Gaza, la auténtica universalidad

Lo que está ocurriendo en Palestina es algo que concierne a la humanidad entera y que revela la clase de mundo en el que vivimos.
Oscar Dulce Recio
11 sep 2025 13:45

Tanto las acciones organizadas de forma compleja como la Fotilla Sumud Global o la marcha de Egipto de este pasado Julio, en las cuales han sido capaces de coordinarse activistas de decenas de países; como en iniciativas más locales y espontaneas, por ejemplo, la de esos valientes que se plantan en la carretera para entorpecer una vuelta ciclista que blanquea el genocidio o la de esos profesores que se encierran en el Círculo de Bellas Artes; o también en otras más gremiales, como la de esos entrenadores en Italia que piden excluir a Israel de la UEFA y la FIFA o la de los estibadores de Genova que amenazan con bloquear los envíos a Israel si la flotilla es atacada; en todas estas infinitas intervenciones que se multiplican sin cesar por todo el planeta percibimos una especie de movilización universal, que no deja de crecer, y que recorre trasversalmente sociedades complejas, muy mediatizadas por la intoxicación de redes y medios.

“Ellos tienen los drones —ha dicho Thiago Ávila tras el ataque perpetrado contra un barco de la flotilla en Tunez—, tienen la violencia, tiene las armas. Nosotros tenemos todo lo demás”.  ¿Y qué es todo lo demás?  Ávila aventura una respuesta: “la historia está de nuestro lado”. Se podría decir que también lo están la razón, la verdad, la justicia…

Es difícil definir en abstracto qué es universal cuando hablamos de la emancipación humana. Enseguida llegan los desacuerdos sobre lo que es justo y verdadero, sobre la esencia de lo que somos o sobre la sociedad plena; hasta los mismos derechos humanos pueden se cuestionados (¿valores del hombre occidental blanco?). Zizek recomienda una estrategia más acertada para definir lo que es universal: la identificación con el síntoma.

El síntoma es aquella parte del todo que no encaja, que hace que ese todo se muestre en su universal falsedad. Pero esa parte del todo es muy peculiar: ni siquiera está reconocida como parte, es algo así como una nada, pero tiene la virtud de dislocar la composición total que se pretende.

¿No son acaso las atrocidades vividas en Gaza y Cisjordania el síntoma de una falsa universalidad que occidente pretende vender al resto del mundo? ¿No es Palestina esa parte que no es ninguna parte en cuanto que no está reconocida siquiera como un estado, como pieza de un puzle mayor? ¿No son los palestinos los nadie de este mundo, al igual que otros muchos nadies que andan dispersos por el orbe?  (Nuestros inmigrantes sin papeles, por ejemplo). El orden internacional, el multilateralismo, los derechos humanos, las democracias liberales, todo esto salta por los aires ante el brutal síntoma. Lo que revela es que los intereses geoestratégicos del capital están muy por encima del falso humanitarismo liberal.

Gaza es ahora mismo la universalidad insoslayable, de ahí que sea capaz de movilizar a tanta gente en tantos lugares distintos. No hay causa que nos interpele más ni con tanta fuerza, desdibuja incluso las ideologías, las identidades, las religiones o las etnias: ¿Qué decir de esos judíos que han perdido sus trabajos o sus estudios por posicionarse en contra del genocidio? Lo que está ocurriendo no cesará cuando Israel detenga la masacre. Las consecuencias van a ir más allá porque el síntoma nos ha mostrado de manera pavorosa que no es posible vivir de manera digna en este mundo tal como lo conocemos.

 

 

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