Música
            
            
           
           
“Hablar de afecto es revolucionario cuando la necropolítica se impone a cuerpos como el mío”
           
        
        
Bia Ferreira (Minas Gerais, Brasil, 1993) define su arte como música de mulher preta (música de mujer negra). Y es que la violencia estructural de su experiencia vital la ha convertido a la fuerza en una referente de la nueva ola del movimiento negro, feminista y queer del mundo lusófono. Con su música ha conseguido hacer una oposición cultural y transversal al gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro con un alcance con el que sueñan miles de representantes políticos. Ferreira no olvida de dónde viene y a dónde va. La vinculación constante a los movimientos sociales de su tierra y su fuerte impronta política brota en cada una de sus frases y en cada una de sus canciones. Este sábado 3 de junio, actúa como cabeza de cartel en el XVI Festival Alternativo Millo Verde (Redondela, Pontevedra).
¿Se puede separar la música y el arte de la actividad  política?
Creo que no hay manera posible de hacerlo. Una de las principales funciones del arte es hacer una denuncia de su  tiempo. Y cuando digo denunciar, no me refiero necesariamente a todas las cosas  malas, sino contar lo que pasa en tu momento histórico. Esa es la función del  arte. Los poetas y los escritores ya hablaban de la Revolución Francesa más de cincuenta años  antes de que ocurriera. El arte tiene ese poder de difundir la  revolución. Por lo tanto, creo que cualquier tipo de arte que no tenga esto  como rumbo, que no tenga esto como objetivo, acaba cruzando esta línea tan fina  entre el arte y el pan y circo, que se utiliza para manipular mentes. Entiendo que mi arte  está hecho para generar la emancipación de las personas que se parecen a mí y  quieren esta misma revolución social. El arte construye la sociedad.
    En Cota Não É Esmola defendiste a ultranza y con gran alcance el sistema de cuotas raciales reforzado por Lula da Silva y amenazado por Jair Bolsonaro. ¿Qué sentiste cuando Lula volvió al gobierno?
Me alegro que me preguntes por esto porque creo que las  opciones que teníamos en Brasil eran tan malas que Lula se convirtió en una  decisión unánime como salvación para la salida de Bolsonaro. Pero ojo, aunque Lula haya vuelto, todavía tenemos muchos problemas que están sin  resolver. Sabemos que los proyectos sociales del gobierno Lula volverán a  trabajar por la emancipación del pueblo pobre, por ejemplo, por la inclusión de  cupos en las universidades. Pero de nada sirve tener cupos en las universidades  si no puedes garantizar un derecho mínimo para que estas personas permanezcan  allí. Creo que ahora estamos en el momento de luchar no sólo por el  mantenimiento de los cupos, sino por el mantenimiento de la vida de estos  estudiantes que entran en la universidad por cupos. Así que creo que el  gobierno de Lula es extremadamente importante porque es un gobierno que piensa  en la población más pobre, que es la mayoría en Brasil.
¿Puede que lo afirmes con cierto escepticismo?
Tengo cierto  recelo de que estemos depositando demasiadas esperanzas en una sola persona  para cambiar Brasil y no en una acción colectiva de transformación. Fue  importante que Lula entrara porque sacó a Bolsonaro con el que nos dirigíamos a un lugar  de no retorno. Pero creo que también tenemos que traer a nosotros  mismos la responsabilidad de la transformación y la reconstrucción de Brasil  después de Bolsonaro y no dejar esto sólo en manos de Lula. Porque, sí, Lula  está de vuelta y eso es bueno. Pero creo que podemos hacer esta provocación en la  gente: no es Lula quien nos va a salvar. Si no nos movilizamos social y  colectivamente no van a pasar cosas que nos salven. Tenemos un Congreso muy conservador en  Brasil. Así que, para que se aprueben leyes que beneficien a la población,  tenemos que hacer un trabajo colectivo muy grande para convencer a ese Congreso.  Por  eso trato de llevar esta narrativa a otro lugar. Si no nos unimos para hacer esta construcción intelectual de la educación  popular, no vamos a conseguir esa transformación.
En ese Brasil en el que creciste, ¿Cómo se relaciona la música con los movimientos sociales?
Creo que los movimientos sociales han acercado a los  artistas entre sí porque entienden el lugar de marginación del arte durante estos  últimos cuatro años. Los movimientos sociales han sido extremadamente  importantes para mantener vivos a los artistas que hacen un arte como el mío. Creo que lo que decimos es importante y entiendo que si no  fuera por los movimientos sociales, no habría un festival con propietarios  blancos racistas que nos contrataran para hacer este tipo de trabajo. La relación entre los movimientos sociales y el arte está estrictamente  ligada a la facilidad que tiene el arte para introducir temas de educación  popular.
¿Es más útil que las aulas?
El arte consigue atravesarlo todo. A veces vas a una clase de  educación política y no eres capaz de entender algo que una canción de dos  minutos y medio te puede explicar. Por eso creo que el arte, y especialmente la  música, es utilizado como herramienta de educación por los movimientos  sociales, sobre todo en Brasil. Es realmente una herramienta para la  emancipación de personas en mundos rurales, en las favelas... de una manera más lúdica, de una manera más  didáctica que simplemente hablando un montón de palabras difíciles, porque la  mayoría de personas no han tenido acceso a la universidad o no tuvieron  acceso a una educación de calidad hasta el punto de ser capaces de procesar informaciones académicas. Así que creo que el arte y los movimientos sociales  hicieron esta unión para poder popularizar temas que son importantes para  nuestra lucha.
Si no fuera por los movimientos sociales, no habría un festival con propietarios blancos racistas que nos contrataran para hacer este tipo de trabajo"
¿Dónde nace tu discurso político y qué relación tiene con la música que haces?
Vengo de una familia muy cristiana. Mis padres son  misionarios evangélicos protestantes. Vengo de un lugar muy conservador que propaga ideas racistas y xenófobas. Aunque mi familia es totalmente negra, es una familia que abrazaba discursos  racistas en nombre de la Iglesia. Así que, para deconstruir este proceso,  necesitaba entender quién era yo. Tenía 13 años y comprendí que era lesbiana. Y  desde el momento en que lo verbalicé, ese ciclo social de la Iglesia dejó de  ser un lugar en el que yo pudiera estar. Esas personas me excluían de esa  socialización. Así que, después de eso, empecé a entender y a estudiar de  verdad. Sobre lo que es ser un cuerpo negro en la sociedad, sobre quién era yo.  Entré en el Sindicato de Estudiantes de la escuela, por lo que tuve que hacer  algunos cursos de formación política, tuve contacto con algunos procesos de  formación política y en este lugar comprendí que vivir en Brasil, ser mujer  negra y lesbiana tenía un recorte social que me colocaba en la base de la  pirámide. Y que la mayoría de las personas que se parecían a mí también estaban  en la base de esta pirámide. No sabían que seguían reproduciendo ese lugar  para mantener los privilegios de los demás.
¿Hay un giro en tu pensamiento cuándo identificas esa violencia estructural?
Claro. Empecé a entenderlo todo, empecé a querer hablar  de las cosas que estaba aprendiendo a gente que venía de donde yo venía, que no  tenía acceso a esta información. Así que a partir de los 16 años empecé a  escribir más sobre el tema. Y a los 20 decidí que solo iba a hablar de las  cosas que escribía, que solo iba a cantar mi propio trabajo, que ya no iba a  cantar la música de otros. Quería difundir el mensaje en el que creía como mi  principal proyecto en la vida. Ahora tengo 30 años, hace 10 que elegí  trabajar haciendo arte y política para la emancipación de la gente y también  para mi emancipación. Porque creo que todos los lugares, todas las puertas por  las que entré, todos los países que visité fue gracias a mi arte. Fue el arte lo que me  llevó a este trabajo de educar a la gente a través de la cultura y a través de  la política. Creo que fue una buena decisión. Intentar mostrar a la gente que  la música brasileña es algo más que mujeres negras desnudas hipersexualizando  sus cuerpos. Es más que carnaval y fiesta y borrachera y turismo sexual. Que se  nos respete fuera de Brasil, presentando el arte brasileño, la cultura  brasileña, con este sesgo político y que se nos reconozca por ello, para mí es  un honor y una honra, sí.
La mayor desobediencia civil que podemos tener es mantenernos vivas"
    Eres es una de las muchas artistas y activistas que dan forma al movimiento negro, feminista y queer en el gigantesco mundo lusófono. ¿Tuviste opción a no serlo? ¿Es un privilegio poder hablar del cielo azul y del bosque, como te leí en otra entrevista?
Hace tiempo, yo no podía hablar de esa forma. Estaba en un lugar  de “tengo que hablar de política, tengo que hablar de política” y eso  me llevó incluso a enfermar. Porque creo que cuando tienes acceso a informaciones crueles  sobre la sociedad, sobre la humanidad, sobre el mundo, acabas volviéndote loca.  Tu cerebro empieza a desesperarse. Cuando empiezas a ver lo  degradante que es la forma en que hemos estado viviendo y cómo se ha construido  la sociedad, pierdes un poco la esperanza. He dicho basta a ese  lugar. Hoy en día, sí creo que es un privilegio poder hablar de  cielos azules, de amor, de afecto, pero más allá de este privilegio, creo que también  es una tecnología de supervivencia para nosotras. Creo que entendí que hablar de afecto, que  hablar del imaginario de la vida es revolucionario en un mundo donde una  necropolítica se impone a cuerpos como el mío. Viviendo en Brasil, que es el  país que mata a un joven negro cada 23 minutos, que es el país que más mata a  la población queer en el mundo, hablar de amor, hablar de mantener la vida,  hablar de cómo ser feliz, construir este imaginario es revolucionario. Porque la mayor desobediencia civil que podemos tener es mantenernos vivas.
La idea de no poder hablar del afecto formaba parte de la colonización de mi mente para que no siguiera viva"
¿Por eso le hiciste espacio a estas emociones en tu último disco?
Sí. En mi último disco, que se llama  Faminta (Hambre), traje estas dos cosas. Claro que tengo una segunda parte, que  es una parte que hace un análisis de la situación política de los últimos  cuatro años en Brasil, pero la primera parte es sobre el afecto. Es sobre el  cielo azul, es sobre sentarse en una hierba verde, hablar y charlar, es sobre  la tecnología de supervivencia a través del afecto. Creo que antes de  este disco tenía una idea muy de “no puedo hablar de ello, no puedo hablar  de ello”. Pero esta idea de no poder hablar de ello también formaba parte  de la colonización de mi mente para que no siguiera viva. Así que, entendiendo  esto, quería decirle a la gente que pensaba que no podíamos hablar  de ello, pero en realidad hablar de ello es la mayor revolución que podemos  hacer. Porque es para ellos que estamos vivos y buscando maneras de permanecer  así, vivos, felices, sonriendo. Creo que en mi construcción de vida y  de arte fui cambiando algunas formas de pensar, fui entendiendo que hay varias  formas de mantenerse vivo y el afecto, este imaginario de vida, es muy  importante para que nos mantengamos así.
¿Qué le dirías a una niña brasileira que, como tú hace quince años, está tratando de arrancar su proyecto artístico?
Ráfagas de cultura para hacer latir el corazón. Eso le diría. Con arte y  conocimiento, venceremos. Trae una ráfaga de cultura, una inyección de poesía,  porque el arte salva y cura y lo hace en muchas vidas. Resistir con arte es  revolución. Quieren idiotas con armas en la mano, pero el arte es revolución.  Tenemos nuestra voz, tenemos el corazón para mantener las cosas desgarradas,  para abrir mentes más fuertes que cañones. La música es el dulce de la vida.  Así que creo que una chica de 15 años es bueno que entienda que hacer arte es  revolución, que hacer arte es la emancipación de las mentes, la emancipación de  sí misma. Creo que se trata simplemente de creer. Y también hacer arte sin esperar  tener mucho dinero. Digo esto porque creo que mucha gente se mete en el arte  porque piensa que es algo que da dinero. Pero los que hacen arte por dinero  pierden la verdadera conexión con el arte. Porque el arte se hace para curar.  Claro que vivimos de ello, claro que tenemos facturas que pagar. Pero creo que  lo que tendría que decirle a una chica es: “No soy rica, no tengo casa  propia”. Pago alquiler. Mis padres pagan un alquiler, utilizo el sistema  público de salud, pero puedo pagar mis facturas y puedo poner la cabeza en la  almohada sabiendo que lo que hago está en consonancia con lo que creo. 
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