Senegal
Encontrar ‘El Dorado’ sin salir de Senegal
La asociación Hahatay, sonrisas de Gandiol, es una entidad 100% senegalesa creada por Mamadou Dia, un senegalés que hizo el camino hasta España en cayuco y decidió retornar a su tierra para informar a sus compatriotas de lo que hay tras la dura travesía. El objetivo es fomentar migraciones conscientes y seguras, así como alternativas de futuro en su entorno.

Un calor plomizo cae sobre los humedales que acompañan a ambos lados de la carretera que une Saint Louis y Gandiol. Nuestro taxi recorre un brazo de tierra situado en el norte de Senegal, llamado Lengua de Barbarie, que se adentra en el Atlántico y que, en época de lluvias, parece que va a ser tragado por sus saladas aguas. Por la carretera de este espacio natural, vecinas y vecinos de la zona van indicando el camino al taxista. “Todo recto”, indican varias.
Una vez en Gandiol, un pueblo que consta de 30 aldeas, nada más preguntar por la asociación ‘Hahatay’ dos chicas que cargan la compra del día nos mandan torcer hacia la derecha. El chófer hace un giro brusco y nos metemos tierra adentro en busca del Centro Cultural Aminata, hasta que una duna nos pone la zancadilla y el coche queda totalmente varado. Salimos del auto dispuestas a empujar —no parece quedar otra— cuando dos vecinas de Gandiol aparecen prestas a ayudar. Saben castellano, igual que otro vecino más que aparece también en escena, aprendido seguramente en el centro cultural al que nos dirigimos.
Después de que más de 10 lugareñas acudan para ayudarnos a rescatar el taxi, terminamos el camino a pie hacia nuestro destino, acompañadas de uno de nuestros ayudantes, que además conoce el sitio y colabora en él. Unas vallas de colores con grandes letras nos indican que ya hemos llegado y nada más abrir la puerta un espacio amplio de construcciones variopintas nos da la bienvenida. Un conjunto de casas de diferentes tonalidades con mucha personalidad y que se sirven de barro, neumáticos y demás materiales reciclados componen este centro sostenible pensado por y para la población. Desde el minuto uno voluntarios y trabajadoras se ofrecen orgullosas a enseñárnoslo.
El Centro Cultural Aminata es una de las patas visibles de la asociación Hahatay, sonrisas de Gandiol. Una entidad, 100% senegalesa, creada por Mamadou Dia, un senegalés que hizo el camino hasta España en cayuco en busca de un supuesto ‘Dorado’ que nunca encontró en tierras europeas. Dia decidió volver a su pueblo con un objetivo claro: informar a sus compatriotas de lo que hay tras la dura travesía y fomentar migraciones conscientes y vías seguras. Y así arrancó Hahatay —carcajada en wolof— allá por 2012.
“No queremos evitar que la gente emigre, queremos que la gente primero valore lo que tiene aquí y que no tengan siempre la mirada hacia occidente como primera posibilidad”
La migración es una de las principales líneas de actuación de la asociación. Desde la organización entienden que migrar es un derecho, “nadie puede impedir este paso a nadie”, pero intentan sensibilizar y concienciar para que se realice de forma segura y sabiendo lo que van a encontrar al otro lado. “No queremos evitar que la gente emigre, queremos que la gente primero valore lo que tiene aquí y que no tengan siempre la mirada hacia occidente como primera posibilidad. Ofrecemos formación y alguna salida profesional”, explica Amadou Mbaye, coordinador de proyectos. “También ofrecemos información de la realidad que hay allí, para que no crean que todo lo que ven en la tele o todo lo que les cuentan es la realidad, sino que hay miles de realidades que no conocen y ya cuando se enteran de esas realidades, luego pueden valorar ellos. Si deciden salir, es decisión suya, pero nosotros hemos hecho nuestro papel de sensibilización y de concienciación”, añade Mbaye.
Una maraña de proyectos
La primera sala que visitamos exhibe una pizarra abarrotada de actividades para todo el mes de octubre. Taller de costura, fitness o cursos de guitarra componen la oferta del centro para ese mes. Médoune Diop, director del centro, nos explica que, además de formar, lo que se pretende es “implicar a toda la población de Gandiol en todas las actividades”. Una coqueta biblioteca con ordenadores, aulas acondicionadas, un salón de actos y un estudio de radio sirven como escenarios. Un cartel con los logos del ayuntamiento de Bilbao o de la diputación foral de Bizkaia se exhiben como financiadores.Además de estas actividades culturales la asociación cuenta con una red de proyectos de desarrollo sostenible. Sentados en una de las aulas del centro, Amadou Mbaye, Absa Ndiaye y Tahir Diop componen el equipo coordinador de esta área. Tahir se encarga de migraciones —para concienciar y sensibilizar a los jóvenes— y Absa coordina una extensa red de mujeres, organizadas en torno a proyectos de producción y transformación alimentaria. “La migración es una pata de nuestra organización, la otra es destacar que Gandiol es ‘El Dorado’. Es decir, nos encargamos de la promoción de la comunidad y de fomentar el potencial de la juventud de Gandiol”, explican.
La actividad es frenética en la asociación, que cuenta con 12 personas en plantilla y una red de voluntarios autóctonos y foráneos, que pueden alojarse en una colorida casa situada a 10 minutos del centro y bien equipada para procurar estancias acogedoras. En la actualidad están inmersos en la construcción de seis centros preescolares en seis aldeas de Gandiol. El proyecto, financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación, hila fino para favorecer a la infancia y a las mujeres de la zona. “Cada centro tiene un comedor, se han puesto en marcha dos huertos y dos gallineros comunitarios para suministrar a los comedores. Para ello contamos con la red de mujeres transformadoras. En cada población tenemos un grupo de mujeres que se encargan de los huertos y el gallinero y suministran al comedor, en donde están también sus hijos e hijas”, explica Mbaye.
Gandiol, pueblo costero cuya realidad está altamente relacionada con las migraciones hacia occidente, tiene que buscar estrategias para atender a la infancia de familias monomarentales
El primer centro de educación infantil se encuentra dentro de las instalaciones en las que nos encontramos. Una construcción de barro en forma circular con techo de paja y paredes amarillas y naranjas alberga a una veintena de niños y niñas que, durante nuestra visita, escuchan a la maestra en semicírculo. Gandiol, pueblo costero cuya realidad está altamente relacionada con las migraciones hacia occidente, tiene que buscar estrategias para atender a la infancia de familias monomarentales. “La realidad de Gandiol es que hay muchas familias sostenidas por los hombres que están fuera y muchas otras cuyos hijos han salido a Europa por vía marítima”, explican desde Hahatay. “Trabajamos la autonomía y el empoderamiento de las mujeres. En todos nuestros proyectos siempre están presentes, mínimo al 50%”.
Salud reproductiva
El abanico de proyectos es tan real como inabarcable. Pero, desde el equipo coordinador resaltan una tarea que coordina Absa y es el programa de salud reproductiva para atender la salud prenatal y natal de las mujeres y bebés en todas las aldeas que componen la zona. Absa nos explica que en el único puesto de salud que existe antes solo había una matrona, que atendía a una media de 45 partos al mes, y gracias a Hahatay, se ha contratado a una segunda. “Apoyamos al centro de salud con esta nueva matrona en el seguimiento de los embarazos. También hacemos apoyo si falta material. Y, además, realizamos sensibilizaciones en las 30 aldeas de Gandiol. Vamos junto a la matrona y, con el apoyo del grupo de mujeres que tenemos en cada zona, según las necesidades que ellas vean se hacen talleres de diferentes temas”, explica la coordinadora. “Como ejemplo, tratamos las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), el cáncer de útero o la malaria”.“Hay una falta de información sobre los cuidados; las mujeres no acuden al médico y no tienen un seguimiento del embarazo. Y en esto solemos insistir para que vayan al centro de salud, hagan sus revisiones. También en el cuidado de los bebés. Hicimos una formación sobre nutrición porque hay muchísima malnutrición”. La coordinadora cuenta que para ello es importante que la matrona salga del centro de salud y ayude a hacer las consultas en terreno, sin que las embarazadas tengan que desplazarse, a veces incapacitadas por la lejanía al puesto de salud y la falta de recursos. “Insistimos mucho también en la necesidad de espaciar los embarazos, porque hay mujeres que según tienen un hijo se quedan embarazadas del siguiente y eso genera muchos problemas tanto para ellas como para los bebés”.
El trabajo en terreno está dando sus frutos, que se reflejan en un aumento de consultas y en la naturalización a la hora de hablar de problemas como las ETS. “Con nuestro trabajo esto ha mejorado. Recuerdo una vez en un pueblo lejano donde una mujer se acercó a nosotras para consultarnos sobre su estado de salud. Sospechaba que tenía una Enfermedad de Transmisión Sexual y la chica accedió a ir al centro de salud. Esto es una gran satisfacción para mí”, reconoce Ndiaye.
Mientras charlamos debajo de unos soportales sobre los progresos del proyecto de salud reproductiva, las niñas y niños de la escuelita ya han acabado la jornada y comienzan a salir escalonadamente del aula. El reloj ronda las 13:00 horas, el calor alcanza ya cotas insoportables y, una vez acabada la visita, tenemos que recorrer un trecho a pie hasta otro taxi. Un camino que se hace cuesta arriba pero insignificante si se compara con el proceso migratorio.
“Mis hermanos seguirán cortándose con las cuchillas de las fronteras, al igual que seguirán siendo la comida de los tiburones del Atlántico, pero también seguirán siendo la comida de los buitres de los desiertos mientras que no haya una política universal que establezca una dignidad humana y eso se resume en que todos los seres del planeta nazcan libres e iguales de derechos”, dice Mamadou Dia. Y, con estas palabras abandonamos las dependencias de Hahatay pensando en que objetivos ambiciosos, con tenacidad y empeño, a veces se materializan.
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