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El acceso a la vivienda, lejos de ser un derecho garantizado, se ha transformado en un bien de lujo para un sector cada vez más amplio de la clase trabajadora. En un contexto marcado por la precariedad laboral —donde la inseguridad, la inestabilidad y los salarios insuficientes son la norma—, el elevado coste de los alquileres agrava aún más una situación que ya resulta insostenible. La combinación de estos dos factores —precariedad laboral y especulación inmobiliaria— ha desencadenado una crisis social de grandes dimensiones. Sólo abordando esta problemática desde la raíz, y no dejando la solución en manos de la solidaridad de los propietarios, podremos revertir esta situación.
Alquiler
Huelga de alquileres ¿Qué pasaría si dejamos de pagar una parte de los alquileres a los caseros?
La falta de regulación —o la nula efectividad de la regulación existente— sobre los pisos turísticos, el precio de los alquileres, y el comportamiento abusivo de los propietarios rentistas y el interés de los propietarios en que siga creciendo el “valor“ de sus “activos inmobiliarios”, así como la ausencia de medidas fiscales sobre las viviendas vacías —que ya superan los 3,8 millones—, ha alimentado una espiral especulativa sin freno. Permitir que la vivienda se rija por las dinámicas del libre mercado ha convertido este derecho fundamental en un medio de enriquecimiento para unos pocos. Actualmente nos encontramos un mercado de la vivienda que permite y garantiza que los fondos de inversión, grandes tenedores y pequeños propietarios con mentalidad especuladora prioricen el beneficio económico a costa de una parte creciente del salario de muchas trabajadoras y trabajadores. Los precios suben sin control, mientras justifican sus decisiones con el argumento de “es el mercado, amigos”. Mientras tanto, muchas personas vemos cómo esta dinámica precarizante se apropia de nuestras rentas, dificultando nuestro desarrollo vital y personal, y convirtiendo la vivienda en el epicentro de la precariedad social.
Permitir que la vivienda se rija por las dinámicas del libre mercado ha convertido este derecho fundamental en un medio de enriquecimiento para unos pocos
Si bien este fenómeno afecta con virulencia a los sectores de la población más vulnerables y en situaciones laborales realmente penosas –como la población migrante, mujeres y jóvenes–, lo cierto es que la espiral especulativa ha permitido ampliar las capas de población afectada debido al pago creciente de las rentas alquileres. Mes a mes, los precios del alquiler por metro cuadrado han alcanzado nuevos récords. Si analizamos la evolución del precio en septiembre de 2024 en relación con la burbuja inmobiliaria de 2008 o los precios de hace una década, el crecimiento es demoledor. Si además tenemos en cuenta la pérdida de poder adquisitivo que se ha dado en los últimos años a raíz de la fuerte subida de la inflación y el estancamiento salarial, la combinación es explosiva.
Nos encontramos ante un escenario donde cada vez es mayor la sobrecarga del alquiler sobre nuestro salario, superando ampliamente el 30% recomendado. A lo largo de la última década, el aumento del precio de los alquileres ha sido 2,3 veces superior al aumento de la renta de los hogares. Literalmente el alquiler se come nuestro salario lo que obliga a buscar mecanismos de supervivencia como el pluriempleo, aceptar trabajos penosos, compartir casa, volver al hogar familiar o no poder independizarte. En definitiva, decisiones laborales y habitacionales involuntarias que empeoran nuestras condiciones vitales.
Derecho a la vivienda
Derecho a la vivienda Más de 30 organizaciones sociales y la izquierda parlamentaria se movilizan el 13-0 por la vivienda
Los gobiernos, a todos los niveles, han sido cómplices de esta situación. La solución no puede limitarse a parches o medidas temporales. No bastan las subvenciones puntuales ni los incentivos a la compra. La raíz del problema reside en la lógica mercantilista que rige el acceso a la vivienda. Es necesario un cambio profundo que desmercantilice la vivienda y proteja al inquilinato de subidas infinitas y desahucios —visibles e invisibles— así como de las prácticas abusivas a las que nos vemos expuestas a la hora de negociar un contrato y sus condiciones.
Si algo hemos aprendido del sindicalismo en el ámbito laboral es que sólo a través de la lucha colectiva y el conflicto se puede avanzar. Del mismo modo que las trabajadoras y los trabajadores han conseguido mejoras laborales gracias a la organización y la movilización, es imperativo que abracemos la lucha por el derecho a la vivienda desmercantilizada como parte esencial de nuestra acción sindical. La vivienda es un derecho, y su defensa debe estar en el centro de nuestras reivindicaciones como sindicato.
La clase trabajadora debe organizarse y enfrentarse a aquellos que están arruinando nuestras vidas y nuestros barrios
El sindicalismo laboral y el sindicalismo social deben unirse en una lucha común. No podemos desligar la precariedad laboral de la social. La clase trabajadora, en su conjunto, debe organizarse y enfrentarse a aquellos que, en su afán de enriquecimiento, están arruinando nuestras vidas y nuestros barrios. No podemos seguir tolerando que la vivienda sea un lujo al alcance de unos pocos. Es hora de organizarnos, de luchar colectivamente y de exigir que la vivienda sea, de una vez por todas, un derecho garantizado para todos y todas.
Por ello, desde CGT apoyamos la manifestación del 13 de octubre. Salimos a las calles de Madrid, organizadas y con fuerza, para ponerle voz al hastío y la rabia que nos asfixia.
Especulación urbanística
La huelga de alquileres: un derecho conquistado por el movimiento inquilino de Nueva York
La lucha sindical del movimiento inquilino de Nueva York convirtió una práctica de desobediencia civil como la huelga de alquileres en un derecho social.
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Añado al debate sobre la confluencia de actividades sindicales la necesidad de repensar el contractualismo de los sindicatos laborales. Quizá es hora de empezar a abandonar la defensa de puestos de trabajo cuya actividad es parasitaria de la sociedad. Quizá es hora también de acabar con la sectorialización que mantienen en la práctica asumiendo de facto la división del trabajo capitalista y el valor ficticio que el sistema da a cada empleo en favor de una tendencia hacia la unificación de salarios. Quizá ya es hora de que los sindicatos sean sindicatos de clase y actúen en favor de la hegemonía de la clase trabajadora en vez de intentar sobrevivir en el huracán del capitalismo.