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Opinión
Contra la compartimentación
La pobreza del debate es un signo de nuestros tiempos, donde el acceso ilimitado a información, que los tecnooptimistas esperaban nos llevaran a una nueva Iluminación, ha degenerado en un aparente retroceso hacia una edad oscura de desinformación y cámaras de eco.
Asisto al enésimo debate dentro de la izquierda, esta vez en forma de confrontación, en el terreno del feminismo, entre la teoría queer y el marxismo. A pesar de contar con buenos mimbres, el debate está resultando pobre, incluso pueril, de repartir carnets de buenos y malos.
La pobreza del debate es un signo de nuestros tiempos, donde el acceso ilimitado a información, que los tecnooptimistas esperaban nos llevaran a una nueva Iluminación, ha degenerado en un aparente retroceso hacia una edad oscura de desinformación y cámaras de eco.
Pero la causa no es exclusivamente de internet, ni mucho menos. Los cimientos para esta otra pandemia, si aceptamos que las ideas tienen un elemento vírico y, por tanto, ser contagiosas, vienen de más lejos, pudiendo situar un punto importante allá por los años 70.
Me retrotraigo a la década de los 70 por varios motivos. Es la década donde aparecen los primeros textos que dieron base a la teoría queer y, en paralelo, se afianzan los cimientos para el surgimiento del neoliberalismo de Tatcher y Reagan en los 80.
Tras cinco décadas el mundo ha experimentado ideológicamente dos procesos a destacar: la compartimentación de las luchas y el desplazamiento hacia la derecha de la izquierda institucionalizada, encarnada por el socialismo
Aunque nos separan 50 años de diferencia, históricamente está a un suspiro. Creo que prueba de ello es que en medio siglo no ha surgido ninguna ideología que confronte de tú a tú a las dominantes de entonces. Hablo del comunismo, del capitalismo y las democracias liberales, estas dos últimas ya inseparables.
Al contrario, tras cinco décadas el mundo ha experimentado ideológicamente dos procesos a destacar: la compartimentación de las luchas y el desplazamiento hacia la derecha de la izquierda institucionalizada, encarnada por el socialismo, resultado en parte de la invalidación de las tesis fundamentales del comunismo por su implementación fallida.
Ahora la sociedad está sumida en una cacofonía de noticias falsas y manipulaciones varias, promovidas desde actores políticos reaccionarios, abusando de sesgos y dinámicas sociales más que probados, para aumentar su poder.
Por todo lo expuesto, considero que, a fecha de hoy, no existe una ideología consolidada que pueda contrarrestar el azote autoritario que sacude el planeta. Para ello, esa ideología debería cumplir ciertas condiciones:
- Basarse todo lo posible en la evidencia científica vigente: sin caer en el dogmatismo, sino para hacer una lectura material más rigurosa de la realidad.
- Tener capacidad de revisión: de la misma manera que la ciencia revisa sus propios postulados ante nueva evidencia, lo mismo deben hacer las personas que defienden unos principios basados en la evidencia.
- Reconocer la interdependencia entre las personas y el impacto del desarrollo individual en el conjunto: “lo que es malo para el panal, es malo para la abeja”, como afirmó Marco Aurelio. Una ideología que no tenga como finalidad garantizar la existencia material y la expresión individual de cada miembro de la sociedad no es una ideología defendible.
- Aceptar la diferencia de discurso y encontrar el nexo de unión: porque la atomización de las luchas, compartimentadas y aparentemente separadas, no son síntomas aislados. Cualquier ideología, incluso el marxismo, que se considere de igual a igual al capitalismo, debe entender las causas materiales de cada lucha y encontrar su nexo en común.
Por ejemplo, la evidencia científica en torno a la transexualidad, uno de los principales caballos de batalla incluso dentro del feminismo, parece apuntar a una base biológica. No sería un constructo ni un capricho, como plantean algunos sectores marxistas, sino una realidad material. Por ende, carece de todo sentido ser transexcluyente. Pero todavía menos si tenemos en cuenta las múltiples opresiones que las personas transexuales sufren a diferencia de otras normativas.
Es terrible para la sociedad que permanezcamos de brazos cruzados cuando el sistema no permite que cada persona se desarrolle y exprese con dignidad y libertad plenas. No sólo en la sexualidad o el género, sino en todos los aspectos de la vida
Es en la opresión donde existe, hoy en día, el nexo en común último. Es evidente que cada persona sufre diferentes niveles de opresión. Ni siquiera son comparables. Nada más lejos de mi intención equipararlas. Pero como señalé antes, nuestras acciones influyen en el conjunto, condicionadas por nuestras circunstancias.
Así, quienes no sufrimos tan alto grado de opresión debemos tender nuestras manos a quienes sí. Es terrible para la sociedad que permanezcamos de brazos cruzados cuando el sistema no permite que cada persona se desarrolle y exprese con dignidad y libertad plenas. No sólo en la sexualidad o el género, sino en todos los aspectos de la vida.
Curiosamente, el propio marxismo clama “de cada uno según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”. Mi interpretación de este aforismo es en la línea de mi afirmación al inicio del anterior párrafo. Por lo que no comprendo el frontismo ante la teoría queer, que evidencia realidades subjetivas que, además, son víctimas de opresiones múltiples. Pero con esto no quiero decir que la teoría queer sea perfecta e irrefutable, sino que debemos comprender que surge ante los mecanismos de opresión del propio sistema.
Todas las personas sufren opresiones de múltiples formas e intensidades. El sistema nos falla de una manera u otra, a pesar de vivir en un momento de abundancia pero dicha abundancia está distribuida de manera desigual. Por tanto, la ideología que aspire a ser hegemónica debe trabajar contra las opresiones en todas sus formas, contra algunas con más esfuerzo y ahinco, con independencia de cómo se expresen quienes las sufren. No nos compartimentemos.
Mientras todo lo descrito no ocurra y tome el centro de nuestro día a día, nuestro único destino es ser devorados por el nuevo resurgir del fascismo, la siguiente crisis económica en ciernes de un sistema fallido ante la actual pandemia y la crisis climática.
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No crees que el ecofeminismo o el anarcofeminismo sean las ideologías adecuadas para vencer al fascismo definitivamente y salvar la Tierra?
Es posible que lo sean, pero les falta basarse en la evidencia científica de forma más consistente. Recuperar y extender el pensamiento crítico es imprescindible, y eso conlleva revisarse también las ideas propias y contrastarlas con la realidad material.
Totalmente de acuerdo con el artículo, pero... el sectarismo campa a sus anchas por la izquierda, para la cual cualquier disidencia es tachada de fascismo