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Opinión
Salir con todo, ¿cómo y hacia dónde?
El pasado jueves 6 de octubre, el doctor en Física Teórica y divulgador científico Antonio Turiel lanzó en sus canales un enérgico llamamiento a movilizarse con todas las fuerzas ante la situación crítica a la que se enfrenta Europa durante este invierno. Al día siguiente, amplió su razonamiento en una publicación de su conocido blog The Oil Crash, en el que atribuye múltiples episodios de escasez y racionamiento de energía que se sucederán en el futuro próximo al pico del petróleo. Para hacerle frente, apela a la urgencia de “ocupar el espacio del debate público”, “hacer escuchar la voz de la razón” y “hacer entender que el problema es estructural”, evitando así el ascenso de los discursos de odio y resentimiento, de represión y de autoritarismo.
Dada la repercusión creciente que están teniendo los mensajes transmitidos por Antonio Turiel en gran parte del activismo y la militancia ecosocial del Estado español, nos parece importante tomar el guante lanzado y continuar la conversación. Debemos salir con todo, de acuerdo, pero ¿cómo y hacia dónde? Aquí esbozamos unas breves notas que confiamos en que sean útiles para la discusión política.
Un mosaico de crisis
La situación sociopolítica, económica e histórica a la que nos enfrentamos es excepcional. Ahí no cabe ninguna duda. La combinación, intensificación y aceleración de crisis multiplica unos impactos que afectan especialmente a las clases populares y al Sur global. Al mismo tiempo, podemos afirmar que estamos entrando en una fase de la crisis ecológica que da un salto de escala masivo en la percepción social de sus consecuencias: un “esto no es normal” popularizado.
A lo que nos enfrentamos políticamente es al resultado mestizo, confuso y complejo de la combinación de crisis. Por eso, no podemos abordarlo con fragmentaciones artificiales (e irreales) entre arquetipos puros de crisis: esto no es consecuencia únicamente del pico del petróleo, aunque este sea un factor relevante. Y esta diferenciación no es en absoluto trivial, sino que condiciona nuestra comprensión política, y por tanto nuestra forma de organizarnos y movilizarnos.
Los conflictos, estallidos y revueltas sociales que se sucederán en el futuro no se darán bajo consignas púramente ecológicas o relativas a los límites biofísicos del planeta
Una situación de reducción de la disponibilidad de energía fósil barata tiene fuertísimas implicaciones para el conjunto de la economía global. Sin embargo, la forma en la que se exprese la combinación de crisis siempre estará mediada social y políticamente. Sri Lanka no se quedó sin gasolina por una escasez absoluta de petróleo, consecuencia geológica del pico del petróleo, sino por la incapacidad de acceder a divisas internacionales por una crisis de deuda monumental. Las gasolineras francesas no están teniendo problemas de abastecimiento porque no quede petróleo en los pozos, sino por las huelgas laborales en las refinerías.
¿Esto quiere decir que no tenga nada que ver? No, en absoluto, pues la crisis ecológica es la niebla que lo empapa todo. Lo que quiere decir es que los conflictos, estallidos y revueltas sociales que se sucederán en el futuro no se darán bajo consignas púramente ecológicas o relativas a los límites biofísicos del planeta. Y, en muchos casos, paradójicamente, es justamente en aquellos conflictos sociales menos cercanos narrativamente a la crisis ecológica donde podemos encontrar los mimbres necesarios para construir las salidas políticas a las causas de la misma.
La agencia y el sujeto: ¿cómo salimos con todo?
Esto nos lleva a encontrarnos con uno de los elementos que más nos preocupa sobre este llamamiento, y diferentes discursos que lo rodean. Ante una situación tan crítica como la actual, la respuesta a la que se apunta con urgencia se orienta en unas coordenadas pedagógicas: ocupar el espacio del debate y hacer escuchar la voz de la razón. Los problemas que se derivan de aquí son similares a los presentes en el discurso inicial del último ciclo del movimiento climático: que los gobernantes escuchen a la ciencia y que se diga la verdad.
Más allá de que el análisis histórico nos enseña que la verdad nunca fue revolucionaria (y que el relato revienta al dato), lo que genera esta narrativa es desplazar completamente la capacidad de agencia y transformación social a unos buenos gobernantes conscientes de la situación y bien aconsejados. Aquí se combina de forma asombrosa un diagnóstico que impugna el orden capitalista con la ausencia de una propuesta que incluya la necesidad urgente de articular un sujeto político organizado que asuma la tarea de hacer posible un orden alternativo. El uso masivo de combustibles fósiles es consecuencia de un modo de producción y organización social, en el que están insertas múltiples relaciones de poder. El crecimiento económico es consecuencia de una sencilla ley de hierro: el capital está obligado a producir más capital. Así, entender que el conocimiento, la verdad o la razón son herramientas de confrontación del sistema es estar ciegas ante la capacidad del capital de habitar sus contradicciones, de integrar, moldear e ignorar sus impactos para seguir relanzando su tasa de beneficio. El potencial transformador reside en cómo el conocimiento se convierte en una herramienta política útil en la disputa del poder por parte de las subalternas. Por eso, no podemos pretender enfrentarnos a dinámicas estructurales del capitalismo sin una estrategia que sitúe la autoorganización de las clases populares en su núcleo.
Debemos ser conscientes de qué demandas tiene posibilidades a corto plazo de ser alcanzadas, y cuáles necesitan un camino previo de victorias y transformaciones para ser alcanzable
Es aquí donde las preguntas del salir con todo se desplazan hacia el ¿cómo? Y por nuestra parte consideramos que la respuesta pasa por fortalecer y ampliar los conflictos y estructuras de clase, tanto actuales como futuras. El análisis de la crisis ecosocial y su faceta energética debe abordar preguntas tales como: ¿de qué forma podemos golpear a través de huelgas laborales en sectores estratégicos de la economía como refinerías, transportes logísticos de mercancías o puertos? ¿Cómo podemos lograr movilizaciones masivas que se enfrenten a la inflación y pérdida salarial? ¿Sería posible impulsar una campaña masiva que coordine el impago de facturas energéticas con la demanda de nacionalización de las compañías del sector? ¿Qué necesitamos para lograr un transporte público gratuito que asegure las necesidades básicas de movilidad al mismo tiempo que reduce la demanda energética? ¿Cómo combinar y fortalecer las reivindicaciones ecologistas con los aprendizajes de los sindicatos de vivienda? Será a través de las experiencias concretas de lucha donde se construya el sujeto político con unas mínimas posibilidades de enfrentarse a las dinámicas capitalistas que nos han traído a la situación actual.
Las demandas y el programa: ¿hacia dónde salimos con todo?
Por último, la orientación estratégica que necesitamos con urgencia debe ser capaz de conocer cuál es el terreno político en el que se mueve. El decrecimiento no es algo que se apruebe por decreto. Aun el más comprometido de los gobernantes de un Estado capitalista sería incapaz de aplicarlo con una mayoría absoluta parlamentaria. El marco de gobernanza capitalista tiene unos fuertes límites, y el poder no está en las instituciones democráticas. El Estado tiene la función de actuar como capitalista colectivo: preservando los intereses del conjunto de la acumulación de capital, aunque eso vaya momentáneamente en contra de los intereses de sectores capitalistas concretos.
Energía
Decrecimiento Antonio Turiel: “Necesitamos un cambio cultural que requiere décadas; el problema es que no tenemos décadas”
Por eso, debemos ser conscientes de qué demandas tiene posibilidades a corto plazo de ser alcanzadas, y cuáles necesitan un camino previo de victorias y transformaciones para ser alcanzables. Salir con todo necesita organización, necesita pensamiento estratégico y necesita programa. Lo contrario, exclamar con fuerza que todo va a ir a peor y que hacen falta cambios estructurales incompatibles con el capitalismo, pero sin apenas esbozar los pasos que necesitamos para lograrlo, alimenta una sensación de impotencia y desesperanza. En el peor de los casos, lleva a la parálisis, en el mejor de los casos, a una acción enérgica pero errática.
Consideramos fundamental poner el foco en la demanda de sistemas de abastecimiento colectivo que cubran las necesidades básicas de la población de forma desmercantilizada
En este sentido, nos parece especialmente relevante la noción de reformas no-reformistas de André Gorz: cambios que una vez implementados sirven de impulso al poder popular en desmedro de los grupos dominantes. Se trata de identificar qué demandas podemos lograr en el contexto político actual a través de un fuerte proceso de lucha social, que arranquen transformaciones al Estado capitalista mientras debilitan su dominación y fortalecen a las estructuras de clase. Demandas ampliamente comprendidas y compartidas por mayorías sociales, que en momentos determinados de crisis puede dar el paso a involucrarse en la movilización de masas. Se trata de construir un programa de transición capaz de lograr quiebres y rupturas, pues si queremos lograr verdaderas transformaciones estructurales que superen el sistema capitalista, no nos vale con una suma de compromisos negociados con el Estado burgués que dejan su poder intacto.
Esto nos da una brújula de cómo hacer políticamente posible lo ecológicamente necesario. Y los eventos concretos que se deriven de las múltiples crisis nos dan un ritmo al que debemos acompasar nuestra tarea estratégica de componer e improvisar. Por nuestra parte, ante la excepcional situación a las que nos enfrentamos, consideramos fundamental poner el foco en la demanda de sistemas de abastecimiento colectivo que cubran las necesidades básicas de la población de forma desmercantilizada. Demandas tales como transporte público gratuito, garantizar el suministro energético en los hogares o la implantación de una red de supermercados públicos y de comedores comunitarios. Batallas políticas que quizás a algunas personas pueden parecerles demasiado escasas y a otras demasiado utópicas, pero que podrían favorecer las experiencias organizativas y de movilización que necesitamos con urgencia para salir del impasse actual. Batallas políticas que deben fortalecerse junto con aquellas relativas al encarecimiento de la vida y la pérdida salarial –como la campaña de Enough is enough en Reino Unido o Alemania–, a través del diálogo y combinación con las demandas ecosociales. Al fin y al cabo, batallas políticas que saquen al ecologismo de ser un nicho sectorial y lo pongan en el núcleo de la combinación de luchas que hará posible una alternativa a un sistema que nos oprime, nos explota y nos deja sin luz.
Estos son algunos de los elementos que hemos encontrado ausentes en las reflexiones y el llamamiento de Antonio Turiel, así como de las discusiones en entornos activistas que se han derivado a partir del mismo. Nos preocupa mucho más lo segundo que lo primero, pues entendemos que no sería correcto ni justo exigir una comprensión política fuerte de las dinámicas sociales a un científico y divulgador de un tema específico. Sin embargo, consideramos que estas nociones y reflexiones estratégicas sí deberían acompañar a los espacios de organización política, en los que urge articular una respuesta fuerte que nos permita salir con todo.
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El artículo evidencia la incapacidad de la izquierda de comprender que hemos cruzado un umbral de irreversibilidad en el que el decrecimiento no es una propuesta, ni un programa, ni una recomendación para los gobiernos, es una constatación del derrumbe progresivo del viejo mundo. Desde hace 50 años el ecologismo viene impugnando todo el paradigma teórico de la ya definitivamente vieja izquierda, cierto que sin éxito práctico, ahora ya no hace falta impugnar nada, la vieja política se impugna sola: ahí tenemos al gobierno del estado español en el que participan fuerzas que nacieron del No a la OTAN apoyando una guerra suicida, la subida del presupuesto militar y la huida hacia adelante de la depredación del territorio y los recursos, o a los Verdes alemanes nacidos de las movilizaciones contra el despliegue de los euromisiles alimentando la hoguera en que se quema el proyecto europeo. La vieja política se impugna ya ella sola, la vieja izquierda ha de entender que "cuando teníamos las respuestas nos han cambiado las preguntas", el ecologismo (con el feminismo) no es un proyecto político más
... que haya que interseccionar o combinar, es un relato desesperado de supervivencia que pasa por huir del sistema, huir de la guerra, huir de las ciudades, huir de lo fósil, huir de las instituciones, y construir pequeños y provisionales espacios de convivencia y cuidado en que preservar las mejores semillas del viejo mundo... por si pudieran germinar entre los escombros de su colapso.