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Universidad
Estudiar una carrera de letras… ¿en 2025?

Junio de 2024. Termino segundo de Bachillerato con el estrés y la emoción todavía bailando entre mis manos y llega “La Pregunta”, ese interrogatorio que parece casi obligado cuando te encuentras con alguien después de hacer la Evau: “¿qué vas a estudiar?”. Sé, por desgracia, cuál va a ser la reacción a mi respuesta. “Filología hispánica”. No voy a recrear toda la conversación, pero pronunciar estas dos palabras (que en los planes de estudios figuran de otra manera) siempre provoca una preciosa mezcla de desconcierto y de decepción, en muchos casos, que sienta como un jarro de agua fría. Frigidísima. Es que todos los estudios humanísticos llevan a un callejón sin salida (nunca mejor dicho), ¿no?
Por suerte, cuando ya entras en un entorno amable, amigo del pensamiento crítico y de la reflexión en el que la lectura se lleva por bandera y no por burla, nada es tan terrible como parece. Apenas acabo mi primer año de universidad y no me queda ninguna duda de que es la mejor decisión que podría haber tomado. Aun teniendo muy presentes las cuestiones laborales, estos dos cuatrimestres me han enseñado tantas cosas que me falta espacio para nombrarlas. Desde la teoría de la propia disciplina, como el aprendizaje humano que viene casi intrínseco con la materia y sus profesoras; he tenido la suerte de encontrarme con docentes más que admirables que no sienten otra cosa que pasión absoluta por su asignatura. Sé que no todas pueden decir lo mismo.
Pero salgo a la calle y, por muy bonito que sea, la realidad me golpea en la cara; la desaparición de las carreras de letras es una amenaza constante y estamos presenciando en directo la destrucción de la educación pública por parte del gobierno de la Comunidad de Madrid. Intento seguir a las diversas agrupaciones que luchan por impedir esto y, sujeta por pinzas, mantengo la esperanza. Diría que no se dan cuenta de lo importante que son las humanidades para nuestra sociedad, pero sé que no es una cuestión de ignorancia ni de desconocimiento: lo que no está a merced del sistema capitalista, no merece ser conservado.
En primero de carrera tengo que elegir un idioma: de la gran variedad que hay, escojo Euskera. Comienza el curso y me encuentro con una de las clases más divertidas que he tenido, en la que, además de aprender acerca de la lengua y la cultura vasca, hemos tratado las diferentes dificultades con las se encuentran sus hablantes. Sin embargo, el mundo me vuelve a recordar, como si me acompañara un cartel luminoso allá donde voy, que lo que hago “no sirve para nada”. Ahora más que nunca. Que si estoy loca es una de las múltiples preguntas que me hacen cuando menciono que estudio Euskera. “¿Y por qué no haces chino, que es más útil?”. De nuevo, la productividad nos persigue como un mal sueño del que no parecemos despertar. A pesar de lo frustrante que son todos estos comentarios, si algo me han demostrado mis irakasleak, es que lo más importante es seguir haciendo lo que nos llena y nos hace crecer como personas, sea o no a contracorriente.
En un consumismo asfixiante que nos lleva de la manita, yo elijo la no-productividad, el caminar en otra dirección y darle la espalda al verdadero fantasma que recorre Europa (y el mundo). Ante todo, yo me quedo con las letras.
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«[Q]ue lo más importante es seguir haciendo lo que nos llena». En un mundo regido por el beneficio superficial, hacer cosas por vocación, porque la actividad da sentido a nuestra vida supone un acto de rebelión. Ya lo dijo Ibsen con Nora: querer ser feliz en esta vida es un acto de rebeldía. Por eso A Doll House (Casa de Muñecas) sigue siendo un drama potente, no por su feminismo, sino por su humanismo. El feminismo es la auténtica democracia porque las mujeres son el grupo de ciudadanos más explotado (a pesar de lo que diga Marx que son los pobres obreros, el pobre machista obrero y jornalero explota y maltrata a la pobre de su mujer).