Opinión socias
El gran bulo: empresarios creadores de empleo
A menudo se repite, como un mantra incuestionable, que los empresarios son los “creadores de empleo” que sostienen la sociedad. Sin embargo, esta visión idealizada oculta una realidad económica más cruda y fundamental: el objetivo primario de un empresario no es crear puestos de trabajo, sino crear una estructura —una empresa— para multiplicar su capital y obtener un beneficio personal que siempre supere lo que podría ganar como asalariado.
El empleo es, en el mejor de los casos, una consecuencia secundaria de esta búsqueda de beneficio, nunca el fin último. Cuando un empresario contrata a un trabajador, lo hace porque la fuerza de trabajo de esa persona es necesaria para generar más valor del que cuesta su salario. Es una relación de intercambio económico, no un acto de filantropía.
Esta dinámica, cuando se desvincula de cualquier consideración ética o social, da pie a prácticas profundamente dañinas que desmienten la narrativa del empresario benéfico:
1. La Explotación Laboral como Ventaja Competitiva:
- Deslocalización: La decisión de trasladar la producción de Occidente a países subdesarrollados no se toma para “crear empleo” en esos lugares, sino para aprovechar salarios de miseria, legislaciones laborales laxas y condiciones de trabajo que serían inadmisibles en el país de origen. El objetivo es abaratar costes para maximizar ganancias, aunque eso implique explotar a personas en situación de vulnerabilidad.
- Precariedad Local: En los propios países desarrollados, se fomenta la contratación temporal, los falsos autónomos y los salarios que no alcanzan para vivir, todo para preservar al máximo los márgenes de beneficio.
2. El Fraude Fiscal como “Eficiencia”: Engañar a Hacienda no es visto por algunos como un delito, sino como una astucia financiera. Defraudar impuestos priva a la comunidad de recursos esenciales para sanidad, educación e infraestructuras, que son la base del bienestar común. Mientras la pequeña y mediana empresa y los trabajadores soportan la carga fiscal, algunas grandes corporaciones eluden sus responsabilidades mediante ingenierías financieras complejas.
3. La Irresponsabilidad Social y Ambiental:
- Constructoras y Calidad: Un constructor que utiliza materiales de mala calidad o ignora normativas de seguridad no está pensando en el bienestar de los futuros habitantes o en la seguridad de sus trabajadores. Piensa en recortar gastos para incrementar sus ganancias, externalizando el coste humano (en forma de riesgo o de viviendas inseguras) hacia la sociedad.
- Empresas Contaminadoras: Quien monta una fábrica que contamina un río o emite gases tóxicos prioriza su beneficio privado por encima de la salud pública y el derecho a un medio ambiente limpio. El daño ecológico es un “efecto secundario” que la empresa no asume, dejando que la comunidad pague el precio de la descontaminación y los problemas de salud.
4. La Explotación de la Vulnerabilidad: Contratar a personas “sin papeles” es la forma más clara de esta lógica perversa. Se aprovecha la situación desesperada de alguien que no puede reclamar sus derechos para pagarle menos, negarle condiciones dignas y eludir las contribuciones sociales. Es una explotación pura, donde la maximización del beneficio se construye sobre la negación de la humanidad y los derechos del trabajador.
5. La Destrucción Silenciosa de la Salud: El Legado Tóxico del Trabajo: El desgaste físico y mental que muchos empleos generan es una externalidad más que la empresa traslada al trabajador y al sistema público de salud.
Enfermedades Físicas: Un gran número de trabajos, desde la construcción a la limpieza o la manufactura, provocan dolencias crónicas (problemas de espalda, articulaciones, respiratorios, pérdida de audición...). El trabajador llega a la jubilación, a menudo más allá de los 67 años y con décadas de cotización, con un cuerpo desgastado. Lo que debería ser una etapa de disfrute se ve empañado por el dolor y la merma de la calidad de vida, incrementando además la presión y el gasto en los servicios sanitarios públicos.
Problemas de Salud Mental: La presión por los resultados, la sobrecarga laboral, la precariedad y el acoso generan epidemias de estrés, ansiedad y burnout. Estas condiciones no son fallos individuales, sino consecuencias directas de entornos laborales tóxicos diseñados para exprimir al máximo la productividad, sin importar el coste humano.
La Desproporción que Evidencia la Injusticia: El Caso de los Mega-ricos:
Esta lógica queda al descubierto cuando observamos las ganancias desorbitadas de algunos magnates. Si a un empresario como Elon Musk se le puede ofrecer una compensación de un billón de dólares, es porque la riqueza generada colectivamente por sus trabajadores es astronómicamente superior a la suma de sus salarios. Esa riqueza extrema en la cúspide es la prueba matemática de que no se está retribuyendo de forma justa el valor real que genera el trabajo de cada persona. La fortuna de unos pocos se construye, en parte, sobre la plusvalía no distribuida entre quienes hacen posible el negocio.
Conclusión:
Romper con el mito del “creador de empleos” es esencial para poder exigir responsabilidades. No se trata de demonizar el emprendimiento o la iniciativa privada, que pueden ser motores de innovación y progreso. Se trata de reconocer que, sin un marco legal robusto, una fiscalización estricta y una conciencia social activa, la búsqueda del beneficio privado puede degenerar en la explotación de las personas, el fraude a la comunidad y la destrucción del entorno.
La verdadera riqueza de una sociedad no se mide solo por el número de empresas, sino por la calidad del empleo que generan, su contribución justa al sistema y su respeto por las personas y el planeta. Un empleo que surge de la explotación no es un logro; es un síntoma de un sistema que premia el abuso.
Este es un espacio para la libre expresión de las personas socias de El Salto. El Salto no comparte necesariamente las opiniones vertidas en esta sección.
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