Opinión
El cartel fue un error, pero es hora de mirar al elefante

Quisimos superar la representación y ahora nos acorrala el personalismo. Mientras echamos la tarde comentando un cartel peronista, el elefante en la habitación sigue ahí.

Podemos en Vistalegre II
Álvaro Minguito Pablo Iglesias durante la asamblea de Vistalegre II.
6 mar 2019 17:25

Hay varias formas de volver de un permiso de nacimiento. Se puede volver con tristeza, por empezar a alejarse tantas horas de la criatura dependiente que se tuvo durante semanas cerca. Se puede volver con muchas ganas, el ansia de retomar la vida fuera del ámbito cerrado de la crianza. O se puede volver como Pablo Iglesias, avisando con dos semanas de antelación para que la gente se vaya preparando.

El cartel. Ese cartel, viajando por las redes sociales dejando una estela de sonrisas irónicas y chascarrillos alucinados. Aparece de espaldas, la gente en frente, recibiendo la presencia anhelada después de tantas semanas sin guía. Ha tenido tiempo para prepararse el pueblo, antes de que el líder volviese hecho millones. Millones de votantes se espera, dada la cercanía a las elecciones del retorno.

Cartel Podemos -solo vale para interior
El polémico cartel ha sido borrado por la cuenta de Podemos poco después de su lanzamiento.

Es una mierda estar escribiendo esto. En este momento Pablo Iglesias ya se ha dado cuenta del error. Es solo un padre con dos hijos pequeños que está pasando un mal rato, porque el personaje se le ha ido de las manos a él, o el peronismo se le ha ido de las manos a su equipo de comunicación.

Es una mierda acabar sumándose al coro de quienes señalan los pliegues de la caricatura, de quienes aligeramos nuestro estrés cotidiano haciendo chistes sobre el populismo kitsch, el machoalfismo morado, y otra vez, sí, el peronismo torpemente deslocalizado de este cartel. Y es una mierda porque puede ser que esta sea la única actividad política que vayamos a desempeñar esta tarde o esta semana. Para eso hemos quedado.

Claro que sería más difícil venir a hacer leña del árbol caído si hubiese elegido pertrecharse en un horizontal bosque, y no presentarse desde el minuto uno como el sólido tronco que desde la secretaría general nos permitiría auparnos hasta la ventana de oportunidad, esa que cayó en el olvido mientras las puertas se abrían de par en par para otros actores. Sería más fácil evitar caer en lo personal, si los liderazgos de Podemos no se hubiesen basado en el personalismo.

Menos tentador sería recurrir al paralelismo del “volveré y seré millones” si Pablo e Irene no cerrasen tan bien esa cadena de asociaciones lógicas que arranca con Evita y Perón, y pasa por Néstor y Cristina, saltando el océano hasta Galapagar. Y hubiese sido más fácil que el equipo de comunicación no hiciese el ridículo si no hubiese contado con todo un archivo de imágenes del líder dirigiéndose al entregado público. De los vistalegres a la marcha del cambio. Tenían de dónde sacar.

Faltan pocas semanas para un montón de elecciones donde nos jugamos que la extrema derecha llegue al Parlamento, a los ayuntamientos. Ellos que dan tanto miedo, son un puñado más de truenos para una tormenta perfecta que ya nos empapa de precariedad, que ya nos ahoga desde hace años. Ningún líder va a descender de lo más alto o retornar desde su exilio doméstico para asaltar los cielos.

Da igual que sea más o menos macho alfa, o que venga con un cargamento de magdalenas. Que tenga una grandilocuente campaña de comunicación o sensatos asesores prestos a impedir desaguisados. Quisimos huir de las trampas de la representación y caímos en el simplismo del personalismo. Nos hemos echado unas risas con un desafortunado cartel. Pero hay otros desaguisados que hoy estamos mucho más lejos de poder resolver que hace cinco años.

Y es esa derrota, esa prederrota electoral, el elefante en la habitación que nadie se atreve a señalar mientras nos echamos la tarde con la última de Casado, el #feminismoliberal o el más reciente resbalón de la comunicación política podemita. Es ese el desasosiego que me entra mientras Podemos borra su cartel y los equipos de comunicación de la competencia diseñan su próxima ocurrencia para mantenernos entretenidas. 

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