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Opinión
Antropología y ciudad, una relación personal
La antropología es una disciplina que se caracteriza por una aproximación holística a la realidad social. Bajo este punto de partida, todas y cada una de las diferentes esferas que configuran las sociedades se encuentran interrelacionados. Así, no es posible estudiar o analizar elementos como la familia, la economía, la religión o la organización política de una sociedad cualquiera sin tener en cuenta al resto de componentes de la misma y cómo éstos se encuentran imbricados. Su división es el producto artificial de la necesidad de especialización académica, política y productiva, entre otros factores. Por ejemplo, en el caso del sur de Europa, no se puede realizar una aproximación a la Iglesia Católica sin tener en cuenta su vinculación con la educación o los medios de comunicación.
Las ciudades, como obras humanas, mantienen una pauta similar. Sus diferentes elementos conformantes se encuentran íntimamente vinculados, de forma que cualquier aproximación a los mismos debería de llevarse a cabo teniendo en cuenta el mencionado carácter total. El transporte, la vivienda, la salud, la educación o el propio tejido social que la conforman constituyen una red de nodos que se confunden, conectan y sobreponen de forma continua. Tocando uno, los tocas todos. Así, la salud y el urbanismo o la tipología de las viviendas, por ejemplo, se hallan relacionados, de tal manera que hay barrios de ciudades como Barcelona donde la esperanza de vida es entre 3 y 4 años superior a la de otros de diferente renta, algo que solo se explica, precisamente, por esta correlación.
Por otro lado, entre las formas de intervenir políticamente en la ciudad se encuentra el urbanismo. El urbanismo, teniendo en cuenta el reparto competencial entre las diferentes administraciones públicas del Estado español, es una capacidad propia y casi exclusiva de los Ayuntamientos. Es mediante el urbanismo que los poderes públicos tienen la capacidad de intervenir en la vida de las ciudades.
La función de “poner orden” era muy típica del urbanismo racionalista de gran parte del siglo XX, por lo que se estableció como un instrumento que da forma a las prioridades de un grupo o clase social
Ahora bien, ¿qué es el urbanismo? Entre las diferentes acepciones posibles, el urbanismo sería aquella organización y ordenación de los edificios y espacios de una ciudad. Si nos fijamos, a su vez, en el segundo de los sustantivos, ordenación, vemos como este también cuenta con varios significados posibles. En primer lugar, está el de “poner orden”, el cual estaría relacionado, de hecho, con la organización, el primero de los sustantivos. Poner orden es establecer equilibrios, situar en el espacio, dotar de sentido y, también, vencer resistencias. Esta función era muy típica del urbanismo racionalista de gran parte del siglo XX. En segundo lugar, ordenar también es establecer una jerarquía, es decir, determinar qué es importante, qué se construye primero, qué funciones se satisfacen, etc. y, por lo tanto, determinar para quién y para qué se construye una ciudad. Es de esta manera que el urbanismo se muestra como un instrumento que plasma sobre el terreno y da forma a las prioridades de un grupo o clase social. Es una herramienta no neutral.
La conformación de las ciudades como mercancías, fábricas, espacios preferentes de socialización, etc., se encuentra, en parte, determinada por el urbanismo. Cabe recordar, además, que el urbanismo no es solo cuerpo físico, volúmenes, forma y función, sino también normativa, regulación y leyes. Aporta, por tanto, un hardware y un software a la ciudad y, aunque es cierto que no existen ciudades extremas, tampoco es mentira que no sea posible determinar siempre la corriente hegemónica presente en el diseño y ordenación de una ciudad. Aquello que le da sentido.
Durante los últimos años, sobre todo en territorios con un escaso desarrollo industrial donde la construcción ha ocupado gran parte de la actividad productiva, las ciudades han priorizado su crecimiento; un crecimiento que, de nuevo en el marco político-administrativo del Estado español, está muy vinculado con la necesidad de los gobiernos municipales de obtener recursos vía impuestos y tasas, así como de promover e impulsar actividad productiva.
El crecimiento y ordenación de las ciudades, organizado a través del urbanismo, incide en la totalidad de sus esferas constitutivas. Así, una ordenación escasamente planificada puede ocasionar falta de recursos y equipamientos para parte de la población en forma de déficits en colegios, centros de salud, servicios sociales o áreas de recreo.
Si el crecimiento se lleva a cabo mediante políticas agresivas de vivienda, sin tener en cuenta los distintos grupos sociales que podrían o deberían acceder a ella, se puede acabar por transformar el tejido social urbano en términos de composición de clase, generar estigmatización social o dinámicas de exclusión socio-espacial.
La antropología encuentra en el urbanismo su misión ante el estudio como disciplina encargada de mostrar el fetichismo de las relaciones sociales
Una apuesta por una ciudad volcada en una cierta orientación productiva posiciona también a la ciudad de una forma muy concreta en el contexto territorial donde se haya inserta. Por ejemplo, la apuesta por la construcción de viviendas en entornos metropolitanos puede desarrollar dinámicas propias de ciudad dormitorio, donde la producción se halla fuera del municipio mientras la necesidad de servicios se encuentran él, con el correspondiente desequilibrio.
Esto no significa, sin embargo, que las ciudades no deban cambiar o crecer, al revés. Lo que demuestra es que es necesario gobernar ese crecimiento y esos cambios, evitando, por ejemplo, que genere beneficios para unas minorías o unas élites, o que las decisiones sean tomadas de forma arbitraria o cortoplacistas.
Es aquí donde la antropología encuentra, entre otras, su misión ante el estudio de las ciudades. Como disciplina encargada de mostrar el fetichismo de las relaciones sociales, y bajo una aproximación holística a sus diferentes fenómenos, tiene la posibilidad de mostrar cómo y para quién se están construyendo las ciudades de acuerdo a su urbanismo. Mostrando el carácter profundamente ideológico del mismo, la antropología urbana podría mostrar lo que está presente pero no es evidente y que ella conoce. Es por esto que es posible afirmar que la antropología y la ciudad mantienen una relación personal.
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Cuántas ciudades vendidas al dios ladrillo, cuántos gobiernos municipales vendiendo terrenos al mejor postor con las comisiones correspondientes, cuántas familias ahogadas por las hipotecas de las burbujas inmobiliarias, cuánto espacio urbano entregado al beneficio de unos pocos y no al disfrute y a la felicidad de las personas. Luego, cuando ocupamos los espacios públicos, viene la policía a desalojarnos. Claro nosotrxs no aportamos nada a la caja B.