Opinión
La imagen de España no está en peligro

El Gobierno de coalición intentar salvar su imagen: necesita presentar ante sus votantes o ante su militancia una mínima victoria que los aleje de presentarse como colaboradores necesarios con el genocidio.
La Vuelta Palestina - 7
David F. Sabadell Cerca de 100.000 personas mostraron su rechazo al equipo ciclista israelí en la última etapa de La Vuelta.
Miembro de la Juventud Comunista en España (UJCE)
20 sep 2025 06:00

Este tal vez habrá sido el año en que más personas han estado atentas a la Vuelta a España en mucho tiempo, y, sin embargo, la afición por el ciclismo no consigue despegarse del tópico de servir de excusa para echarse una buena siesta. 

Si, en cambio, las diversas etapas de la competición, y sus contratiempos, han estado en boca de tantos, el mérito es todo de un solo equipo que levanta auténticas pasiones: Israel Premier Tech, vinculado al Estado genocida de Israel. Su presencia en la Vuelta ha llevado a que, prácticamente en cada una de sus etapas, se hayan convocado o hayan surgido espontáneamente protestas que, con el fin de visibilizar y denunciar el genocidio palestino, han tratado de boicotear la competición y la participación de este equipo. Esta situación ha llevado muchas veces a adelantar los finales de etapa, y a recurrir a la represión y la violencia policial contra los manifestantes, para disgusto del “apolítico” espectador deportivo. 

Así, ante las cada vez más profusas mareas de banderas palestinas y mensajes solidarios, ante los grupos de manifestantes que se han lanzado a interrumpir la carrera —porque entienden que el bien que buscan es superior al escasísimo inconveniente que pueden suponer—, hemos oído muchos más mohínes de disgusto que declaraciones de solidaridad por parte de los comentaristas. Hemos tenido que consolarnos con la mayor de las tibiezas y con las más inesperadas indiscreciones para pensar que aún queda algo de humanidad entre quienes participan de la emisión de la competición ciclista. Así de largos son los tentáculos del Estado sionista, y así de fuerte aprietan. Pero, con todo, incluso los que no hemos seguido jamás el ciclismo —ni probablemente lo hagamos los próximos años— hemos mirado y leído esta temporada la sucesión de noticias sobre la Vuelta, con una cierta expectativa; y hemos celebrado cada metro ganado al asfalto. Anteayer, tres kilómetros, ayer ocho, ¿cuántos tendrán que recortar hoy? 

Un sentimiento de solidaridad une a todos los que ven en el genocidio del pueblo palestino la mayor atrocidad de este siglo. Cada pequeña victoria del movimiento popular a favor de Palestina alienta a todo el movimiento a seguir, a lanzarse de nuevo a la calle en cada ocasión que se presenta. Las protestas en torno a la Vuelta se inscriben en la misma onda que las acampadas universitarias que, en 2024, exigían a las universidades españolas romper relaciones con las instituciones israelíes. Continuamente crece la convicción de que solo a través de la denuncia, el boicot, la ruptura de relaciones, las sanciones y el aislamiento se podrá detener el genocidio. No podemos negar que el esfuerzo da pocos frutos por ahora, pero el hecho mismo de que se vaya sumando cada vez más gente a este tipo de convocatorias es motivo de optimismo.

Al mismo tiempo que crece el movimiento de solidaridad con Palestina, sin embargo, crece, como su reflejo, la alarma entre sus cómplices en España

A este mismo sentimiento debía contribuir la reciente decisión del Gobierno de España de profundizar su compromiso con el pueblo palestino, materializada en las famosas nueve medidas recientemente anunciadas por Sánchez. Certificando tácitamente que aún tenía lugar el comercio de armas, el suministro de combustible o el tránsito por puertos españoles de estas mercancías camino de Israel, el Gobierno se comprometía a acabar de una vez con todo ello. La coincidencia del anuncio con las más sonadas noticias en torno a las protestas en la Vuelta ciclista invitaba a relacionar uno y otro evento, como si la conciencia de los miembros del Gobierno se hubiese visto sacudida por un despertar de la siesta de verano ante la visión de miles de banderas palestinas.

Al mismo tiempo que crece el movimiento de solidaridad con Palestina, sin embargo, crece, como su reflejo, la alarma entre sus cómplices en España. En este contexto, la Vuelta se ha convertido en el escenario perfecto para presentar el conflicto. Las últimas etapas de la Vuelta han tenido lugar en comunidades gobernadas por partidos abiertamente favorables a Israel. Y, con todo, allí no se ha conseguido reducir la implicación popular en las protestas, que, hace una semana, se le aparecían a algunos todavía como una particularidad vasca. Si en Bilbao se tenía que cortar la etapa a tres kilómetros de la meta, en las inmediaciones de Vigo los corredores se paraban al doble de distancia del final previsto. La escalada auguraba, a su vez, una etapa final en Madrid aún más cuesta arriba para los ciclistas.

En este escenario, la final del domingo se volvió una ocasión perfecta para transmitir el mensaje de pleitesía al sionismo de Ayuso, que había prometido mano dura con los manifestantes, porque lo que estaba en juego era nada menos que la imagen de España en el exterior. Madrid no podía permitirse perder fuelle en la carrera del relato, ni ante los demás rivales ni ante su propio pelotón. Siin embargo, pese al exagerado despliegue de medios de Ayuso y Almeida y el silencio administrativo favorable de Sánchez, que habla mucho más alto que sus discursos vacíos, la Vuelta tuvo que renunciar a su etapa final a cincuenta y seis kilómetros de la meta designada. Esta vez, además, la abrupta interrupción de la carrera no fue iniciativa de la dirección, sino de los propios corredores, que habían acordado pararla si se veían en peligro.

Pero Ayuso puede estar tranquila. Aun con este final agridulce, la imagen de España seguirá siendo la misma, porque nunca ha estado en peligro. Hoy, como ayer, España, como Estado, se parece mucho más a lo que defiende Ayuso que a lo que Sánchez maquilla.

La imagen de España no está en peligro porque las nueve medidas que Sánchez prometió el 8 de septiembre no pasan de ser medidas cosméticas. ¿De qué sirve que se anuncie que se va a acabar con el comercio de armas con Israel si no se denuncian los acuerdos ya firmados, muchos de los cuales aún abastecerán a Israel durante años? ¿De qué sirve decir que se denegará la entrada al espacio aéreo español a las naves que transporten material de defensa a Israel si esta medida no afecta a las que se dirijan a la base estadounidense de Morón? ¿De qué, prohibir el tránsito de buques que transporten combustible hasta Israel si estos pueden parar en la de Rota? 

La imagen de España no está en peligro porque las nueve medidas que Sánchez prometió el 8 de septiembre no pasan de ser medidas cosméticas

La imagen de España no está en peligro, además, porque las nueve medidas cosméticas se anunciaron el 8 para posponerse esa misma semana en el Consejo de Ministros. A día de hoy, de hecho, siguen sin aprobarse. De esta manera, solo se trata de salvar la imagen del gobierno de coalición. Se intenta maquillar a sus integrantes, que necesitan presentar ante sus votantes o ante su militancia una mínima victoria que los aleje de presentarse como colaboradores necesarios con el genocidio.

Las grandes masas de gente que se organizaron a lo largo del recorrido de la Vuelta ondeando la bandera palestina y denunciando la complicidad de la competición con el genocidio no limpiarán la imagen de España. En unos años, se nos hará más evidente la contraposición entre un pueblo que exige el fin del exterminio y unas instituciones que hacen oídos sordos o engañan a este mismo pueblo. Entonces lo que nos parecerá teatro y sobreactuación no serán los manifestantes que ponen el cuerpo para visibilizar el problema, sino los gobiernos de toda laya que lanzan a la policía contra estos y pretenden que, a la vez, contribuyen en algo a defender al pueblo palestino. Entonces podremos ver claramente quiénes fueron consecuentes con lo que decían defender.

Pero para ser consecuentes con las protestas de hoy, no bastará tampoco con pedir el fin del genocidio en abstracto. No bastará con pedir que se denuncie, se sancione o se bloquee al Estado de Israel. Este tiene lugar porque se apoya en una maquinaria internacional de guerra encarnada por la OTAN. Es a través de esta como Israel consigue la legitimidad y los medios para masacrar hasta la desaparición a todo un pueblo. Cuando se pide en España el fin de la colaboración de nuestro Estado con el genocidio, la protesta no puede terminar con medidas estéticas ni con medias tintas. Ninguna medida será efectiva mientras no resuelva el problema de fondo: la participación de España en la OTAN y la presencia de bases americanas en suelo español. Mientras la Alianza Atlántica cuente con bases en España que están, como hemos visto, por encima de la ley; mientras España siga comprometida con la propia estructura militarista occidental, aunque no sea con su participación directa, los recursos que España dice destinar a su “defensa” irán destinados a abastecer al más monstruoso Estado teocrático de Oriente Próximo.

Las medidas cosméticas no salvarán al pueblo palestino. No deben servir para callar nuestra conciencia. Sin reclamar nuestra salida de la OTAN, el cierre de las bases estadounidenses y la disolución de la Alianza Atlántica, España seguirá siendo cómplices del genocidio. Hay que estar preparados para afrontar con fuerza esa carrera de fondo.

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

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