Opinión
El padre ayudante o la trampa de la simultaneidad en los permisos por nacimiento

Desde el siglo XIX el movimiento feminista ha luchado por protección y permisos de maternidad, y desde el XX también por los de paternidad. Los primeros, como única forma de compatibilizar maternidad con participación laboral, los segundos, porque las tareas de crianza dejen de recaer exclusivamente sobre las mujeres, en un intento de atacar la división sexual del trabajo que caracteriza nuestra sociedad y que constituye la base económica del sistema patriarcal. En España, esta lucha cristalizó en la aprobación de unos permisos iguales e intransferibles que se hizo efectiva el 1 de enero de 2021. En septiembre de 2025, el Gobierno aprobó una ampliación de estos permisos, de 16 semanas, hasta las 17 semanas.
Durante siglos, y aún en la actualidad, a las mujeres nos han dicho cuál es nuestro lugar —el hogar—, cuáles son nuestras tareas —las de criar y las de cuidar—, y nos han intentado convencer de que el empleo no es necesario en nuestras vidas. La mujer es la reina, el ángel del hogar, la que sabe cuidar a los niños. Trabajar, si acaso como una pieza complementaria mientras no haya alguien en la familia que requiera sus cuidados. En ese caso, se le proporcionan “facilidades de conciliación” para que abandone su puesto de trabajo total o parcialmente.
En 1983 el 0% de las personas que usaba un permiso tras el nacimiento de un hijo o hija en Europa eran padres. Conforme se fueron reconociendo permisos de paternidad, esta proporción subió al 1% en 1993, al 6% en 2003 y 2013 y al 9% en 2023
Desvelados los entresijos de la subordinación, alcanzada la igualdad formal, la participación laboral de las mujeres empieza a fluir por toda Europa en el siglo XX. Pero en el siglo XXI las tasas de escolarización y de formación predicen un empleo igualitario que no se encuentra en la realidad. Persiste un campo subterráneo de desigualdades. Las mujeres continúan alejándose del mercado laboral para llevar a cabo unas tareas que nadie más en la sociedad asume: la crianza, la atención a las personas dependientes y las tareas domésticas.
Tenemos claro que mientras la responsabilidad de esas tareas no se distribuya entre mujeres, hombres, estado y empresas, simple y llanamente no va a haber igualdad real. Pero estas tareas recaen principalmente sobre las mujeres porque nuestras políticas y normas continúan sosteniendo este desequilibrio. Es la forma en la que nos organizamos como sociedad la que provoca las brechas.
¿El resultado de estas políticas? En 1983 el 0% de las personas que usaba un permiso tras el nacimiento de un hijo o hija en Europa eran padres. En otras palabras, el cuidado de las criaturas era un asunto exclusivo de las mujeres. Los padres no tenían literalmente permiso para cuidar. Conforme se fueron reconociendo permisos de paternidad esta proporción de padres sobre el total de personas de permiso en Europa subió al 1% en 1993, al 6% en 2003 y 2013 y al 9% en 2023. Cuatro décadas para pasar de un desequilibrio del 0-100% a uno del 9-91%. Reformas insuficientes para una sociedad que asume la igualdad como objetivo.
A estas alturas el diagnóstico está más que claro: si queremos que los padres asuman su 50% de los cuidados, debe haber políticas públicas que lo permitan. Una condición necesaria, aunque se ha comprobado que no suficiente, es que los permisos deben ser iguales, intransferibles y remunerados al 100%, algo que la PPIINA, con el apoyo del movimiento feminista al que pertenece, ha repetido como un mantra desde hace dos décadas. Esta reivindicación se basaba en las experiencias fallidas de otros países, bien con permisos más cortos para los hombres, bien con permisos transferibles (que los hombres transfieren sistemáticamente a las mujeres) o bien con permisos mal pagados (que solo se toman las mujeres).
España es el único país de Europa que considera estos en su norma tres elementos en los permisos: que sean iguales, intransferibles y remunerados. Por eso, también el único país en el que la proporción de padres y madres de permiso está equilibrada, con un 42%-58% en 2023
Como resultado de esta larga lucha, España es el único país de Europa que considera estos tres elementos en su norma y, por eso, también el único país en el que la proporción de padres y madres de permiso está equilibrada, con un 42%-58% en 2023. En participación de los padres, le siguen Suecia y Noruega, con un 28%, Islandia (24%) y Dinamarca (20%), países en los que la transferibilidad de los permisos —artilugio introducido por primera vez por Suecia en 1974 para que las madres continuaran cuidando más que los padres— arruina cualquier objetivo de igualdad. En la otra cola de la distribución, en Bulgaria, Hungría, Chequia y Chipre, países con permisos ampliamente desiguales y transferibles, la proporción de padres no supera el 1%.
Pero ¿de qué sirve que los padres se tomen tanto tiempo de permiso como las madres si no lo utilizan para corresponsabilizarse porque lo usan a la vez que ellas; si no sirve para que ellos se puedan quedar solos con sus hijos/hijas mientras ellas vuelven al empleo y no lo pierden? ¿Queremos padres que realizan solos las tareas de la crianza y que las asumen con total responsabilidad? ¿O padres que usan el permiso simultáneamente con la madre, que ayudan a la madre, que preguntan qué hay que hacer y qué hay que comprar? ¿Padres a los que hay que recordar dónde se guardan los trapos de la cocina y que ignoran la existencia del chat del colegio o padres que cogen cita en el pediatra y hacen proactivamente la cena?
España ha sido un país pionero en evitar las trampas de la desigualdad, transferibilidad y baja remuneración, sí. Pero ha introducido una nueva, la simultaneidad, que lleva al mismo resultado que las anteriores: las madres siguen siendo las principales cuidadoras y se ausentan mucho más tiempo y más intensamente de sus empleos mientras los padres ‘ayudan’. Con el porcentaje de parejas usando el permiso simultáneamente más alto de Europa, España utiliza el dinero público en unos permisos que no sirven a la mayoría de los padres para quedarse solos a cargo de sus bebés, ni a la mayoría de las familias para alargar el tiempo de cuidado en casa.
De 30 países europeos en 2023, 28 obligan a, como mucho, 2 semanas de simultaneidad. Pero Portugal obliga a 5 semanas y España a 6. Dos excepciones muy correlacionadas con el comportamiento cuando se analizan los datos: España es con mucho el país de Europa con mayor porcentaje de padres (ayudantes) usando el permiso a la vez que la madre, seguido precisamente de Portugal.
La proporción de padres que usa el permiso turnándose con las madres es de solo un 10% en los deciles inferiores de salario, una proporción que aumenta hasta llegar al 32-34% en los deciles superiores
Además, la necesidad de acuerdo con la empresa para aplazar el resto del permiso a las fechas deseadas y tomárselo a tiempo completo (en lugar de tomárselo todo entero a continuación del nacimiento) provoca un desequilibrio de poder entre empleado y empleador. Usar el permiso simultáneamente o por turnos es la diferencia entre pedir permiso una vez o pedirlo dos veces, algo que no todos los padres se pueden permitir. ¿Qué mayoría de los padres es la que no puede usar el permiso para corresponsabilizarse? Justamente la mayoría más precaria. La proporción de padres que usa el permiso turnándose con las madres es de solo un 10% en los deciles inferiores de salario, una proporción que aumenta hasta llegar al 32-34% en los deciles superiores, y que también es inferior entre los que tienen un contrato temporal en comparación con los que tienen un contrato indefinido.
Los padres peor posicionados salarial y laboralmente, habitualmente con menor poder de negociación, son los que tienen más problemas para fraccionar su permiso y turnarse, pero es una dificultad generalizada y que afecta a todos los deciles y tipos de contrato. La mayoría de los padres no se quedan solos a cargo del bebé y, por consiguiente, siguen más disponibles para la empresa, aunque sea de un modo informal. Incluso aquellos que fraccionan el permiso, pueden estar haciéndolo presionados por las necesidades empresariales y no las de cuidado.
Estas cortapisas que llevan a la simultaneidad que caracteriza a los permisos en España son una señal de aliento para el modelo de padre ayudante. Si el objetivo era la igualdad, la reforma de los permisos del pasado mes de julio tendría —como pedía la PPIINA— que haber reducido la obligación de simultaneidad a 2 semanas, en primer lugar. En segundo lugar, tendría que haber garantizado el uso por turnos eliminando la necesidad de acuerdo con la empresa. Las mujeres seguirán alejándose del mercado laboral mientras la educación 0-3 no sea universal, las jornadas de trabajo sean largas, no haya una atención a la dependencia pública y de calidad y los permisos por nacimiento sigan propiciando que ellas asuman la mayor parte de las tareas de crianza mientras los padres continúan ‘ayudando’. ¿Cuántas décadas más necesitamos para hacer estas reformas?
Maternidad
Feministas muestran su rechazo a los permisos iguales
Los permisos de nacimiento, acogida y adopción se han ampliado hasta llegar a las 16 semanas desde este 1 de enero, mientras que permanecen inmutables para las madres. La plataforma PETRA muestra su rechazo y pide más tiempo para poder “maternar en condiciones óptimas”.
Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.
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