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Tendría unos 8 años cuando mi madre me compró, en un mercadillo del barrio, uno de los más preciados objetos de mi infancia: un chándal negro de Rocky III. Justo habían estrenado la película que enfrenta a Rocky con el personaje que encarna Mr. T y Los gitanos, que así era como se denominaba al mercadillo, se encontraba repleto de camisetas, sudaderas, cazadoras, pegatinas, etc., con los motivos principales de la película. El chándal en cuestión tuvo escaso recorrido, no podía ser de otra manera siendo de un material tan malo como era. Sin embargo, aquel objeto quedó grabado en mi mente, no solo como un elemento de deseo, sino también de significación para un niño de barrio de la periferia obrera de Sevilla durante los años 80.
Viene esto a colación del reciente estreno de la nueva entrega de la saga, en formato spin-off, de Rocky, Creed III. Los diferentes Creed cuentan la historia de Adonis, el hijo no reconocido de Apollo, el gran contrincante de Rocky en las dos primeras películas de la serie, así como posterior amigo y aliado en las dos siguientes obras. La primera de esta nueva sucesión de películas estuvo dirigida por Ryan Coogler, autor también de las marvelianas Black Panther y Wakanda Forever, y de la menos conocida, y mucho más recomendable, Judas and the Black Messiah, la cual narra los episodios que condujeron al asesinato del presidente del partido Pantera Negra, Fred Hampton, en Illinois (USA) a manos del FBI y la policía de Chicago. La última en ser estrenada, la mencionada Creed III, ha pasado a estar dirigida por su protagonista, Michael B. Jordan, aunque Coogler también ha jugado un papel en la elaboración del guión. El intento de mantener, o de replicar, el éxito de las películas iniciales está más que justificado dada la filmación de hasta tres obras basadas en un mismo personaje, Adonis Creed, no obstante, ni el contexto, ni el mensaje, ni la relación de los personajes con el boxeo es la misma.
Rocky no alcanza la victoria por sí solo, sino apoyado por gran parte del barrio que lo vio nacer
Aunque se ha tildado la saga de películas de Rocky, y al personaje mismo, como un representante destacado del neoliberalismo norteamericano, el presente artículo tiene por objetivo todo lo contrario: presentar a Rocky, así como al resto de personajes que lo acompañan al menos en las dos primeras películas de la serie, como un auténtico representante de la clase obrera norteamericana de la segunda mitad de la década de los 70. Porque, aunque es bien cierto que a partir de Rocky III, y sobre todo en Rocky IV, el papel interpretado por Silvester Stallone se transforma en un adalid del reaganismo y el imperialismo norteamericano tan típico de la Guerra Fría (el mismo Stallone es un declarado votante del Partido Republicano y apoyó la candidatura a la Presidencia de Donald Trump), no ocurre lo mismo en las dos primeras obras de la saga y, principalmente, en la primera.
Cine
Lo que aprendimos sobre política exterior viendo películas de los 80
Recordemos que Rocky Balboa es un treintañero que, aunque parece tener actitudes innatas para el boxeo, pasa sus días en el deprimido barrio de West Kensington y la zona del puerto, en Filadelfia, trabajando como cobrador de deudas de un pequeño mafioso local. Rocky sobrevive en el último año de gobierno de la Administración de Gerard Ford, sucesor de Nixon, en el contexto de las crisis de 1973 y 1975 y a las puertas de la emergencia del neoliberalismo con la llegada de Ronald Reagan, en 1981, al poder. La época, también conocida como la de la decadencia de las ciudades norteamericanas, había visto como Nueva York, una de las grandes y más poderosas urbes del mundo, había estado a punto de quebrar en 1975 en medio de una profunda crisis fiscal. El paro rondaba el 7,8% en un país acostumbrado al pleno empleo, mientras que las medidas tomadas por las diferentes administraciones para poner freno a la crisis del capitalismo embridado propio de las tres décadas posteriores a la II Guerra Mundial, no acababan de cuajar.
Ejemplo del cuasi lumpen proletariado de los barrios marginales de la Costa Este norteamericana, Rocky, cuyo padre, en un alarde de perversa psicología familiar, le había dicho que “ya que no tenía cabeza, mejor que cultivara los músculos”, conoce a Adrian, empleada de una pequeña tienda de animales y hermana de Paulie, auténtico miembro de la clase obrera que trabaja, siempre al filo del despido, en un almacén de carne, y finalmente obtiene la gran oportunidad de su vida: enfrentar al Campeón Mundial de los Pesos Pesados, Apollo Creed, en un combate a celebrar en el contexto del Bicentenario de la Independencia de los Estados Unidos de América.
Este simbolismo, aunque podría parecerlo, no es anecdótico, pues se trataba de enfrentar, en palabras del propio Apollo, a dos de los representantes, si bien con trayectorias muy distintas, de las distintas minorías del país: los trabajadores emigrantes italianos representados por Rocky y los descendientes negros de los esclavos africanos encarnados en el Campeón del Mundo. Sin embargo, aquí comienzan a aparecer las diferencias pues, si bien Rocky pertenece a ese mundo oscuro de la Little Italy de Filadelfia, llena de perdedores que se ganan el jornal cada día en asuntos más o menos turbios, en pequeñas tiendas de barrio o en la industria cárnica local, Apollo personifica al empresario engreído y henchido de sí mismo que no se toma en serio a su contrincante amateur y, más que preocuparse por su entrenamiento, lo hace por las ganancias que el espectáculo del combate le generará.
La comparación está servida y el contexto también. Mientras que uno recupera la forma por las calles de la gran ciudad norteamericana entre puestos de verdura y banderas italianas, y usa las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia como metáfora de su ascenso al Olimpo del deporte (la canción estrella de la película Gonna Fly Now, repite una y otra vez en su simple estribillo, Trying Hard o Getting Strong), el otro vive en una gran mansión y tiene a su alcance los mejores equipos y entrenadores. No podemos olvidar, por otro lado, al entrenador del propio Rocky, Mickey, un exboxeador siempre enfadado perteneciente a otra de las minorías norteamericanas, los judíos de clase obrera que tan bien representan las obras de autores como Philip Roth.
Hay quienes han querido ver el carácter individualista y neoliberal de la película en que el éxito final de Rocky está basado en su esfuerzo personal, físico, como metáfora del capitalismo americano y el American Way of Life. Esto, que puede ser así interpretado, también puede serlo en sentido contrario, recordando las características propias de la atmósfera social, política, económica y cultural de la segunda mitad de la década de los 70 en Estados Unidos pero, además, señalando que, aquí mismo y sin ir más lejos, los hijos de la clase obrera no han podido mejorar las condiciones materiales de su familia sino ha sido debido a grandes esfuerzos personales y familiares. Porque, si bien es verdad que el boxeo es un deporte individual muy adecuado para mostrar el progreso y el ascenso social de determinadas personas a través de su única propia voluntad, esto no deja de ser una simplificación, tal y como traslucen muchas escenas y diálogos de la película.
El hecho de que la oportunidad que ofrece el empresariado americano, encarnado por Apollo Creed, no deja de ser una ventana que se aparece en un país donde el Estado de Bienestar es casi inexistente
Por ejemplo, el hecho de que la oportunidad que ofrece el empresariado americano, encarnado por Apollo Creed, no deja de ser una ventana que se aparece en un país donde el Estado de Bienestar es casi inexistente. Así, Rocky no alcanza la victoria por sí solo, sino apoyado por gran parte del barrio que lo vio nacer. Desde el pequeño mafioso que lo emplea, el cual le ofrece 500 dólares para que vaya tirando mientras entrena, pasando por su cuñado, que lo introduce en el almacén cárnico para que se entrene golpeando reses colgadas de ganchos, pasando por Mickey, el entrenador ya mencionado, que se ofrece a ejercitarlo en una de las mejores y más tensas escenas de la película, hasta llegar al propio vecindario que lo anima y acompaña en sus entrenamientos hasta el desenlace final. Un desenlace, por otro lado, que no es una victoria y que, de hecho, parece importar poco al propio Rocky, pues él está mucho más interesado en demostrar que alguien como él podía aguantarle 15 asaltos al Campeón del Mundo, que en obtener el cinturón dorado del campeonato.
Otro elemento a destacar, aunque es cierto que no aparece hasta la segunda de las películas, es a qué destina Rocky el dinero que logra ganar con su pelea inicial con Apollo: un coche, una casa y regalos para sus amigos y familiares.
Volviendo a mi infancia, debía yo tener unos 12 años, a mi abuela le tocó una pequeña cantidad de dinero a través de un cupón de la ONCE. Lo primero que hizo mi abuela fue darle parte del dinero a mi madre para que nos pudiera llevar ese verano de vacaciones a mí y a mis hermanos, otra parte fue a mi tío, entonces desempleado, y el resto a ahorros y pequeños regalos (recuerdo que a mí me compró unas bermudas y una camiseta en Carrefour, entonces Continente). ¿Qué diferencia hay entre un hecho y el otro? ¿Era acaso mi abuela una representante del neoliberalismo que, ni siquiera con esfuerzo, había conseguido una cierta cantidad de dinero y lo había gastado en mejorar la vida de sus seres más cercanos?
A diferencia de Adonis Creed, hijo de Apollo que, aunque vivió los primeros años de su vida en algunos internados, luego creció y tuvo acceso a la fortuna familiar de su padre una vez la esposa de éste lo adoptó, y cuyas principales preocupaciones parecen estar más vinculadas a elementos desmaterializados, casi emocionales y culturales, como merecer el apellido que lleva o, incluso, egoístas, como sentir que puede hacer lo mismo que su padre hizo, o sobrellevar los problemas auditivos de su hija recién nacida, Rocky Balboa fue y es un ejemplo de la lucha de clases, de la capacidad y el esfuerzo necesario para salir de aquellos barrios para toda una generación que lo vimos, al menos en las dos primeras películas, surgir de la nada y alcanzar el Campeonato del Mundo de los Pesos Pesados de Boxeo. Rocky Balboa es un héroe de la clase obrera.
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¡¿Cómo no va a estar el pueblo indefenso, si está infantilizado?!
Coincido con la reflexión. Las dos primeras películas de Rocky, tienen una clara connotación de conciencia de clase, de unión del barrio obrero donde nació Rocky. Siendo un alegato al triunfo personal, no se puede desligar del apoyo de toda una comunidad.