Opinión socias
Mi perro, la vivienda y la desgracia de no ser propietaria


Llevo noches soñando con casas. No con la mía, esta en la que estoy ahora y desde la que escribo; sueño con casas ajenas, casas preciosas, casas de gente famosa y casas con puertas a sitios fantásticos. Hoy he soñado que ocupaba la casa de Madonna mientras ella estaba en la cárcel. Comí la comida de su nevera, usé su equipo de sonido para escuchar música en unos enormes sofás negros que coronaban impersonal y frío.
Soñé hace unos días con una casa pequeña y acogedora que daba a un jardín donde había una hostil playa del norte llena de piedras resbaladizas a la que accedía rápidamente. Al fondo se levantaba una torre oscura e imponente y yo observaba con sosiego y calma. Mi perro Bronco, muerto hace tres semanas, estaba a mi lado feliz. Cuando volvíamos al interior, la casa era otra pero era nuestra, y nos tumbábamos en el sofá porque podíamos hacerlo.
Nunca he deseado ser propietaria, que no es lo mismo que desear un hogar. Ahora me echan de la mía, esta desde donde escribo y en la que llevo doce años. Sueño con casas porque camino por la calle mirando terrazas y balcones y pensando en cómo se vivirá sabiendo que nadie puede levantar el teléfono para decir que venden tu casa, que te suben el alquiler, que cumplido el plazo debes estar fuera. Me gustaría preguntarle a todas las personas con las que me cruzo si saben lo que implica que te echen de tu casa. Tengo curiosidad por conocer qué es vivir sin el dolor de saberte expulsada de tu hogar y de tu barrio, de ser testigo de cómo tu red vecinal salta por los aires. Porque las vecinas se hacen; las vecinas no son un verbo, son algo inmaterial, no responden al peso de lo simbólico. Las vecinas son carne, apoyo y resistencia. Y somos menos frágiles dentro de ese corpus.
Belén Gopegui hablaba de desgracia, tragedia y clase. La expulsión de nuestros hogares y nuestros barrios nos deja desamparadas a las que no heredamos ni poseemos, nos vuelve extremadamente vulnerables, rotas, sin fuerzas, autómatas. Yo querría estar llorando en el sofá por mi perro pero resulta que estoy empaquetando cajas. Si no eres propietaria tampoco tienes derecho al dolor.
Pero esta noche volveré a visitar casas preciosas con Bronco, que correrá por largas y bellas playas escocesas. Y todo estará bien porque es lo que único que nos queda y a lo que no vamos a renunciar: seguir soñando.
Instagram: @rockzio
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