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Disputando las narrativas sobre el pueblo gitano: resistencias al antigitanismo en Hungría

Tras siglos de persecución, el pueblo Roma en Hungría ha construido una cultura de la resistencia que, en los últimos años debe enfrentar su último desafío: el gobierno de Viktor Orbán y su capitalización política del antigitanismo.

El pasado 2 de agosto, día por la Memoria del Genocidio del Pueblo Gitano, se cumplían 80 años de la masacre contra personas Roma y Sinti en el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Durante la conmemoración de esta fecha en Budapest, en el Centro por la Memoria del Holocausto Gitano sito en la capital húngara, Attila Stozjka, comisario del gobierno para las relaciones con el pueblo Roma, recordaba a las más de 4.000 personas que fueron asesinadas en el campo de concentración polaco aquel 2 de agosto, en el contexto del Porraimos, la persecución nazi del pueblo Roma que acabó con la vida de entre 200.000 y 500.000 gitanos y gitanas europeas. En su discurso Stozjka destacó también la resistencia de este pueblo contra el nacionalsocialismo, cuya memoria tiene su cita cada 16 de mayo, en el día de la Resistencia Gitana, en honor a la rebelión que protagonizaron las prisioneras y prisioneros Roma, que se enfrentaron contra los guardias nazis en el mismo Auschwitz-Birken, tras conocer los planes para su exterminio.

Pero el antigitanismo y sus consecuencias en Hungría no son cosa de nazis alemanes ni del pasado. Hace cinco años, el Monumento en memoria del holocausto gitano, en la misma ciudad, fue vandalizado. La pintada que dejaron elementos de la extrema derecha fue: “Los homosexuales, los pedófilos y George Soros tienen su lugar en las cámaras de gas”, una enumeración de los grandes anatemas, que junto al pueblo gitano, parecen quitar el sueño a los ultras húngaros. Hungría “cuenta con un largo pasado de discriminación y persecución del pueblo Roma”, explica la feminista y activista gitana Marina Csikós, “puedes mirar siglos atrás, cuando a los y las gitanas húngaras no se les permitía hablar su idioma, les cortaban la lengua. Sus niños y niñas eran entregados a familias húngaras para borrar su identidad étnica”. Para esta Csikós, “la discriminación y la persecución continúan, lamentablemente, hasta nuestros días”, y procede también del actual gobierno del presidente Viktor Orban.

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Violetta Zentai, profesora de políticas públicas y antropología social de la Universidad de Europa Central, sistematiza los estereotipos que han modulado históricamente esta discriminación contra el pueblo gitano, hablando de tres tipos: “el primero es que el pueblo Roma es peligroso porque no se adapta a la vida social moderna”, se trata de un imaginario que conecta a las personas de este pueblo con la criminalidad, en segundo lugar, “se dice que son incapaces de integrarse, son demasiado tradicionales, van por detrás, y por eso están destinados a estar en los márgenes de las sociedades europeas”. La académica ironiza: “el problema no es el de una sociedad que discrimina, son las personas Roma, que son incapaces”, este segundo estereotipo es crudamente racista, considera Zentai, “trata a las personas romaníes como subhumanas, un grupo problemático, que sobra, del que no conseguimos librarnos”. Después hay un tercer estereotipo, “una ventana positiva”, la califica la profesora: “los Roma pueden ser divertidos, pueden servir para el entretenimiento de la sociedad mayoritaria”. Para la académica, los dos primeros estereotipos fundamentan la ofensiva política contra esta población.

Se actualiza la discrimación, pero también la resistencia. El pulso de los movimientos Roma contra el antigitanismo se ha intensificado en los 14 años que lleva el partido Fidesz en el poder. Poco después del Día de la Resistencia Gitana, el pasado 20 de Mayo, una campaña promovida por el Centro Europeo de Derechos Humanos del pueblo Roma, llamaba al boicot de la presidencia de turno húngara. En su comunicado, señalaba no solo las políticas racistas, especialmente contra las personas gitanas, de este gobierno. Sino también frente a las personas sin hogar, o el colectivo LGTBI. Como en la pintada contra el Monumento al Holocausto del Pueblo Gitano, los y las roma, junto a las personas no heterosexuales, son el problema. Y las organizaciones de derechos humanos se presentan como una especie de caballo de Troya contra los valores tradicionales húngaros.

“Este régimen construye una visión social y una agenda política, basada en una comprensión jerárquica de la sociedad”

Esto lo sabe de primera mano Violetta Zentai: su Universidad, que cuenta con fondos de organizaciones afines del mentado George Soros, se ha visto impedida de ofrecer estudios de grado, al tiempo que los estudios de género, disciplina donde esta mujer se desempeñaba, fueron excluidos del estado. “Este régimen construye una visión social y una agenda política, basada en una comprensión jerárquica de la sociedad” explica Zentai, para ellos “hay grupos de personas que son simplemente incapaces de hacer una vida normal, ser útiles, seguir las reglas”. Gente que tiene que ganárselo, esforzarse para pertenecer a la sociedad húngara: “se trata de una visión del estado nación como algo compuesto por grupos con derechos y reconocimiento diferenciales”, y esto tiene sus consecuencias “en la economía, en las políticas, en educación, en vivienda, en todo”. En este esquema, las personas Roma tienen una utilidad: “los presentan como inferiores para mostrar a la identidad mayoritaria húngara como superior”.

Desde el Centro de Prensa Romaní, Ernő Kadét lleva dos décadas intentando desmontar esta narrativa. Periodista, experto en comunicación y editor jefe de la organización, Kadét explica cómo este centro produce materiales sobre la vida cotidiana de las personas gitanas, registrando todas las discriminaciones a las que se refería Zenttai, tanto en Hungría como en Europa. Durante 20 años, han facilitado este tipo de material a los medios mayoritarios, pero últimamente están probando otras estrategias. “La forma en la que la gente se informa ha cambiado totalmente, gracias a las redes sociales, así que nosotros también hemos cambiado”. Ahora también se centran en campañas de incidencia, “en lugar de escribir un artículo sobre un problema, elegimos un problema y escribimos toneladas de artículos, hacemos vídeos y redactamos posts en un periodo corto de tiempo”. 

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Los problemas no faltan, Kadét de hecho no ve evolución en los años que lleva informando sobre la situación del pueblo Roma. “En los noventa, si ibas a comprar, los guardias empezaban a seguirte inmediatamente. Si querías alquilar un piso, el casero te rechazaba, o si vivías en un pueblo e ibas caminando a la ciudad, la policía te paraba. Así era hace 30 años y así sigue siendo”. Lo que sí ha cambiado es la presencia de las plataformas online o las redes sociales y el alcance que pueden dar a una extrema derecha emergente. Pero también, estas mismas herramientas sirven para que organizaciones como la suya, puedan llegar a más gente y contrarrestar el antigitanismo. 

Y es que estos grupos de extrema derecha no se limitan a lo retórico: un ejemplo es la Legión Nacional, una fuerza conocida por acosar a las personas gitanas haciendo “manifestaciones de orden” para defender a los húngaros del “terrorismo gitano”. Elementos que, a pesar de haber protagonizado ataques violentos contra población Roma, han conseguido colocar a Lászlo Toroczkai, representante del partido de ultraderecha que los respalda, el Movimiento Nuestra Tierra, en Bruselas tras las elecciones del pasado junio al Parlamento Europeo. La propaganda electoral de este partido, en los comicios generales de 2022 alertaba contra la “amenaza” de que Hungría se convirtiera en un “país gitano”, mientras su programa acusaba a la población Roma de “producir una explosión demográfica típica del Tercer Mundo”, destinada a sustituir a la población “húngara”.

La presidencia húngara del Parlamento Europeo, junto a la llegada de un partido aún más radical que el del presidente Orban, es preocupante también porque para las organizaciones Roma, Europa ha funcionado en cierto modo de espacio donde este pueblo puede empujar sus demandas en red con otros activistas Roma en toda Europa, frente a un Estado como el húngaro, con políticas autoritarias y restrictivas de los derechos humanos, explica Zentai. 

“Si hay algo que la sociedad húngara o europea puede tomar de nosotras, es cómo podemos vivir con otros pueblos, reimaginarnos, pero también reimaginar nuestras sociedades y nuestro futuro”

De hecho el pasado abril, era el propio Parlamento Europeo el que alertaba de la creación en Hungría de una oficina de protección de la soberanía destinada a estrechar el control de las organizaciones de la sociedad civil que reciban financiación externa e influyan en el debate público. Una medida que ha despertado preocupación en cuanto estrecha el acoso sobre quienes luchan por los derechos humanos. La condena del año pasado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra Hungría, por un caso de segregación escolar sistemática contra alumnado gitano, exacerbó la narrativa del gobierno contra el pueblo Roma, pero también la percepción de su lucha como una injerencia exterior.

Para Csikós, más allá de la disputa en las instituciones europeas y estatales, o de los desafíos de la sociedad civil para seguir ampliando derechos bajo el gobierno de Orbán, la resistencia romaní se asienta con fuerza en la historia. “El pueblo Roma tuvo que luchar por su mera existencia por siglos, desde que los primeros grupos llegaron a Europa”, y con todo, “conservan sus tradiciones, su lengua, guardan una gran pertenencia a su identidad cultural…”.  Ante todas las veces que, como en el Porraimos, el pueblo Roma fue atacado y después volvió a levantarse, esta activista feminista considera que la cultura romaní es un gran ejemplo de resistencia. “Creo que si hay algo que la sociedad húngara o europea puede tomar de nosotras, es cómo podemos vivir con otros pueblos, reimaginarnos, pero también reimaginar nuestras sociedades y nuestro futuro”.

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