Opinión
Almacén

El lugar donde está situado el almacén está a las afueras de la ciudad. Es una nave enorme, llena de estanterías cargadas de cosas. Suelo de cemento. Techo de chapa. Todo está situado en su sitio. Perfectamente clasificado. Hay orden a pesar de estar todo tan lleno. Un orden reposado. Impasible ante todo lo que sucede a su alrededor.
En la entrada hay varias mesas hechas con palés y tazas con posos de café en el fondo. El día comienza temprano en ese lugar.
En el almacén se guardan las donaciones que serán distribuidas a los campamentos inestables. Inseguros. Frágiles. En los que viven miles de personas mientras tratan de encontrar la forma de pasar al otro lado de la frontera.
Hay gente que se desplaza por el espacio. Van y vienen. Hacen diferentes tareas y se mueven de un lado a otro. Son personas voluntarias de distintos lugares. No hablan solo francés, también se escuchan otros idiomas. Muchas son muy jóvenes y tienen completa la energía de saber que lo que hacen ya está transformando una realidad que sería mucho más insoportable sin su trabajo.
Un gato de pelo negro, pequeño, se mueve sin importarle pisar la calzada por la que entran y salen furgonetas cargadas de cosas. Un chico que todavía conserva una taza de café en su mano izquierda lo llama para que se coloque en un sitio más resguardado de los vehículos. Luego se dirige hacia una de las zonas de la nave para continuar con su tarea.
Ocho colectivos almacenan en ese espacio lo que necesitan para ayudar a que las personas en tránsito sigan con vida. En la entrada a la nave hay un cartel que explica lo que hace cada uno de ellos.
Uno cocina para distribuir entre seiscientas y mil comidas diarias. Otro distribuye comida no perecedera. Otro colectivo almacena juguetes para niñas y niños. Otros organizan ropa. De mujer. De hombre. De adolescentes. De niñas y niños. Hay botas ordenadas por tamaños. Ropa ordenada por estaturas. Todo está perfectamente clasificado.
Al fondo están organizando mil trescientos sacos de dormir que vienen de Dinamarca. Hubo un macrofestival y los dejaron allí tirados. Mil trescientos sacos que, en vez de acabar en la basura, fueron a parar a esa nave. Las cosas tienen un valor diferente según el lugar del que provienes.
Las donaciones tienen que ser constantes porque los desalojos, en los que la policía les arranca a las personas en tránsito su manera de sobrevivir, son también constantes.
Dicen que su tarea no es asistencialista. Que hacen denuncia y presión al gobierno para que se haga cargo de todo eso que no debería depender de la solidaridad de tanta gente. Que es su manera de contribuir a que las personas migrantes puedan continuar su viaje.
Las voluntarias que trabajan allí piden que no se les hagan fotos. Personas de esa generación en la que parece que todo sucede a través de las pantallas. No quieren sentirse protagonistas de nada.
Ese almacén está en las afueras de Calais, en Francia, pero lo que se genera allí ocurre, también, en muchos otros lugares.
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