Nigeria
La lucha de Nigeria por acabar con la brutalidad policial

La juventud nigeriana ha desafiado las divisiones religiosas étnicas para pedir el fin de la creciente violencia policial.
Nigeria brutalidad policial
Protesta contra la brutalidad policial en Lagos, Nigeria. Foto de Jerry Jallo para la Fundación Heinrich-Böll.
22 nov 2020 06:46

Algunos lo llaman Viernes Negro, otros lo etiquetan como La Larga Noche. Sea cual sea el sobrenombre que termine siendo más popular, el 20 de octubre de 2020 será recordado en Nigeria como el día en que los oficiales del ejército, o los soldados, dispararon directamente contra manifestantes pacíficos desarmados, matando a decenas e hiriendo a más.

Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, se habían juntado en el peaje de Lekki, en la ciudad más poblada y comercial del país, Lagos. Su único delito —si es que sus acciones pueden ser llamadas así— fue pedir al Gobierno que disolviera el Comando Especial Antirrobos de la policía de Nigeria (SARS, por sus siglas en inglés), famoso por décadas de extorsiones, simulacros de ejecuciones, muertes extrajudiciales y violaciones, entre otras prácticas violentas y abusivas.

Después de unas dos semanas de protestas continuas contra la brutalidad policial que comenzaron el 5 de octubre, el Gobierno desplegó al ejército para ayudar a controlar a los manifestantes y posiblemente para terminar con las protestas.

Según un informe de 2016 del World Internal Security and Police Index, la policía nigeriana es el peor cuerpo de policía del mundo, y quedó suspendida en todas las áreas examinadas

La policía de Nigeria es esencialmente corrupta, infrafinanciada, con poco personal, y mal entrenada. Pero estos defectos reflejan una realidad general de mal liderazgo, corrupción y falta de rendición de cuentas entre los líderes políticos e institucionales en la mayor parte de Nigeria. Según un informe de 2016 del World Internal Security and Police Index, la policía nigeriana es el peor cuerpo de policía del mundo, y quedó suspendida en todas las áreas examinadas: medios, procedimientos, legitimidad y resultados.

El SARS se creó en 1984 para enfrentarse a los delitos graves como los secuestros y los robos armados. En los últimos años, no obstante, los agentes de esta unidad, que a menudo van vestidos de paisano debajo de sus chaquetas con el logo del SARS —parecidas a las de las bandas callejeras— también han sido acusados de ataques a los derechos humanos.

John Olumide Ogunjemilusi vivió estos ataques de primera mano.

El 19 de julio de 2019 Ogunjemilusi iba en coche con un pariente desde la ciudad más poblada de Nigeria, Lagos, a la boda de su hermano en el estado vecino de Ogun. Agentes del SARS les detuvieron en su camino, y le ordenaron a este joven de 23 años que saliera del coche. Entonces le preguntaron a qué se dedicaba.

El asesinato policial de Joshua Ambrose, de 22 años, indignó a los ciudadanos y provocó las manifestaciones que llevan sucediéndose desde hace semanas

Según Ogunjemilusi, les explicó que era enfermero y les mostró su tarjeta de identificación. Después, le pidieron que mostrara qué era ese bulto en el bolsillo derecho de sus pantalones. Cuando sacó su cartera, los agentes le ordenaron que se la entregara. Él se negó, y mientras Ogunjemilusi todavía les cuestionaba la legalidad de sus órdenes, uno de los agentes armados amartilló su pistola, apuntó a la pierna de Ogunjemilusi, y apretó el gatillo. Pero falló.

Gracias a la tía de Ogunjemilusi, que milagrosamente y a la fuerza le tiró de la camisa hacia atrás, la bala resonante aterrizó en el suelo. Se empezó a formar una multitud, lo cual obligó a los agentes a salir a toda velocidad con su furgoneta.

Ogunjemilusi forma parte de los miles de jóvenes que han participado en las manifestaciones actuales que empezaron después de que se hicieran virales unos vídeos que mostraban a agentes del SARS huyendo con el coche del hombre al que acababan de disparar y dejar tirado en la carretera. El asesinato policial de Joshua Ambrose, de 22 años, indignó a los ciudadanos y provocó las manifestaciones que llevan sucediéndose desde hace semanas.

“Yo he participado porque como víctima de la brutalidad policial, hablar de ello y verlo hace que me hierva la sangre”, dice Ogunjemilusi.

Las manifestaciones callejeras se han extendido a más de cien ciudades en Nigeria. Los manifestantes con pancartas han mantenido las protestas más de dos semanas, pidiendo a las autoridades policiales que terminen con la brutalidad y, más específicamente, disuelvan el SARS.

#EndSARS se ha convertido en uno de los hashtags más prevalentes en las redes sociales, despertando protestas en solidaridad y apoyo de grupos activistas e individuos en todo el mundo. Uno de esos notables apoyos ha sido el del director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey. Pidió que se hicieran donaciones para apoyar a los manifestantes, y la red social creó un emoji especial de un puño apretado con los colores verde y blanco que aparece junto a #EndSARS.

Poco éxito y más dudas

Desde la independencia de Nigeria en 1960, las divisiones religiosas, étnicas y tribales aquí han hecho casi imposible que la juventud se una contra los males sociales.

Por ejemplo, en diciembre de 2015, después de acusar a los musulmanes chiitas, un grupo minoritario de Nigeria, de bloquear la principal autopista del estado norteño de Kaduna durante una de sus regulares procesiones religiosas, los agentes dispararon directamente contra la procesión, matando a más de 300 personas. Después los enterraron en fosas comunes.

Las autoridades policiales han disuelto el polémico comando, pero solo dos días las autoridades policiales desvelaron una nueva unidad, el Equipo de Armas y Tácticas Especiales

Otras personas de la comunidad musulmana chiita salieron a las calles a protestar. Pero la protesta no recibió mucho apoyo del conjunto de la población nigeriana. En un país en que los conflictos religiosos son comunes, la mayoría de ciudadanos del sur cristiano y de algunas partes del norte se mostraron menos preocupados. Incluso entre los musulmanes del norte, los añejos desacuerdos doctrinales entre los musulmanes suníes y chiitas dificultaron que se produjera ninguna protesta significativa en el norte.

De manera similar, en 2016, cuando agentes de la policía dispararon y mataron a 150 activistas pacíficos de los Pueblos Indígenas de Biafra, un grupo de la región sureste del país que defiende la creación de un estado separado llamado Biafra, la ejecución extrajudicial no provocó la indignación habitual en Nigeria, ni en el norte ni en el sur. Dicha indiferencia se atribuye al odio étnico y religioso que aquí engendra más incompatibilidades.

Pero la protesta de #EndSARS parece haber desbloqueado este punto muerto, desconcertando a muchos.

“No sé cómo se han movilizado ni de dónde han sacado los recursos”, dice Lawrence Dube, director de Citizens Trust, un grupo que pide rendición de cuentas legislativas en la región petrolera del delta del Niger. “Cuando comenzó, yo era escéptico”.

Dube dice que se preguntaba si era posible que la protesta funcionara, teniendo en cuenta anteriores intentos fracasados de movilización.

Hasta ahora, el movimiento #EndSARS ha tenido éxito en algunos sentidos. Las autoridades policiales han disuelto el polémico comando. El Gobierno nacional ha aceptado y ha comenzado a implementar las cinco demandas lanzadas por los manifestantes: libertad inmediata e incondicional para todos los manifestantes, una agencia independiente para investigar y llevar a juicio a los agentes que han actuado fuera de la ley, indemnización para las víctimas de la brutalidad policial, reeducación de todos los antiguos agentes del SARS y más salario para los agentes de policía.

Hay dudas, no obstante, sobre el compromiso del Gobierno. Apenas 48 horas después de que el SARS fuera disuelto, las autoridades policiales desvelaron una nueva unidad, el Equipo de Armas y Tácticas Especiales. Los manifestantes dicen que se trata de un cambio de nombre y que no abordará satisfactoriamente los temas en cuestión, los motivos por los que se vienen arrastrando las protestas. Además, en diferentes ocasiones, el Gobierno había prometido disolver el SARS y no terminó de hacerlo.

Las protestas se han autogestionado principalmente dado que los manifestantes se ayudan unos a otros con alimentos y otras necesidades

“Disolver, para mí, es una manera de hablar. Queremos hechos”, dice Felicia Okpara, una manifestante de 27 años de Lagos que a los 12 años fue tirada en una celda por una disputa menor que tuvo su familia con un vecino.

Aún así, para algunos el mero hecho de que la juventud se haya unido por primera vez para que la policía responda de sus acciones, forzándola a reconocer su violencia, es una gran victoria.

“Como parte de las medidas para evitar una repetición de los sucesos [violentos] que ocasionaron la disolución del SARS, se está organizando un foro de ciudadanos y sectores clave afectados para relacionarse con los dirigentes policiales a todos los niveles y asesorar sobre la actividad de la policía, dado que afecta al interés general”, según declaró en Twitter el 11 de octubre el inspector general de la policía, Mohammed Adamu.

No obstante, para algunos nigerianos #EndSARS ha llegado a representar algo más allá de la lucha contra la brutalidad policial.

“#EndSARS colectiviza nuestras aspiraciones nacionales, así que es una especie de movilización de nuestra rabia y angustia colectivas contra todas las cosas que van mal en Nigeria”, dice Dube. “Es como una declaración de principios que ha venido para quedarse para siempre”.

Las protestas en Nigeria coinciden con las manifestaciones en EE UU después del asesinato policial en mayo de George Floyd, un vecino negro de Minneapolis, a manos, o más literalmente las rodillas, de un agente blanco de la policía local.

Estados Unidos
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Trump culpa al movimiento antifascista y a la “izquierda radical” de las protestas que se suceden por todo Estados Unidos tras la muerte de George Floyd a manos de la policía en Minneapolis, la capital de Minesota, un estado que va a movilizar a la Guardia Nacional.


La muerte de Floyd desató un levantamiento multirracial contra la violencia policial en todo EE UU y alrededor del mundo. Las reivindicaciones lideradas por el movimiento Black Lives Matter (BLM) ya han producido algunos cambios positivos en EE UU, incluidos recortes presupuestarios parciales para algunos departamentos de policía y la derogación de algunas leyes que proporcionaban protección indebida a los agentes de policía.

En Nigeria, los manifestantes se negaron a tener un liderazgo centralizado, un enfoque parecido al usado por el movimiento BLM. Han argumentado que un liderazgo de ese tipo podría abrir paso a que políticos corruptores y partidos políticos compraran a los líderes y robaran la confianza de los manifestantes, cuyo empuje es necesario para continuar la lucha contra la violencia policial.

El 19 de septiembre, agentes del SARS mataron extrajudicialmente a Daniel Ikeaguchi, un músico de Port Harcourt conocido popularmente como Sleek

También se han negado a recibir donaciones de grupos de interés políticos. Las protestas se han autogestionado principalmente dado que los manifestantes se ayudan unos a otros con alimentos y otras necesidades, un concepto de apoyo mutuo que también se observa entre los manifestantes de BLM. Las donaciones de individuos particulares, facilitadas por la asociación Feminist Coalition, también han ayudado a que los manifestantes nigerianos puedan proveer de atención médica a los activistas heridos, apoyo jurídico para los detenidos y otras formas de apoyo. Esta idea ha hecho difícil asociar a los manifestantes con cualquier partido político. Cualquier otro enfoque le habría dado al Gobierno una excusa para reprimir mucho antes a los manifestantes.

“Nadie puede aprovecharse del movimiento para hacer promesas políticas”, según Dube.

Además, Angel Nduka-Nwosu, cofundadora de Equals Africa, un colectivo feminista que lucha por un trato igualitario entre todos los nigerianos, atribuyo el éxito de #EndSARS a su mensaje universalista. A pesar del hecho de que la brutalidad policial es más frecuente en el sur cristiano de Nigeria que en el norte musulmán, el movimiento ha vendido la idea de que “todos somos víctimas” y “tú podrías ser una víctima”.

Y ha funcionado.

La gente ha dejado a un lado sus recurrentes diferencias religiosas, étnicas y tribales para apoyar el movimiento. Después de todo, muchos nigerianos han tenido malas experiencias, directa o indirectamente, con el SARS. Así que a los jóvenes les ha sido fácil encontrar un terreno común para poder implicarse.

“Cada persona que ha salido a las calles tiene alguna relación con el tema (de la brutalidad policial y la extorsión). Tanto si han sufrido abusos por agentes de policía o han visto a alguien sufrirlos, como si iban en coche y han visto a alguien sufrir un robo a punta de pistola con la excusa de un control de identidad, o han oído hablar de ello”, declara Ken Hemshaw, director de We The People, un centro de estudios sociales y desarrollo de la ciudad nigeriana de Port Harcourt.

“Las pancartas que has visto por las calles no las ha preparado ningún colectivo, la gente salía de su casa con los carteles y los carteles reflejaban sus propias historias personales. Esa era la fuerza del movimiento”, añade Hensaw, que se encontraba entre quienes organizaron las manifestaciones en Port Harcourt.

Además, el desarrollo de las protestas puede relacionarse con una sucesión de desagradables sucesos del pasado. El 19 de septiembre, agentes del SARS mataron extrajudicialmente a Daniel Ikeaguchi, un músico de Port Harcourt conocido popularmente como Sleek. El asesinato provocó la condena de los ciudadanos en todo Nigeria y protestas en Port Harcourt.

Mientras la indignación por lo de Sleek todavía seguía a flor de piel, el 1 de octubre, día de la Independencia de Nigeria, la policía lanzó bombas lacrimógenas y trató brutalmente a manifestantes pacíficos que pedían rendición de cuentas y buen gobierno a los cargos públicos.

Mientras los ciudadanos todavía denunciaban estos dos incidentes, la muerte a tiros de Joshua Ambrose sucedió el 4 de octubre en el Estado del Delta, y los jóvenes se lanzaron a las calles a protestar.

“El pueblo nigeriano se vio conectado directamente con el problema del abuso policial continuado y la represión. Pasó lo de Sleek, e inmediatamente después de la acción del 1 de octubre, sucedió lo de Ugheli [el Estado del Delta]”, señala Henshaw. “Todo junto funcionó como un catalizador. Y luego Twitter, por supuesto, lo amplificó con ese #EndSARS. Una protesta llevó a otra en tan solo una semana”.

Firmeza a pesar de la retirada

Mientras, después de la masacre de manifestantes del 20 de octubre por parte de soldados del SARS en el barrio de Lekki, en Lagos, los manifestantes se han retirado de las calles, que ahora se están viendo inusualmente vigiladas por personal militar y policial. Y aunque las protestas han logrado cierto éxito, especialmente al crear concienciación y obligar a la policía a reconocer comportamientos brutales entre su personal, la violenta respuesta de las fuerzas de seguridad sigue siendo una señal de que la guerra contra la brutalidad en Nigeria (sea ejercida por el ejército o por la policía) está muy lejos de haber terminado.

Y aún así los manifestantes no se rinden.

Al contrario, se han vuelto más decididos y estratégicos. Lo que comenzó como un movimiento reactivo se ha transformado en la proactiva Coalición de Grupos de Protesta de Lagos y Nigeria (Coalition of Protest Groups Across Lagos And Nigeria). El grupo, que se compone principalmente de personas que participaron en las protestas, se formó algunos días después de la masacre.

Su objetivo es consolidar el éxito de las protestas a través de campañas en redes sociales. También está organizando diferentes portavocías que negociarán con el Gobierno y seguirán la aplicación de las reivindicaciones relacionadas con el fin de la brutalidad policial.

Según un comunicado de la página web de la Coalición, la naturaleza descentralizada de las protesta, no reñida con la constante unidad de sus reivindicaciones, ha sido un elemento de su singular fuerza. El comunicado sigue: “Mientras apuntamos a la consolidación del movimiento y la negociación, es necesario que desarrollemos un grupo diverso que represente a las diferentes coaliciones; desde los famosos hasta los activistas, juristas y organizadores, periodistas y emprendedores, etc., que nos proporcione una base provisional para empezar la negociación y la consolidación del movimiento”.

Si las reivindicaciones no son aplicadas de manera satisfactoria, el grupo dice que volverá a salir a la calle.

El ambiente aún es tenso, dado que los agentes de los cuerpos de seguridad ahora reprimen a grupos que se hacen pasar por manifestantes para saquear y vandalizar las propiedades. Pero a estas alturas está claro que la conciencia que ha nacido con #EndSARS supone una esperanza para el futuro.

Yes magazine
Artículo original: #EndSARS: Inside Nigeria’s Fight to End Police Brutality. Traducido para El Salto por Diego Sanz Paratcha.

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