Caribe
Piratas y corsarios del siglo XXI acechan a Venezuela y el Gran Caribe

Un submarino nuclear de ataque rápido, destructores lanzamisiles, cruceros de misiles guiados, anfibios portahelicópteros, sofisticados dispositivos de espionaje y más de 4.000 militares han sido desplegados por el gobierno estadounidense en el Gran Caribe. El pretexto: “combatir el narcotráfico”, aún si el Informe mundial sobre las drogas evidencia que ese negocio ilícito casi no opera en ese mar y que Venezuela, blanco de ataque de ese operativo, no figura en el mapa de productores y es casi nula la incidencia del tráfico proveniente de su vecino del sur.
Pero, aunque las más confiables fuentes evidencian que se equivocaron de mar y también de objetivo, en lugar de enmendar y volcarse a cuidar sus importaciones y comercialización interna, la movilización bélica estadounidense se fortalece en la zona errónea, llegando hasta a forjar un cartel hipotéticamente liderado por el presidente Nicolás Maduro, para habilitar la declaratoria de amenaza para la seguridad nacional y legitimar el despliegue de capacidades bélicas.
El gobierno estadounidense alude a Venezuela, pero sus líneas estratégicas evidencian un radio mucho mayor. Por eso, en lo inmediato Guyana y Trinidad y Tobago se han involucrado directamente, mientras Colombia ha expresado su voluntad de defender la paz junto a Venezuela. Cuba ha reiterado su postura de defensa de la soberanía y la autodeterminación al unísono con ALBA-TCP, instancia de integración regional de la que hacen parte San Vicente y las Granadinas, Dominica, Antigua y Barbuda, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, Granada, a más de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
De modo que se trata de una problemática geopolítica de gran envergadura, pues es una zona que cubre por lo menos un tercio de la región latinoamericana y caribeña. Son 22 países sudamericanos, centroamericanos e insulares, incluso México colinda por tierra y mar con este enclave geopolítico, conformado adicionalmente por 15 países aún en situación colonial, como Puerto Rico, Martinica o Guadalupe. Aún más, esa incursión belicista involucraría a estados no caribeños como Paraguay, Argentina y Ecuador, cuyos gobiernos han expresado anuencia con la estrategia estadounidense. Incluso Francia, país colonizador, ha entrado en la ronda desplegando un buque y no se descarta que Gran Bretaña y Holanda, también colonizadores, tomen parte.
La Cuarta Flota estadounidense está en la escena desde 2008 y las operaciones de guerra económica, psicológica y cognitiva son parte de una bandeja de presiones permanentes
Y esto sólo refiere a los últimos despliegues, pues de hecho hay una presencia militar permanente. La Cuarta Flota estadounidense está en la escena desde 2008 y las operaciones de guerra económica, psicológica, cognitiva y otras, son parte de una bandeja de presiones permanentes dirigidas principalmente a Venezuela, Cuba y Nicaragua, países señalados como una amenaza para la seguridad nacional estadounidense.
Y justamente, ocupando territorio cubano, Estados Unidos mantiene ilegalmente la base naval de Guantánamo, la mayor base militar del Caribe, así como también instalaciones militares y bases en Curazao, Aruba, Bahamas, Antigua y Barbuda, Puerto Rico y República Dominicana. En el continente, las instalaciones y bases están en Costa Rica, Honduras, Panamá y Colombia y se han realizado flamantes “actualizaciones” para la fuerza de defensa de Guyana, país que, al unísono con la transnacional petrolera Exxon Mobil, azuza una confrontación con Venezuela en una zona rica en petróleo, agua, minerales y precursores para el hidrógeno limpio.
Corporaciones asociadas al complejo industrial militar digital y al ejecutivo estadounidense tienen relevantes intereses en el Caribe. Es más, a tono con las dinámicas de afianzamiento del mercado total y privatización de la defensa y seguridad, empresas como Academi o Vectus Global, de Erik Prince, han incursionado en la puja para atentar contra Maduro y hasta para “conciliar” Haití.
El gobierno haitiano ha suscrito con el mercenario Erik Prince un acuerdo de 10 años, para la “pacificación” de su país asolado por un caos que los mismos oferentes de soluciones indujeron. Ese acuerdo involucra incluso el restablecimiento del sistema fiscal y de tributación aduanera, especialmente en la frontera con República Dominicana.
No se explicita en el acuerdo haitiano la eventual prospección de minerales y tierras raras, pero el hecho evoca la experiencia de la República Democrática del Congo, uno de los países más afectados por violaciones a los derechos humanos en el mundo, donde la empresa de Prince fue contratada para “proteger” las riquezas minerales y también mejorar la recaudación de impuestos y controles fronterizos.
Así, el botín ambicionado por Estados Unidos y sus corporaciones comprende riquezas ad infinitum, especialmente una vasta superficie terrestre y marina con biodiversidad, ecosistemas, reservas ecológicas únicas, agua, hidrocarburos, tierras raras, enclaves estratégicos para la producción de hidrógeno, minerales, agricultura, flora y fauna, y un gran etcétera. Para lograrlo, están en el escenario acciones políticas como inducciones al fraccionamiento de la CARICOM o de ALBA-TCP y la militarización como medida de fuerza ante los cambios geopolíticos regionales y globales.
El Caribe: un paraíso para el capital financiero y corporativo
Las corporaciones, empresas y fondos de inversión, principalmente estadounidenses, han hecho del Caribe su territorio favorito. Ahí tienen sede entidades que facilitan operaciones especulativas y flujos de capitales asociados a esas prácticas. Paraísos fiscales, guaridas para empresas e industrias off-shore, empresas fantasmas y diversidad de fideicomisos están presentes en por lo menos 14 países, entre los mayores las Islas Caimán, Bermudas, Panamá, las Bahamas, Islas Vírgenes, Curazao y Barbados.
Son negocios del capital financiero caracterizados por la evasión y elusión fiscal, prácticas apetecidas por las corporaciones transnacionales y los fondos de inversión, conocidos en el mundo por sus altos índices de acumulación de capital, mientras evitan pagar impuestos y reinvertir en los países donde obtienen sus pingües ganancias.
BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, por ejemplo, mantiene operaciones en la colonia británica Islas Caimán, uno de los más importantes centros financieros del mundo, donde albergan los principales nodos off-shore. Allí, las finanzas constituyen el 50% del PIB y unas 40.000 empresas tienen sede, al punto que se ironiza sobre que hay más negocios registrados que población. En Gran Caimán se registra un banco por cada 100 habitantes.
Las Islas Bermudas, consideradas como territorio británico, son conocidas como el tercer mercado de seguros y reaseguros del mundo porque allí tienen sede o sucursal las principales corporaciones globales de estos rubros. Están registradas unas 10.000 empresas extranjeras, más o menos una por cada mil habitantes. También se han establecido allí entidades de registro marítimo y aeronáutico, como un legado de las instalaciones militares estadounidenses que funcionaron anteriormente, mientras ahora opera una estación de seguimiento de la NASA.
En palabras del ex director de la oficina antidrogas de la ONU, la figura del narcoterrorismo colocada por Estados Unidos para cercar a Venezuela e incursionar en el Caribe debería llamarse directamente petróleo y otros recursos
El secretismo es otra característica de los paraísos fiscales. La reserva sobre inversiones y operaciones, a más de beneficiar a los actores corporativos legitimados, también abre la puerta al flujo o lavado de capitales ilícitos. Las Islas Caimán, por ejemplo, constan entre los países que albergan ese tipo de flujos encabezados por Estados Unidos y Reino Unido. No obstante, el capital financiero no figura en la primera línea al momento de tomar medidas para luchar contra el narcotráfico. Por el contrario, con esas prácticas financieras altamente contaminadas, inversiones ilícitas son integradas a los flujos de capital y devienen consustanciales al funcionamiento del capitalismo que Estados Unidos y sus corporaciones buscan precautelar.
Hay que enfatizar que estos nichos para el funcionamiento del capital especulativo y operaciones financieras ilegales tienen relación directa con la polarización económica en América Latina y el Caribe. Mientras el endeudamiento de los países se multiplica, se estima que el 27% de la riqueza privada latinoamericana está en paraísos fiscales, son ganancias que no se invierten o reinvierten en los países empobrecidos por ese tipo de prácticas viciosas.
En este panorama, lo que está en juego en la incursión militar estadounidense es el control geopolítico y geoeconómico de una región tomada por el capital financiero y corporativo como centro de sus operaciones especulativas, a la vez que como fuente inagotable de extracción de recursos naturales e incluso como espacio para el negocio de la guerra. En palabras del ex director de la oficina antidrogas de la ONU, Pino Arlacchi, la figura del narcoterrorismo colocada por Estados Unidos para cercar a Venezuela e incursionar en el Caribe debería llamarse directamente petróleo y otros recursos.
No obstante, si el Gran Caribe está en disputa es porque hay proyectos antisistémicos en curso, con propuestas de soberanía y autodeterminación, con prácticas de redistribución económica, diversificación de la producción y perspectivas de una nueva arquitectura financiera en las antípodas de las extorsiones económicas que el proyecto capitalista y colonial fomenta. La otra cara del Gran Caribe son los enfoques humanistas y pacifistas que los países de ALBA-TCP, México, Colombia y otros enarbolan, con la proclama de Latinoamérica y el Caribe como zona de paz.
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