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Partido Popular
Casado acelera su dique contra Ayuso y el PP entra en eclosión
“Cuando tenemos a alguien que gana elecciones, nos va la marcha”, dijo Isabel Díaz Ayuso durante una de sus réplicas a la diputada Mónica García. El embate entre ambas, un clásico ya en la Asamblea de Madrid, servía de escenario para que la presidenta regional lance un katiusha disfrazado en sutileza para el despacho principal de Génova 13. La frase es de alto voltaje: se asume el conflicto y se lo asume en público.
En las últimas dos semanas ha ido in crescendo el pleito. La excusa es la presidencia del PP de Madrid, un cargo con una pesada mochila por todo lo que representa la región para la derecha española. Está grabado en el subconsciente de todos los conservadores el contrapeso interno que significó Esperanza Aguirre para Mariano Rajoy cuando éste quiso desmarcarse del dogma y praxis aznarista.
El problema de fondo no es la memoria de ese pasado reciente ni la arquitectura partidaria sino de liderazgo. Como ya se anticipaba desde la primavera, el ascenso y triunfo contundente de Ayuso, junto con sus características personales que gusten o no le han hecho tener una conexión especial con el votante de derechas, es un combo que ha terminado de asustar al presidente del partido y sus adláteres.
Si bien Ayuso nunca ha manifestado su intención de ser candidata a presidenta del Gobierno del Estado próximamente y ha expresado fidelidad continua a quien la inventó, el fenómeno político-cultural que representa la trasciende. Es mimada por los medios de derecha de la capital, se ha ganado el respeto de los barones de su partido y ha demostrado tener una llegada al ciudadano promedio que muchos otros envidiarían. Muchos formadores de opinión de la derecha españolista, como Jiménez Losantos, están abiertamente a favor que ella sea la líder nacional del PP.
Todo el sector que es más proclive a dar una batalla cultural a la izquierda, a no temer al pacto con la ultraderecha y a pasar a una dialéctica trumpista se identifica lógicamente con la presidenta madrileña
Algunos referentes importantes del partido, con mucho eco mediático, como Esperanza Aguirre y Cayetana Alvarez de Toledo, no lo dicen pero no hace falta ser Freud para deducir que su predilección decanta por Ayuso. Todo el sector que es más proclive a dar una batalla cultural a la izquierda, a no temer al pacto con la ultraderecha y a pasar a una dialéctica trumpista se identifica lógicamente con la presidenta madrileña y no se entusiasma por un Casado con menos carisma y una estrategia difícil de decodificar.
La vía Aznar de los chiquilicuatres
Un alto cargo del Ejecutivo madrileño que sigue a sol y sombra a Ayuso respondía así a la pregunta de El Salto: “No estamos hablando del tema. La presidenta solo ha manifestado algo que todo el mundo daba por hecho y que es que se presentará a presidir el PP de Madrid”.
La misma fuente añade que esta estrategia tiene como objetivo “recuperar la normalidad” y que la doble presidencia, autonómica y partidaria, “es algo que sucede sin ningún problema en el resto de las comunidades autónomas”. El jugo está en el subtexto: si no hay ningún problema ni Génova se entromete en otras filiales del PP, no debería ocurrir lo contrario en Madrid.
Lo que propone el team Casado, con su número dos Teodoro García-Egea elucubrando tras bambalinas, es la denominada “vía Aznar”, que según Génova sería la más beneficiosa para el PP de Madrid. Osea, para ellos. Desean que haya un congreso que vote la o las candidaturas que se presenten y que la máxima autoridad votada no sea la presidenta regional, que además tiene muchas posibilidades de ser reelecta en 2023.
La relación del PP estatal con el madrileño es muy especial. Madrid representa en términos políticos la joya de la derecha española, es la trinchera desde donde los conservadores buscan regular y morigerar el peso de los catalanes y vascos y tiene una carga económica y simbólica esencial. Y la historia del partido hace que lo que suceda en la metrópoli castellana impacta profundo en el destino del PP. Casado lo sabe porque ha vivido las dos etapas: cuando entró en Nuevas Generaciones imperaba la vía Aznar, y luego llegó la etapa de Rajoy, en la que Aguirre y Cifuentes ostentaron ambos cargos.
Pero Génova desea volver a los tiempos en que no se consideraba algo tan natural que la presidencia partidaria debía ser la del huésped de la Real Casa de Correos, como ocurrió en los ‘90. Quieren mantener el control al menos parcial de la estructura orgánica ante posibles tensiones internas y convocatorias electorales. Además, desean que Madrid no se desmarque y espere al primer semestre de 2022 para renovar sus autoridades (hoy son Pío Escudero, que asumió como presidente tras la renuncia de Cifuentes, y Ana Camins de secretaria general).
La dirección estatal ha metido en el culebrón al alcalde Martínez Almeida, portavoz del partido desde la defenestración de Cayetana. Lo señala como presidente regional y un buen contrapeso interno.
La dirección estatal ha metido en el culebrón al alcalde Martínez Almeida, portavoz del partido desde la defenestración de Cayetana. Lo señala como presidente regional y un buen contrapeso interno. Claro, Almeida no puede aspirar por el momento a competir contra Pedro Sánchez ni tiene la fuerza en la calle que tiene Ayuso. Génova busca así que la presidenta se avenga a negociar y acepte una lista de consenso que divida las tres jefaturas de la región: municipal, autonómica e interna.
En la acera de enfrente el ayusismo planta cara con otras propuestas: una unidad entre Ejecutivo regional y presidencia del partido, resolución de la renovación de autoridades antes de Navidad (nada de esperar a 2022) y sobre negociar los espacios internos del PP madrileño pues ya se verá. Hace ya muchas semanas Ayuso dijo públicamente que lo del PP regional era una “anomalía” y ha ratificado sus intenciones a fines de agosto. Fue demasiado para Casado. Su entorno se ha encargado de filtrar que ha disgustado que haga sombra a la convención política de fines de mes que la cúpula ha organizado.
Fuentes del PP han explicado a El Salto que esta convención se trata de “algo extraordinario” y que no suele realizarse. Buscarán escenificar la unidad y se aprobará en forma simbólica y protocolar la estrategia del partido para este curso político. “Por eso es una reunión importante. Tendrá varios eventos en varias ciudades y el 2 y 3 de octubre acabará en la ciudad de Valencia”. Quieren una macroasamblea para no dejarle todo el protagonismo del mes al congreso federal del PSOE, que será unos días después en la misma ciudad.
Casado no lo tiene tan fácil internamente, no está en un momentum de liderazgo indiscutido. No sólo varios medios juegan más a favor de Ayuso que de él sino que voces con mucho eco como Aguirre salen a esmerilar su liderazgo.
Pero Casado no lo tiene tan fácil internamente, no está en un momentum de liderazgo indiscutido. No sólo varios medios juegan más a favor de Ayuso que de él sino que voces con mucho eco como Aguirre salen a esmerilar su liderazgo. En una entrevista a El Mundo, la expresidenta ha llamado “chiquilicuatres”, sin nombrarlos pero con clarísima intención, a los nuevos cuadros de la dirección estatal. Ha lamentado que no haya gente “mayor de 55 años” pensando la estrategia de acción y dijo que actuar para poner un dique de contención a Ayuso hoy por hoy es jugar a favor de Sánchez.
Un fantasma llamado Isabel
Jueves a la noche. El telediario de Telecinco hace un breve informe sobre la visita de Ayuso a una universidad privada y católica de Madrid. La noticia es presentada no por el contenido de lo dicho sino con el “así fue recibida la presidenta”. Ponen subtítulos de los gritos (a favor, claro) de algunos de los muchos simpatizantes. También aparece no el discurso sino la broma de Ayuso sobre su entrada, tras decir que se sentía emocionada por la bienvenida: “Me he sentido Britney Spears”.
No hace falta imaginar la cara de Casado viéndolo por TV desde la casa. Su carencia es lo que lo lleva a acelerar el dique de contención contra Ayuso. No porque no tenga quién lo vitoree (quien escribe ha sido testigo presencial de muchas muestras de afecto para con él en actos públicos por parte de simpatizantes), sino porque hay algo que falta. Será carisma, será capacidad de empatía, será el arropamiento de muchos medios. Pero algo no acaba de funcionar para él y observa cómo sí funciona para alguien que él ha inventado y que hasta hace no mucho era la CM de la cuenta de Instagram de la mascota de Aguirre.
En el mismo pleno de la Asamblea de Madrid en el que Ayuso decía lo que prologaba esta pieza, la presidenta hizo este ataque a Mónica García: “Usted es la izquierda caviar hipócrita. Un día se presenta en Ana Rosa con un look ‘pepero’ con tirabuzones a decir que abriría más la hostelería, y al día siguiente va a la cadena Ser a decir que es la más moderna y que está en contra de mis políticas”.
Es un experimento con el sello de Miguel Angel Rodríguez, el exjefe de gabinete de Aznar y un hombre que no cuenta con las simpatías de Génova pero que lidera el proyecto ayusista sin importarle la dirección estatal.
En este tipo de registros discursivos, con sus estudiados tonos que bordean lo cómico, radica tal vez la diferencia que no puede zanjar Casado. Porque si él lo dijera, quedaría sobreactuado o desperfilado. En Ayuso queda bien, la acerca a la gente (al menos al espectro de centroderecha y derecha) y de ella se espera esta mezcla trumpista thatcherista con ingredientes castizos. Es un experimento con el sello de Miguel Angel Rodríguez, el exjefe de gabinete de Aznar y un hombre que no cuenta con las simpatías de Génova pero que lidera el proyecto ayusista sin importarle la dirección estatal.
Es por esto que Casado no se mete ni construye diques al sur de la Sierra Morena ni en el macizo galaico-leonés. Porque los presidentes de la Junta andaluza y de la Xunta no representan una amenaza a su liderazgo, no están en el centro de la escena de los grandes medios de la derecha y no figuran en la agenda ni en el sentir del votante conservador. El trono no le es disputado por Arrimadas ni por Abascal, ambos con un techo mucho más bajo. Se lo disputa, aunque no quiera, quien fuera su ocurrencia de 2019.
¿Y si Ayuso sí quisiera? Es un enigma. Seguramente quiera ser algún día presidenta del Gobierno, pero lo que es un enigma es si está dispuesta a serlo en 2023. Ciertamente es un anhelo para muchos que desean ver a Sánchez eyectado de Moncola y la ven a ella con más posibilidades. Un dato a favor de la permanencia de Casado es que por ahora no hay nadie que tuviera la densidad electoral de Ayuso para reemplazarla en Puerta del Sol.
Pero los tiempos de la política posmoderna son frenéticos, las encuestas mandan y el equipo ayuser trabaja para encumbrarla. Su agenda de intervenciones en medios latinoamericanos y su próxima gira por Estados Unidos son prueba de ello. Quizás no esté preparándose para sustituir a Casado y ser ya la candidata, pero tampoco actúa como si fuera todo lo contrario. Es que, como ella bien dijo, en el PP les va la marcha.