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Opinión
Una victoria que pasa por Francia Márquez
Bajo un análisis político desde la izquierda que busque salirse de lo emocional el resultado de las elecciones del pasado domingo en Colombia no es bueno. Y no lo es porque pese a la victoria en primera vuelta, una victoria asumida desde hace meses por lo que avanzaban las encuestas, el escenario que ha resultado es el peor, o de los peores, imaginados. Esto evidentemente, no te lo dirán en campaña y tampoco tienen porqué decírtelo.
Decir que el resultado es malo no implica negar elementos muy destacables de los que sin duda se puede, y quizás se deba, aferrarse en este momento. El primero es el amplio aumento de votos en primera vuelta para Petro con respecto a las últimas elecciones. Básicamente ha sacado en primera vuelta más votos que hace cuatro años en segunda. Las amplias victorias en urbes principales del país (Bogotá al final con menor voto del esperado) y sobre todo la consolidación de un respaldo tan importante a un proyecto político enunciado desde las izquierdas en un país donde históricamente, por un lado, se les ha criminalizado y se las ha asesinado por otro, permiten que hoy se pueda hablar de una esperanza marcada por una tendencia.
Sin duda, dicha tendencia ha estado definida por los contextos en los que se ha ido dando (Proceso de Paz y la resistencia desde el uribismo y el gobierno de Duque; declaraciones de la JEP; pandemia; aumento de la violencia; masacres; lideres sociales asesinados; paro y la respuesta violenta del gobierno) y los actores políticos que han protagonizado ese periodo. Un contexto y unos actores que pueden cambiar en el futuro alterando esa tendencia. El mapa de los resultados electorales tiene un paralelismo demoledor con el del pasado plebiscito por la Paz.
El resultado de la primera vuelta sorprendió, o por lo menos nos lo han vendido como una sorpresa, cuando lo cierto es que el capital mediático ya venía reforzando la probabilidad de que finalmente fuera Rodolfo quien se alzara con el segundo puesto en las votaciones
Pero es que, en la partidocracia, y sobre todo con sistemas presidencialista como el de Colombia, ganar significa gobernar. Y la izquierda que aspira a gobernar solo podrá celebrarlo si el próximo 19 de junio sale con mayor número de votos que la ultraderecha a la que se enfrenta.
El tándem Petro/Francia llegó a aspirar a poder obtener más del 50% de los votos en la primera vuelta a sabiendas de la complejidad a la que se enfrentarían de no ser así. Pese a ello, la dificultad en una supuesta segunda vuelta contra Fico se pensaba viable. El sabido desgaste del uribismo representado en Fico, la volatilidad del voto hacia Rodolfo y la espera de una reacción del fajardismo daban alas a una victoria del tándem de izquierdas. Pero el resultado sorprendió, o por lo menos nos lo han vendido como una sorpresa, cuando lo cierto es que el capital mediático ya venía reforzando la probabilidad —marcada como un deseo— de que finalmente fuera Rodolfo quien se alzara con el segundo puesto en las votaciones. De esta forma el escenario que se presenta es otro, y como he señalado antes, es el más complicado para la izquierda.
La política no es simplemente matemática o estadística. Es más, son pocas las veces donde las segundas vueltas son un mero reflejo de 2+1 de aliados y pactos que movilicen votantes inmóviles. Si asumimos que no hay duda en esto, tampoco la hay en que la polarización y el cada vez mayor proceso de bloques ideológicos en cuarentena hace que los trasvases de votos de las estructuras más definidas sean cada vez menores. Y no hablo simplemente de Colombia.
Colombia
Un cambio histórico Colombia puede dejar atrás el uribismo de la mano de Petro y Francia Márquez
Así, podemos perfectamente reconocer que el votante de Fico reproducirá su odio (no temo usar esa palabra en este contexto) antipetrista y lo que ellos creen que representa. Eso implica que votarán a Rodolfo, como por otro lado, el propio Fico solicitó en su declaración tras los resultados el domingo. Además, tal y como se está definiendo mediáticamente a Rodolfo, Fajardo no tiene los problemas de hacer explícito su apoyo por el ultraderechista (concepto que mediáticamente no se le atribuye y se le sustituye intencionadamente por el de populista) que sí tendría con el caso de Fico. Y efectivamente, así procedió el propio Fajardo al afirmar tras la primera vuelta “del lado de Petro nadie”. Así, las matemáticas, con los resultados dados, nos dicen que Petro necesita conseguir unos dos millones de votos. La pregunta es de dónde pueden salir esos votos. Sin duda, el 45% de abstencionistas (la estadística más baja en dos décadas) es un grupo al que apelar. Pero sobre todo pasa por conquistar, en tiempo récord, al votante volátil y novel de Rodolfo.
Por la forma en la que se ha construido mediáticamente el fenómeno Rodolfo, no es difícil pensar que una parte de sus votantes no tengan una vinculación ideológica o programática con él (sin entrar a discutir la propia maquinaria de compra de voto) y por lo tanto su fidelidad en el voto no esté garantizada. En estos días, su figura pasará a ocupar mucho más tiempo en medios y ahí (pese a los mass media) algunos podrán conocer mejor cómo la línea ideológica, sus apoyos políticos y, por qué no decirlo, su propia extravagancia puede reconducir el voto de una parte de su electorado. Quizás conviene que no asumamos tan a la ligera que el apoyo explícito de Fico, pero sobre todo del propio Uribe, no puede llegar a empujar a presuntos votantes de Rodolfo por un abstencionismo, un voto en blanco e incluso a un apoyo a Petro/Francia.
La clave está en situar ideológicamente al candidato de ultraderecha como alguien que lejos de suponer un cambio significa la continuidad del modelo político, económico e incluso cultural del establishment, pero con distinta cara, distintas formas y distinta retórica
Y aquí la clave está en el papel que debe jugar Francia Márquez en las próximas semanas. Una Francia que no incorpora la mochila de un pasado cuestionable que se le atribuye a Petro (y ello pese a que en el último mes pudimos ver una de las campañas más sucias contra una candidata en este país) y que precisamente es una verdadera outsider de la política estatal. Narrativa que ha venido apropiándose falsamente —con el beneplácito mediático— el propio Rodolfo. Pero sobre todo por la capacidad de emocionar y saber dirigirse y apelar a las clases popular, campesinas, indígenas y negras. Por su capacidad de incorporarles a todos en sus discursos y en su proyecto político. Ella es quien puede llevar el debate al terreno de lo político, lo ideológico, así como de lo emotivo, ahí donde Rodolfo no puede vencerla. La clave, o una de ellas, está en situar ideológicamente al candidato de ultraderecha como alguien que lejos de suponer un cambio significa la continuidad de un modelo político, económico e incluso cultural del propio establishment, pero con distinta cara, distintas formas y distinta retórica. La falacia del debate sobre la necesidad de un cambio debe ser redirigida al contenido de esos supuestos cambios, allí donde por necesidad las caretas se destapan.
La victoria de la izquierda el próximo 19 de junio pasa por el rol protagonista de Francia. Por su capacidad, fuerza de convocatoria y movilización en tiempo récord como ya hiciera el pasado 13 de marzo haciendo historia siendo la tercera más votada. Ese protagonismo situándola en el centro implica redirigir recursos y medios. Supone una agenda concreta que debe ser definida y estructurada. Petro tiene ahí una puerta, pero, sobre todo, el pueblo de Colombia tiene una oportunidad. Y todo ello, pese a tener todo el aparato político, económico y mediático en contra. No hay que resignarse.