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Coronavirus
Breves notas y preguntas sobre el actual estado de excepción
El huracán del progreso que nos empuja al futuro no parece tener respuesta contra la gran sacudida que ha supuesto el coronavirus para el mismo.
Al borde del abismo –sin habérselo buscado–, bajo un fuerte estado policial que no deja de vigilarla de muy diferentes maneras –con la premisa de que todo es por su seguridad–, mayoritariamente confinada –como performance absoluta del enclaustramiento en el que ella misma se fue metiendo poco a poco–, con gran parte de las personas que nos dijeron que nunca teníamos que ser –la gente del campo, la construcción, los transportes, los supermercados, los correos, la limpieza, los cuidados, etc.– y todas aquellas de las que no solemos acordarnos hasta que las necesitamos –como las de la sanidad, la ciencia o los trabajos sociales– tirando del carro, asustada por el colapso que no quiere ver –y por el que prefiere mirar a otro lado con vídeos, memes y noticias de todo tipo… la población española del primer mundo, ese mundo en el que el capital es Dios y el neoliberalismo su Mesías, se halla hoy día frente a frente ante la ruina.
La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos.
Walter Benjamin
El huracán del progreso que nos empuja al futuro no parece tener respuesta contra la gran sacudida que ha supuesto el coronavirus para el mismo. «Saldremos de ésta entre todos», nos dicen sus gestores, cuando lo que nos espera después todo esto no es en absoluto halagüeño. «Sacrifiquémonos por nuestros seres queridos y los mayores que están en peligro», nos imploran jugando con los sentimientos que ahora mismo tenemos más que a flor de piel cuando hasta ayer se habían olvidado de todos –y todos los ataques recibidos por los mismos en lo que a los derechos a la educación, a las pensiones, a la vivienda, entre otros muchos, respecta. «Luchemos como soldados», metaforiza, para que nos sintamos parte del contexto marcial en el que muy poco podemos hacer, salvo obedecer. «Aplaudamos a quienes están en primera línea», nos anima, sin apenas cuidarlos –ni antes, frente a la privatización de todas las esferas de la vida, ni ahora, cuando más atención y asistencia necesitan. Populismo barato que ya no vale.
Y cuando todo esto acabe, ¿qué? ¿Volveremos a ser lo que fuimos? ¿Aceptaremos sin más la resaca de dolorosas medidas que vendrá a salvar de nuevo al capitalismo? ¿Huiremos hacia delante como si nada? ¿Esperaremos a la llegada de nuevos profetas que nos digan otra vez «sí se puede» pero con otro eslogan? ¿Permitiremos que el fascismo –que ahora anda callado, esperando en sus cavernas, para volver a atacar– ascienda? ¿Seguiremos obviando y permitiendo la gran cantidad de muertes generadas por el sistema que sostiene la realidad que habitamos –y nos habita? ¿Continuaremos mirando para otro lado ante el racismo, la precariedad laboral y la salvaje especulación que lo sustentan? ¿Contaminaremos como veníamos haciendo hasta ahora? ¿Despilfarraremos como jamás habíamos hecho? ¿Permitiremos la gran cantidad de males por los que se rige el planeta? ¿O aprenderemos, nos movilizaremos y haremos de nuestra experiencia bajo esta suspensión la herramienta que necesitamos para tratar de cambiar el camino que nos ha traído hasta aquí?
El desierto no puede crecer más: está por todas partes.
Pero aún puede profundizarse.
Ante la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que se activan, los que denuncian y los que se organizan.
Nosotros estamos del lado de los que se organizan.
Tiqqun
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perdone, pero seguimos en estado de alarma, no llegamos aun al estado de excepcion. ¿ por que engañais con el titular? creia que este sitio web no era como los demas.