución y que Kenyatta ha agotado. Sin embargo, los juegos de alianzas y apoyos han hecho aumentar la tensión política en las últimas semanas y es previsible que la campaña continúe aumentando la tensión hasta la celebración de los comicios. Kenyatta se ha posicionado del lado del líder de la oposición Raila Odinga, que es un viejo aspirante a la presidencia, dando la espalda al que debería haber sido su delfín natural, el que es actualmente el vicepresidente del país, William Ruto. Algunos observadores aseguran que el apoyo de Kenyatta a Odinga forma parte del acuerdo que se estableció entre los dos líderes, precisamente, como salida a la crisis social e institucional provocada durante las últimas elecciones presidenciales.
El interés y las cautelas que suscitan las elecciones kenianas, además del peso económico del país y de su liderazgo de África Oriental, tiene que ver con una convulsa tradición electoral. En 2007, por ejemplo, la crisis postelectoral desencadenó una intensa y profunda espiral de violencia que ha quedado grabada a fuego en el imaginario de los y las kenianas. A pesar de que es difícil borrar ese episodio de la memoria colectiva, continúa apareciendo como una amenaza recurrente que no ha quedado descartadas. Por otro lado, las elecciones de 2017 tuvieron que ser repetidas por orden judicial, después de que un tribunal determinase que no se habían cumplido estrictamente los procedimientos establecidos por la Constitución y de que la oposición asegurase que se habían producido graves irregularidades. Las campañas electorales que, en los últimos años, se han desarrollado en ambientes especialmente tensos y marcados por las acusaciones cruzadas se han caracterizado por las estrategias de desinformación. La de este año no es una excepción y diferentes organizaciones ya han empezado a alertar de la difusión de bulos y noticias falsas que pueden manipular la percepción de los candidatos y crispar los ánimos.
El interés y las cautelas que suscitan las elecciones kenianas, además del peso económico del país y de su liderazgo de África Oriental, tiene que ver con una convulsa tradición electoral. En 2007, por ejemplo, la crisis postelectoral desencadenó una intensa y profunda espiral de violencia
Las elecciones en Angola tienen un tono diferente. En 2017, João Lourenço ganó las elecciones presidenciales y sustituyó a José Eduardo dos Santos, que había permanecido durante 38 años al frente del país. La renovación suscitaba ciertas esperanzas, pero tampoco se ocultaba el hecho de que el cambio se había producido dentro del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el partido que se encuentra en el poder desde la independencia en 1975. Es decir, se modificó al hombre pero no la estructura, aunque para algunos eso podía ser el comienzo de una apertura. En general los cinco años de mandato de Lourenço han resultado frustrantes y el descontento social se ha incrementado. Por ello, el aparato del MPLA se muestra más inquieto ante la eventualidad de una pérdida del poder, al mismo tiempo, los principales partidos de la oposición se ha unido en una única coalición.
En el caso angoleño las principales inquietudes tienen que ver con la transparencia del proceso, que por cierto ha sido encargado a la empresa española Indra ante las protestas de la oposición, y el apego al poder de un pesado y cansado aparato del MPLA. En medio de estas dudas, un intenso movimiento ciudadano, Movimiento Cívico Mudei, se ha puesto en marcha para intentar garantizar el desarrollo correcto de los comicios y el respeto a las decisiones de las y los angoleños el próximo 24 de agosto.
Los Grandes Lagos vuelven a ser una olla a presión
Como si se tratase de la fricción de dos capas tectónicas, las posiciones de la República Democrática del Congo y de Ruanda están poniendo a prueba la presión que las relaciones diplomáticas de los dos países pueden soportar. Los discursos, los gestos simbólicos y las arengas a la población han hecho subir la temperatura en una región que ya tiene una cotidianidad convulsa.
Los últimos episodios se han desencadenado a raíz de nuevos ataques del Movimiento 23 de Marzo (conocido como M23, uno de los grupos armados más activos del país) en la zona del este de la República Democrática del Congo y las acusaciones de que esta facción rebelde está recibiendo el apoyo del gobierno ruandés. Las relaciones tradicionalmente tensas entre los dos gobiernos han vuelto a ponerse a prueba. Después del señalamiento de las autoridades congoleñas se han sucedido una serie de gestos y aspavientos, que han incluido la suspensión de vuelos de las aerolíneas ruandesas en el territorio congoleño o las acusaciones de Ruanda a la RD Congo de haber secuestrado a oficiales de su ejército. Ruanda aseguró que en su lucha contra el M23 los militares congoleños habían bombardeado territorio ruandés y recordó que en la RD Congo están las bases de las Forces Démocratiques de Libération du Rwanda (FDLR) un grupo armado que se enfrenta al gobierno de Kigali. A eso se unen llamadas a consultas de los embajadores e incluso manifestaciones en las calles de algunas ciudades congoleñas celebrando la firmeza de la posición de su gobierno y afianzando la prolongada enemistad entre Kinshasa y Kigali.
Se desconoce el número exacto de congoleños que han abandonado las provincias del este, especialmente los Kivus, camino a otras regiones y a Uganda. Mientras en las calles y en las redes se imponía el discurso del #RwandaIsKilling la comunidad internacional mostraba su preocupación
Mientras tanto se desconoce el número exacto de congoleños que han abandonado las provincias del este, especialmente los Kivus, camino a otras regiones y a Uganda. En los últimos días, la tensión se ha disparado. Mientras en las calles y en las redes se imponía el discurso del #RwandaIsKilling; la comunidad internacional mostraba su preocupación, con la embajada de Estados Unidos en la RD Congo constatando la presencia de tropas ruandesas en territorio congoleño en medio de los combates; y los países vecinos inquietos por la estabilidad de la región que ha llevado al presidente angoleño a mediar para la liberación de soldados ruandeses detenidos en la RD Congo y el presidente keniano reclamando el despliegue de tropas de la East African Regional Force en las provincias de Ituri, el Kivu Norte y el Kivu Sur para restablecer la estabilidad.
Comienza la carrera por la presidencia en Nigeria
Ya se conocen los nombres de los quince candidatos que comparecerán en las próximas elecciones presidenciales en Nigeria, previstas para el mes de febrero de 2023. Aunque todavía quedan ocho meses, se puede considerar que la carrera electoral ha entrado en su recta final. De esos quince aspirantes, todos ellos hombres, los mejor situados según los pronósticos son el líder de la oposición Atiku Abubakar del Peoples Democratic Party (PDP), que ha aspirado en cinco ocasiones a la presidencia y que, en esta ocasión se encuentra especialmente bien situado; Bola Tinubu, el sucesor del actual presidente como baza del partido en el poder, el All Progressive Congress (APC); Peter Obi elegido por el Labour Party (LP), aunque en las últimas elecciones hizo tándem con Abubakar y que ha ido aumentando su popularidad y su presencia pública; además de Rabiu Kwankwaso del New Nigeria Peoples Party (NNPP), y Omoyele Sowore del Africa Action Congress (AAC).
Los comicios en Nigeria han sido habitualmente momentos especialmente tensos y las campañas han transpirado la transcendencia de la elección del presidente del país más poblado del continente y con la economía más poderosa
Los comicios en Nigeria han sido habitualmente momentos especialmente tensos y las campañas han transpirado la transcendencia de la elección del presidente del país más poblado del continente y con la economía más poderosa. Al menos las dos últimas contiendas han estado marcadas por agrias y enconadas estrategias de desinformación. En 2015, incluso la cuestionada Cambridge Analytica se encargo de la campaña de uno de los candidatos con artimañas ilegítimas. Desde entonces las redes sociales se han convertido en un instrumento sistemático de comunicación política y más concretamente de propaganda electoral y no siempre respetando los límites de ley a pesar de los incuestionables esfuerzos de la sociedad civil.
Arranca una amenazadora temporada de lluvias
Las primeras precipitaciones de la estación de las lluvias en África Occidental ya han empezado a provocar los primeros desperfectos. Aunque, en general, todavía es pronto ya se han producido las lluvias más precoces en lugares de la República de Guinea o en Burkina Faso, por ejemplo, dejando las primeras inundaciones y aunque no han tenido consecuencias graves ya han dejado ver su cara más amarga.
La mayor parte de las previsiones han anunciado una temporada de precipitaciones abundantes, que deberían ser una buena noticia tanto para el sector agrícola como para el ganadero sobre todo en tiempos en los que los productos de primera necesidad están experimentando un considerable aumento de precios. Sin embargo, este anuncio de abundancia podría convertirse en desmesura y grandes pérdidas, como ocurrió en la temporada de 2020 que acabó resultando devastadora. La amenaza llega en medio de la peor sequía de los últimos cuarenta años en Cuerno de África. Los fenómenos extremos y explosivos representan las dos caras de la moneda del cambio climático y sus consecuencias, muestran la negligencia de quienes diseñan políticas y planifican medidas.
Desalojos forzosos de masais en Tanzania
La semana pasada las fuerzas de seguridad de Tanzania iniciaron una operación de desalojo de los pastores masais que viven en la zona de Loliondo. Este intento de desplazar a los habitantes tradicionales de la región ha degenerado en enfrentamientos con la policía. Amnistía Internacional ya ha denunciado esta operación y ha documentado, al menos, treinta heridos y un muerto, además de un número indeterminado de personas detenidas que se encuentran en paradero desconocido.
AI denuncia que el desalojamiento forzoso de las personas Masai que viven en la zona de Loliondo se enmarca dentro del arrendamiento de las tierras, que está rodeada por parques naturales y áreas de conservación, como reserva de caza a una empresa emiratí
La organización explica que este intento de desalojo se enmarca dentro del arrendamiento de las tierras, que está rodeada por parques naturales y áreas de conservación, como reserva de caza a una empresa emiratí. Amnistía Internacional ha señalado que “más de 70.000 indígenas masai corren el riesgo de ser desplazados de sus tierras ancestrales de pastoreo para dar paso a una operación turística”. La operación es una réplica de otras que ya se intentaron en ocasiones anteriores desde hace más de una década, a pesar de que “el 25 de septiembre de 2018, la Corte de Justicia de África Oriental emitió órdenes que incluían instrucciones explícitas de que el Estado dejara de desalojar al pueblo masai hasta que se determinara la resolución de un caso que la comunidad había presentado contra el estado” y que podría resolverse definitivamente el próximo 22 de junio.