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Universidad
Solo uno de cada diez másteres universitarios bajó de precio tras los acuerdos entre Ministerio y comunidades
El presente curso académico es el segundo en el que se deberían haber aplicado los acuerdos sobre los precios públicos de las matrículas universitarias, pero aún hay resistencias. Así lo ha analizado el Observatori del Sistema Universitari (OSU) en su recientemente publicado informe ¿Qué efecto han tenido los acuerdos sobre precios públicos de matrícula?, un documento que fiscaliza la adaptación o no de las comunidades autónomas a los consensos a los que llegaron, entre 2020 y 2021, los gobiernos regionales y el Ministerio de Universidades entonces liderado por el sociólogo Manuel Castells, que desde finales del año pasado fue sustituido por Joan Subirats.
La primera información que arroja el documento del OSU da pistas sobre el efecto real que han tenido estos acuerdos en el estudiantado en materia de posgrados —y, en matrículas de grado, el análisis sobre la implantación de los acuerdos tampoco resulta muy optimista—: “el 91,9% de los másteres activos en España no son habilitantes ni están vinculados al ejercicio de una profesión regulada”. Para estos, recuerdan los autores del texto, los acuerdos solo establecían la obligatoriedad de congelar sus precios, pero no de reducirlos. No obstante, en el caso de aquellos másteres en los que las comunidades sí tienen obligatoriedad de reducir el precio —los habilitantes o vinculados a una profesión regulada—, solo Asturias ha completado el proceso. Resultado: un máster habilitante, necesario para ejercer profesiones reguladas, puede costar entre poco más de 600 euros y algo más de 2.000 euros por curso según la comunidad en la que estudies.
Un máster habilitante, necesario para ejercer profesiones reguladas, puede costar entre poco más de 600 euros y algo más de 2.000 euros por curso según la comunidad en la que estudies
La veda abierta en los másteres no habilitantes
“Hay que diferenciar entre los másteres habilitantes y los que no lo son”, arranca Vicente, que estudió ingeniería, cuando narra su experiencia con los cursos de posgrado que realizó. El primero fue un máster habilitante de dos años: “Para carreras que pasaron de cinco a cuatro años [con el Plan Bolonia] hacen un máster habilitante de dos años con el que adquirir determinadas competencias para firmar proyectos y, sobre todo, elegir una especialidad”. Ese máster, al ser “obligado”—entrecomilla el joven— le costó a precio de grado: “Ese, por lo público, todavía me resultó útil”, reconoce, si bien insiste en que antes de la llegada del Plan Bolonia su realización —y pago— no era necesaria. En su caso, el problema llegó con el segundo título de posgrado, cursado a través de un centro privado, con el que buscaba especializarse en fotovoltaica: “El nivel era menos que en bachiller, me saqué asignaturas en seis horas, no aprendí nada por 3.000 euros y la bolsa que tenían de trabajo eran prácticas mal o nada pagadas”.
Andrea estudió periodismo. En su caso no era necesario ningún máster para ejercer, pero quería complementar la formación que había recibirlo en la carrera al considerarla insuficiente en cuanto a materias como la comunicación corporativa o las redes sociales. Ella y su amiga se decantaron finalmente por un posgrado en Dirección en comunicación empresarial y corporativa de la Universitat de Barcelona que costaba alrededor de 5.000 euros. A todos los gastos de las matrículas, recuerdan las personas que han participado en la realización de este reportaje, hay que sumar los alquileres y gastos derivados de mudarse a otra ciudad; unos gastos que, además, se acentúan en algunos barrios cercanos a las facultades donde los propietarios de pisos inflan el precio ante el aumento de la demanda.
Algunas comunidades fijan el mismo precio para los másteres independientemente de su nivel de 'experimentalidad', mientras que en otras comunidades un máster no habilitante puede llegar a ser hasta cinco veces más caro en función de este criterio
Hubo cosas del máster que gustaron a Andrea y su compañera en el balance que posteriormente hicieron: suponía un acercamiento al mundo profesional al traer a gente externa, pero “las clases que deberían haber sido aprender a escribir de forma atractiva periodísticamente se basaron en saber escribir a secas”, ya que el grupo se componía de personas con perfiles y nacionalidades diversas. “Me di cuenta de que con el Plan Bolonia vino gente de todas las disciplinas y para mí eso nos retrasó muchísimo”. En este sentido, que el precio de los másteres sea tan variable se justifica, a nivel legislativo, por algo a lo que refieren como “costes de prestación de servicio”. Pero lo cierto es que el OSU recalca que no hay una explicación fundamentada para la disparidad de importes: “Los decretos de precios no indican cómo se calculan los costes de la 'prestación del servicio' ni qué porcentaje de dichos costes se reflejan en los precios”.
Muy al contrario, al desglosar los datos, la conclusión del organismo es clara: no existen criterios concretos para fijar los precios de estos títulos. Ni por grado de experimentalidad —algunas comunidades fijan el mismo precio para los másteres independientemente de su nivel de 'experimentalidad', mientras que en otras comunidades un máster puede llegar a ser hasta un 56% más caro según este criterio si es habilitante; hasta cinco veces más caro si no lo es—, ni por niveles de estudios —en Madrid un máster puede costar diez veces más que un grado, una diferencia mucho más acentuada que en otras comunidades—, ni según si es habilitante o no —algunas comunidades no distinguen entre si habilitan o no para poner los precios, mientras que en otras autonomías las diferencias son muy notables—. Y en el caso de los denominados másteres a precios diferenciados, la situación se vuelve todavía menos racional.
Másteres a precios diferenciados para subrayar las diferencias
Cuando Andrea y su amiga buscaron másteres para complementar su formación en periodismo, vieron ofertas que valoran como desorbitadas: “En Madrid llegaban a pedir 10.000 euros por la especialización que buscábamos”. Cuando el OSU aborda la cuestión de los másteres a precios diferenciados, lo hace bajo el epígrafe de una “dudosa legalidad”. La Ley Orgánica de Universidades, en su redacción de 2012, abría la posibilidad de establecer precios diferenciados para determinados másteres: “El Gobierno (...) podrá (...) modificar excepcionalmente las horquillas establecidas atendiendo a la singularidad de determinadas titulaciones, su grado de experimentalidad y el porcentaje del coste cubierto por los precios públicos de los últimos cursos académicos”. Aunque este párrafo desapareció con la modificación de la Ley realizada en mayo de 2020, bajo el Gobierno de coalición, estos másteres de precios diferenciados siguen existiendo, llegando a alcanzar importes de 13.500 euros, y siendo Madrid la comunidad con —notablemente— más títulos de este tipo (50).
Un ejemplo de ello este tipo de másteres lo trae a colación Andy, que es ingeniera biomédica por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Al acabar la carrera, muchos de sus compañeros, para poder ser considerados ingenieros y no graduados en ingeniería —al ser una profesión nueva no estaba regulada, y la diferencia salarial es importante—, optaron por estudiar el posgrado de esta disciplina en la UPM, que costaba 4.000 euros. Las referencias que tiene de sus compañeros es que quedaron muy descontentos: “Me decían que el contenido que daban no era muy enriquecedor, que era un trámite para conseguir el rango de ingenieros biomédicos”. Ella, por su parte, estudió uno en Holanda cuyo importe actual ronda los 1.000 euros, “y si te vas a Alemania aún son más bajos”.
La realidad es que muchos de los másteres que se eligen, y así sucede también en el caso de los títulos de grado en universidades privadas, se escogen por cuestiones de “empleabilidad”. Dicho de otra forma: meter cabeza, hacer contactos, acercarse a empresas. En el mundo del periodismo es clave: no son pocas las grandes cabeceras que tienen su propio título y los estudiantes que se decantan por ellos con la esperanza de poder “trabajar de lo suyo”. José Ramón, que estudió periodismo, incide en una idea: “Si este tipo másteres cuestan tanto dinero, solo podrán acceder a ellos la gente que se lo puede permitir; y no es justo que las cadenas de televisión o grandes medios basen su contratación no en el talento o en las habilidades, sino en si has pagado o no su máster”. Pero no es exclusivo del gremio periodístico: “Tengo un amigo que hizo un máster de más de 10.000 euros y lo colocaron en una buena empresa, también sirve para colocar a la gente en buenos puestos”, expresa Vicente.
“Muchos de estos estudios se traducen en que los altos cargos siempre estarán cubiertos de gente con pasta”; es decir, se ubicarán en el pico de la pirámide “los mismos de siempre”
“Muchos de estos estudios se traducen en que los altos cargos siempre estarán cubiertos de gente con pasta”; es decir, se ubicarán en el pico de la pirámide “los mismos de siempre”, continúa Vicente. “Gente que no tiene que trabajar mientras tanto, cuyos padres tienen dinero, o que ya poseen contactos”, apoya José Ramón. Para solucionarlo, Andrea opta por seguir trabajando en acuerdos: “Deberían bajar los precios para que todas las personas que quisieran pudieran acceder a ellos sin tener que pedir un crédito, y también es importante que las universidades revisen qué tipo de másteres ofrecen”. Según datos del OSU, en el caso de los másteres no habilitantes ha habido tres comunidades que sí han reducido los importes: Castilla y León los han bajado 430 euros por curso (–18 %), Catalunya 1.106 euros por curso (–40 %); y La Rioja entre 221 y 270 euros por curso (–11,5 %). Pero las diferencias de precios entre comunidades siguen siendo importantes.
Formarse para poder ejercer
El objetivo de seguir estudiando, al final, es poder optar a un trabajo mejor, o simplemente a un trabajo. Más allá de la cuestión formativa, la perversión del sistema llega a otros ámbitos: José Ramón tuvo que apuntarse a un posgrado —hasta 2.000 euros asumiría la empresa el coste de la matrícula— para poder seguir contratado en calidad de prácticas —650 euros por 30 horas— en la empresa para la que trabajaba. “Desconfío de los másteres desde que de alguna manera se impusieron con la llegada del Plan Bolonia, obviamente hay másteres, sobre todo en carreras científicas, que te pueden proporcionar esa especialidad y ese contacto con la tecnología que necesitas; pero muchos otros son pura patraña, puro copia pega de temario a cambio de mucho dinero”. Él es partidario de optar, en la medida de lo posible, por medios más autodidactas; especialmente en disciplinas como la que ejerce.
“Desconfío de los másteres desde que de alguna manera se impusieron con la llegada del Plan Bolonia, obviamente hay algunos útiles, pero muchos son pura patraña, puro copia pega de temario a cambio de mucho dinero”
Andrea, por su parte, no se arrepiente de haber estudiado su máster: hay conocimientos que aplica en su día a día. Pero cuando le preguntan si lo recomendaría, siempre dice que no: “He encontrado cursos en los que no he tenido que pagar tanto y me han servido mucho más que el máster. Para mí, buscar formaciones específicas en lo que te interesa es mejor que meterte en un máster, que lo único que buscan es sacarte un dinero”. Se define contraria a la 'titulitis', pero también tiene clara una cosa: si pagas una cantidad ingente de dinero por un posgrado, lo menos es que sientas que te ha servido para algo.