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Opinión
¿Es China un país imperialista?
De China se dice casi todo. Para los think tanks y militantes de la derecha, el Gigante Asiático es un régimen represivo, con una sociedad idiotizada/subyugada y cuyo crecimiento en el ámbito económico, militar y diplomático es una amenaza para nuestras sociedades. Porque lo nuestro es “la cosa sana”: nuestros sistemas de partidos, nuestras economías capitalistas monopólicas, nuestra exportación de la democracia (los métodos para dicha exportación mejor no comentarlos... todos los conocemos), etc. Lo chino no es lo nuestro y, por tanto, no es “lo sano”, “lo normal” ni “lo deseable”. Partido único, subordinación de los grandes capitales al Estado (y, por extensión, al Partido Comunista)... y unas relaciones exteriores desiguales, sí, pero establecidas en base a acuerdos bilaterales en lugar de a golpe de bomba (o de golpes de estado).
En la izquierda no está tan claro, aunque las posturas enfrentadas en la cuestión china son tan tajantes como de costumbre. Opción a: China es un régimen totalitario que reprime con total crudeza protestas masivas y el PCCh conserva su poder mediante la violencia estatal sin ser capaz de agrupar consensos entre la población. Además, es un estado imperialista, y su disputa con Estados Unidos es la reformulación de la disputa interimperialista que con enorme claridad expuso Lenin hace más de un siglo (El imperialismo, fase superior del capitalismo). Opción b: China es un estado que camina irremediablemente hacia el comunismo, cuya lucha de clases se desenvuelve sin contradicciones en favor de las clases trabajadoras. A su vez, se relaciona con el resto de países de la periferia (o del Sur Global) en términos de internacionalismo proletario, erigiéndose como un faro para la erradicación de las opresiones de clase. ¿Con cuál te quedas? Una pista: ninguna se corresponde con los hechos.
Los elementos concernientes a la política interna del país (es decir, a la sección estrictamente nacional de su lucha de clases) no serán tratados en este texto, aunque se apunta una breve definición: China es un estado socialista, en el que el Partido Comunista emplea métodos de acumulación capitalista para el desarrollo material de la sociedad al tiempo que subordina a la burguesía nacional e internacional a los mandatos del Estado. Esta situación puede devenir fundamentalmente en dos salidas: a) una efectiva consecución del comunismo que termine con la existencia de grandes conglomerados económicos que hoy tienen relativa fuerza de presión y socialice los medios de producción; b) una cooptación de los aparatos del Partido (y, por extensión, del Estado) por parte de la clase social que domina en el ámbito económico que desemboque en un definitivo viraje hacia un sistema capitalista en el que (como en nuestros países) los monopolios dominen al Estado y no al revés.
China es un estado socialista, en el que el Partido Comunista emplea métodos de acumulación capitalista para el desarrollo material de la sociedad al tiempo que subordina a la burguesía nacional e internacional a los mandatos del Estado
Donde sí se va a poner el foco es en el hecho internacional, tratando de darse respuesta a una pregunta de lo más pertinente: ¿es China imperialista? Lo primero que conviene tener en cuenta es una apreciación de carácter teórico: “imperialismo” no es una categoría moral, sino un concepto analítico perteneciente a la tradición del marxismo que nos sirve para ubicar a un Estado-nación en la jerarquía internacional del sistema capitalista mundial. Otro elemento a considerar es la lógica contextual del pensamiento de Lenin, quien destacó que los países imperialistas eran exportadores de capital. Esta idea, que ciertamente defendió el dirigente ruso, es empleada por algunos sectores de la izquierda para zanjar el debate: China es imperialista. James Petras es un ejemplo claro de esta perspectiva. Para él, por ejemplo, China hace imperialismo económico, aunque reconoce que es un imperialismo menos malo que el estadounidense por su no empleo de la fuerza militar.
Considérense dos cuestiones: la primera es que China es exportadora de capital, sí, pero también importadora. En el eje centro-periferia, es difícilmente defendible que China forme parte del lado poderoso (el central). Por supuesto, sus empresas monopólicas se benefician de prácticas parasitarias en absoluto “internacionalistas” como la industria extractivista de coltán en el Congo o de soja en Argentina. Estos hechos reflejan la vigencia del modo de producción capitalista en el país. Bajo sus normas, los grandes conglomerados nacionales tienen que salir a las periferias a aprovechar cruelmente condiciones de vida miserables y recursos naturales escasamente protegidos por los estados. No obstante, China también es un centro de explotación de las clases trabajadoras por parte de los grandes capitales europeos, estadounidenses y de otros estados históricamente imperialistas. Una parte importante de su población trabaja enriqueciendo a capitalistas extranjeros que se aprovechan del (cada vez menos rentable) mercado laboral chino.
La segunda cuestión, quizá central, es el marco en el cual Lenin escribió sobre el imperialismo. Lenin destacó la cuestión de la exportación de capital, sí, ¡pero lo hizo en el marco de la expansión violenta de los estados imperialistas hacia las periferias! Lenin consideró que la política expansivo-militarista de los estados europeos era en beneficio de sus grandes conglomerados. Estos países competían militarmente por el control también militar de las colonias, a quienes dominarían cruelmente por la vía militar para poder maximizar allí los réditos del capital exportado. Y, en este sentido, China se comporta innegablemente de forma distinta.
Hay un hecho incontestable por fuerza de la Historia: hasta la fecha, y como ya nos enseñó Claudio Katz, “la expansión económica de China se ha consumado sin disparar un sólo tiro fuera de sus fronteras” (China: tan distante del imperialismo como del Sur Global). Y este no es un dato menor, por mucho que para algunos (de nuevo, Petras), solo modifique en su grado el carácter imperialista de China. Esta diferencia es en realidad cualitativa. El imperialismo se fundamenta en la dominación por la fuerza de territorios a los que se pretende explotar económicamente. Si no existe dominación por la fuerza, la categoría “imperialismo” es difícil de sostener.
China se relaciona desigualmente con la mayoría de naciones periféricas. Al margen de determinados proyectos de ayuda al desarrollo, el interés chino en América Latina es considerablemente parasitario
¡Ojo! China se relaciona desigualmente con la mayoría de naciones periféricas. Al margen de determinados proyectos de ayuda al desarrollo (como los que lleva adelante con Laos), el interés chino en América Latina es considerablemente parasitario. Firmas chinas están compitiendo por el reparto de las tierras en países como Argentina, y este hecho no es menor. Ilustra una gigantesca contradicción en la que se encuentra sumido el Partido Comunista y que la izquierda internacional haría muy mal en ignorar. Los capitalistas chinos tienen intereses objetivamente opuestos a las clases trabajadoras internacionales y, como tales, pretenderán en todo momento instrumentalizar en su favor el poderosísimo aparato estatal del país. Los conglomerados chinos no son especialmente benevolentes, ni solidarios, ni (¡por supuesto!) socialistas. Son capitales concentrados que se beneficiarían enormemente si China decidiese emprender una política internacional imperialista. Esto supondría el abandono definitivo del socialismo en el país, le pese a quien le pese. Pero, también le pese a quien le pese, esto todavía no se ha dado.
Algunos sectores de la izquierda europea insisten en que no es cierto que China no militarice su política exterior. Y, aunque esto es parcialmente cierto, seguramente no modifica su condición de país no-imperialista. Por el momento, los movimientos militares dirigidos desde Pekín son 1) en sus fronteras y 2) a menudo defensivos. Los movimientos persuasivos en Taiwán son un ejemplo de ello, por cuanto Estados Unidos violó con la visita de Nancy Pelosi a la isla el principio ‘Una sola China’ que rige la diplomacia china en general y las relaciones Estados Unidos-China en particular. Las escaramuzas entre tropas chinas e indias en la zona fronteriza merecerían un capítulo aparte, pero forman parte de las disputas entre estados por definir los límites nacionales, y esto nada tiene que ver con el imperialismo.
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De hecho, lo que sí podría calificarse como política imperialista es la presión que Estados Unidos ejerce contra el país asiático, pretendiendo que abandone su sistema político-económico. El imperialismo después de la Segunda Guerra Mundial pivotó en torno a Washington y tuvo un objetivo primordial: apagar revoluciones socialistas y tumbar partidos comunistas. Que China sea el país más poblado del mundo, que su Ejército sea inmenso, que tenga disputas fronterizas con India y que se relacione desigualmente con determinados estados de la periferia son hechos que ilustran las enormes contradicciones que surfea su modelo socialista debido, en parte, a la introducción de instituciones y procesos capitalistas y a la ‘estatización’ y ‘tecnocratización‘ del Partido... pero probablemente no son constitutivos de un procedimiento imperialista.
En todo caso, resta ver cómo evoluciona el país. El Partido no tiene una dirección férreamente ideológica, ni una composición nítidamente clasista. A su vez, las grandes capas de capitalistas quieren y deben intentar ocupar posiciones de poder. China podría perfectamente evolucionar en un estado imperialista, pero para ello deberían darse cambios serios en la estructura de clase del Partido y del Estado que se tradujesen en acciones exteriores habituales en los estados europeos y en Estados Unidos (invasiones por recursos naturales, financiamiento de grupos contrarrevolucionarios, apoyo tácito a golpes de Estado, etc.)
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Solo por el mero hecho de su legislación laboral esclavista, China es un país medieval, con unas diferencias económicas abismales entre sus clases sociales. Hablar algo bueno de China, que ha permitido al capitalismo neoliberal occidental llevar su producción allí a precio de ganga, implica defender o justificar o hacer la vista gorda con esta monumental aberración: la explotación de mano de obra infantil, femenina, masculina.