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Argentina
Silencio, ruido y lucha: 43 días sin Santiago Maldonado
La última imagen que se tiene de Santiago Maldonado es un fotograma borroso. Una imagen congelada que plantea un enigma y disuelve varias mentiras. Santiago Maldonado estuvo allí, en la ruta 40, en Cushamen, provincia de Chubut, el día anterior a que la gendarmería llegara a desalojar. Desde entonces nadie le ha visto, aunque su nombre y su cara se multiplican aquí y allá. Argentina es hoy una pregunta: ¿dónde está Santiago Maldonado?
Santiago regresó con los mapuches. Entraron al Pu Lof en Resistencia, un campamento de chozas de madera y barro levantado en la localidad de Leleque, en las tierras que explota la empresa textil Benetton. Entre las tres y las cuatro de la mañana, agentes del Escuadrón Nº 35 de El Bolsón y el Nº 36 de Esquel llegaron a la Ruta 40 y levantaron los elementos que habían quedado tras la protesta de la tarde. Las camionetas militares volvieron a rondar la comunidad dos veces aquella madrugada. A las seis de la mañana, dijeron los mapuches a LaVaca, dos vehículos de gendarmería se acercaron a la valla metálica que delimita el Pu Lof. Ellos encendieron los reflectores y llegaron los primeros disparos mientras efectivos de gendarmería se aproximaban a la entrada. Los mapuches respondieron con piedras y el operativo se retiró.
A las once de la mañana, los mapuches regresaron a la Ruta 40 a colocar un tronco de pino que había sido retirado, y comenzó la represión. Entre 80 y 100 gendarmes marcharon por la ruta hasta llegar a la comunidad. En los vídeos que se filtraron después se les ve gritar “Fuego, Fuego” o “Fuego al negro, escopeta”. Los mapuches denunciaron que no solo dispararon balas de plomo, también calibre 9 milímetros. Los gendarmes fueron avanzando y terminaron por entrar al Pu Lof. Gritaban “Agarren a uno, agarren a uno, agarren, agarren”, declararon después los mapuches. Se inició la desbandada. Cuando entendieron que sus piedras no iban a frenar el avance corrieron a cruzar el Río Chubut que pasa por sus tierras. Santiago Maldonado iba entre ellos. Los disparos continuaban mientras estaban en el agua así que ninguno vio exactamente qué pasó. Se cree que Santiago, que apenas sabía nadar, decidió regresar a la orilla y trató de ocultarse entre los arbustos. Allí le agarraron, cerca de la 1 de la tarde.
El 5 de septiembre, Matías Santana declaró en el juzgado de Esquel ante el juez Otranto, encargado de la investigación. Era la segunda vez que lo hacía, pero esta vez fue a cara descubierta, pese al temor a ponerse en el punto de mira. Santana afirmó que vio lo que sucedió con Santiago Maldonado. Con unos binoculares y desde un monte, al que llegó a caballo tras cruzar el río, observó como tres gendarmes golpeaban un bulto con la misma cazadora celeste que esa mañana había prestado a Santiago. Le cargaron en la camioneta militar —“unimog”— y por la Ruta 40 lo llevaron rumbo a Esquel. Fue la última persona que vio a Santiago.La ministra y los sembradores de ruido
Mirtha Legrand es la gran diva de la televisión argentina. Una actriz de éxito en los años 40 y 50 que desde hace casi cinco décadas presenta el programa Almorzando con Mirtha Legrand. Un formato de entrevistas en el que invitados y tertulianos conversan mientras comen, con Legrand de anfitriona. La ministra de seguridad Patricia Bullrich apareció el sábado 26 de agosto en “La noche de Mirtha”; un programa idéntico pero con cena. Bullrich jugaba en casa. Legrand es una dura opositora a Cristina Fernández de Kirchner y reconocida defensora del gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, el caso de la desaparición de Santiago Maldonado quemaba y el silencio del gobierno también. Legrand no evitó el tema, volvió una y otra vez, insistentemente, sobre él. Y las respuestas de la ministra no contentaron a nadie. Pocos días atrás había abandonado una reunión con varias asociaciones de derechos humanos y familiares de desaparecidos que terminó entre gritos. También había sido polémica su comparecencia en el senado en la que dijo que: “no voy a hacer la injusticia de querer tirar a un gendarme por la ventana (…) me la banco yo”. Aquella noche con Legrand, Bullrich pidió diálogo, que no hubiera bandos, que no se criminalizase al gobierno. Hablo de unidad y respeto. Pero cargó contra la oposición, los mapuches y acusó a la familia de Santiago Maldonado de poner trabas a la investigación y negarse a hacerse las pruebas de ADN. Bullrich negó de nuevo que la de Santiago fuera una desaparición forzada.Sergio Maldonado es el hermano mayor de Santiago. Ya no tiene control sobre su vida, dice, desde el día en que despareció su hermano. Dejó de trabajar, dejó su casa en Bariloche y se convirtió en portavoz de la familia. Aún se siente extraño cuando se tiene que subir a un escenario o ponerse delante de un micrófono a gritar “Santiago Maldonado presente, ahora y siempre”. Ese grito, tan significativo en el país, se siente de otro modo cuando se hace desde el lado de las víctimas, afirmaba entrevistado por Página 12. Sergio respondió a Patricia Bullrich: “No están parados al lado de nosotros, de mi familia y tampoco quiero que lo hagan. Lo que queremos es que hagan su trabajo, porque es su responsabilidad, para eso están ahí, para eso los votaron”.
Sin embargo, la imagen que construyeron algunos medios fue distinta. A los pocos días de desaparecer surgieron las primeras pistas falsas del “caso de la desaparición del artesano”, como caratulaba Clarín para evitar hablar de desaparición forzada. Se dijo que Santiago era familiar de Vaca Narvaja —uno de los fundadores de Montoneros—, de Cristina Fernández, que era karateca… Varias personas le habían llevado en coche en distintos puntos del país. Francisco Maestre, un artista de Entre Ríos, se sorprendió cuando en Canal 13 y TN vio su imagen en una cámara de seguridad con el rótulo de “Vieron a Santiago Maldonado en Entre Ríos”. Toda persona con barba y pelo largo era susceptible de ser Santiago Maldonado. Se llegó a decir que en Gualeguaychú había un barrio donde todos eran como él. Y el gobierno, pese a las evidencias y los pedidos de la ONU, Amnistía Internacional, La Comisión Interamericana de Derechos Humanos y todas las asociaciones argentinas de derechos humanos, decidía investigar cada nueva pista.
La ministra Bullrich se aferró durante días a la denuncia de Evaristo Jones, un guardia de Benetton que declaró haber herido de muerte el día 21 a un mapuche durante un asalto. Y ese mapuche podía ser Maldonado. Pese a las declaraciones e imágenes que situaban a Santiago en Cushamen durante el operativo de gendarmería y las contradicciones de Jones, esa fue la pista más fiable para el gobierno. Hasta que el ADN dio negativo, aunque todos lo sabían.
La campaña de ruido mediático perseguía tres objetivos: evidenciar que Santiago Maldonado no estuvo el 1 de agosto en el Pu Lof, criminalizar su imagen y, fundamentalmente, evitar que se hablara de desaparición forzada. “Todos los días es algo distinto para ensuciar a la víctima con cosas que no tienen fundamento” (…) “Hasta que el Gobierno no asuma que es una desaparición forzada, no se avanzará”, lamentaba Sergio Maldonado a Radio Continental.
La Convención Interamericana sobre la Desaparición Forzada de Personas establece que: “Se considera desaparición forzada la privación de la libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de la persona”. Argentina, desde el regreso de la democracia ha vivido otras desapariciones forzadas. Los distintos gobiernos, conscientes del trauma sufrido en el país durante la dictadura de las Juntas, actuaron con celeridad y facilitaron la investigación. En el caso de Santiago Maldonado tuvieron que pasar 23 días para que la fiscalía se atreviera a poner esa etiqueta al caso.
Cacería en la noche
El 1 de septiembre se cumplía un mes de la desaparición de Santiago Maldonado. Había manifestaciones convocadas en todo el país y las plazas se llenaron. Miles de personas marcharon con imágenes del desaparecido en pancartas o folios impresos. Cerca de un millón, 250.000 en Buenos Aires. A última hora de la tarde, cuando la marcha porteña se empezaba a desconcentrar, hubo algunos incidentes y la policía reprimió con furia. Después aparecieron imágenes que parecían demostrar que había policías infiltrados iniciando los disturbios y otras irregularidades. Entrada la noche se iniciaron las detenciones, 31 personas que fueron llevadas por la policía. La Red se llenó de vídeos que mostraban detenciones arbitrarias a jóvenes que pasaban por allí o estaban grabando con sus teléfonos. Entre ellos había tres periodistas.Juan Pablo Mourenza es integrante de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), una organización que aglutina a “medios comunitarios, alternativos y populares”, y trabaja para DTL comunicación Popular y Antena Negra. El día de la marcha estaba ayudando a su compañero cámara Ezequiel Hugo Medone cuando fueron detenidos. Hoy, dos días después de ser liberado a altas horas de la madrugada, dice que trata de volver a la rutina aunque no logra dormir demasiado bien. Juan estuvo cerca de dos días incomunicado en un calabozo sin saber de qué se le acusaba.
“Yo estaba asistiendo a mi compañero. Justo estábamos registrando como la policía intentaba detener a una chica acusada de tirar piedras, cuando, nada que ver: ella estaba filmando. Fuimos a ayudar a la chica, cuando la policía golpeó a otro tipo que estaba filmando todo. Yo le saco de la escena, para que no le peguen más. Y veo que detienen a mi compañero. Yo intenté hacerles entrar en razón a los canas, les dije que se estaban llevando a un trabajador de prensa. Yo llevaba el chaleco identificativo. Y el forcejeo devino en que nos llevaran detenidos a los dos”, me dice por teléfono.
A Juan y Ezequiel los detuvieron entre Avenida de Mayo y San José a las 22:30 horas. Aunque en la denuncia conste que fue dos horas antes y el lugar de detención, la Plaza de Mayo, está a quince cuadras de distancia. Juan dice que no hubo notificación judicial hasta que su abogada llegó preguntando por ellos a comisaría. “La abogada llegó a comisaría, preguntó de qué se nos está acusando. Ahí los policías se van y aparece la notificación al poder judicial. El poder judicial no sabía lo que estaba sucediendo. Estábamos detenidos sin causa. Nos detuvieron 3 horas y cuarto antes de notificarlo a la justicia”. El domingo a la tarde pasaron a compartir celda con los otros detenidos de aquella noche. Allí les contaron las arbitrariedades que denunciaron los medios los días siguientes. “Cuando ya nos encontramos, algunos compañeros nos cuentan: ‘a nosotros nos dijeron cállate la boca si no quieres ser el próximo Santiago Maldonado’”.
La madrugada del domingo decenas de personas esperaban en la puerta de comisaría la liberación de los detenidos durante la marcha. Había representantes de asociaciones como la Asociación por la Memoria, la verdad y la Justicia, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Una imagen de esa noche se propagó por las redes sociales aquella mañana de lunes. Nora Morales de Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo y Madres Línea Fundadora, esperaba dentro de un coche la liberación de los manifestantes. A sus 87 años resistía a irse hasta que liberaran al último.
Unos días después Nora, entre el ruido de un acto en defensa de los maestros organizado por la Garganta Poderosa, se mostrará igual de enérgica para hablar de la gestión de la desaparición de Santiago Maldonado: “Este gobierno tiene muchos silencios, mucho ocultamiento para una familia y un pueblo que está sufriendo mucho. Que en este 2017 tengamos un desaparecido… La desaparición forzada de personas, que es el crimen de crímenes, un delito de lesa humanidad, que creíamos que ya nunca más íbamos a vivir. Y el gobierno no está a la altura de la gravedad. Pareciera que no quiere darse cuenta de la gravedad, de que la imagen de Santiago está recorriendo el mundo con el pedido de aparición con vida”.Nora pide, también, la destitución de Bullrich. Pero quiere evitar confusiones a la hora de comparar a este gobierno con la dictadura de Videla, Massera y Galtieri. Con el régimen que desapareció a su hijo Carlos Gustavo e hizo que consignara su vida a luchar para que nunca vuelva a suceder, para que nadie olvide. “Algunas actitudes nos hacen retrotraer a lo que fue el terrorismo de estado. No es una dictadura, porque la gente que dice que esto es una dictadura se olvidó de qué es una dictadura. De lo terrible que es. Pero sí es un gobierno autoritario, que de seguir este camino podemos llegar a sufrir situaciones que no queremos volver a sufrir nunca más”.
Incógnitas y silencios
Hay un hombre que está en un lugar en el que no debería de estar. O hay un hombre que no estaba donde se dice que estaba. O hay un hombre que tiene un problema. Todo suena extraño al hablar de Pablo Noceti, jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad; segundo de la ministra Bullrich.La primera persona que relacionó a Noceti con el operativo en la Ruta 40 fue Soraya Maicoño, integrante de la comunidad mapuche. Durante la represión del 1 de agosto, Maicoño iba junto a otra compañera a denunciar la situación a las organizaciones de DDHH de la zona cuando gendarmería le detuvo. Allí vió a Noceti: “El día de la represión y de la desaparición de Santiago Maldonado estuvimos detenidas en la ruta por la Gendarmería y yo misma pude ver al jefe de gabinete del ministerio de Seguridad Pablo Noceti en el operativo. Él se presentó con ese título y cuando le dijimos que hacía dos horas estábamos paradas por los gendarmes nos dijo: ‘Podemos tenerlas seis horas así’. Y así ocurrió, sólo varias horas después nos dejaron ir’”.
La ministra Bullrich, en su comparecencia en el Senado confirmó su presencia, aunque le quitó importancia: “Estaba de paso, camino a Esquel. Solo paró a saludar”.
Ahora sabemos que Noceti sí estuvo en la Ruta 40 y no solo para saludar. Varios informes, publica Cosecha Roja, confirman que el jefe de Gabinete estuvo en la Patagonia y coordinó el operativo que concluyó con la liberación de la ruta y la represión al Pu Lof donde desapareció Santiago Maldonado horas después. El día 2 de agosto, el propio Noceti era entrevistado en Radio Nacional de Esquel y decía que: “Hemos decidido armar un sistema de coordinación entre todas las fuerzas federales y las fuerzas provinciales tanto de Río Negro como de Chubut para empezar a trabajar coordinadamente para tomar intervención y detener a todos y cada uno de los miembros del RAM que produzcan delitos en la vía pública y en flagrancia”.La presencia confirmada de Pablo Noceti el día en que Santiago Maldonado desapareció complica al gobierno de Mauricio Macri y muestra que tal vez no hayan dicho toda la verdad en este caso. El fiscal federal Federico Delgado ha iniciado una investigación para saber si hubo encubrimiento. Se basa en una denuncia de la Liga Argentina de los Derechos del Hombre y el Instituto Sampay que acusan al gobierno de generar una “campaña de desinformación” en vez de aportar “esclarecimiento”. Los acusados son el presidente Macri, Bullrich, Noceti, el jefe de gabinete, Marcos Peña, el ministro de Justicia y DDHH, Germán Garavano, y otros miembros del gobierno.
La investigación partirá de cuatro elementos clave que han podido contaminar la investigación: La presencia de Pablo Noceti en el terreno y su papel durante la represión, la negativa de retirar a la Gendarmería como fuerza sospechada de la investigación y el territorio, una posible demora intencional de los tiempos de la investigación y la adulteración de pruebas.
Ayer, la ministra Bullrich volvía a afirmar que la desaparición forzada quedaba descartada. Lo decía tras las pruebas de ADN realizadas en las camionetas de Gendarmería. Las muestras aportadas por la familia Maldonado no coincidían con los restos encontrados en los vehículos. "Eso despeja muy fuertemente lo que ha sido tan acusado el Gobierno de una desaparición forzosa, eso nos abre ventanas a otras hipótesis que nosotros hemos siempre planteado", declaró la ministra.
Aunque, de nuevo, como todo desde aquel 1 de agosto en que desapareció Santiago Maldonado suena más a enigma que a certeza: semanas atrás se denunció que los precintos de seguridad de las camionetas de Gendarmería habían sido cortados y parecía que todo el interior estaba impoluto. Como recién limpiado. Cualquier rastro habría sido eliminado de haber estado allí Santiago Maldonado.
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