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Derecho a la vivienda
Vivienda en Viena: la ambición de Hugo Breitner
En la Viena de los años veinte nadie fue perseguido con tanta saña como Hugo Breitner.
Este político socialdemócrata fue el objetivo predilecto de la derecha austriaca en sus ataques contra la conocida como Viena Roja. El ministro del interior de Austria, que por aquel entonces era Ernst Rüdiger von Starhemberg fue uno de los que derechistas que lideró estos ataques. Se trataba de un oficial veterano de la Primera Guerra Mundial proveniente de una antigua y noble familia. Durante la campaña electoral del año 1930 pronunció el siguiente discurso: “Breitner debe ser el símbolo de la batalla electoral. Solo podremos decir que la victoria es nuestra cuando las cabezas de estos asiáticos rueden por la arena”.
En este discurso se observa cómo la derecha utilizaba el calificativo de “asiáticos” para despreciar a muchos de los políticos socialdemócratas que, como Breitner, tenían un origen judío. Además, Breitner provenía de una familia de agentes bursátiles y había sido un alto directivo bancario. Estos motivos hicieron que la derecha populista exacerbara el odio hacia él.
Cuando el partido socialista ganó las elecciones de Viena en el año 1920, sus dirigentes se percataron de la importancia de contar en el ayuntamiento con un experto en finanzas de la categoría de Breitner. Desde entonces, él fue el encargado de diseñar la política económica de la ciudad. Junto con Robert Danneberg fue su responsable hasta que un golpe de estado fascista expulsó a los socialdemócratas del ayuntamiento en el año 1934.
El objetivo de los socialistas era construir miles de viviendas públicas en alquiler para alojar a los obreros vieneses de manera digna y con un precio asequible
Los retos a los que se enfrentaba el partido socialista de Austria en el año 1920 eran enormes. Viena era una ciudad extremadamente desigual donde las viviendas obreras estaban masificadas y carecían de los medios que permitieran una higiene adecuada. Tres cuartas partes de los apartamentos de la ciudad eran hogares insalubres con condiciones propias de la revolución industrial. Además, habían llegado a Viena miles de refugiados provenientes de todas las partes de un imperio, el austro-húngaro, que se acababa de desmoronar.
Ante esta situación, los socialistas pretendían transformar la ciudad y crear la “Nueva Viena”. Su objetivo era construir miles de viviendas públicas en alquiler para alojar a los obreros vieneses de manera digna y con un precio asequible. Estas viviendas además debían estar aireadas mediante un diseño de zonas verdes y contar con servicios de sanidad, de cultura y de educación. Por otro lado, en el año 1918 la conocida como gripe española había acabado con la vida de miles de residentes en Viena, entre ellos, la de los pintores Gustav Klimt y Egon Schiele, cuyo final fue extraordinariamente trágico. Seguramente, los estragos causados por la gripe fueron la razón por la que los planes municipales dieron una gran importancia a que las supermanzanas de viviendas municipales estuviesen bien ventiladas y rodeadas de zonas verdes. La máxima con la que se diseñaron estos edificios fue “luz, aire, sol”.
Breitner diseñó un sistema fiscal fuertemente progresivo donde quienes más tuviesen serían los que más contribuirían económicamente para financiar los planes de la ciudad
En el año 1920 Viena se había convertido en un estado federado de Austria, por lo que la ciudad tenía una amplia autonomía económica. Breitner pudo haber endeudado al ayuntamiento para financiar el ambicioso programa socialdemócrata, pero no lo quiso hacer. Después de todo, el aumento de la deuda pública no es algo que suscite reacciones en la calle. A esto se debe añadir que los préstamos a las administraciones son uno de los principales negocios de la banca, por lo que su aumento suele pasar desapercibido en la prensa. Sin embargo, Breitner siempre se negó a escoger el camino fácil para financiar las políticas socialistas. El motivo de esta elección podría explicarse hoy de la misma manera que en aquel entonces: el endeudamiento no solamente supone un lastre para el futuro, sino que a la larga también conlleva el sometimiento de la ciudad a la banca.
Por este motivo, Breitner diseñó un sistema fiscal fuertemente progresivo donde quienes más tuviesen serían los que más contribuirían económicamente para financiar los planes de la ciudad. Con esta finalidad Breitner creó dieciocho nuevos impuestos que iban destinados a que las personas adineradas aportasen en mayor medida los fondos necesarios. Entre los nuevos impuestos de la ciudad de Viena se encontraban, entre otros, los siguientes impuestos: uno especial para quienes tuviesen empleados en su hogar; otro para los automóviles, que entonces eran artículos de lujo, así como varios impuestos al ocio. Por otra parte, el ayuntamiento controló el precio los alquileres para que las viudas que había dejado la guerra no fuesen desahuciadas e implantó un impuesto sobre los suelos edificables. Estas medidas empujaron a los propietarios a vender sus solares al ayuntamiento por un precio muy bajo. Así fue como el Ayuntamiento de Viena se hizo con una gran superficie para edificar viviendas públicas.
Sin embargo, el impuesto a la vivienda destacó sobre los demás “impuestos Breitner”. El ayuntamiento implantó un impuesto altamente progresivo para todas las propiedades en alquiler. Es decir, los propietarios de estas viviendas pagaban un porcentaje superior cuanto más caro era el alquiler que cobraban por esas viviendas antes de la guerra. De esta manera, el impuesto aplicado al 1% de los apartamentos más lujosos aportó la mitad de los ingresos recaudados mediante este impuesto.
“El ayuntamiento construyó la maternidad municipal con el dinero proveniente de los impuestos de las casas de citas”, replicó Breitner a las críticas de la derecha burguesa
Con el dinero obtenido, el ayuntamiento de Viena construyó más de 66.000 nuevas viviendas entre los años 1923 y 1934 que alojaron a unas 200.000 personas. Las “supermanzanas” construidas por el ayuntamiento están aún esparcidas por toda la ciudad. El ayuntamiento encargó su diseño a grandes arquitectos que eran discípulos del maestro del Art Nouveau Otto Wagner de la Academia de Bellas Artes. De esta manera, el ayuntamiento edificó viviendas con calidad estética y que además disponían de una gran cantidad de servicios dirigidos a mejorar la vida de sus inquilinos. Entre ellos, había jardines de infancia, lavanderías y cocinas comunes cuya finalidad era liberar a la mujer de los trabajos domésticos.
El dinero provenía principalmente de las contribuciones impuestas a la burguesía. Esto hizo que la prensa de derechas odiase a Breitner. Como respuesta a las críticas, Hugo Breitner argumentó que “El impuesto de lujo que pagan el Grand Hotel, el Hotel Bristol y el Hotel Imperial cubre los gastos de las piscinas infantiles al aire libre. El ayuntamiento construyó la maternidad municipal con el dinero proveniente de los impuestos de las casas de citas y los gastos de su funcionamiento son cubiertos por el club de jockeys mediante los impuestos a las carreras de caballos”.
Centrándonos ahora en la realidad de España, vemos que, desgraciadamente, la política de vivienda del PSOE no se ha inspirado en la de sus compañeros austriacos sino que parece emular al modelo fallido de la tercera vía de Tony Blair. Al contrario que la política fiscal de Breitner, la actual política fiscal beneficia especialmente a los fondos de inversión. Estos fondos en la práctica no pagan impuestos. Esto se debe a que los gobiernos españoles y europeos han puesto a su disposición una gran cantidad de vericuetos fiscales para evitar la tributación.
Uno de estos agujeros son las Socimi. Entre los años 2009 y 2012 se creó una normativa especial para las sociedades que se dedican al alquiler de inmuebles. El objetivo de esta ley de los gobiernos de Zapatero y de Rajoy era conceder beneficios fiscales a las sociedades inmobiliarias. Ninguna parte sustancial de la ley ha sido modificada durante los últimos años, aunque algunos de estos privilegios son exasperantes.
Uno de ellos tiene que ver con el impuesto de transmisiones patrimoniales. Quien compra un piso de segunda mano, debe pagar un impuesto que equivale a la décima parte del valor del piso, aunque este porcentaje varía dependiendo de la comunidad autónoma. Sin embargo, las Socimi están prácticamente exentas de este impuesto. De hecho, la ley determina que paguen veinte veces menos de lo que pagaría cualquier otro comprador de una vivienda.
Del mismo modo, las Socimi están exentas del pago del impuesto de sociedades. Cualquier empresa debe pagar un 25% de sus beneficios como impuesto, salvo que sea una Socimi. El argumento que dan los defensores de las Socimi para justificar este privilegio es que cuando la Socimi reparte beneficios, sus socios deben declararlos en el Impuesto de la Renta y tributar por ellos. Sin embargo, esto es lo que hacen los socios de todas las empresas de España, por lo que no se sabe en qué medida este argumento sirve como defensa.
Finalmente, vemos cómo no solamente la ley beneficia a las Socimi sino que la aplicación de la ley también está claramente sesgada a su favor. Quizá el siguiente ejemplo sirva más que mil palabras para describir la política de vivienda de los gobiernos del PP y del PSOE en lo que tiene que ver con los fondos buitre.
Las Socimi suelen formar parte de grupos societarios creados por fondos de inversión. Por lo tanto, quien recibe los beneficios de la Socimi es otra sociedad del grupo. Los fondos de inversión constituyen sociedades mercantiles en los países europeos que les resultan más beneficiosos desde un punto de vista fiscal. De esta manera, las sociedades constituidas en Luxemburgo, Holanda o Irlanda son las propietarias de las filiales españolas. Estas Socimi han conseguido eludir de esta manera la tributación en Europa. En el año 2017 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea consideró que estas prácticas eran abusivas. El tribunal emitió una sentencia donde a grandes rasgos exige que se aplique una retención a las sociedades exentas del impuesto de sociedades. Esto implica que el Estado español debería aplicar una retención a las Socimi. De acuerdo con la sentencia del Tribunal, el Estado debería cobrar el 19% de los ingresos de la Socimi como retención fiscal.
Sin embargo, en el año 2014 Hacienda había dictaminado que las Socimi no debían practicar esa retención. Aunque el criterio del tribunal europeo es vinculante y debe ser seguido por la administración española, Hacienda, que depende del gobierno, no ha cambiado su criterio y por tanto no aplica esa retención. Desde un punto de vista jurídico, es grave que el gobierno contradiga a una instancia jurídica superior como es el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Desde un punto de vista social es particularmente grave que lo haga con la finalidad de recaudar menos impuestos a los grandes propietarios.
Volviendo a la ciudad de Viena, pero teniendo en cuenta la época actual, vemos que allí sucede todo lo contrario. Los socialdemócratas regresaron al ayuntamiento cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y retomaron el desarrollo de grandes proyectos de vivienda social. Estos planes volvieron a ser efectivos. Actualmente, el 62% de los casi dos millones de habitantes de la ciudad residen en una de las 220.000 viviendas públicas o de las 200.000 viviendas controladas por el ayuntamiento y a las que puede acceder el 70% de la población por su nivel de renta. Además, el ayuntamiento incorpora cada año unas siete mil viviendas sociales nuevas en la ciudad.
Los 1.800 edificios municipales están diseminados por toda la ciudad. La finalidad de esta distribución es que convivan en los mismos edificios y en los mismos barrios personas de diferentes clases sociales. De esta manera, en Viena hay una integración social y económica que es impensable en ciudades como Barcelona o Madrid. Así, el ayuntamiento de Viena evita la creación de guetos. Esto tiene consecuencias muy positivas para la educación, donde el ayuntamiento vienés evita la segregación que se da grandes en las ciudades españolas.
De acuerdo con la ideología neoliberal que domina el urbanismo español, la economía de la ciudad debería estar estancada. Sin embargo, sucede lo contrario. Viena encabeza repetidamente los rankings mundiales sobre las ciudades donde es más agradable vivir. Sus ciudadanos no tienen que destinar una gran parte de sus ingresos a alimentar la economía rentista mediante alquileres desorbitados, como sucede en las capitales españolas y en la mayor parte de las europeas. Debido a que los vieneses tienen más dinero disponible, se incrementa el consumo en la ciudad y la economía entra en un círculo virtuoso. Viena es, en suma, una ciudad próspera.
Los políticos socialdemócratas que pusieron los cimientos de este sistema desaparecieron en los campos nazis o en el exilio. Este fue el caso de Robert Danneberg que fue asesinado en Auschwitz y de Hugo Breitner, que en el año 1946 murió en California donde ejerció como profesor universitario.
Para que su obra no quedara en el olvido, la ciudad dio su nombre a las manzanas de viviendas sociales que iba construyendo durante los años cincuenta. Aunque seguramente su mayor homenaje haya sido que un siglo después de la construcción de los edificios de la Viena Roja, la inscripción “Este edificio fue erigido con fondos provenientes del impuesto a la vivienda” todavía se pueda leer en las decenas de miles de viviendas municipales que siguen mejorando la vida de los vieneses.
Por su parte, los socialistas que preconizaron la tercera vía languidecen al margen del poder, tal y como le sucede a la izquierda madrileña. Esta última parece incapaz de ofrecer una propuesta que vaya más allá de las filias y de las fobias de cada cual hacia los candidatos electorales. El motivo de su fracaso reside en la falta de una política consistente en materias como la fiscalidad y la vivienda. Quizá debieran fijarse en la socialdemocracia vienesa: el Partido Socialista Austriaco ha ganado todas las elecciones democráticas que han tenido lugar en la ciudad.
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Muy provechosa esta lección del pasado. Lástima que los responsables de la política de vivienda de España (si es que tal cosa ha existido alguna vez en nuestro país) no tomen nota.