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Profesor asociado de la Pompeu Fabra y activista de la PAH de Barcelona
Me acuerdo que en 2014 era anecdótico cuando llegaba un afectado por un fondo buitre a una asamblea de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). En aquel tiempo, especialmente en la PAH, estábamos focalizados en la lucha contra el sistema bancario. Y se comenzaban a dar los primeros pasos contra inmobiliarias para defender los desahucios por alquiler y reclamar una regulación de precios. Pero como en todo conflicto, los contrincantes no sólo se adaptan, sino que a veces descubrimos que otros se habían ocultado. Diez años después, llegan a los movimientos de vivienda auténticas cascadas de personas afectadas por entidades como Blackstone, Anticipa, Fidere, Cerberus, Divarian, Lone Star o Aliseda.
Esto abre una nueva forma de orografía política, entendida como el terreno cambiante de interacción multilateral entre diferentes actores. Durante el ciclo de crisis que se abrió desde 2009, los movimientos sociales en general han utilizado —aunque de forma desigual en su proceso y victorias— una estrategia basada en dañar la imagen pública de los opositores. Esta estrategia era especialmente efectiva contra los bancos. Entidades como BBVA, Banco Santander o Bankia gastaban millones de euros en campañas publicitarias, que eran puestas en jaque cuando la prensa difundía declaraciones de activistas e imágenes de ocupaciones de sus oficinas. La gente de a pie, que son el cliente potencial de estas entidades, simpatizaba con los movimientos. Y al final, los bancos se veían forzados a sentarse en una mesa y negociar con los activistas.
Los fondos de extracción funcionan de manera diferente a los bancos y, por tanto, requieren estrategias divergentes de presión o, como mínimo, modular las que ya se han tornado clásicas
Me acuerdo de una negociación especialmente dura, en la que se trataba de dar solución a una persona que llevaba un lustro luchando por conseguir un alquiler social. Frustrado por la negativa constante de los ejecutivos del banco, expresé la frase mágica: “Podemos negociar este alquiler hoy aquí o la semana que viene en una oficina ocupada, vosotros decidís”. La cara les cambió por completo. Sus risas cesaron. En su lugar comenzaron a increparme que no sabía llevar una negociación. Pero terminaron la reunión expresando que les diéramos tiempo, que lo estudiarían. A los pocos días llamaron: concedían el alquiler social. Esa experiencia, de un modo u otro, la habíamos experimentado muchos activistas, incluso en negociaciones en las que arrancábamos acuerdos colectivos para centenares de casos. Tengo la hipótesis de que el éxito en estas campañas nos ha impedido ver que los fondos funcionan de manera diferente, y por tanto requieren estrategias divergentes; o como mínimo, modular las estrategias que ya se han tornado clásicas.
Los fondos de extracción
En un artículo previo, explicaba que tales fondos, normalmente denominados “fondos de inversión” son en realidad fondos de extracción. El matiz es central, porque cambia el marco sociopolítico desde el cual interpretar su dinámica. Pues no son empresas de capitalistas aventureros dispuestos a arriesgar dinero propio, sino entramados que mayormente captan dinero de planes de pensiones públicos y privados, bancos, aseguradoras, agencias gubernamentales y fondos de deuda soberana. Cuando se capta la mayor parte del líquido de estas fuentes, se solicitan enormes créditos para poder aumentar la compra de activos. Se busca después maximizar los beneficios de las inversiones: recortando mantenimiento, reduciendo salarios, bajando calidad… pero subiendo el precio a usuarios y clientes. Pero el objetivo no es exactamente aumentar los beneficios de las inversiones, sino aumentar el valor potencial de estas inversiones para que otro fondo las compre.
Me explico con un caso concreto que detalla Christophers en su obra Our lives in their portofolios. El caso se centra en Blackstone, un fondo de extracción que nutre mayormente sus inversiones con líquido proveniente de entidades bancarias. En el año 2011, Blackstone creó un fondo de capital privado (se denominan private equity) llamado Blackstone Real Estate Partners VII (BREP VII), que funcionaría durante 10 años. Tras este período, la firma tendría que liquidar todos sus activos. Una acción de la firma fue comprar en 2012 la empresa inmobiliaria Invitation Homes de Nueva York, que era arrendadora de 40.000 hogares —que fueron aumentando en años posteriores—. Invitation Homes redujo la partida de mantenimiento de los hogares, de la inicial cifra de 1.362$ en 2012 a 1.146$ en 2016. Llegando a producir, como publicó la periodista Michelle Conlin, constantes problemas de drenajes, olores, rupturas de cañerías, inundaciones y plagas de insectos. No obstante, Invitation Homes aumentó el precio del alquiler durante el mismo período, de 1.424$ a 1.600$.
Es decir, que los inquilinos pasaron a pagar un 12% más por un servicio mucho peor en un período de 4 años. Ello conllevó que el margen de beneficios aumentará del 51,8% en 2014 a 61,4% en 2016. Lo que permitió al fondo su objetivo final: vender 77 millones de acciones de Invitation Homes generando 1.500 millones de dólares en beneficios en 2017. Este tipo de operaciones han sido repetidas por BREP VII —propietaria de Invitation Homes— hasta que poco antes de su cierre y venta de todos los activos, llegó a amasar beneficios por más de 3.500 millones de dólares. De esta forma, se cubren los retornos que esperan percibir los inversores y los créditos solicitados. Algunos se preguntarán qué beneficio extrae el fondo matriz de Blackstrone por coordinar este entramado extractivo, ya que la empresa no suele poner más de un 5% de dinero propio en las private equity que crea, y BREP VII no fue una excepción. La respuesta está en las altas comisiones de gestión que se cobra por todas las operaciones: que en el mundo de los fondos es usualmente del 2% sobre el dinero que colocan inversores y de hasta el 20% sobre los beneficios generados, más otras posibles comisiones especiales.
El objetivo de los fondos de extracción no es tanto exprimir a residentes, sino hacer ver a terceros que están frente a unos activos que pueden aumentar de precio en compraventas especulativas
De ello podemos extraer varias conclusiones. La primera, que el objetivo de los fondos de extracción no es tanto exprimir a residentes, sino hacer ver a terceros –a menudo otros fondos de extracción que repiten la operación– que están frente a unos activos que pueden aumentar de precio en compraventas especulativas. En resumen, exprimir al residente es un medio, pero no un fin en sí mismo. El fin son las ventas de activos en el mercado especulativo a un precio mayor, de las que después se cobran comisiones millonarias. La segunda, que debido a esta dinámica, a los fondos como Blackstone no les importa su imagen pública con la misma urgencia que a los bancos. Para cuando el público comienza a sentir su presencia, Blackstone ya está preparando su aterrizaje en otro lugar. Los fondos de extracción son de acción cortoplacista, que en su mayoría crean private equity que pueden llegar a durar hasta diez años. Pero pasado ese período, todos los activos se liquidan, cambiando así la titularidad de éstos.
Cuatro aspectos estratégicos que abordar
La lógica de los fondos de extracción lleva a los movimientos de vivienda a la necesidad de comprender las dinámicas de su funcionamiento, no por interés intelectual, sino para modular viejas y probar nuevas estrategias. El ensayo-y-error, sin esperar acertar a la primera ni conseguir victorias definitivas, pero partiendo de un análisis concreto de la situación concreta, puede abrir nuevas brechas en la orografía política que presentan los fondos. Sobre ello, no pretendo aquí exponer un recetario de soluciones. Soy escéptico de que se puedan sintetizar estrategias de forma universal y atemporal. Toda estrategia es siempre provisional, está limitada por circunstancias que en ocasiones escapan al control de los actores implicados y se construyen en procesos colectivos. Pero sí me atrevo, desde la humildad, a destacar cuatro aspectos que considero relevantes a tratar desde una mirada tanto activista como académica.
En primer lugar, es necesario conocer más singularidades sobre cómo actúan los fondos en el estado español. Cada vez hay más literatura científica sobre su funcionamiento a nivel global, pero necesitamos conocer su concreción sobre el territorio más próximo. Preguntas como ¿Quién financia Divarian? ¿Quién controla Cerberus? ¿Qué contactos políticos utiliza Blackstone? En este aspecto, una alianza entre el mundo académico y el activista, que construya un cuerpo teórico-práctico es una dimensión que puede facilitar precisamente el resto de debates. Puede ser de gran utilidad reivindicar un sapere aude, una actitud de atrevernos a conocer, incluso en aquellas dimensiones de la vida socioeconómica que nos son desagradables.
En segundo lugar, un problema sociopolítico de calado es que la población desconoce qué son los fondos de extracción. Y aún más importante, desconocen por qué su mera existencia es negativa para su vida. Hay aquí un combate comunicativo para cambiar el marco de la población: y siendo capaces de aunar explicaciones racionales con estados emocionales que rompan la situación de hastío actual. Pensemos en la fuerza de lemas como '¡Sí se puede!', un lema que atravesó una década porque golpeó justo en el estado emocional colectivo en el que nos habían sumido las entidades bancarias: el sentimiento de miedo y la soledad que conllevaba. Ahora toca hacer lo propio con nuevos mensajes que partan de la empatía hacia la ciudadanía.
Las expropiaciones, ocupaciones y campañas como la Obra Social PAH pueden ser medios de futuro e inspiración de nuevas prácticas
En tercer lugar, no podemos contentarnos con conocer y comunicar. Es necesario actuar. Probar nuevas estrategias hasta dar con el Talón de Aquiles de los fondos: buscando la forma de que sus inversiones no sean rentables hasta el punto de verse forzados a hacer concesiones. Posiblemente las campañas de recuperación de viviendas vacías sean clave en este nuevo ciclo. Esto es, realojar y tomar viviendas en manos de fondos. Las expropiaciones, ocupaciones y campañas como la Obra Social PAH pueden ser medios de futuro e inspiración de nuevas prácticas: para aminorar la rentabilidad de las inversiones inmobiliarias al mismo tiempo que se provea de un hogar a las personas afectadas.
En cuarto lugar, pensar la reproducción de las estrategias de forma multilateral. Los fondos han creado su propio ecosistema financiero; no de forma premeditada o planificada, pero sí a partir de sus intereses compartidos. Este conflicto difícilmente podrá ser batallado por cada movimiento en solitario. Ello no significa necesariamente que todos los movimientos deban unirse o actuar igual, aunque también es un debate deseable. Pero sí es necesario plantear las alianzas necesarias para compartir conocimientos, coordinar campañas conjuntas y financiar estructuras útiles de colaboración. Y no sólo con movimientos de vivienda, sino con todos aquellos actores afectados por fondos de extracción: pensionistas, trabajadores agrícolas, usuarios de residencias de ancianos, el sector sanitario, etc.
Incluso más, partiendo de los aprendizajes del anterior ciclo, se abre un debate sobre qué relación mantener con las instituciones. Independientemente de si compartimos o no la acción institucional, es un hecho social que las instituciones existen. Y que los fondos de extracción buscan cooptarlas para blindar sus intereses. Frente a ello, podemos decidir ignorarlo, pero ello no redundará en nuestro beneficio. Debemos comenzar a hacernos preguntas sobre qué papel queremos tomar respecto de las instituciones, qué aliados y opositores podemos encontrar en la administración, o incluso si queremos utilizar nuestras energías para interpelar al poder y/o tomar el poder. Se abre un nuevo ciclo, en el que despertar un espíritu aventurero. La emergencia habitacional no se resolverá en unos años, puede que ni en varias décadas. Seguiremos aquí. Pero podemos seguir de forma diferente. Persistiendo. Innovando. Y hasta ganando. Está en nuestras manos.
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Dado que los fondos invierten en casi todos los sectores (agricultura, salud, educación, industria, vivienda, etc) la acción debería ser necesariamente coordinada. Los fondos buitres de inversión, me temo, no dejan de ser un grado más en el capitalismo rentista y extractivista (parasitario-especulador).