El derecho de los migrantes a la familia: una historia de nostalgia y fronteras burocráticas

Sara, Wilma y Ousmane reflexionan sobre la familia y la lucha por estar cerca de sus seres queridos, pero también sobre el activismo como herramienta para convertir una lucha personal en un movimiento colectivo.

Las personas que abandonan su país huyendo de la persecución política, de la pobreza o en busca de nuevas posibilidades muchas veces tienen que pagar un precio muy alto, dejando atrás familias a las que no podrán visitar, que no podrán visitarlos, hijas que están criadas a distancia, padres que mueren a miles de kilómetros de distancia, sin haber podido despedirse.

La administración, que a menudo ve a las personas en movimiento como un problema que hay que gestionar, o como una fuerza laboral para impulsar la economía, no garantiza el derecho de los inmigrantes a una familia. El resultado es una crianza solitaria y duelo, barreras burocráticas que hacen de la migración una renuncia a estar con los seres queridos.

Sara, Wilma y Ousmane reflexionan sobre la familia y la lucha por estar cerca de sus seres queridos, pero también sobre el activismo como herramienta para convertir una lucha personal en un movimiento colectivo en el que los derechos de los migrantes se entiendan, en primera persona, desde las necesidades de sus propios protagonistas.

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