Opinión
Contra la actualidad (de ñiñiñís y clavos ardiendo)

La política se nos ha llenado tanto de villanos que necesitamos nuestros héroes. Cómo no buscar la ilusión hasta debajo de las piedras antes de volver a tropezarnos con ellas.
Pablo Iglesias 2015. Wikipedia Asturianu
17 mar 2021 07:53

Hace días que intento escribir este remedo de manifiesto contra la actualidad pero la actualidad no me deja. Se inserta en cada reflexión, enreda todos los hilos de los que intento tirar, boicotea todos mis amagos de sentarme en la orilla de los acontecimientos e intentar entender qué diantres pasa. Vivimos en un revoltijo de últimas horas que se lleva todo nuestro aliento.

Tocaba quizás hacer retrospectiva de este año, parar a preguntarse por qué en los primeros tiempos de todo esto la gente hablaba de aprendizajes y cambios, de qué era esencial y qué accesorio, de qué impostergable y qué dañino, y ahora pareciera que nos hemos resignado a no aprender una mierda de nada, a amnistiar a las piedras con las que una y otra vez nos tropezamos, como si fuera impensable transitar otras sendas.

El pasado se convierte en una sucesión de últimas horas, y el futuro en carne de apuestas y de porras, las decisiones de una sola persona pueden agitar todo el tablero

El pasado se convierte en una sucesión de últimas horas, y el futuro en carne de apuestas y de porras, las decisiones de una sola persona pueden agitar todo el tablero. Y al final hasta nos parece bien, decimos qué buena estrategia, alabamos la inteligencia de ir cambiando los nombres con gran oportunidad. Día a día vamos mejorando nuestras competencias como espectadores, afilando nuestras mañas como analistas de Twitter.

Políticas a las que no conocíamos hace año y medio nos parecen imprescindibles, políticos que nos han decepcionado en varias temporadas nos parecen necesarios, necesitamos a toda costa ilusionarnos y para excitar nuestra sed de primavera parece más fácil apostar a una cara que mira ante la cámara con aparente honestidad y habla el idioma del sacrificio y la gesta que creer que pueda brotar futuro de lo colectivo y anónimo. La política se nos ha llenado tanto de villanos que necesitamos nuestros héroes.

Este me gusta, este no me gusta, qué honesta parece esta, qué estratégico el otro, pero qué bien habla aquel, mi favorita es aquella, mira qué mirada limpia, yo pongo toda mi esperanza en esta otra, qué capacidad de conciliación. Yo no sé qué hace Panini que no ha sacado aún su colección de cromos.

Lo que nos pide el cuerpo es ser fans, poder entusiasmarnos con una prosa amable y decirle cosas bonitas, que llevamos demasiado tiempo odiando cotidianamente a quien nos gobierna y mascullando insultos irreproducibles. Es ya de viejunas invocar al fantasma de Anguita con su programa, programa, programa, o de ilusos quincemayistas mentar los programas participados y colectivos como el que palideció tras la papeleta con cara de las europeas de 2014, o aquel que se convirtió en una lista de sugerencias para la penúltima salvadora de la izquierda en Madrid.

Claro, cómo no buscar la ilusión hasta debajo de las piedras antes de volver a tropezarnos con ellas. Cómo no dar la bienvenida —aunque sea tibia— a cualquier as en la manga que pueda hacer retroceder la certeza de un gobierno doblemente fascista del PP con Vox. Cómo no acabar rogándole a los mismos que tantas veces nos han hecho rasgarnos las vestiduras que nos rescaten de este lodazal sin moral, sin respeto y sin preocupación por el futuro que es la política madrileña a la que siempre parece caberle un giro más de tuerca.

Qué difícil sacar la cabeza de esta política líquida hecha de declaraciones y golpes de efecto, de doctrina del shock y chascarrillos. Cuando las cosas van tan rápido, los equipos, las ideas, los proyectos se vuelven una estela difusa de la que solo vemos vídeos en Twitter. Pareciera que no nos resta más que ser pragmáticos apoyadores de alguien. O eso, o convertirnos en fatuos escupidores de ñiñiñís.

Existe la necesidad de tantas de agarrarse a cualquier clavo ardiendo porque Ayuso con Vox de la mano no trae solo memes, son gente que destruye y asola. Es arduo volver a construir sobre lo que esta gente destroza

¿Tú sabes qué hacer? ¿Tienes la receta? Yo lo que traigo encima es solo desconcierto, y la certeza de que todo el mundo puede equivocarse. Existe la necesidad de tantas de agarrarse a cualquier clavo ardiendo —una expresión en alza entre mis afectos— porque Ayuso con Vox de la mano no trae solo memes, son gente que destruye y asola. Es arduo volver a construir sobre lo que esta gente destroza. Y cuando de destruir y asolar se trata, siempre empiezan a pagar los mismos.

Pero esos mismos, hasta qué punto se pueden —nos podemos— sentir interpelados: los damnificados con el RMI que lo siguen siendo con el IMV, quienes vivieron el gobierno del cambio en Madrid, con el mismo exacto miedo a un desahucio, la gente de los barrios del Sur, que vieron pasar cuatro años de ilusiones por sus calles sin que dejasen mucho poso.

Y qué hay de los movimientos sociales que recuerdan lo efímero de los vientos que soplaron entonces, quienes se ilusionaron —ilusión divino tesoro— con alguien que dejó magdalenas, amiguetes, operaciones chamartines, y centros sociales vulnerables como legado. Política líquida que descuidó lo que permanece.

Me vuelve el ñiñiñismo fuerte, un ñiñiñismo que quizás no toque, porque también está ahí la conciencia de que no tenemos ni idea de qué hacer. Que el miedo, el espanto y el hartazgo no son faros que iluminen ningún ambicioso camino. Que lo prioritario es asegurarnos de que un muro de sólido neoliberalismo facha no acabe con cualquier posibilidad de pensar horizontes.

Pero también, si ya estamos polarizados, por qué no polarizar desde otro lado, porque no polarizarle a la ultraderecha desde el proyecto, desde abajo, y no desde el superheroísmo que quema a las personas de carne y hueso por un lado, que quema nuestra ilusión en cada resaca electoral, y que —lo peor de todo— quema nuestra agencia.

Qué bonito hubiese sido que hablasen entre ellos en lugar de hablarle al tuiter, que hablaran a la gente de que nos salvemos juntas, no (solo) con votos, sino con ideas, con propuestas, con exigencias, con una jerarquización de lo fundamental e importante, con un plan de choque social como el que tantos salieron a defender en las calles. Qué bonito hubiese sido un poquito menos de golpe de efecto y un poquito más de cambio de estrategia radical.

En fin. No debe de ser el momento. ¡Qué sé yo! ¡Qué buena jugada, Pablo!! ¡¡Sálvanos por favor, Mónica!! Ñiñiñí, ñiñiñí, ñiñiñí. Saca palomitas, compa. Y unas aspirinas. Y apágame el módem que estoy enloqueciendo.

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