Derecho a la vivienda
Organizar la lucha por la vivienda, construir un sindicato de clase

Propuesta para la construcción de un sindicato de vivienda con perspectiva de clase. ¿Qué pasos se han de seguir para organizar el nuevo ciclo de lucha?
Desahucio paralizado Barcelona
Imagen de un desahucio paralizado en Barcelona en diciembre de 2011. Guillaume Darribau
11 mar 2024 06:00

La lucha por la vivienda ha sido, durante la última década, un foco de conflicto y articulación política de la lucha de clases. El movimiento por la vivienda ha desarrollado múltiples herramientas de combate, así como ha logrado agrupar una diversidad de perfiles y perspectivas políticas. Sin embargo, el dinamismo experimentado durante este ciclo está encontrando obstáculos en los últimos tiempos, y se hace patente la necesidad de dotarnos de nuevas formas, herramientas y prácticas de lucha.

En torno a los debates del II Congreso de Vivienda de Catalunya, han surgido una serie de artículos, de los cuales celebramos la riqueza de las contribuciones. Vemos necesario aportar a las discusiones que se están teniendo, tanto en el análisis como sobre todo en la propuesta, y que puedan entrar en diálogo con otras visiones.

Con este artículo queremos situar la necesidad de construir un sindicato nacional catalán de la vivienda, que se entienda como un sindicato de clases

Con este artículo queremos situar la necesidad de construir un sindicato de vivienda de ámbito nacional catalán, que se entienda a sí mismo como un sindicato de clase, que agrupe a una mayoría amplia de los colectivos del movimiento por la vivienda actual y les dote de una estrategia revolucionaria y de una estructura sólida capaz de implementarla.

Haremos primero algunas pinceladas sobre la situación actual del movimiento para situar la necesidad de nuestra propuesta. A continuación, valoraremos los puntos en torno a los cuales necesitamos consensos políticos para construir este sindicato dotándolo de contenido, aportando nuestras propias visiones.

El estado actual del movimiento

La coyuntura en la que nos encontramos es uno de los puntos que más consenso ha generado durante los debates territoriales del Congreso en estos meses de septiembre y octubre. Como decía una compañera en uno de estos debates, “el Estado del Bienestar cada día es más Estado y menos bienestar”. La desintegración progresiva de la socialdemocracia y de las condiciones que permiten sostener una amplia clase media se ha visto acompañada por una deriva autoritaria del Estado, en la que los circuitos de asistencia social -los parches que el Estado ofrecía hasta ahora- están siendo sustituidos por la mano dura policial y una política represiva que va en aumento.

El movimiento por la vivienda no ha tenido aún la capacidad de responder a estos cambios. Hemos visto y estamos viendo un agotamiento de muchas de nuestras tácticas de lucha. Parar desahucios es cada día más complicado, y en la mayoría de los casos ya no depende de nuestra presencia en las puertas sino de la disponibilidad de los dispositivos policiales. Al mismo tiempo, ocupar viviendas es cada día más difícil. Las campañas de criminalización y propaganda antiocupación han tenido un impacto múltiple, desde la protocolización y regulación legal de los desahucios exprés, la disposición de más recursos policiales contra las ocupaciones, la pérdida de legitimidad social que a menudo nos enfrenta a muchas vecinas...

Asimismo, las reformas legislativas desarrolladas hasta ahora, si bien nos han permitido desarrollar la lucha cotidiana y han acumulado una valiosa experiencia (por ejemplo, en la comisión ILP de las PAH Catalanas), por su naturaleza nunca han tocado nada estructural y se han visto continuamente recortadas, suspendidas o simplemente han carecido de implementación.

A todo esto, el I Congreso de Vivienda (2019) suscitó un gran optimismo en el movimiento, aportando nuevas visiones y propuestas, como por ejemplo un programa conjunto, una serie de comisiones comunes del movimiento (formadoras, jurídica, base de datos...) así como, más informalmente pero no menos importante, un conocimiento mutuo y el establecimiento de vínculos y alianzas de los diferentes colectivos de vivienda. Sin embargo, la pandemia del covid y el posterior clima más generalizado de apaciguamiento de la movilización política y social han dejado ya atrás este optimismo, que se ha visto sustituido en muchos casos por una sensación de estar de capa caída.

Una de las principales carencias que hemos tenido durante este tiempo y en la que nos encontramos aún ahora es la fragmentación organizativa

Una de las principales carencias que hemos tenido durante este tiempo y en la que nos encontramos aún ahora es la fragmentación organizativa. La lucha por la vivienda se ha estructurado y se estructura hoy en día en una multiplicidad de formas, esencialmente separadas unas de otras. Por un lado, tenemos todo un conjunto de sindicatos, grupos de vivienda, etc., que no tienen más que sus propios espacios locales y algunos espacios informales de trabajo con otros sindicatos.

Por otro lado, las estructuras de escala supralocal existentes no responden, a día de hoy, a una misma estrategia ni a un sentido político común de los colectivos que las conforman, y esto ha derivado en dinámicas localistas y en visiones estratégicas dispares. Las PAH catalanas han sido un claro ejemplo, primando en los espacios nacionales las estrategias más legalistas y en ámbitos locales particulares estrategias más centradas en la acción directa y en la construcción de comunidades de lucha, como por ejemplo la Obra Social (ocupaciones de las PAH) y las estructuras populares.

Esta fragmentación organizativa, o incluso desorganización, es en parte lo que nos dificulta e imposibilita compartir los análisis que hacemos, tener debates estratégicos profundos y converger en una práctica política que nos haga avanzar posiciones. Para suplir la falta de estos espacios, se ha seguido una lógica de crear coordinadoras, que si bien han sido imprescindibles en momentos concretos, a menudo han sido efímeras y poco participadas. Estas carencias se han hecho evidentes en las campañas contra la propiedad (Guerra a Cerberus y Pla Sareb), por ejemplo, o por acciones concretas y manifestaciones, como la de mayo del 2022 encabezada por el lema “La vivienda es un derecho, no un negocio”. Y, en cualquiera de los casos, solo han cubierto la necesidad inmediata de “coordinarnos”, pero en ningún caso han posibilitado esa necesaria convergencia en las estrategias y las visiones políticas.

Esta fragmentación organizativa, o incluso desorganización, es en parte lo que nos dificulta e imposibilita compartir los análisis que hacemos, tener debates estratégicos profundos y converger en una práctica política

No obstante, es innegable que durante el ciclo político anterior en nuestro territorio, el movimiento por la vivienda se ha erigido como una de las formas más dinámicas de la lucha de clases. Las prácticas desarrolladas durante esta última década son las que hoy nos sitúan donde estamos, y que más allá de las limitaciones ya señaladas, nos dotan de una experiencia política práctica y de unos colectivos que dan batalla día sí y día también para defender las casas de la clase trabajadora. El reto es recoger esta experiencia y las fuerzas disponibles y transformarlas en mejores formas de lucha para superar estas limitaciones. En este proceso, extender las experiencias de lucha entre nuestra clase será imprescindible para tomar conciencia de la condición y los intereses propios.

Organización y estrategia

A modo de consideraciones previas, queremos destacar que el debate organizativo es necesariamente complejo, ya que las conclusiones a las que lleguemos nos comprometerán a todas, de una u otra manera, y determinarán cómo desarrollamos la lucha por la vivienda en el futuro. Para que el debate sea fructífero y que, como mínimo de entrada, sea posible llegar a compromisos, es necesario que partamos de una predisposición al diálogo y a la crítica, a escuchar otras propuestas y a poner ciertas dosis de creatividad.

Como ya decíamos, del estado actual del movimiento y de las limitaciones identificadas se deriva que una de las necesidades inmediatas es resolver la fragmentación organizativa. Desde hace años es una de las conversaciones habituales en espacios formales e informales. Ahora nos vemos en la tesitura de llenar esta discusión de contenido y de concretarla en una propuesta realizable.

Entendemos que el “sindicato” es la forma histórica de organizar la lucha económica y abordar el conflicto colectivo, y por eso es la que mejor se adecua a la práctica política y organizativa hacia donde debemos caminar. Pero la palabra no nos debe confundir: no nos referimos a los sindicatos amarillos o de concertación del mundo laboral, ni tampoco a los actuales sindicatos de vivienda, ya que muchos de ellos también han reproducido la forma de “movimiento social” y han encontrado muchas de las limitaciones que hemos señalado hasta ahora (localismo, atomización organizativa, hacer por hacer...). En este sentido, nuestra propuesta tiene implicaciones para todo el movimiento, no solo para quien hoy en día no se llama a sí mismo “sindicato”.

Es claro que una llamada a la unidad en abstracto, sin contenido político concreto, no nos sirve. Es necesario, entonces, que situemos una serie de elementos alrededor de los cuales poder confluir. Para nosotros, son tres: el marco de análisis, el programa político y la estrategia.

En primer lugar, es necesario que nos dotemos de un marco de análisis compartido, que nos permita entender el porqué de la problemática del acceso a la vivienda, identificar los diferentes elementos y agentes que participan en reproducir esta problemática (el capital, el Estado, la propiedad...), constituir un “nosotros” capaz de hacerle frente y plantear un horizonte emancipatorio (abolición de la propiedad privada y el Estado, desmercantilización de la vivienda...). Por eso, entendemos que el marco de la lucha de clases nos es útil. No podemos entender por qué nos echan de casa, o por qué tenemos que pagar por un alquiler, o pedir una hipoteca, etc., sin señalar las relaciones sociales de desigualdad y explotación que impone el sistema capitalista. Tampoco sin identificarnos como aquella clase que dispone únicamente de su fuerza de trabajo para el sostenimiento de la vida, ni podemos plantear la superación de estos problemas sin organizarnos desde el reconocimiento mutuo. Así, hemos visto cómo recientemente una parte del movimiento ha incorporado esta perspectiva, como se puede ver en el comunicado “Tomemos lo que es nuestro” de la Obra Social de la PAH en referencia a las ocupaciones coordinadas del 1 de mayo de 2023.

Esto ya nos orienta hacia un cierto programa político. La discusión ha girado, tanto en artículos anteriores que se han publicado sobre el movimiento por la vivienda como en los debates territoriales del II Congreso, entre el programa de máximos y de mínimos. Lo que creemos que tiene sentido discutir en la creación de un sindicato común es el programa de máximos, que apunte hacia el horizonte emancipatorio que queremos construir.

Durante los últimos meses, se ha popularizado en algunos entornos la consigna “vivienda universal, gratuita y de calidad” (a veces, con el añadido “bajo control obrero”). Es una de las interesantes aportaciones del Movimiento Socialista (MS), que creemos que hay que desarrollar mejor tanto en términos comunicativos como programáticos y concretarlo en la práctica política. Por un lado, apunta elementos importantes a incluir en un hipotético programa de máximos; por otro lado, ha funcionado más como proclama corporativa del MS que como una tesis política que se pueda extender y de la que generar una práctica sindical.

Debemos ser capaces de responder al conflicto más inmediato. Esta lucha debe darse a través de una práctica sindical que convierta los problemas aparentemente individuales en colectivos

Este programa de máximos debe dotarse de una estrategia sindical. Por un lado, debe responder a la función esencial del sindicalismo: la lucha por las condiciones materiales, la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora en contraposición a los intereses capitalistas. Es decir, debemos ser capaces, en primera instancia, de responder al conflicto más inmediato. Esta lucha debe darse a través de una práctica sindical que convierta los problemas aparentemente individuales en colectivos, y que provea la estructura de militantes, en un proceso de acumulación de fuerzas, tanto numérica como de toma de conciencia. El primer reto es conectar el conflicto inmediato con los objetivos programáticos. Pero para lograr esto hacen falta victorias, y por lo tanto objetivos alcanzables en cada momento.

Es necesario que la lucha por unas condiciones de vida dignas responda a los objetivos planteados de creación de imaginarios propios y fortalecimiento del movimiento en términos cuantitativos y cualitativos.

Una parte de esta estrategia debe ser también legislativa, pero no con la centralidad que ha tenido hasta ahora. Es necesario que la lucha por unas condiciones de vida dignas responda a los objetivos planteados de creación de imaginarios propios y fortalecimiento del movimiento en términos cuantitativos y cualitativos. En este sentido, es necesario superar el marco de la vulnerabilidad social y de las leyes de emergencia (24/2015), por un lado, y también incorporar una perspectiva más amplia que no se quede en la vivienda, por ejemplo exigiendo la derogación de la ley mordaza y la ley de extranjería, que dificultan la organización política y acentúan la represión y la fragmentación de la clase. Las luchas legislativas significativas son, únicamente, aquellas que puedan derivar en una acumulación de fuerzas. En este sentido, son importantes el debate y la participación masiva en la elaboración del programa legislativo, la organización de acciones, los procesos de negociación o campañas y otras tácticas para conseguirlas... El «cómo» es realmente relevante, porque es lo que genera una experiencia de organización y lucha.

Para construir el poder propio que anhelamos, es necesario hacerlo de manera independiente de las instituciones y agentes del Estado. Esto no solo significa no establecer una relación formal con los partidos institucionales y tener independencia económica, sino también ideológica. Por ejemplo, no depender de los análisis y el liderazgo de think tanks u otros agentes que no son herramientas neutrales, sino que parten de perspectivas socialdemócratas y dependen económicamente de las instituciones estatales. La línea de trabajo debe ser desarrollar análisis y herramientas formativas propias, como por ejemplo hacen la Comisión de Formadores, el grupo de Marxismo y Renta del Sindicato de Inquilinos o las diferentes escuelas de formación política y práctica de las estructuras populares. Tan importante nos parece que nos dotemos de independencia política como de autonomía. En este sentido, las herramientas del movimiento (como Formadores) deben procurar incluir una heterogeneidad propia del movimiento por la vivienda y de un hipotético sindicato. Son herramientas que pierden su sentido si son copadas por una u otra tendencia política.

La construcción del sujeto político

En cuanto a la estrategia, también debemos enfrentar las limitaciones con las que hemos topado hasta ahora en la definición y comprensión del sujeto político. Entendemos que la clase trabajadora debe ser el punto de partida de nuestro análisis e intervención política, pero en el ámbito de la lucha por la vivienda, es necesario concretar un poco más esta categoría. Debemos entender al sujeto histórico de la lucha por la vivienda no solo como aquel que debe vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, sino también como aquel que no tiene asegurado un hogar de forma estable y permanente. Este proceso de concreción debe permitirnos atender los aspectos ideológicos que tienen un gran efecto sobre la mentalidad y el sentido común hegemónico. Estamos pensando, por ejemplo, en el papel de la propiedad en la construcción de la sociedad de clases medias en Occidente durante el siglo XX. Sin entender cómo se ha impuesto el derecho a la propiedad privada por encima del derecho al hogar, no podremos comprender la ofensiva de los propietarios y el papel que juega el rentismo popular, entre muchas otras cosas, y por tanto orientar nuestra batalla cultural y una ofensiva contra la propiedad.

Desde el Sindicato de Inquilinos se plantea que debemos analizar el antagonismo de clase a través de las relaciones de renta y que, por lo tanto, es el sujeto “inquilino” aquel que hay que organizar. Dadas las diferentes formas de acceso a la vivienda, es un sujeto numeroso y el que según su perspectiva puede representar los intereses de las clases desposeídas. Debemos reconocer la habilidad y el trabajo realizado por el Sindicato de Inquilinos para ubicarse como el agente que defiende los intereses del “inquilinato”, tanto a nivel social y discursivo como dotándose de herramientas concretas de lucha, en un contexto de aumento del parque de alquiler. También es necesario reconocer que se ha superado una de las grandes limitaciones organizativas del movimiento por la vivienda: la escala de actuación reducida que te permite la asamblea de afectados como espacio de trabajo sindical.

Sin embargo, señalamos como una limitación escindir el sujeto “inquilino” del conjunto de la clase, ya que entendemos que el sindicalismo de vivienda debe aspirar a articular el conflicto global de la vivienda y este no se da únicamente con la extracción de rentas inmobiliarias. Las relaciones entre renta, crédito, mercado inmobiliario, propiedad, etc. no se pueden entender por separado, y son clave para una ofensiva contra la propiedad, así como también lo es organizar la clase más allá de la forma en que se accede a la vivienda.

Por otro lado, las PAHs y los sindicatos de vivienda solo estamos consiguiendo organizar a una fracción muy pequeña de la clase, la más precaria. Esta segregación no ha sido explícita como en el caso del Sindicato de Inquilinos, pero también hay que señalarla. La separación que se ha hecho y que a menudo reproducimos entre ocupas, inquilinos e hipotecados ha sido una separación impuesta por la propia dinámica de los colectivos: se trata más de una falta organizativa y de herramientas sindicales que no del reflejo social de la composición de clase. Por eso vemos como una limitación entender la cuestión del sujeto como algo que se debe buscar: nosotros entendemos que el sujeto revolucionario se debe construir políticamente, tal como afirma la compañera Lucía del Sindicato de Vivienda de Carabanchel [Sobre los límites y los retos de la lucha por la vivienda. Arteka núm. 42, Vivienda].

Poder propio: ¿dónde quedan las estructuras populares?

Enlazando con el apartado anterior, ¿de qué manera construimos este sujeto político? Creando espacios de socialización, de discusión, produciendo relaciones sociales nuevas donde no tenga cabida el mercado, creando espacios de intervención y de conflicto en el territorio. En definitiva: espacios de producción y reproducción de clase. Todo esto lo hemos categorizado como Estructuras Populares (EP).

En el marco de los debates del II Congreso hemos echado en falta un balance y reflexión en torno a las EP. Recordemos que esta fue una apuesta estratégica en el I Congreso. En este sentido, como militantes que reafirmamos la importancia de la construcción de las EP, queremos hacer autocrítica. No hemos asumido la responsabilidad política de teorizar en torno a estas experiencias organizativas y esto nos ha limitado a la hora de socializar nuestras hipótesis políticas. Creemos que experiencias como la de la XEPC de Manresa u otros procesos que se han dado en otros lugares tienen un valor político nada desdeñable que sería conveniente discutir y valorar. Por ejemplo, debemos hablar del desarrollo desigual de las EP en todo el territorio, del papel y la función que han tenido las diferentes estructuras, y también de su integración a nivel organizativo, político y estratégico tanto en el ámbito local como en el nacional.

El despliegue de las EP tiene su lugar paralelo al sindicato en este proceso de formación de clase. La suya es la tarea general de construcción de un sujeto en lucha que trasciende el conflicto sindical por la vivienda, pero que al mismo tiempo fortalece el movimiento aglutinando otros sectores y enfrentando otras necesidades. En primer lugar, son espacios y experiencias clave para reforzar la capacidad de acción y organización de las compañeras y son las bases de donde saldrán las futuras militantes, con la ética común de esta comunidad en lucha en crecimiento.

En segundo lugar, son espacios y experiencias de socialización que rompen con el aislamiento y la indiferencia social generalizada que fomentan los medios de comunicación con sus discursos de odio y criminalización, o los servicios sociales con la individualización, estigmatización y desempoderamiento que perpetúan las instituciones. Las EP tienen el potencial de ser un muro contra el machismo, el racismo y el fascismo, aglutinando diversas capas de la clase trabajadora, enfrentando así la fragmentación de clase y los actuales procesos de despolitización y fascistización.

En tercer y último lugar, son espacios donde desarrollar y desplegar la lucha cultural, alejada de los intereses de la socialdemocracia plegada al estrecho marco legal estatal. Las EP: escuelas y gimnasios populares, grupos de autoabastecimiento y sindicatos laborales, junto con el Sindicato de Vivienda, forman parte de este proceso organizativo amplio y de lucha política más integral. Son los espacios donde poner en práctica el reverso constructivo del conflicto político permanente a diferentes niveles. Es en estas instancias donde se deben socializar los debates y permear la formación político-ideológica, para defender no solo los intereses económicos inmediatos de la clase trabajadora.

Más allá de la coordinación: el Sindicato de Vivienda de Catalunya

En los últimos meses se ha puesto sobre la mesa el debate de la propuesta organizativa concreta, sobre cuál es la estructura que nos debe permitir avanzar. Por ahora, han destacado dos propuestas: la de la confederación, apoyada principalmente por el Sindicato de Inquilinos, y la del sindicato único que, por ahora, solo es un fantasma que nadie se ha atrevido a defender.

La propuesta de confederación se relaciona con la tradición política de nuestro país y nos parece interesante reivindicarla. Pero hay que dotarla de contenido; de lo contrario, corre el riesgo de convertirse en un concepto vacío. En un reciente artículo, la Esquerra Independentista habla de aprovechar y formalizar más los espacios del II Congreso para construir una organización paraguas, una apuesta que nos parece muy similar a la del Sindicato de Inquilinos. Lo que tienen en común todas las propuestas actuales en torno a la confederación es transmitir que “no es el momento” de hacer un salto organizativo y político sustancial, que no estamos preparadas. Sin embargo, la versión descafeinada de una confederación, la coordinadora, ya se ha mostrado como una fórmula insuficiente en el espacio de las PAH catalanas o en el área metropolitana en intentos de organizar respuestas conjuntas en diferentes sectores. Aquí es donde vemos limitaciones a las propuestas mencionadas. La experiencia nos ha demostrado que esta fórmula organizativa puede ser un refugio para quienes no están dispuestos a cambiar sus planteamientos.

Es fundamental que un futuro Sindicato de Vivienda de Catalunya represente y organice al conjunto de la clase trabajadora, y para hacerlo debe incluir una pluralidad ideológica

Es necesario apostar por una organización más fuerte, que garantice una unidad de acción a través de principios democráticos. Uno de los aprendizajes desde el I Congreso de Vivienda es que no habrá esta unidad de acción sin una unidad orgánica. Para que esto último pueda ser, el sindicato que construimos debe tener una voluntad de dirección colectiva. Una dirección democrática que se deba al movimiento. Una estructura legitimada, que dé continuidad a las decisiones tomadas y que tenga capacidad de desarrollarlas. Sabemos, sin embargo, que la creación de la estructura es solo el último paso de un proceso de cohesión y que necesariamente implicará lo que apuntábamos anteriormente: un marco de análisis compartido, un programa político y una estrategia conjunta.

Es fundamental que un futuro Sindicato de Vivienda de Catalunya represente y organice al conjunto de la clase trabajadora, y para hacerlo debe incluir una pluralidad ideológica dentro de un marco común como el que esbozamos. Sería un error histórico agrupar todos los sindicatos donde el Movimiento Socialista tiene implantación mayoritaria y crear un sindicato socialista dirigido por esta organización, como ha pasado en Euskal Herria, profundizando y cristalizando la atomización y división actual del movimiento.

Aceptemos el reto y avancemos

Hemos querido centrar la discusión en los contenidos, especialmente aquellos que pueden tomar forma de acción política y sindical hoy. Nos parece importante que este sea el marco de debate, para salirnos de las disputas identitarias, corporativas o teoricistas. Las tareas esenciales que tenemos como movimiento en este momento son de construcción de los fundamentos: crear estructuras sindicales sólidas que aseguren la toma de conciencia y la solidaridad de clase. Tenemos la oportunidad histórica, y por tanto el deber, de hacer avanzar en bloque el sindicalismo de vivienda como forma de articulación del conflicto y como contribución al proceso revolucionario.

Los retos que nos planteamos son inmensos, al igual que lo son nuestras ambiciones. Es imprescindible que sigamos discutiendo y elaborando posicionamientos y propuestas. Estamos, en este momento, en situación de dar un salto cualitativo para todo el movimiento, para la lucha de clases en nuestro país. Un salto que requiere de debate sereno, de compromiso, de generosidad. ¡Organicemos la lucha por la vivienda! ¡Construyamos un gran sindicato de clase!

Los autores
Este artículo se ha escrito después de los debates y reflexiones del grupo “30 metres”, conformado por militantes del movimiento por la vivienda de Catalunya. Los autores son Marc Plana, militante del Sindicat d’Habitatge de Granollers y de la Saó, y Joan Agea, militante de la Plataforma d’Afectades per l’Habitatge i el Capitalisme del Baix Montseny. El texto fue publicado en catalán en Catarsi Magazin.
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Espero que salga adelante la propuesta., y más allá de la unidad de acción, también está la unidad y fortaleza que puede generar el sindicato para proteger mejor a sus integrantes de la represión y el acoso al activismo social. La exigencia de un mercado público de viviendas o cualquier otra propuesta que se haga desde el sindicato tendría mayor proyección divulgativa.Sobre la conciencia de clase recordad que algunos que apenas llegan a final de mes creen que son de clase media y otros, con más clarividencia de su situación, simplemente tienen miedo. Es posible que un sindicato genere más sentido de apoyo y protección a este tipo de inquilinos para que se sumen al proyecto. Suerte.

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Asanuma
11/3/2024 21:56

Espero que salga adelante la propuesta., y más allá de la unidad de acción, también está la unidad y fortaleza que puede generar el sindicato para proteger mejor a sus integrantes de la represión y el acoso al activismo social. La exigencia de un mercado público de viviendas o cualquier otra propuesta que se haga desde el sindicato tendría mayor proyección divulgativa.Sobre la conciencia de clase recordad que algunos que apenas llegan a final de mes creen que son de clase media y otros, con más clarividencia de su situación, simplemente tienen miedo. Es posible que un sindicato genere más sentido de apoyo y protección a este tipo de inquilinos para que se sumen al proyecto. Suerte.

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