Fleur Breteau: “Es necesario politizar el cáncer: refleja las desigualdades sociales”

Entrevista con Fleur Breteau, portavoz del colectivo Cancer Colère, uno de los más activos en Francia en la lucha contra los insecticidas y la impopular ley Duplomb.
Fleur Breteau
Fleur Breteau, portavoz del colectivo Cancer Colère, durante una rueda de prensa contra el uso de pesticidas. Captura de video.

La sentencia en el caso bautizado “Justicia por lo viviente” ha representado la segunda victoria en pocas semanas en Francia de la lucha ecologista contra los pesticidas. El Tribunal Administrativo de París reconoció el miércoles 3 de septiembee el “prejuicio ecológico” y sus efectos sobre “la salud humana”, así como la responsabilidad del Estado en esta situación. Una de las mayores movilizaciones de este verano en el país vecino se ha producido en contra de la ley Duplomb. Aprobada el 8 de julio en la Asamblea Nacional con los votos del centro-derecha macronista, la derecha de Los Republicanos y la extrema derecha, esta nueva legislación introdujo el uso agrícola de un nuevo insecticida y facilitó la construcción de macrogranjas y grandes embalses.

El texto suscitó una gran indignación que se vio reflejada en una petición en internet que recogió más de dos millones de firmas —todo un récord en Francia— en pocas semanas. El equivalente galo del Tribunal Constitucional censuró parcialmente esta ley el 7 de agosto, ante una creciente presión popular. Uno de los colectivos más activos en la campaña contra la legislación fue Cancer Colère (Cáncer Rabia), creado a principios de año por Fleur Breteau, enferma de cáncer desde hace cuatro años.

Esta estilista, comunicadora y escritora protagonizó en julio uno de los momentos icónicos de esa movilización al haber abroncado a los diputados que votaron a favor de la ley Duplomb. “¡Sois los aliados del cáncer y haremos que se sepa!”, les dijo desde la bancada del público en la Asamblea Nacional. Breteau, de 50 años, analiza en esta entrevista para El Salto los motivos del éxito de la campaña contra este texto antiecológico y el potencial político de una cuestión como el cáncer.

¿Cómo valora la sentencia del 7 de agosto del Consejo Constitucional que censuró parcialmente la ley Duplomb?
Ha sido una victoria para la salud pública, pero una victoria incompleta. Esperábamos una anulación de toda la ley Duplomb, porque se trata de un texto que únicamente defiende los intereses de los industriales. Pero somos conscientes de la importancia de la indignación ciudadana y cómo ha influido en la decisión del Constitucional de invocar el principio de precaución para invalidar la introducción de un nuevo pesticida, del acetamiprid. El éxito de esta movilización nos da más fuerza para seguir luchando contra el modelo agrícola productivista.

¿Cree que esta decisión del Constitucional puede servir como precedente para otras luchas medioambientales?
Sí, exacto. El principio de precaución, al que recurrió el Constitucional para censurar parcialmente la ley Duplomb amparándose en la carta del medioambiente —introducida en la Constitución francesa en 2005—, puede aplicarse en la lucha contra otras moléculas tóxicas. Creemos que no solo puede utilizarse para defender la salud pública en temas agrícolas, sino también en productos domésticos, en la pintura… Podemos utilizar este precedente para combatir todas esas sustancias que causan estragos en Francia.

¿Cómo explica el hecho de que esta legislación haya suscitado tal indignación, con más de dos millones de firmas en internet?
La ley Duplomb ha sido un síntoma de un sistema enfermo y realmente disfuncional. Es un símbolo de este modelo productivista en que uno se ve obligado a ingerir insecticidas cuando se alimenta. Pero la movilización en contra de esta ley ha demostrado que la salud pública resulta una cuestión esencial para la mayoría social. La gente empieza a darse cuenta de que esos mismos partidos de la derecha, extrema derecha y del extremo centro que intentan dividir a la sociedad polemizando sobre la inmigración, o sobre si jóvenes musulmanas llevan el velo islámico cuando juegan a fútbol, actúan en defensa de los lobbies de la agricultura industrial y del sector agroquímico.

Lo que más me indignó fue oír a políticos que para relativizar el uso de los pesticidas decían que uno se curaba de esta enfermedad

Es cierto que en los últimos meses han resultado frecuentes los escándalos sanitarios en Francia...
Ha habido una sucesión de noticias en ese sentido. Por ejemplo, el caso de las aguas de Nestlé filtradas ilegalmente. La multinacional suiza no puede filtrar el agua mineral, pero lo hizo en varias de sus fuentes porque había detectado una cantidad excesiva de perturbadores endocrinos. El Gobierno ayudó a Nestlé a esconder esa práctica ilegal y que no se conociera públicamente durante un año y medio. También hubo un escándalo con el cadmio. Debido al uso de insecticidas y la contaminación de los niños a partir de los cereales y la pasta, en Francia se han detectado unos niveles de ese metal cancerígeno de 0,5 microgramos por litro de sangre, lo que representa el triple que en Italia o el doble que en Alemania. Todo eso ha provocado un aumento significativo de los casos de cáncer de páncreas, que está previsto que sea el segundo más mortífero en el país en 2030.

¿Qué impacto para la salud comportaba el insecticida que introducía la ley Duplomb?
Preveía la introducción de un neonicotinoide llamado acetamiprid. Cuando esa sustancia contamina el feto de una mujer embarazada, puede provocar trastornos neurológicos y perturbaciones hormonales en el futuro bebé. Y esos problemas no se reflejarán inmediatamente, sino dentro de 20 o 30 años cuando ya será un adulto. A causa del aumento del uso de los pesticidas en las últimas décadas, no me sorprende que el número de enfermos de cáncer en Francia se haya duplicado desde 1990. Los científicos alertan que el cáncer ya no representa una enfermedad, sino una epidemia, porque afecta a todas las categorías de la población. Eso no solo se debe al envejecimiento, sino también a los pesticidas. Aunque el Gobierno intenta relativizarlo, los datos científicos son los que son y la gente es consciente de ello.

Usted protagonizó el 8 de julio un episodio de gran repercusión mediática al haber abroncado a aquellos diputados que votaron a favor de la ley Duplomb. ¿Qué importancia tiene el hecho de representar a los enfermos de cáncer?
Actualmente, estoy tratándome de mi segundo cáncer y los últimos cuatro años de mi vida han estado marcados por esta enfermedad. He perdido además a varios amigos cercanos por el cáncer. El último de ellos tenía 46 años y era el padre de una niña de 10. Lo que más me indignó fue oír a políticos que para relativizar el uso de los pesticidas decían que uno se curaba de esta enfermedad. Eso no es del todo cierto. Aunque uno pueda curarse, esta dolencia debilita y precariza al enfermo. Pero no creo que uno deba culpabilizarse por estar enfermo, sino todo lo contrario: son los políticos los que deberían avergonzarse por defender un modelo que envenena a la gente.


¿Cuántos militantes sois en Cancer Colère?
Somos unos 600. La mayoría de ellos son enfermos o familiares de enfermos. No paramos de recibir centenares de mensajes cada día y mucha gente nos felicita por haber politizado el cáncer. Es necesario hacerlo. Se trata de una cuestión con un gran potencial para movilizar a la sociedad, porque refleja las desigualdades sociales.

¿En qué aspectos refleja las desigualdades sociales?
Porque a menudo aquellas personas más expuestas a los pesticidas y productos tóxicos son las que ejercen empleos más precarios, como los obreros agrícolas o industriales, pero también en el sector servicios; por ejemplo, los peluqueros, floristas o trabajadores de la limpieza. Aquellos que trabajan en estos sectores, si no toman precauciones, pueden desarrollar patologías a causa de sus profesiones.

Eso se suma al impacto de estas sustancias tóxicas entre los habitantes de los territorios de ultramar, fruto del legado colonial galo…
Sí, exacto, los habitantes de esos territorios han sido los más expuestos a estas sustancias. Un buen ejemplo de ello fue el escándalo por el uso del clordecona en las Antillas. Durante más de dos décadas, utilizaron ese potente pesticida en las plantaciones de plátanos sin ofrecer ningún tipo de protección a los obreros agrícolas. Eso comportó que se detectara la presencia de esa sustancia en el 90% de la población de Guadalupe y Martinica. Y esas islas son actualmente algunos de los territorios en el mundo con un mayor porcentaje de enfermos de cáncer de próstata.

Con vuestra exitosa movilización en contra de los pesticidas, ¿esperáis revertir el discurso climatoescéptico cada vez más presente estos últimos años que intenta contraponer la ecología con los intereses de los agricultores?
No soy agricultora, pero cuando hablamos con ellos, nos dicen que la única manera de salvar su profesión es con una transición ecológica del sector primario, y que este reciba un apoyo financiero masivo por parte del Estado para llevar a cabo la transición verde. Ahora mismo en Francia hay un agricultor que se suicida cada dos días. Aquellos que más sufren no son los que se dedican a la agricultura ecológica, sino la productivista. Están encerrados en un sistema que destruye los ecosistemas, nuestra salud y provoca un gran sufrimiento entre los que se dedican a esta actividad. Debemos ayudarles a salir de esta situación.

Para revertir el ecosistema contaminado en que vivimos, hace falta que la ciudadanía recupere el poder democrático

¿Cuáles son vuestros referentes militantes?
Nos inspiramos bastante en Act Up, una asociación que fue clave en los años ochenta y noventa en Francia en la lucha contra el sida. Pero también nos parecen interesantes el modelo de colectivos ecologistas de los barrios periféricos como Banlieues Climat. Nos gustaría seguir siendo un colectivo. No queremos convertirnos en una asociación, porque de esta manera no nos volveremos demasiado institucionales y conservaremos un funcionamiento fluido y vinculado a las luchas. Queremos seguir siendo punkis.


Aparte de la movilización contra la ley Duplomb, ¿qué otras acciones habéis previsto para este otoño?
Hemos preparado una campaña de educación popular y, en concreto, un folleto que vamos a repartir delante de los hospitales para explicar el impacto de los pesticidas, el funcionamiento de la agroindustria y la manera en que fomenta enfermedades como el cáncer. Queremos estar en contacto con los enfermos y sus familiares. Cuando a uno le detectan una enfermedad grave como el cáncer, suele culpabilizarse y preguntarse qué ha hecho mal. Se dice a sí mismo que no ha hecho suficiente deporte, no ha comido sano o ha fumado demasiado. Pero casi nunca se habla de otras causas del cáncer, como los pesticidas. Consideramos fundamental que se hable de esos motivos y que en el espacio público se oiga la voz de los enfermos. Que una persona esté calva debido a la quimioterapia, como es mi caso, no la invalida para expresarse en público.

Ha comenzado un otoño caliente en Francia con las movilizaciones en contra de la agresiva política de recortes del Gobierno. ¿Qué lugar puede ocupar la lucha contra los pesticidas en este contexto?
En Cancer Colère nos gustaría formar parte de esta creciente rabia social y esperamos que en este contexto la salud pública sea un tema central. Uno de nuestros objetivos es que haya un debate nacional en Francia sobre esta cuestión, que incluye la agricultura y los productos químicos. Queremos que los franceses decidan de manera transparente, y con los datos científicos sobre la mesa, sobre los alimentos que comen y la calidad del agua que beben. Para revertir el ecosistema contaminado en que vivimos, hace falta que la ciudadanía recupere el poder democrático.

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