Pobreza
Las personas sin techo reivindican sus derechos en una campaña electoral sin sitio para ellas
Personas en situación de calle llevan acampadas frente al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social desde el 16 de abril. Exigen que se respeten sus derechos y se visibilicen sus demandas en una campaña electoral en la que se sienten ignoradas.


No le importa cómo lo arreglen, que si housing first, que si albergues, que si repoblar pueblos, lo que se inventen estará bien. El caso es tener un sitioLo que Miqui pide es muy sencillo: que si un policía le encuentra durmiendo en la calle, no le haga irse de ahí porque molesta, sino que le diga a él, a cualquier persona sin techo: “Oiga, ¿usted necesita ayuda?, ¿quiere venir a un sitio para dormir? Venga, que hay un sitio donde puede descansar”. No le importa cómo lo arreglen, que si housing first, que si albergues, que si repoblar pueblos, lo que se inventen estará bien. El caso es tener un sitio. Y eso que él tiene la suerte de ser joven y poder correr si le atacan, o seguir buscándose la vida haciendo lo que caiga, como aquellos cinco años que pasó pastoreando a cambio de techo y comida. Pero hay gente mayor en la calle, eso es lo más grave, afirma mientras mira a un señor con el pelo blanco que se desplaza con dificultad.Javier en realidad no es tan mayor, cumple 58 años mañana, Día del Libro. Pero su situación de salud es muy precaria, dice contar con más de un 80% de minusvalía. No es esta la primera causa por la que se moviliza, estuvo muchos años vinculado al movimiento ecologista, tenía una casa donde llegó a alojar durante muchos años a una persona, que como él ahora, no tenía techo. “Si eso lo he podido hacer yo, ¿cómo es que no lo está haciendo el Estado?”, se pregunta. Hace dos años, un desahucio le dejó sin hogar a él también. Javier enumera sus males: problemas de equilibrio, una hernia, problemas con la boca, huesos, vista, pies. El listado es largo y lleva a preguntarse cómo una persona en su condición física se encuentra en esa situación de desprotección. “Eso mismo me pregunto yo”, dice. “A veces pienso en llamar al médico de cabecera, o directamente a urgencias y pedir que me internen”. Lo que más le indigna a este madrileño es la falta de solidaridad: “Si tu ves a una persona con problemas, ayúdale, no pases de él, pero la gente dice es su problema’ y ahí se acaba su responsabilidad”. Pero, para Javier responsabilidad hay, ya no ante la sociedad si no hacia una divinidad en la que cree. Piensa que esa divinidad está enfadada, debe estarlo ante las cosas que ha visto en la calle, cómo la gente se aprovecha de la vulnerabilidad de las personas solas, sobre todo de las mujeres, denuncia.“Lo cierto es que hay muchas personas en la calle, unos durmiendo en la Plaza Mayor, otros en la Plaza del Rey, otros en los soportales, otros bajo puentes, otros en el Viaducto de la calle Bailén”, describe lo que ve. Y piensa que si nadie aborda este problema no es porque no lo vean, sino porque cuesta dinero.Selena, una mujer ecuatoriana que se vino a España durante la peor crisis económica de su país, después de que “nos dolarizaran la economía con una moneda asquerosa del imperio”, ha pasado la mayoría de los 20 años que lleva en Madrid sin un hogar. Lleva con ella una carta de una concejala de IU datada en 2010: “Aquí se explica que entonces estaba en el albergue de San Isidro, donde había doscientas y pico de personas y solo tres váteres y tres duchas, y todo en malas condiciones, y nos daba un trato denigrante el personal que estaba allí”. Selena denunció junto a otras 30 personas, no sirvió. Ahora, con 63 años cumplidos, la situación no es mejor. Como muchas otras mujeres, evita dormir en la calle por los riesgos que entraña, va como puede metiéndose en albergues, alquilando cuartuchos. Ahora se queda en un trastero que le subalquilan “a un precio desorbitado, y no me dejan prender ni la luz”. Protesta porque quienes le alquilan no le tratan bien, pero tampoco tiene otro sitio al que ir. “A ver qué ofrece el que quede de presidente, esperemos que al menos algo de humanidad. Es que aquí se favorece solo a las multinacionales, las empresas y los bancos que se llevan los recursos del Estado, que son para la gente”.

Con un techo, dice Joaquina, se puede una asear por la mañana e ir a buscar trabajo con otro ánimo. Sin un techo, eso no es posibleCon un techo, dice Joaquina, se puede una asear por la mañana e ir a buscar trabajo con otro ánimo. Sin un techo, eso no es posible. “Nosotros venimos de Catalunya —interviene el hijo—, tanto hablar de patriotismo, de aplicar el 155, pero qué pasa con los demás artículos de la Constitución, los que deben garantizarte una vivienda digna, una calidad de vida, un trabajo”. Al lado del hijo de Joaquina, otro hombre de unos treintaytantos años, Andrés, cuenta que durmiendo en la calle le han pegado más de una vez. “Jóvenes, imagino que de extrema derecha”. Lleva una chapa de las brigadas internacionales y culpa de la situación a “los bancos que manejan a los políticos”. “Y los que dicen que son muy patriotas que sepan que esto también es España, que hagan algo por la gente que desahucian o la gente que dejan tirada en la calle; toda esa gente es España”, recuerda. “Mira, no somos mala gente, no tenemos problemas con las drogas, con el alcohol, nada. Esto le podía haber pasado a cualquiera, les puede pasar a ellos”, insiste Joaquina. “Yo solo les pido que pasen un día lo que nosotros pasamos, y luego verás que cambian todo”.Esta noche irán a Torrespaña, a las afueras de un debate electoral en el que no creen que se les mencione. Para que esto cambie van a llevar pancartas y hacer presión. “Yo les diría tres cosas a los políticos”, cierra Joaquina. “Lo primero: que nos tengan en cuenta, lo segundo: que somos gente como cualquiera, y lo tercero: que esto tiene solución, pero tienen que querer solucionarlo”.
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