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La vida y ya
Incertidumbre. Preocupación. Esperanza
La actividad consiste en decir un sentimiento que les venga a la cabeza cuando piensan en el futuro. La pizarra se va llenando de palabras. Tiza blanca sobre fondo verde. Incertidumbre. Preocupación. Tristeza. Inquietud. Curiosidad. Intriga. Miedo. Esperanza. Angustia. Bloqueo. Posibilidades. Resistir. Tienen 15 y 16 años.
Sé que no saben explicar bien qué es el cambio climático, que algunos lo confunden con lo que le pasa a la capa de ozono, que las cifras sobre la pérdida de biodiversidad se les escapan entre los dedos sin poder dimensionar qué significan. Aún así ya no dedico tanto tiempo en las clases a explicar los problemas en sí. Me detengo más en sus causas. Y en pensar preguntas como: ¿Cuántas personas migran actualmente empujadas por causas ambientales? ¿Cuántas fronteras se encuentran por el camino? ¿Cómo son sus vidas? ¿Afecta el cambio climático más a las mujeres? Y si es así ¿por qué? ¿Tiene algo que ver nuestra alimentación con el cambio climático?
Pero, sobre todo, dedico tiempo a investigar y conocer el montón de cosas que, desde distintas comunidades, colectivos y grupos sociales se están articulando frente a esto.
Cuando algún alumno (les suele ocurrir más que a las alumnas) dice que no hay nada que hacer, debatimos. Como son inteligentes saben que no se pueden proponer soluciones irrelevantes a problemas de gran escala, así que nos ahorramos lo de cerrar el grifo al lavarse los dientes o a reciclar el plástico (sin quitar importancia a aprender que es necesario tomar conciencia del valor de los bienes naturales para nuestra vida).
Les pregunto si les parecería bien, ya que no se puede hacer nada, que las personas y colectivos que se están movilizando para tratar de cambiar este rumbo dejasen de actuar. Suelen sonreír ante la pregunta. Alguna posibilidad creen que queda. Prefieren que haya gente que siga intentando frenar el cambio climático aunque piensen que es imposible conseguirlo.
También ayuda al debate analizar que muchos grandes cambios sociales han sido empujados por grupos no mayoritarios de personas. No hace falta que toda la humanidad se ponga de acuerdo para lograr cambiar este orden de las cosas.
Me encantan estos debates. En muchos momentos del curso pienso en todo lo que me enseñan. Siempre se lo agradezco.
Las y los docentes tenemos que colocar en el centro de nuestra actividad educativa los grandes retos ecosociales que tenemos por delante
Me han enseñado que tengo una responsabilidad de la que no me puedo eximir. Que las y los docentes tenemos que colocar en el centro de nuestra actividad educativa los grandes retos ecosociales que tenemos por delante.
Me han enseñado lo distinto que es que el alumnado reciba pasivamente contenidos o que les dejemos e incentivemos a que se impliquen en su proceso de aprendizaje. Que esa es la diferencia entre generar inacción o acción.
Me han enseñado que la participación y los vínculos que se generan es lo que permite cambiar realidades que parecían inmutables.
Y que ellas y ellos quieren ser generadoras de este cambio.
Me han enseñado que quieren que yo también sea parte de ese proceso. Que lo importante no es conseguirlo todo sino saber si estamos dispuestas a intentarlo.
Las miro, sé que están dispuestas. A lo mejor es porque piensan que el sueño de un mundo mejor no es un compromiso idealista sino una manera de conseguir construirlo.
Me han enseñado que ofrecer resistencia siempre tiene sentido, incluso cuando se han extinguido las posibilidades de ganar.