Opinión
La guerra del fuego también quema Portugal

En la Peninsula Ibérica, un nuevo clima de incendios ya se está instalando, con períodos cada vez más cortos entre veranos de incendios catastróficos. Ocho años después de 2017, cuando más de cien personas perdieron la vida, más del 3 % de Portugal ha vuelto a arder, como resultado de una combinación mortal entre la crisis climática, el abandono y las plantaciones de eucaliptos. El primer ministro portugués, Luis Montenegro, declaró que los incendios son una guerra, pero actualmente es él quien, de algún modo, favorece a los incendiarios.
El año 2025 ha entrado en la lista de los peores años de incendios en Portugal desde el cambio de siglo, después de 2017, 2003 y 2005. En España, es el peor año desde 1994. En Galicia, es el peor año de incendios de la historia. Probablemente será el peor año de incendios forestales jamás registrado en Europa. La crisis climática, el mayor desafío al que se ha enfrentado la humanidad, sigue avanzando gracias al apoyo inquebrantable de gobiernos y empresas a la expansión de las emisiones de gases de efecto invernadero. Empresas fósiles como Repsol, Iberdrola, Galp, EDP o Endesa lideran la guerra del fuego, una guerra contra toda la sociedad.
En Portugal, los incendios de Trancoso y Arganil, con mas de 50.000 hectáreas quemadas, se encuentran entre los tres mayores incendios jamás registrados en Portugal. La superficie quemada en Portugal, más de 245.000 hectáreas, equivale a la superficie total de Luxemburgo. En España, más de 380.000 hectáreas han ardido, lo que equivale a la superficie de Cabo Verde, aunque en términos relativos es menos del 1 % del territorio estatal. En el Mediterráneo, la situación se agrava con incendios mortales que también afectan a Grecia y Turquía.
Las temperaturas extremas se prolongan durante semanas, incluso durante la noche, y se combinan con la baja humedad y los fuertes vientos (aunque hasta el momento no hay huracanes atlánticos en la costa, lo que no se descarta hasta finales de octubre) y en el mundo rural portugués y gallego se combinan con un barril de pólvora. En estos territorios, la difusión de una especie invasora y altamente combustible, el Eucalyptus globulus, ha servido para crear una industria monstruosa (en tamaño e impacto) en un área muy pequeña, con un modelo de negocio en el que el riesgo se externaliza y en el que la sociedad, y en particular el mundo rural, sufre todas las consecuencias obvias.
Portugal y Galicia cuentan con casi 1.500.000 hectáreas de eucaliptos, gran parte de los cuales están abandonados y se expanden por invasión cada año, especialmente en los años en que hay incendios. Los nombres de los agentes económicos de este asalto al mundo rural son The Navigator Company, Altri y Ence. Pero están lejos de ser los únicos responsables de la Guerra del Fuego, que es la expresión local de un conflicto global.
La gestión mediática de los incendios por parte del primer ministro portugués, Luís Montenegro, ha sido desastrosa. Este conservador de derecha posó para la prensa durante sus vacaciones en la playa y anunció en un mitin de verano el regreso de la Fórmula 1 al país mientras miles de bomberos luchaban por sus vidas y al menos tres personas morían.
A principios de agosto, una noticia ilustrativa: la raquítica flota portuguesa de aviones pesados de extinción de incendios, compuesta por tres Canadairs, quedó fuera de servicio en el peor periodo de incendios desde 2017. El Gobierno de derecha con el apoyo de la extrema derecha, que se ha comprometido a aumentar el gasto militar en mil millones de euros en 2025 y a seguir aumentándolo hasta 2029, no tenía aviones de extinción de incendios.
Montenegro dice que “estamos en guerra y el país tiene que ganar esta guerra”, pero es un ejercicio de inversión de la realidad. La guerra es contra toda la sociedad y está liderada por gobiernos y empresas contra la población, promoviendo y protegiendo a las empresas que están creando el caos. Los incendios de 2025 son otra masacre que era no solo previsible, sino inevitable en las condiciones actuales.
Las temperaturas extremas, la bajísima humedad y la composición forestal son el resultado directo de decisiones políticas y económicas que han sido tomadas reiteradamente por gobiernos como el del señor Montenegro. Son decisiones que garantizan, en Portugal, España o en otros países del mundo, los beneficios de empresas destructoras y la carrera hacia el colapso climático. En la Península Ibérica, entre los mayores emisores se encuentran nombres como Repsol, Endesa, Iberdrola, Galp, EDP, TAP, Navigator, Altri, EasyJet o Ence. Sus infraestructuras emiten anualmente miles de toneladas de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera, que provocan sequías, inundaciones, temperaturas extremas y las condiciones para los incendios mortales que se producen con intervalos cada vez más cortos.
Por parte del Gobierno español, al menos hay una simulación de preocupación por lo que está sucediendo este año, proponiéndose un pacto político sobre la emergencia climática. En Portugal ni siquiera eso. En España se sabe que miles de personas han sido evacuadas de sus hogares, en Portugal ni siquiera existen esas cifras. El Gobierno Portugués tardó semanas en pedir ayuda internacional. El mismo Gobierno se une a la extrema derecha parlamentaria y mediática para gritar que hay conspiraciones de pirómanos. Han dejado de fingir que hay algo más en el plan que dejar que arda.
Frenar la crisis climática implica preparar el territorio para el futuro. En Portugal y fuera de él, implica un mundo rural con personas, la eliminación de una gran parte de los eucaliptos y culturas de abandono y monocultivo. Al menos el 20 % del territorio está abandonado. Para que el território sea viable debe tener agricultura, bosques y especies que sobrevivan a un clima más cálido y seco. Esto implica también que al menos un millón más de personas habiten el mundo rural. No hay ninguna razón por la que esas personas tengan que ser portuguesas. Pero sin acabar con la industria fósil, ese esfuerzo no servirá de nada.
En la guerra del fuego, el futuro no importa. Por eso, Montenegro se alía con la extrema derecha de Chega para elegir como tema prioritario la persecución de los migrantes y la precarización del trabajo, en una imitación barata de Trump que garantiza que el fuego de la destrucción no se extinga, ya sea que el nombre del ‘comandante de los incendiarios‘ sea Montenegro o Ventura. El 20 de septiembre, en Portugal y fuera de él, es esencial luchar por verdaderas salidas a esta guerra del fuego, participando en las protestas Deseucaliptar, Descarbonizar, Democratizar.
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