Opinión
Números que no cuadran

La semana horrible del PSOE, inmerso en el descrédito por el Caso Ábalos-Cerdán y por los escándalos de acoso sexual, redunda en el agotamiento del “sanchismo”.
Congreso 09.07.25 - 45
David F. Sabadell Pedro Sánchez, durante su comparecencia de julio para dar explicaciones por la detención de Santos Cerdán.
14 dic 2025 06:08

Hay una pequeña burla del destino en el hecho de que el último sanchista caído hasta la fecha, Paco Salazar, forjase su carrera junto al presidente del Gobierno como intérprete de encuestas y humores demoscópicos. El fichaje del ya fallecido Jaime Miquel, la elevación del spin doctor Iván Redondo y, posteriormente, el avance de Salazar como mano derecha de Sánchez, confirman la pasión por las matemáticas del presidente. Un amor que tuvo su momento de gloria en las elecciones del 23 de julio de 2023, en las que la suma resultante dio lugar a un escenario complejo que, no obstante, daba a Sánchez una victoria contra todo pronóstico.

La burla es que la caída de uno de esos intérpretes de la numerología parezca ser el último clavo en el ataúd político del presidente. La gran broma es que la lectura correcta de que Sánchez solo gana y ha ganado por el voto de las mujeres se está torciendo por una cascada de casos de acoso sexual y machirulismo político. Las tendencias señalan que el valor estabilizador de ese voto ya no puede darse por descontado. No se trata tanto de las mujeres votando en masa a la extrema derecha como de una profunda e insalvable desafección que el carisma de Sánchez no puede ya atajar. 

La llamada a la cordura de la vicepresidenta Yolanda Díaz (“Así no podemos seguir”) ha caído en saco roto en La Moncloa. La contrarrespuesta tácita es “solo podemos seguir así”

El Gobierno está agotado. La última oleada de detenciones y registros en el caso Ábalos-Cerdán, que ha alcanzado también al expresidente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, Vicente Fernández, ha seguido sumando desengaño. Pero es la explosión del me too en el interior de los socialistas, que se ha llevado por delante (en dos tiempos) a Salazar y a unos cuantos cargos intermedios, la que habla de la corrosión interna de eso que se ha llamado sanchismo.


Nadie se termina de creer que el impulso de estas denuncias surja espontáneamente y eso mismo señala dos hechos: 1) que Sánchez no transformó su viejo partido, y que, en ese contexto, siempre son posibles las maniobras de fuego amigo, y 2) que el feminismo usado exclusivamente como herramienta de marketing se convierte fácilmente en arma arrojadiza. Cuando se abrió la tapa del feminismo del nuevo PSOE, José Luis Ábalos y su machismo de cinta de gasolinera estaba ahí. No habrá pedagogía después del me too en el PSOE por la razón de que una cultura política no se resuelve dentro de esa cultura política, pero sí se mantiene el aviso a largo plazo de que no basta con enarbolar banderas si después todo se lo cocinan entre los señores que controlan las siglas. 

La llamada a la cordura de la vicepresidenta Yolanda Díaz —“Así no podemos seguir”— ha caído en saco roto en La Moncloa. La contrarrespuesta tácita es “solo podemos seguir así”. Es decir, resistencia y llamadas poco convincentes a un antifascismo de días señalados y formatos de TV. Un antifascismo estático, que, como el feminismo cosmético, solo tiene valor enunciativo. Dos lemas que han estado, durante más de dos años y con escasas excepciones de parte del Ministerio de Consumo, vacíos de significado en cuanto a políticas de transformación que movilicen, en términos populistas si se quiere, a quienes tienen la capacidad de cambiar con su voto (o su abstención) el equilibrio actual entre los dos bloques, esto es, quienes no forman parte de la clase media votante.

En la naturaleza del PSOE no está precipitar ahora un cambio que pueda transformar más el escenario. Los llamamientos a la calma que se han extendido en las últimas horas entre los mandarines socialistas señalan que pueden esperar a la derrota habida cuenta de que a su izquierda no hay nada.

La llamada a la cordura de Díaz tiene un deje desesperado. El sanchismo, como estrategia de comunicación parece incapaz de movilizar ninguna pasión, pero es en la izquierda donde se dirime si realmente es posible pasar desde ese antifascismo estático, ese feminismo cosmético, a otra fase en la que se disputen el antifascismo y el feminismo en el terreno de la realidad, no en los reels de Instagram. Y la realidad habla de un calvario para acceder a la vivienda, de sueldos varias tallas más pequeños que los precios y de listas de espera crecientes en los hospitales y centros de salud. La demoscopia propicia vendrá después de haber afrontado todo eso, cuando se haya salido definitivamente del embrujo de la táctica electoral para plantear una estrategia política. Hasta que eso no ocurra no darán los números.

Lugo
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