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Los Pataletes, historia de una partida libertaria por tierras de Málaga

Saludos cuadrilla. Aquí vamos con el artículo de septiembre, y como ya anuncié en el anterior, tocaba mirar hacia el sur. Para quien siga el blog, ya sabéis que desde hace tiempo, ando más centrado en las actividades libertarias en Francia, que en el estado español. Hemos seguido sus pasos tanto en la resistencia, como en sus mandangas clandestinas posteriormente.
Así que hoy, vuelvo a los comienzos. Vuelvo a la guerrilla antifranquista, a un grupo con sabor libertario, y a una zona donde la resistencia anarquista brilló por su número, su actividad y su persistencia. Hoy volvemos a Andalucía, pero no esperéis que hable del Moreno Capillas, ni de sus mariachis de Vox. Saldrán señoritos, como no, pues siempre fueron parte del problema, al igual que los civilones, pero el protagonismo hoy, se lo lleva la partida de los Pataletes. Vamos al lío.
Para ir entrando en materia, comentaros que el nombre de la partida viene dado por los hermanos Castillo Vera, Juan y, sobre todo, José, que fue el encargado de la misma, y a quienes se conocía como Pataletes. Ambos hermanos eran de la población malacitana de Álora, al igual que otros de los miembros del grupo, y varias de las personas que colaboraron como enlaces.

La partida funcionó desde finales de 1944, hasta 1946/47, cuando los miembros que quedaban, se integraron primero en la partida del Rubio de Brecia, y posteriormente en la Agrupación de Guerrilleros Málaga-Granada. Mientras funcionaron como partida autónoma, su campo de acción fue sobre todo las tierras comprendidas entre los términos de Álora, Ardales y el Valle de Abdalajís, teniendo sus bases principales en la Sierra del Hacho y la Sierra de Antequera.
Los integrantes de la misma, de los que tengamos noticias fueron José y Juan Castillo Vera Pataletes, José Carrión Gallego Panzaburra; Gabriel Ortega Espinosa Rubio de las Mellizas, Fernando Martos Aldana y Antonio Aranda Arjona Guitica. Tenemos otros tres integrantes de los que solo sabemos los apodos, Bosque, Monta y Romero, que al parecer provenían de la partida de los Tabarritos.
Tanto José como Juan se dedicaban a la docencia rural, enseñando a vecinas y vecinos a leer y escribir. Ambos estuvieron encarcelados en diversas ocasiones hasta su liberación en 1944. Como la persecución no cesaba, ni los malos tratos, empezaron a reunirse con algún vecino que estaba en su misma situación. Y aquí cuadrilla lectora, empieza la historia de los Pataletes.
Entre octubre y noviembre de 1944, antes de echarse al monte, mandarán dos cartas anónimas con afán recaudatorio. En una de ellas, piden 25.000 pesetas al vecino Pedro Pérez Rodríguez, en la otra, le piden 16.000 a Antonio López Porras.

El grupo se echa al monte en enero de 1945. La partida la dirigirá sobre todo José. Parece que en estas fechas también les acompaña José Carrión Gallego Panzaburra
En marzo de 1945, secuestran a Antonio Castillo castillo, de Arroyo de Colmenar. El grupo recibirá las 50.000 pesetas que exigieron por su rescate.
Gabriel Ortega espinosa, de Guarromán (Jaén) pero desterrado en Las Mellizas (barrio de Álora), abandonará su casa y se echará al monte el 23 de abril de 1945, uniéndose a la partida de losPataletes.
El 1 de abril, la partida de los Pataletes visitan a Andrés Bravo en su finca, este es familiar de los hermanos. Ordeña sus cabras y los surte de leche. El grupo es ya de entre 10 o 12 personas, todas armadas con armas largas, llevando los hermanos Castillo Vera escopetas de dos cañones.
Este mismo mes la partida secuestra a José Navarro Vila Paco el Grande. Tenía 14 años, volvía junto a dos mulas cargadas de sacos de harina, cuando cerca del cortijo Don Rodrigo fue interceptado por un hombre. Lo condujo hasta donde estaba el resto del grupo y le dijeron que estaba secuestrado. Un enlace de la partida llevó el mensaje a su padre en Rancho Grande solicitando 150.000 pesetas. El grupo trató con corrección al muchacho. Se recibió la señal de que todo había ido bien, cobraron el rescate, soltaron a José Navarro y se separaron en grupos más pequeños.
El 1º de mayo de 1945, los hermanos Castillo Vera y Gabriel Ortega, secuestran al hijo de Juan Hidalgo, de la finca la Ventilla, al que le pidieron entre 20 y 30.000 pesetas. Al final recibieron 20.000.
Durante este mismo mes, otras dos cartas anónimas en Álora se atribuyen a los Pataletes. A Juan Espíldora le exigen 150.000 pesetas. En cuanto a la otra, sabemos a quien se dirigía, Pedro Vila Gamero, pero no el montante que le pedían.
El 18 de mayo de 1945, en el cortijo denominado El chopo de abajo, la partida de los Pataletes exige a José Castro Navarro el pago de 150.000 pesetas, de las que solo consiguen 30.000, anunciando que volverán a por el resto.
El 24 del mismo mes, la llegada inoportuna de la guardia civil, frustra el intento de conseguir el resto del botín que no les fue entregado la semana anterior. Dentro del cortijo 8 o 9 hombres de la partida y la familia cortijera. Fuera, los encargados de la vigilancia anuncian la llegada de los tricornios. Según la versión de la benemérita, el asalto no consiguió ningún botín. Los grupos que salieron en su persecución tampoco consiguieron nada.
El 8 de julio, alguien da el soplo. En la finca de Rando, término de Alhaurín el Grande, se esconden dos guerrilleros. Es el dueño de la finca quien primero ve a los civilones y avisa a sus “huéspedes”, diciéndoles que están rodeados. Otro enfrentamiento más, y nuevas vidas perdidas. Los dos guerrilleros perecen en el enfrentamiento. De uno de ellos no sabemos ni el nombre, el otro, Juan Castillo Vera Patalete. Ni una palabra sobre el dueño de la casa, ¿muerto?, ¿encarcelado?, ¿desaparecido?
El 10 de julio es José castillo quien se presenta por la noche, en una casa de un conocido vecino de Álora a quien le exige 5000 pesetas. El vecino le hace entrega de algo más de 3000, que es lo que tiene en casa.
Entre el 18 y el 19 de julio, la partida, en reunión con otros grupos guerrilleros (generalmente colaboraban con la gente del Mandamás y Rubio de Brecia), trataban de ver que hacer con su futuro. El aumento de la represión y la búsqueda sobre las partidas, les hacen replantearse su posible paso a Gibraltar o a Francia. Mientras están reunidos en la sierra de la Fiscala, son descubiertos por la guardia civil. Se organiza un gran despliegue y se ataca a los guerrilleros. El combate dura como una hora y vista la desventaja, la guerrilla se retira. En pequeños grupos salen del cerco, pero tras ellos, queda el cuerpo del libertario Fernando Marcos Aldana, abatido en una cueva por disparos de la guardia civil.

Tras el funesto encuentro en la Fiscala, uno de los grupos, en el que están Panzaburra, el Rubio de las Mellizas, el Bilbaíno, Riverita y tres más, consiguen llegar hasta el término de Alfarnate, donde el 1 de agosto sostienen un enfrentamiento. En el mismo, muere un cabo de la guardia civil y es herido un guerrillero. El grupo vuelve a dividirse para pasar más desapercibido. El día 4 de agosto son nuevamente descubiertos, empieza el tiroteo y tienen que refugiarse en una cueva en el término de Colmenar. Rafael Mallabia-Barrena Oyarzábal el Bilbaino es abatido antes de llegar. El enfrentamiento dura unas dos horas. El resultado es terrorífico. Un cabo de regulares muerto y un soldado herido. Por el bando guerrillero, además de el Bilbaino, los dos compañeros que iban con él se han suicidado dentro de la cueva. Según el historiador Eusebio Rodríguez, son Gabriel Ortega Espinosa, y José Carrión Gallego, ambos del grupo de los Pataletes.

En julio de 1946, encontramos al grupo de los Pataletes refugiado en una cueva de la sierra del Torcal. A mediados de dicho mes, intentan secuestrar la hijo de Chocolate en los Lagares, pero el muchacho acaba escapando.
A finales de agosto de dicho año, parece que los restos de la partida de los Pataletes se han integrado en la del Rubio de Brecia. Durante el pasado mes de julio, la guardia civil de Álora ha detenido a varios paisanos por supuesta relación con los del monte. Como respuesta, la partida del Rubio de Brecia, junto a José Patalete, unos 10 hombres en total, bajarán una noche al pueblo. Saltarán el muro del cuartel, les robarán todas las gallinas, que poco después dejarán en libertad. Las gallinas, que recordemos que viven bajo régimen militar, forman y se dirigen todas a la puerta del corral del cuartel. Cuando a las 6 de la mañana vuelve la patrulla, se encuentra a un montón de vecinos riendo y cuchicheando, a todas las gallinas haciendo guardia ante la puerta, y al gallo cantando dentro. Para colmo de cachondeo, la guerrilla le ha colgado un cartel al gallo, que dice: Desde las tres de la mañana estoy solo.

La anécdota corrió como la pólvora, pues en aquellos años, que la odiada guardia civil fuera humillada de tan sencilla manera, era algo de agradecer. Por si esto fuera poco cachondeo, la benemérita tildó el acto como “asalto a la casa cuartel”. Sin comentarios.
El grupo volvió a dividirse, el Rubio de Brescia marchó hacia el Valle de Abdalajís, mientras que el grupo en el que estaba patalete se dirigió hacia el Torcal de Antequera.
El 3 de diciembre, en el cortijo La Granadilla, del valle de Abdalajís, lugar en el que se ocultaba uno de los grupos antes citado, hay un fuerte enfrentamiento, en el que resultan abatidos Francisco Brecia Burgos Rubio de Brecia y Juan Calderón ramos Zoilo, a la vez que tres números del instituto armado. La represión en la zona será enorme, con muchas detenciones entre las familias que ayudan a la guerrilla. Se les condena a largas penas de prisión, condenando a muerte a Antonia Romero González, y aplicándose la ley de fugas a alguno de los enlaces, como el caso de Francisco Gordillo Alba Camisón.
No sabemos cuando es el momento en que José Castillo Vera se integra en la Agrupación Guerrillera orquestada por el PCE. Sabemos por el estudio de Jorge Marco, que al partido comunista le fue muy difícil el tratar de unir y sobre todo dirigir, al gran número de partidas autónomas que funcionaban por Andalucía. Pese a la propaganda del Partido, y a la historiografía académica oficial, de los 43 grupos censados por Marco en Andalucía Oriental, solo hay 9, que se mostraron positivamente a favor de abandonar su autonomía y unirse a las Agrupaciones. Otros 13 pusieron objeciones o acabaron aceptando bajo amenazas, y 21, es decir, casi la mitad, se posicionaron abiertamente en contra. Lo que sí es cierto, es que la partida del Rubio de Brecia estaba entre las 9 favorables. Según parece, los contactos empezaron entre septiembre y octubre de 1945.
Por si alguien se pregunta, o le choca, que hubiera grupos que acabaron integrándose debido a las amenazas, pondremos un ejemplo. El grupo del Costeño fue de los primeros en ser contactado, y se mostraban reacios a integrarse. Alfredo Cabello, uno de los dirigentes enviados por el PCE para el tema guerrillero, pasó dos semanas con ellos en la sierra para ver su funcionamiento y tratar de acercarlos a la linea oficial. No funcionó. Lo copio literalmente de la tesis de Jorge Marco: En este caso, Vía y Cabello concluyeron que “Costeño” y su lugarteniente estaban llevando al grupo armado local hacia el bandolerismo y que su presencia, además, impedía la integración pacífica del grupo en la Agrupación guerrillera, por lo que la única salida era la eliminación de ambos. La operación se debía realizar con discreción; no era conveniente que el PCE se viera mezclado en el asunto. La intervención de una fuerza ajena no sería bien recibida por sus integrantes, por lo que sus muertes debían parecer resultado de una disputa interna. Fueron ejecutados por un miembro de la propia partida disconforme con la dirección de la misma.
Tiempo después, Cabello fue detenido el 21 de mayo de 1946 y Ramón Vía resultó abatido en un tiroteo 4 días después, descabezando a la Agrupación.
Cuando José Castillo participa en el secuestro de Antonia Rodríguez Castro, a finales de agosto de 1948, en la carta que envían con las instrucciones a seguir, la firman como Agrupación de Guerrilleros de Andalucía. Debido a este secuestro, los civiles detienen, interrogan y torturan a buena parte de la familia de José. Y este, ni corto ni perezoso, aprovechando que el capitán Barrios, no dormía en el cuartel, si no en una casa particular, durante una noche, levanta las tejas y el cañizo, abre un pequeño hueco y se cuela en la misma. Se oculta y cuando el capitán y su mujer se acuestan, sale de su escondite, apunta con una pistola en la cabeza al civilón y le dice: O dejas en paz a mi familia o te pego un tiro por esos caminos. Ya te he perdonado la vida en más de una ocasión cumpliendo el pacto de caballeros que mantenemos y que tú has roto descaradamente. Te he visto muchas veces apostado con tus hombres en el monte y ni siquiera te has enterado. Conozco perfectamente donde tienes los apostaderos y te puedo matar cuando quiera.
Desde este suceso, hasta la siguiente noticia sobre José Castillo, pasa tiempo. De hecho, la guardia civil lo da como refugiado en Tánger.
El 14 de enero de 1950 le llega una carta a José Castro Navarro, pidiéndole 50.000 pesetas, enviada y firmada por el propio Patalete, para poder marcharse al extranjero y dejar la vida que lleva. Por supuesto, José Castro prefiere hablar con la guardia civil, ahorrarse unas perras, y ver si por fin atrapan al que ellos denominan bandido. El capitán Barrios monta su estrategia, pero algo no sale bien, y José castillo no aparece.
Dos días más tarde, José Castro recibe una nueva carta, en la que se expone las razones que causaron la confusión, y vuelven a demandarle 50.000 pesetas. Vuelve a denunciarlo y los tricornios preparan su emboscada. Es 21 de enero y llueve a manta. El hombre que va en una mula blanca deja el dinero en el punto señalado, y se va. Poco después, sale alguien a recoger el paquete. Pese a la tormenta, la persona que sale ve algo raro. Atrapa el fardo y huye. En ese mismo momento se oyen disparos y vuela una granada de mano al punto donde hace un momento había persona y paquete. Cuando los guardias van a reconocer el lugar y al cadáver que esperan, allí no hay nadie, solo un paraguas.
La persona que fue a recoger la segunda entrega no era José Castillo, si no un enlace suyo, Antonio Aranda Arjona Guitica. José Castillo, el libertario Sebastián García García Tabarrito (que estaba haciendo la mili en Zaragoza) y Guitica, tenían planeado pasar a Francia, pero necesitaban algo de dinero para poder realizar la huida con seguridad. Mientras Patalete y Tabarrito, vestidos de militares, con trajes que este último ha sacado del cuartel, se dirigen hacia San Sebastián, Guitica corre barranco abajo para salvar la vida. Va herido, y dichas heridas son lo suficientemente serias como para que no puedan curarlo en el pueblo. A Antonio Aranda, la herida de bala que lleva, hace que nadie quiera curarlo ilegalmente, por lo que decide irse a Madrid el 26 de enero. La guardia civil le sigue los pasos cada vez más de cerca, y al final consiguen averiguar que está en el tren destino a la capital. Será detenido cuando descienda en Atocha. Interrogado y apaleado, le encuentran un papel con la dirección donde se esconden sus compañeros en la capital guipuzcoana. Antonio Aranda será llevado de nuevo a su pueblo.

El 28 de dicho mes, será asesinado por la guardia civil, por la consabida ley de fugas en las cercanías del Quebradero, término de Álora. Como sería la ley de fugas, que poco rato después de que partiera la patrulla en compañía de Guitica, salieron unos hombre del pueblo tras ellos llevando una camilla.
Mientras tanto, Patalete y Tabarrito son detenidos en Donosti. Estaban escondidos en el nº 14 de la calle Amara, en casa de un tal Taboada Puig. Comentar aquí, que el PCE no facilitaba redes de evasión para sus guerrilleros (a quienes consideraba desertores si querían abandonar la lucha, y si podía los eliminaba), cosa que si hacía la CNT. Teniendo en cuenta como se las gastaba la Agrupación Roberto por aquella época, es más que seguro, que para pasar a Francia contaran con los viejos contactos libertarios. Tras la detención, pasan la noche en el calabozo y al día siguiente son conducidos hacia Málaga. Cuando paran a cenar, entre dicha ciudad y Granada, José Castillo pega un fuerte empujón a la mesa, derribando a los guardias y sale huyendo. Los dos guardias de fuera tampoco lo alcanzan con sus disparos. Allí queda Sebastián García, de Patalete no hay ni rastro (aunque sabemos que estuvo ese tiempo oculto en casa de su compañera María Orsi en Málaga capital).
El trágico final a toda esta historia se desarrollará no mucho después, el 31 de marzo. José Castillo contacta con Jaime Jiménez. Este le pide el coche a su jefe y ambos se dirigen hacia la finca de un viejo conocido, José Castro Navarro, a quien ya había asaltado en el 45, e intentado sobornar antes de marchar a San Sebastián, de nuevo con la idea de pedirle dinero para exiliarse. Según se acercaron al cortijo, una descarga de escopeta dejó muerto a Patalete. La versión de la guardia civil fue la típica excentricidad llena de bombas y ráfagas de metralleta, aunque no había rastro de las mismas.
Casualmente, a Jaime Jiménez, nadie volvió a nombrarlo ni a perseguirlo. Que cada cual sque sus conclusiones.
Fuentes: El último guerrillero de Álora y su comarca (Juan Lepe Vera y Mencia Franco Carrión), La guerrilla antifranquista en Andalucía (José Antonio Jiménez Cubero) y Resistencia armada en la posguerra. Andalucía Oriental: 1939-1952 (Jorge Marco)
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