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Oriente Medio
Dos décadas después el mundo contempla el desastre generado por Estados Unidos en Afganistán
El 11 de septiembre se cumplirán 20 años de la mayor cadena de atentados que Estados Unidos ha sufrido en su territorio en toda la historia. Aquel ataque desencadenó una serie de decisiones que dieron comienzo, en primer lugar, a la guerra más larga librada por ese imperio. Una guerra sostenida a base de mentiras y que, como se ha demostrado recientemente, los presidentes que sucedieron a George W. Bush —y al vicepresidente Richard 'Dick' Cheney, comandante en jefe en la sombra durante ese periodo— supieron que no se iba a poder “ganar”.
Dos décadas después del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, el miedo de la administración de Joseph Biden es que los talibanes —a quienes se fue a combatir aquel lejano 7 de octubre de 2001 y a los que, de hecho, se había derrotado solo un año después con el apoyo de la llamada Alianza Norte— provoquen una imagen como la de la evacuación de Saigón, uno de los episodios más patéticos de la historia militar estadounidense. Una salida apresurada en helicópteros que puso fin a la guerra de Vietnam.
La decisión irrevocable de terminar con la presencia de tropas estadounidenses antes del simbólico 11 de septiembre —no así de cesar los bombardeos— ha recrudecido el conflicto en este país de Oriente Medio. Los ataques comenzaron en mayo pero durante las dos semanas de agosto se han acelerado de un modo que ha “sorprendido” a la inteligencia estadounidense. Una inteligencia que durante dos décadas ha sostenido el “timo piramidal”, en palabras del analista especializado en oriente medio Juan Cole, en que se convirtió la guerra más larga, que ha costado 150.000 vidas desde 2001.
ACNUR, agencia de Naciones Unidas para los refugiados, estimaba en una nota que de las 250.000 personas desplazadas desde finales de mayo, el 80% son mujeres y niñas
El foco, sin embargo, no está en estos momentos en la opinión pública estadounidense sino en el avance desatado de los talibanes en todo el país. 32 de las 34 provincias de Afganistán registran combates y el avance de los talibanes es más rápido que lo esperado. En una semana han tomado 17 capitales.
El jueves cayó Herat, la tercera ciudad del país, tras dos semanas de asedio. Pese a que el mismo jueves el Pentágono no quería reconocerlo oficialmente, los reportes indicaron que los talibanes también tomaron Kandahar, la segunda ciudad más importante del país, en la que las fuerzas armadas afganas habían desplegado a sus comandos de élite.
Y se conocen gota a gota las consecuencias de este ataque relámpago: se calcula que ha habido mil asesinatos de civiles en el último mes, de han denunciado los matrimonios forzosos impuestos a las mujeres, que ven amenazadas, entre otros sus derechos a trabajar y estudiar en las áreas bajo control talibán. Ayer, ACNUR, agencia de Naciones Unidas para los refugiados, estimaba en una nota que de las 250.000 personas desplazadas desde finales de mayo, el 80% son mujeres y niñas.
La caída de Kabul, en la que viven 4,7 millones de personas, puede ser cuestión de días o de semanas, indican las fuentes occidentales The Washington Post refleja que una “nueva y sombría evaluación de inteligencia” ha fechado la posible caída de Kabul en un plazo de 30 a 90 días. Es una revisión al alza sobre las estimaciones que se hacían en junio de este año, que calculaban que la capital no podría caer antes de seis meses.
La embajada de Estados Unidos ha instado a sus nacionales en la ciudad a evacuar la ciudad en vuelos comerciales, y el Gobierno de Biden se ha visto obligado a anunciar, en las últimas horas, el envío de 3.000 soldados para garantizar la evacuación, con la perspectiva de ese “momento Saigón” en primer plano.
La población afgana
Pero la situación es mucho más grave para la población autóctona. El 6 de agosto, es decir, antes de la ofensiva de esta semana, la Agencia para los Refugiados de la ONU (ACNUR) estimaba que en lo que va de 2021, “unos 360.000 afganos se han visto obligados a huir de sus hogares debido al conflicto”.
Se espera que sean más, el martes, un funcionario de la UE refirió que la propia ONU estima que medio millón de personas podrían verse obligadas a salir de Afganistán hacia los vecinos Pakistán, Irán y Tayikistán a medida que la situación se deteriore. Al recrudecimiento de la guerra provocado por la salida de las tropas estadounidense se suma, según la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que más del 80% del país sufre una sequía que está provocando una grave escasez de alimentos y agua.
El éxodo está provocando un desesperado viaje de miles de personas hacia Iraq, con la esperanza de llegar hasta Turquía. La respuesta inicial de los países de la Unión Europea a la que apunta como una nueva crisis migratoria no pudo ser más fría. El 10 de agosto, los ministros de Interior seis estados miembro —Alemania, Austria, Grecia, Dinamarca, Países Bajos y Bélgica—enviaron una carta a la Comisión Europea pidiendo que no cesen las repatriaciones hacia Afganistán de solicitantes de asilo, después de que el Gobierno de Kabul impusiera una moratoria de tres meses al retorno de población afgana expulsada desde Europa.
El 8 de agosto, las bombas de un B52 estadounidense destruían un instituto y una clínica en la ciudad de Helmand, causando 20 víctimas civiles
Sin embargo, la situación obligó a los Gobiernos de Alemania y Países Bajos a tomar decisiones en sentido contrario, a instancias de sus Ministerios de asuntos exteriores. Alemania suspendió las deportaciones de solicitantes afganos en su suelo, lo que puede afectar a aproximadamente 30.000 personas pendientes de expulsión. Turquía, por su parte, no ha suspendido estos vuelos. El 12 de agosto, según la organización Amaso, de apoyo a los migrantes afganos, el Gobierno de Erdogan fletó un vuelo con 460 solicitantes de asilo con destino Afganistán.
460 Afghans were deported from #Turkey to #Afghanistan late last night. At the airport they were met by the officials from MoRR and IOM. Since most of the European countries have put a halt on deportation to #Afg, we urge #Turkey to do the same. source: MoRR pic.twitter.com/8ovBbWkWcv
— AMASO (@AmasoOrg) August 12, 2021
Además, la promesa por parte de EE UU de mantener los bombardeos aéreos en coordinación con las fuerzas armadas afganas tiene consecuencias graves. El 8 de agosto, las bombas de un B52 destruían un instituto y una clínica en la ciudad de Helmand, causando 20 víctimas civiles. Otro bombardeo atacaba la ciudad de Shebergan. Estados Unidos ha mantenido, asimismo, el uso de drones.
Afganistán
Dieciocho años de mentiras para justificar la guerra más larga
En el peor punto de un conflicto que se ha recrudecido en los últimos tiempos ⎼solo en 2018 se contabilizaron diez mil víctimas civiles⎼ la publicación de entrevistas confidenciales a responsables de la invasión de Afganistán ha anulado la coartada de que Estados Unidos progresa en sus objetivos en una guerra que dura ya 18 años.
La evacuación
Tras el ataque relámpago de los talibanes, la toma de Kabul se plantea como el último hito de la conquista del país por parte de este movimiento político, que en el momento de la invasión estadounidense no controlaba tanto territorio como el que posee a fecha de 14 de agosto. Los talibanes reclaman la caída del Gobierno de Ashraf Ghani. Si no, avisan de que lanzaran un ataque antes de que llegue el helado invierno. Tienen ventaja y por eso sus representantes en las negociaciones de Doha, en Qatar, no se ven apremiados para la negociación.
La estrategia para asediar la capital se ha visto reforzada por el control de dos puntos estratégicos por sus autovías: Puli Khumri, a 200 kilómetros de Kabul y Ghazni, a 150 kilómetros y considerada tradicionalmente la llave para el control de la principal ciudad del país.
La situación de caos y el aroma de espantada tiñe todas las decisiones del Gobierno de Ghani, quien el miércoles 11 de agosto nombró al cuarto jefe del ejército en un año. Khalid Payenda, hasta ese día ministro de Finanzas, dimitió y salió del país, después de que los talibanes tomaran puestos aduaneros estratégicos, detrayendo del Tesoro afgano aproximadamente 30 millones de dólares de una tacada, según Bloomberg.
El Gobierno Ghani, que fue de hecho puenteado en 2020 cuando la administración de Trump pactó un acuerdo con los talibán que han devuelto al terreno líderes militares que permanecían encarcelados, afronta la ofensiva con muy pocas expectativas de permanecer en el poder
A través de Zalmay Khalilzad, enviado especial a las negociaciones de Qatar, EE UU intenta en el transcurso de las últimas horas que negociadores de Unión Europea, Rusia y China se unan a las conversaciones en el emirato. Khalilzad tiene la misión de advertir de que Afganistán se convertirá en “un Estado paria” si no se producen negociaciones.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas prepara una declaración en ese sentido con la amenaza de sanciones por los abusos y los actos llevados a cabo durante la ofensiva militar. Del mismo modo, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió el viernes de que los talibanes “no serán reconocidos por la comunidad internacional si toman el país por la fuerza”.
Pero, en las últimas horas, los medios estadounidenses reportan que los esfuerzos de Khalilzad se centran en garantizarse que no se produzca un ataque o la destrucción de la Embajada de Estados Unidos en Kabul. Un miedo que, unido al “efecto Saigón” tiene un coste político interno para Joe Biden, como muestra el temor por parte de un senador republicano, citado por The Washington Post de que “al-Qaeda y los talibanes pueden celebrar el vigésimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre incendiando nuestra embajada en Kabul".
Un mando militar estadounidense, al que cita Financial Times, admite que las fuerzas armadas afganas no estaban preparadas para controlar todo el territorio, las principales ciudades y vías de comunicación, así como las infraestructuras clave. “Los talibanes han tenido más éxito en ganarse la lealtad de las minorías en el norte y el oeste que las fuerzas gubernamentales reclutando pashtunes del sur, y el pequeño número de tropas bien entrenadas del gobierno no puede estar en todas partes a la vez”, escribían esta semana los antimilitaristas Medea Benjamin y Nicolas J.S. Davis. La estrategia talibán les ha superado en todo momento y la cuestión ahora es si funcionará el repliegue de las tropas de Ghani a Kabul. Y cuánto coste en vidas civiles tendrá esa batalla.
Más de mil millones
Biden ha mantenido la apuesta por la retirada, reconociendo implícitamente la magnitud de la derrota de Estados Unidos en Oriente Medio: “Gastamos más de mil millones durante 20 años, entrenamos y equipamos con equipos modernos a más de 300.000 fuerzas afganas”, dijo el martes, antes de descargar la responsabilidad: “Los líderes afganos deben unirse... Tienen que luchar por sí mismos, luchar por su nación ”.
La proclama choca con el acuerdo firmado el año pasado entre el Gobierno de Trump que, a cambio de algunas promesas como que no se permitirá el acceso de al-Qaeda al poder en las zonas de control talibán, no estableció ninguna pauta útil para una transición pacífica en un país devastado por el conflicto y corroído por la corrupción. Más bien al contrario, como señala el analista Juan Cole en Common Dreams, la gran mayoría del dinero que Estados Unidos gastó en ese país en los 20 años que siguieron a la derrota de los talibanes en 2002 fue para pagar las bombas que arrojaron sobre el país, "el dinero gastado en la construcción del lugar fue mínimo en comparación. Y gran parte se perdió debido a la corrupción”.
Los reportes de la ONU estiman que, por su parte, los grupos de combatientes talibanes, más parecidos a una guerrilla que a un ejército convencional, aglutinan a entre 55 y 85.000 soldados
Por otra parte, ese acuerdo, para el que no se contó con el Gobierno de Kabul, situó a este en una posición compleja, como un actor redundante, sin opciones de negociar y abandonados políticamente por Estados Unidos, que renunció además a exigencias en términos de libertades civiles, especialmente para las mujeres. Los analistas coinciden en que la alianza del Norte que funcionó como aliada de EE UU en 2001 y 2002 no va a revivir en este conflicto. Bastiones de entonces como Faizabad ya han caído bajo el control de los talibanes.
Edward Prince, portavoz del Departamento de Biden a los periodistas Estado de EE UU mantiene la línea principal del discurso del Gobierno de Biden. “Los afganos”, asegura, deben unirse para hacer frente a los talibanes. Desde Washington se sostiene que seguirán coordinando los ataques aéreos y que las fuerzas armadas, formadas por una cifra estimada de 300.000 soldados, aun son superiores numéricamente a los talibanes. Aunque la cifra, en un país gobernado por la corrupción, parece inflada.
Los reportes de la ONU estiman que, por su parte, los grupos de combatientes talibanes, más parecidos a una guerrilla que a un ejército convencional, aglutinan a entre 55 y 85.000 soldados.
Ayer, 13 de agosto, el blog especializado en conflictos Oryx publicaba en Twitter que los “nobles muyahidines” —en la terminología de la tercera entrega de la serie cinematográfica Rambo— habían requisado cuatro helicópteros Mi8/17. Las requisas de armas y equipos por parte de los militares talibanes están a la orden del día en un país en el que, tras 20 años de conflicto con Estados Unidos, tiene un boyante mercado de armas y una economía basada extraoficialmente en el cultivo de opio. Los observadores de la ONU calcularon en 2020 que los talibanes tienen unos ingresos anuales de entre 300 y 1.500 millones de dólares.
Mientras Estados Unidos achica aguas ante la opinión pública interior, tratando de evitar un segundo momento Saigón, el problema de los desplazamientos y la próxima crisis de refugiados se plantea para una Unión Europea sin propuestas en esta crisis. En una semana, los talibanes han tomado las principales vías de acceso y pueden plantear una aproximación a Kabul con la que obtener aun más beneficios. La siguiente fase implica a otros actores como Pakistán y su enfrentamiento sempiterno con India, Irán, Rusia o China, que actualmente no están implicada en las negociaciones de Doha. De momento, esta semana el mundo ha contemplado como el castillo de naipes que Bush y Cheney crearon y sus sucesores, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden, sostuvieron, se ha desmoronado y amenaza con arrastrar miles de vidas en su caída.
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Buen repaso. Muy lamentable todo, desesperante. Además, en los medios del régimen ya estamos escuchando lenguaje pre-bélico (que hay que "ayudar a la República", que si "intervención humanitaria", que si "estabilizar la zona", que si "lo bien que lo hizo allí España"...). A poco que toque el pito EE.UU. estamos de nuevo allí robando, saqueando, traficando y demás. Y habrá quien lo justifique, como si en veinte años no hubiéramos aprendido nada.
Pues eso, una auténtica mentira establecida por el gobierno de los EEUU, para hacernos creer que luchaban por la libertad y la democracia. Pero ellos fueron quienes crearon a los talibanes, derribaron el gobierno popular y nacionalista en los 90 con ellos, y se han dedicado en estos veinte años a hacernos creer que luchaban contra el terrorismo, cuando han desviado miles de millones de euros a las empresas armamentísticas, el cultivo de opio y el saqueo de los recursos naturales afganos. Y de mientras el pueblo afgano sufriendo la violencia, desde tierra por los talibanes y desde el cielo por los EEUU