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Todas las personas de buena voluntad sabemos que lo que está sucediendo ahora mismo en Palestina es un genocidio y no una guerra. Después de haberles arrojado de sus hogares, donde habían habitado durante siglos, de arrebatarles sus tierras, de convertirles en extraños sin ningún tipo de derechos en su propia patria y de asesinarlos poco a poco, ahora los sionistas han comenzado a aplicar su propia “solución final” para exterminar a todos los palestinos que aún sobreviven en la Palestina histórica. Se trata, en esencia, del mismo tipo de escalada criminal que realizaron los nazis en su época.
Al igual que entonces, ahora tampoco ningún gobierno occidental está dispuesto a mover un dedo en favor de los perseguidos. Conviene recordar que en medio de la II Guerra Mundial y sabiendo perfectamente lo que sucedía en los campos de exterminio nazis, los políticos y la prensa de las naciones aliadas no hicieron público lo que pasaba hasta el momento en que el ejército soviético comenzó a liberar esos campos y ya no se pudo ignorar. ¿Qué hay de común entre aquellas víctimas y las de hoy? Noam Chomsky lo ha explicado con absoluta claridad: carecen de cualquier poder. Por el contrario, tanto con la Alemania nazi, como con el Israel sionista, tratamos con entidades muy poderosas.
Es esto, la debilidad de Palestina y el poder de Israel, lo que explica la conducta de los gobiernos occidentales en los momentos actuales y a lo largo de los 75 años pasados. Ciertamente hay algunas diferencias, pero todas dependen de intereses políticos particulares. Estados Unidos, en su condición de primera potencia militar mundial, sabe que Israel, dado que es una colonia occidental inserta en un área geográfica ajena, es el único estado de todo el Oriente Próximo que nunca podrá cambiar de campo por más alteraciones que sufra su política interior; algo que no está asegurado en ningún otro país de la zona, por más servil que sea su gobierno presente; así que obra en consecuencia.
Millones de personas insisten en expresar su apoyo a la causa palestina en todo Occidente arrostrando todas estas dificultades
Los satélites de los EE UU están más obligados que nunca a secundarlos en estos instantes en que un mundo multipolar y no controlado por Occidente, apunta en el horizonte y puede acabar con un escenario que ya dura cinco siglos. Por eso algunos, en la UE, lo hacen con menos disimulo que otros. Así la Sra. Von der Leyen lo hace, como alemana que es, con el entusiasmo de quienes siempre han estado detrás de todos los genocidios del siglo XX: en el de los hereros y en el de los judíos como autores, en el de los armenios y en el de los palestinos como cómplices. Otros, nuestro gobierno, simulan una simpatía por los palestinos, seguramente por la amplitud del apoyo tradicional que su causa tiene en España, que es desmentida por el envío de una fragata al séquito de la flota gringa en el Mediterráneo oriental. En conjunto la política de la UE queda retratada por su constante negativa a romper el acuerdo de asociación con Israel, pese a las cláusulas referidas a los derechos humanos que contiene y que son continuamente burladas por el estado sionista. Ahora ya en plan absolutamente ostentoso.
En cuanto a los grandes medios de comunicación, todos ellos son dependientes de las plutocracias dominantes en Occidente, de manera que se limitan a ocultar lo que sucede, salvo cuando el número de niños asesinados es demasiado alto, y a publicitar las mentiras fabricadas por los experimentados departamentos “goebbelsianos” de Israel, EE UU y Gran Bretaña. De hecho, al tiempo que siguen usando grandes palabras y nobles conceptos como democracia, justicia, libertad de prensa y resto de la retahíla, no han manifestado la más mínima protesta ante la prohibición de movilizaciones pacíficas o la mera exhibición de banderas palestinas, como ha sucedido en Gran Bretaña, Alemania, Francia y otros lugares.
Y, sin embargo, millones de personas insisten en expresar su apoyo a la causa palestina en todo Occidente arrostrando todas estas dificultades. Esto es una muestra palpable de dos cosas. Primero, la quiebra política y social que atraviesa nuestra parte del planeta entre su clase dominante y la ciudadanía a la que esa clase dice representar. Segundo, que entre esa ciudadanía aún perviven los principios (esos que ensucian los grandes medios de comunicación) que surgieron en medio de grandes luchas democráticas y revolucionarias europeas.
El boicot contra todos los productos que tengan el código internacional 729 (el de Israel) ha de crecer. Pero también ha de boicotearse a todas las empresas españolas que tienen relaciones con Israel
Por otra parte, la ciudadanía y los gobiernos de eso que se llama el Sur global han mostrado una conducta muy diferente, por ejemplo, la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel decidida por Bolivia. Es verdad que esa parte del mundo sigue sin tener tanto poder como Occidente (por eso decíamos que la multipolaridad apunta, pero todavía no se ha desarrollado), sin embargo, ya es notorio que eso que llaman “comunidad internacional” no pasa de ser la cincuentena de estados satélites de EE UU. El resto, pese a estar muy desvertebrado de momento, agrupa a la mayoría de la humanidad y ya, a través de los BRICS y su próxima ampliación, tiene más riqueza y produce más bienes que el G-7 y esa sedicente “comunidad”.
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Todo ello, la desintegración moral y el descrédito de un Occidente que ya sólo puede recurrir a la mentira y a la fuerza bruta (en Israel abiertamente y en el resto cada día con menos disimulo) para mantener su dominio; a la par que el ascenso del Sur global, principalmente político y económico, pero ya también militar, son elementos que van a influir en el desenlace del conflicto que comenzó, hace ya un siglo, con la instalación de colonos occidentales en Palestina y el desarraigo de su población original. Israel va abiertamente, con desprecio de todo el Derecho Internacional y de la Carta de Naciones Unidas, a la expulsión/asesinato de todos los palestinos que quedan en Gaza, como primera fase de una segunda Nakba, mientras los gobiernos occidentales sometidos a EE UU son cooperadores necesarios en la tarea. Pero el final no tiene que ser ese necesariamente. Es perfectamente posible seguir trabajando por el nacimiento de una Palestina, democrática y laica, desde el río hasta el mar (una de las consignas “terroristas” prohibidas en Gran Bretaña).
La fuerza principal para lograr ese objetivo es la resistencia palestina, que se ha demostrado indomable ante todos las dificultades y crímenes sufridos. Luego los pueblos del Oriente Próximo hermanos de los palestinos. Pero también nosotros podemos y debemos colaborar. Nosotros formamos parte de esa ciudadanía occidental que aún defiende los valores democráticos en su entera dimensión y no de boquilla. Tenemos la obligación de enfrentarnos a la deriva reaccionaria y prohibicionista de las libertades que emana de la UE y desarrollan los gobiernos occidentales.
Tenemos que seguir manifestándonos, pero no podemos quedarnos en esto. Israel es una entidad totalmente dependiente del comercio (no sólo para las armas y los combustibles fósiles) con EE UU y la UE. Sin él Israel no puede existir, como no pudo en su día la Sudáfrica del apartheid, y está a nuestro alcance intervenir en esto. El boicot contra todos los productos que tengan el código internacional 729 (el de Israel) ha de crecer. Pero también ha de boicotearse a todas las empresas españolas que tienen relaciones con Israel (en las redes ya están relacionados los nombres de estas empresas). Del mismo modo han de ser señaladas las instituciones públicas españolas (el ayuntamiento de Barcelona es un ejemplo) que tienen lazos con Israel, instando a los responsables políticos a romper inmediata y definitivamente tales lazos. Haciendo esto ayudaremos a que el genocidio en marcha no tenga éxito y daremos una oportunidad a la paz.
Por último, una observación importante. No confundamos jamás sionismo y judaísmo. Es verdad que, por desgracia, los sionistas son hoy (nunca lo fueron antes de la II Guerra Mundial) mayoría entre los judíos, pero ni siquiera en el interior de Israel son sionistas todos los judíos. Nuestra movilización debe alzarse contra el movimiento sionista e Israel, su criatura monstruosa. Jamás contra el judaísmo y los judíos. Precisamente por eso defendemos la existencia de una Palestina democrática y laica para todos cuantos, lleven allí milenios o decenios sus ancestros, deseen convivir en ella pacíficamente y con plenitud de derechos civiles y políticos para todos.
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