Opinión
El sueño distópico de Silicon Valley
Lo hemos repetido hasta la saciedad: la cultura se domina a través del control material. Es decir, quien domina los espacios, tecnología y técnicas que producen cultura (televisión, radio, grupos editoriales, redes sociales y sus algoritmos) tendrá una ventaja insalvable para producir hegemonía. En consecuencia a lo dicho, la hegemonía es básicamente una estructura de valores, normas, ideas, imaginarios, propuestas políticas, económicas, urbanas, de género, culturales... que se presentan “como naturales, comunes, tradicionales”. En la sociedad capitalista la hegemonía siempre la ha tenido una clase social: los burgueses/empresarios.
Es desde este prisma que debemos entender la siguiente noticia publicada en LaSexta el pasado 27 de septiembre que da sentido a todo el artículo: “Donald Trump ha pasado de querer prohibir TikTok en Estados Unidos a firmar una orden ejecutiva para comprar la red social. Todo para poder controlar el algoritmo de la plataforma china que tanto éxito ha cosechado”.
Por supuesto, en este acuerdo entran los grandes magnates tecnológicos de Silicon Valley, fieles aliados de la reacción estadounidense. Siguiendo con la información de la noticia que os presentamos: “De hecho, el republicano (Trump) le ha cogido tanto cariño a TikTok que ha juntado a un grupo de aliados para que se conviertan en los accionistas de la plataforma. La familia real de Abu Dhabi es la última que se ha sumado al grupo de multimillonarios que quieren ser accionistas de la plataforma en Estados Unidos por 14.000 millones de dólares. Entre los demás, están Rupert Murdoch, magnate mediático y dueño de Fox, Larry Ellison, fundador de Oracle o el dueño de la tecnológica Dell. Todos tienen en común que son personas muy cercanas a Trump”.
Dentro de estos grandes magnates inmiscuidos en la compra y control del TikTok en EEUU nos encontramos a figuras como el nombrado Larry Ellison. Las compañeras de Proyecto Una ya nos advertían hace meses de su perfil: “Uno de los hombres más ricos del mundo, está obsesionado con alcanzar la inmortalidad. Le dicen excéntrico, por no decirle otras cosas peores. El fundador de Oracle pretende desarrollar IA a través de datos biométricos. Además, es un furibundo sionista”.
La compra de TikTok, por tanto, está relacionada con el simple y llano control político, ideológico y cultural de la clase capitalista
Esta gente, y su clase social (no olvidemos esto), dominan los espacios donde nos socializamos y construimos nuestra psicología y posicionamiento político (como TikTok, Instagram, Twitter y demás redes sociales). La compra de TikTok, por tanto, está relacionada con el simple y llano control político, ideológico y cultural de la clase capitalista.
Pero paremos un momento, ¿qué ideas sociológicas se esconden detrás de esta descripción individual de Larry Ellison? De forma escueta podemos decir que el transhumanismo se presenta como la ideología de tecno-utópicos neoliberales como el dueño de Oracle. Un pensamiento que aboga por la hibridación tecnológica y su ansiada singularidad.
Sin embargo, no es solo un sueño ingenuo de Silicon Valley: buena parte de estas ideas se entrelazan con la neorreacción (NRx) y la extrema derecha estadounidense. Allí se mezcla la promesa de superar los límites biológicos con una visión elitista, en la que solo quienes poseen el capital —los Musk, Thiel, Ellison...— serían los beneficiarios de esa supuesta “revolución”. Para estos magnates, la tecnología no es un bien común, sino un instrumento de poder, acumulación y, en última instancia, segregación. De ahí el entusiasmo por proyectos de colonización espacial, chips implantables o inteligencias artificiales “salvadoras”: no son tanto utopías universales como distopías privatizadas, diseñadas para perpetuar su clase social en un horizonte transhumano o biónico como postula Nick Land (el teórico fascista por antonomasia de Silicon Valley). El transhumanismo neoliberal se revela así no como la emancipación de la humanidad, sino como el programa ideológico (¿os acordáis de la hegemonía que antes os contábamos?) de quienes pretenden consolidar un capitalismo fascista bajo la retórica de la innovación y el progreso de las tecnologías cibernéticas.
Para estos magnates de Silicon Valley, la tecnología no es un bien común, sino un instrumento de poder, acumulación y, en última instancia, segregación
Consecuentemente, aquí de lo que hablamos realmente es del control de los medios de producción, en este caso tecnológicos, que son a su vez fundamentales para la producción de cultura. Por eso en este artículo ahondaremos en algunas claves de la delirante, reaccionaria y distópica visión del mundo que el capitalismo más voraz intenta reproducción desde Silicon Valley.
Magnates codiciosos persiguiendo la Inmortalidad
Volviendo al curioso tema de la inmortalidad y a la obsesión de Ellison, esta visión nos puede servir para desmontar con mayor claridad el tipo de personas y de intereses de clase a los que nos enfrentamos. Cuándo esta gente habla de inmortalidad no se refiere a unas biotecnologías dentro de la llamada medicina de mantenimiento humano, sino de técnicas de mejoramiento bajo fines mercantiles, militares y lúdicos. Aunque eso no es todo: la tan deseada “inmortalidad” —ya sea a través de la reproducción del cuerpo o de la “subida” a internet, como nos mostraría la serie de ciencia ficción Altered Carbon (2018)— se abre camino en la lucha por el control y la rentabilidad económica de la vida.
Muchas de estas figuras definen la muerte biológica y la vejez como una enfermedad a la que podemos enfrentarnos desde el poder tecnológico. No podemos entrar en las cuestiones antropológicas que subyacen a estas afirmaciones, pero sí podemos decir que la idea de salvación —presente en las tradiciones monoteístas— toma un carácter cibernético. Ahora la salvación no está en un paraíso mitológico, sino en la red y en las biotecnologías subyugadas al cibercapitalismo onlife.
Silicon Valley y su visión antimaterialista del humano
No podemos dejar de lado, al tratar estos temas, la cuestión del individualismo y la supervivencia de un supuesto Yo cartesiano.
En la mente de los tecno-utópicos neoliberales pervive la creencia en una identidad trascendental en un Yo que puede sobrevivir fuera de un cuerpo material, remarcando de esta forma el dualismo inmaterial-material (mente-cuerpo) que la ética spinozista, por ejemplo, ya ha superado. Hablamos aquí de la herencia del pensamiento de René Descartes, que imaginaba a la mente como una sustancia separada del cuerpo, como si nuestra conciencia pudiera existir aislada de lo material. Esta concepción, que sirvió de base para el individualismo burgués moderno, es la que hoy se proyecta en el mito de “subirnos a la nube” o de prolongar indefinidamente la conciencia como si no estuviera anclada a lo biológico.
La idea de salvación —presente en las tradiciones monoteístas— toma un carácter cibernético. Ahora la salvación no está en un paraíso mitológico, sino en la red y en las biotecnologías
Frente a ello, Spinoza pensó al sujeto como parte inseparable de la naturaleza y de sus relaciones, visión que más tarde inspirará a Marx en su crítica al sujeto abstracto y en su insistencia en que la existencia humana es siempre social y material.
Yendo al grano, nos encontramos con una especie de síndrome de Peter Pan: tecno-utópicos con una psicología de niño narcisista que no quiere crecer ni morir. Ansían perpetuar su poder y dominio en la Tierra a toda costa o, mejor dicho, a cualquier precio. Rusia, China y EEUU, que ahora se reparten internet, son quienes invierten millones en estas biotecnologías y, claro está, primero accederán a ellas las clases capitalistas que gobiernas dichas potencias imperialistas y mucho más tarde, en la más pura distopía cyberpunk, las clases trabajadoras: inmortalidad al servicio de la explotación.
Como si esta historia que contamos estuviera empeñada en cumplir todas aquellas distopías cyberpunk, nos viene a la cabeza la película Repo Men (2010), donde se nos muestra un mercado de órganos controlado por corporaciones. Por desgracia, esta historia no es descabellada, pues antes de la “inmortalidad” llegará seguro el mercado de órganos creados con biotecnologías: actualmente ya se investigan los xenotrasplantes de órganos humanos cultivados sobre todo en cerdos. ¿Qué distopía se presenta aquí? Si una empresa biotecnológica es la encargada de sustituir y costear un brazo, una pierna o el propio cuerpo de las personas de clase trabajadora, queda claro que las corporaciones serán las dueñas no solo del tiempo de las clases trabajadoras y oprimidas, sino de su propia vida y corporeidad. La deshumanización bajo el disfraz del progreso cibercapitalista está detrás de todos los imaginarios de los multimillonarios de Silicon Valley.
Acelerar hacia el abismo
Otro de los magnates involucrados en la compra de TikTok es Marc Andreessen; también Proyecto Una nos describe en el mismo post a dicho personaje: “Escribió un manifiesto aceleracionista y especuló a través de la empresa de capital de riesgo Andreessen-Horowitz. Este tecnoabsolutista ahora apoya a Trump intentando conseguir ayudas estatales para el desarrollo de la IA y la blockchain”.
Marc Andreessen popularizó el llamado aceleracionismo eficaz o e/acc. Esta corriente filosófica, que no deja de ser un aceleracionismo de derechas, es la base ideológica de Silicon Valley. Un pensamiento que busca impulsar la tecnología, especialmente la IA, para solventar todos los problemas de la humanidad: el hambre, la pobreza, la guerra y el cambio climático. Un postulado que está supeditado a la promesa de que la tecnología, por sí misma, solventará los problemas que la propia tecnología está causando.
Nos encontramos con una especie de síndrome de Peter Pan: tecno-utópicos con una psicología de niño narcisista que no quiere crecer ni morir. Ansían perpetuar su poder y dominio en la Tierra a toda costa
Sin embargo, dos matices importantes sobre este último punto. La tecnología, por sí misma, no ha causado ningún problema y del mismo modo tampoco solventará ninguno. La técnica, como capacidad humana, se desarrolla dentro de sistemas culturales que la dotan de sentido, contenido y valor. Una técnica desarrollada dentro de un sistema capitalista genera, en su gran mayoría, tecnología que servirá a la explotación, degradación y mercantilización de toda forma de vida.
Y esto es lo que el e/acc no puede cambiar. Sirve al capital, a sus lógicas y a las grandes empresas tecnológicas. No navegan —como busca el aceleracionismo de izquierdas— hacia modelos postcapitalistas —tampoco les interesa— sino que su modelo utópico es transhumano, no ligado únicamente a la singularidad, sino bajo la premisa landiana de que lo humano debe ser superado por la tecnología y el capital.
Por último, y volviendo nuevamente a la noticia con la que hemos iniciado este artículo, nos encontramos con un nuevo proceso que no podemos desvincular de la realidad onlife (fuera y dentro de la red) en la que vivimos. Los Estados, tornándose más autoritarios, autárquicos y proteccionistas, buscan ponerle fronteras a internet. Los Kroker (un matrimonio de investigadores que analizan el capitalismo cibernético en la actualidad) hablaron de la globalización del software de EEUU y ahora, podemos decir que están naciendo también el software ruso y el software chino como nuevos territorios onlife.
Debemos pasar a la ofensiva, solo arrebatando la producción cultural masiva que los capitalistas ostentan actualmente se puede cambiar la cultura
La distopía está servida, cada territorio onlife generará su propia realidad controlando la información y el contenido. La disidencia en la red será condenada al ostracismo, y la libertad de expresión morirá bajo el yugo de la censura.
Después de lo descrito queda claro que la “batalla cultural” pasa por la lucha de clases material, resistir en los espacios autónomos de la clase trabajadora, donde su cultura y visión postcapitalista del mundo pueda fortalecerse y vertebrar todo un movimiento político es fundamental. Sin embargo, debemos pasar a la ofensiva, solo arrebatando la producción cultural masiva que los capitalistas ostentan actualmente se puede cambiar la cultura. Resistir, sabotear, reapropiarse... todo es válido en estos tiempos, y lo más importante, es justo y necesario hacerlo.Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.
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