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Feminismos
¿Qué tal, feminismo liberal?
El liberalismo presume individuos libres cuyas trayectorias se conforman sobre sus propios méritos para quienes el edificio de la desigualdad se desdibuja en la búsqueda de ascensores entre los pisos superiores. El feminismo que defiende Ciudadanos quizá valga para ellas.
El libro se llama Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Fue un éxito de ventas. Cuenta con unas hermosas ilustraciones con las que retrata a decenas de mujeres que “cambiaron el mundo”. Junto al retrato de cada una de ellas —en el que se inscribe una cita suya para el recuerdo— se narra brevemente su biografía como si se tratara de un cuento. Cuando le regalaron a mi hija el volumen sentí curiosidad: lo había visto en muchos escaparates pero nunca lo había ojeado. Lo abrí al azar, página 110. Allí estaba Margaret Thatcher.
Sí, era ella, nuestra enemiga de clase, sacerdotisa del “no hay alternativa”, artífice de heridas de desigualdad que desangrarían un país condenando a sus mujeres y hombres a la pobreza y exclusión por generaciones. La Thatcher, presentada como un modelo para niñas rebeldes. Los sueños se pueden cumplir, recoge el libro. Madre joven de gemelos la Thatcher consiguió, contra los obstáculos que le puso un partido que no creyó en ella, ser elegida primera ministra. Pero el camino hacia el éxito no es fácil, advierte el libro: “Cuando suspendió la leche gratuita en las primarias, la gente se quejó de ella. Cuando ganó la guerra contra Argentina en las islas Malvinas, admiró su fuerza y determinación”.Queridas niñas rebeldes, vosotras también podéis dejar a los niños sin leche, o capitalizar políticamente una guerra mientras masacráis a la clase obrera de vuestro país. Quizás no lo consigáis a la primera, pero Margaret Tatcher dijo algo importante para las futuras generaciones que ha quedado registrado en un libro: “A veces hay que pelear las batallas más de una vez para ganarlas”.Queridas niñas rebeldes, vosotras también podéis dejar a los niños sin leche, o capitalizar políticamente una guerra mientras masacráis a la clase obrera de vuestro paísEsa frase de obra de autoayuda, de best seller, de coaching profesional disponible en todos los aeropuertos, la podía haber repetido el domingo Inés Arrimadas mientras —acompañada por un montón de mujeres blancas y delgadas, bien peinadas y vestidas con traje y finos tacones que sonreían con sonrisa profidén— describía el feminismo razonable. Esas mujeres con las que una se topa en los centros ejecutivos de la ciudad, vestidas de éxito, preparadas con esmero para rendir en la esfera pública: ropa planchada, pelo bien peinado, con tiempo para pensar en su carrera profesional porque no lo tienen todo invertido en correr, sin aliento, la carrera de la supervivencia. Quizás el feminismo que defienden valga para ellas. La lucha por los intereses de un grupo específico de mujeres. El liberalismo sublima la agencia sobre la estructura, es decir, presume individuos libres cuyas trayectorias se conforman sobre sus propios méritos y voluntades. Ha sido el armazón ideológico para justificar el orden de las cosas durante siglos. Por eso no habla de patriarcado ni de capitalismo ni de racismo, el edificio de la desigualdad se desdibuja en la búsqueda de ascensores entre los pisos superiores. El feminismo liberal permite luchas intraclasistas de género. Una suerte de luchas de las segundas para codearse entre los primeros, bastante lejana a la de los penúltimos contra los últimos. Negociaciones donde nunca llega la sangre el río, porque siempre habrá alguien por debajo sobre quien externalizar la derrota.
Es el de Ciudadanos un feminismo de convención de empresa en busca de su nicho de mercado, que equipara el derecho a voto con el derecho a gestar para otros
Lo del domingo, el acto mismo, el vídeo, el decálogo, estaba impregnado de un no sé qué de convención de empresa. Fruto de una campaña de marketing un poco meditada y un tanto improvisada: una herramienta para aggiornarse a los tiempos, apuntar al nicho de mercado que ridiculiza el “portavoza” de Irene Montero mientras se inquieta ante la ruda machomasculinidad de Vox. Un feminismo de mercado, que equipara conquistas como la del sufragio femenino—manoseando una y otra vez a Clara Campoamor a la que quieren recordar como feminista liberal, no como republicana exiliada del franquismo— a la gestación subrogada o la prostitución.
“No habrá igualdad sin libertad”, afirma uno de los puntos del decálogo. Mucho menos habrá libertad sin igualdad, contesta el feminismo anticapitalista, el feminismo antirracista. Y lo dice desde la experiencia cotidiana de los límites de la meritocracia, desde la sombra de la igualdad de oportunidades, desde la resaca de constatar cotidianamente cómo los poderes económicos y coloniales pulverizan lo que algunas leyes dicen garantizan sobre el papel.
Si el feminismo realmente combate las desigualdades todas, si realmente persigue la igualdad de las mujeres todas, no puede permitirse miopías. Tampoco sucumbir a un feminismo de convención de empresa ni olvidar el currículum de quienes se han hecho un curso de feminismo acelerado entre eslóganes motivacionales.
¿Qué tienen que ofrecernos estas mujeres que hablan de libertad en los espacios vacíos de conflicto que son sus charlas aspiracionales antes de que un nuevo y potente 8M las pille impreparadas, fuera de onda? Mujeres que comparten filas con políticos que hasta hace dos telediarios hablaban de denuncias falsas, o negaba que la violencia contra las mujeres fuese otra cosa que una forma sorprendentemente recurrente de violencia doméstica. Mujeres que no van a decirte lo que tienes que hacer con tu cuerpo, ya te lo dirá tu afán de supervivencia. Inés Arrimadas, próximamente en el último best seller sobre mujeres que persiguen sus metas.
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Caray muy bien explicado
De verdad no las entiendo a muchas, deberíamos de vernos como aliasdas y no como enemigas.
Muy bien, más claro agua. Habría que recordarle a ciertos liberales que eso de lo que hablan no es feminismo sino fecinismo. Más info aquí: https://bit.ly/2TkTtEH