Movimiento obrero
En la clase obrera no hay glamur, pero sí muchos prejuicios

Los medios de comunicación han puesto el foco en las homófobas declaraciones del líder de los taxistas Tito Álvarez. ¿Pero es justo centrarse en ello, o supone caer en un rechazo clasista?

Aleix Romero Peña
6 feb 2019 19:15

La obra maestra Los comedores de patata, de Van Gogh, fue en origen un fracaso. Los pintores del siglo XIX retratan la vida rural de una forma idealizada, nostálgica, ensalzando los viejos valores campesinos a punto de perderse. Pero, como explica Griselda Pollock, Van Gogh se alejó de todo intento de embellecimiento mostrando una escena cotidiana del proletariado agrario. Y qué escena, pues en una mísera pieza apenas iluminada por un quinqué, una familia vulgar se apelotona en torno a unos tubérculos, la única cena que puede permitirse. El público burgués quedó horrorizado: la tosquedad de los personajes y la pobreza del hogar no dejan sitio a ningún atisbo de dignidad.

Nacer en la clase baja no supone ningún plus moral. La conciencia social se construye entre múltiples contradicciones, que van haciéndose más insuperables conforme se complica imponerse a los condicionamientos estructurales del medio. De ahí que suponga un esfuerzo doble o triple no deshacer prejuicios si se carece de tiempo, dinero y conocimientos suficientes para comprender su iniquidad. Lo cual, conviene matizar, no justifica las manifestaciones de odio y de rechazo, pero sí invita a no ser impaciente si la conciencia social no brota de manera espontánea entre las masas.

Queda sobradamente constatado el empeño en pintar a Álvarez como un tipo vulgar (...), un gamberro casi profesional que, con un discurso casposo, se ha llevado por delante en Cataluña un sector moderno de ganancias seguras

En días pasados hemos visto cómo los medios de comunicación atacaban sin desmayo al portavoz de los belicosos taxistas barceloneses a causa de unas frases donde lo ingenuo iba de la mano con lo grosero: cómo un ministro “gay y de izquierdas” (sic) manda a la policía a reprimir al pueblo. Desde luego que Tito Álvarez, como se llama el señalado, no demuestra tener mucho conocimiento de la transversalidad del movimiento LGTBi. Más aún: esa pretensión de otorgar a una preferencia sexual una determinada opción política presenta cierta índole caricaturesca, como de chiste rancio y zafio, homófobo en definitiva.

Con lo anterior ya tenemos bastante para crucificar a Álvarez, quien, después de encabezar una exitosa lucha contra las plataformas de transporte privado, ha recibido una auténtica campaña de linchamiento mediático. En efecto, estos días han proliferado como hongos los perfiles suyos que destacaban el poco tiempo que lleva en el gremio del taxi, fruto de un currículo laboral caracterizado por la precariedad; que nos hablaban de su carácter difícil, producto de su compromiso de clase, lo que le había acarreado la pérdida de todos los puntos del carnet y varios juicios; que se desahogaba con el fútbol, vinculándole –sin pruebas– con los Boixos Nois… Queda sobradamente constatado el empeño en pintar a Álvarez como un tipo vulgar –en contraposición los empresarios de las VTC, entre quienes destacan miembros de la jet-set como el glamouroso Rosauro Varo–, temperamental y cateto, un gamberro casi profesional que, con un discurso casposo, se ha llevado por delante en Cataluña un sector moderno de ganancias seguras.

Las luchas obreras se forjaron y se forjan con protagonistas así

Este es Álvarez, siempre según sus enemigos. También podemos optar por verlo como una persona normal, más cercana de lo que quizás quisiéramos reconocer: un familiar, un amigo, un vecino o un compañero de trabajo que, después de tanto tiempo reivindicando una cosa –con la justicia de cara–, se lleva el gato al agua. Y eso a pesar de una dialéctica susceptible de provocar vergüenza ajena y causar varios dolores de cabeza. Pero es que además ha conseguido que veamos a todo un gremio, el taxista, tradicionalmente objeto de acusaciones y chistes sobre simpatías no muy izquierdistas, con nuevos ojos.

Ni Álvarez ni los campesinos de Van Gogh parecen miembros de ninguna vanguardia obrera. Pero desengañémonos de las idealizaciones al uso: las luchas obreras se forjaron y se forjan con protagonistas así. Y son precisamente los conflictos una de las vías que posibilita el desarrollo de la conciencia social. No la desdeñemos desde una supuesta altura moral o intelectual.

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Aleix Romero
7/2/2019 21:58

Lo que demuestran precisamente las palabras de Álvarez, 30251, es el peligro de las generalizaciones basadas en prejuicios.

Y lo que digo, 30236, es que la conciencia social se construye justamente mediante luchas sociales. Conciencia social: la corrección política es otra cosa.

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Elite, el sindicato que quiero en mi trabajo
9/2/2019 20:11

No es una cuestión de corrección política, si no de entrar en el juego del mercadeo de las identidades, donde cierta izquierda parece encontrarse en su salsa. Pedirle a alguien que va a perder el sustento de toda su familia que haga el favor de hablar correctamente al ministro que lo va a hundir en la miseria, es otra forma de control social por parte de la clase dirigente. Es utilizar la transversalidad de una identidad sexual como arma arrojadiza contra la identidad de la clase trabajadora. Esa transversalidad que no deja de ser un clasismo de progre.
Aqui el unico que carece de correccion politica es el ministro que ha pasado la patata caliente a las autonomias.

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#30251
7/2/2019 19:11

" ha conseguido que veamos a todo un gremio, el taxista, tradicionalmente objeto de acusaciones y chistes sobre simpatías no muy izquierdistas, con nuevos ojos" habrá conseguido que lo veas tú con nuevos ojos. Y que sea de clase trabajadora no le da derecho a ser homófobo.

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#30236
7/2/2019 15:59

Un articulo de opinion montado sobre la base de la legitimidad de los ataques que recibio el menda por su desbarre. Es absurdo: es como si fuera de esa clases populares todo fuera glamour y correción politica ...

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José Martínez Carmona
7/2/2019 11:59

No he escuchado lo declarado por Tito Álvarez; me baso en lo publicado aquí: "cómo un ministro “gay y de izquierdas” (sic) manda a la policía a reprimir al pueblo." A parte de sorprenderme que se considere de izquierdas a un ministro del PSOE, no distingo grosería en su corta declaración. Creo leer correctamente lo que dice Tito en realidad: Un ministro gay y de izquierdas no mandaría a la policía a reprimir al pueblo. Lo que se demuestra es que un ministro gay de derechas si lo hace.

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