Medios de comunicación
Cuidado, que viene ‘El Papus’

La investigadora María Iranzo, los dibujantes Lluís Recasens y Luis Víctor Rey, y Carlos Navarro, gerente y fundador de ‘El Papus’, analizan la historia y el legado de una revista que fue clave para entender el tardofranquismo, a la que la extrema derecha quiso callar con una bomba.
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6 dic 2023 06:00

Hace ocho años, un atentado terrorista en la revista satírica francesa Charlie Hebdo acabó con la vida de 12 personas. ¿Podría ocurrir algo así en el Estado Español? Espera, que ya pasó.

La revista satírica El Papus llevaba años acumulando juicios, denuncias y amenazas cuando su redacción saltó por los aires el 20 de septiembre de 1977 en un atentado perpetrado por la extrema derecha en el que murió el conserje Joan Peñalver y 17 personas resultaron heridas, entre ellas Rosa Lores, la recepcionista embarazada que salió despedida por la ventana de un segundo piso. Alberto Royuela, destacado pistolero franquista, se había presentado un año antes en la redacción para amenazar a los dibujantes por el tratamiento dado a la primera celebración del 20N. La mañana de ese 20 de septiembre de 1977, un individuo nunca identificado dejó un artefacto explosivo en un maletín dirigido al director Xavier de Echarri. El conserje amortiguó con su cuerpo el estallido de entre dos y cuatro kilogramos de T4, un potente explosivo utilizado habitualmente por el ejército.

Los perpetradores fueron arrestados días después, no por la investigación policial sino porque fueron a la prensa a “vender la exclusiva”. Al llegar al Diario de Barcelona, el periodista Antonio Franco, quien también escribía en El País, alertó a la policía. El atentado fue atribuido a un grupo armado de ideología fascista llamado la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista). El proceso judicial duró seis años y puso a prueba las cloacas del Estado y la nula voluntad de las instituciones para aplicar justicia. Desde la Audiencia Nacional al Tribunal Supremo y el Constitucional, nadie quería dictar una sentencia que desestabilizara a la joven democracia y que destapara las conexiones de la extrema derecha con las autoridades civiles y militares. No se pagó indemnización a la editorial ni se reconoció el caso como terrorismo. La muerte del portero y las heridas de la secretaria se declararon como accidente laboral.

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¿Pero quién se acuerda de El Papus? Parece que todo aquello que no entra dentro de “la movida” o no encaja con el modelo de transición democrática hegemónico no ha trascendido hasta nuestros días y no ha sido motivo de estudios y análisis. Así lo constató María Iranzo Cabrea, investigadora y profesora de periodismo de la Universitat de València, quien acaba de publicar El Papus (1973-1987). Contrapoder informativo en la transición española, en la colección Aldea Global que coeditan las editoriales de las universidades Autónoma de Barcelona, Jaume I de Castelló, Pompeu Fabra y València. La publicación coincide con el 50 aniversario del nacimiento de la revista y pretende reivindicar y hacer memoria de una de las revistas más importantes del tardofranquismo y la transición. “No había biografía académica sobre El Papus, ni académica ni de otro tipo, y eso es lo que me animó a escribir la tesis, que defendí en 2014, y continuar con la investigación posteriormente”, explica Iranzo.

Era una publicación de estilo gamberro y descerebrado, que atizaba con su humor irreverente a diestra y siniestra y criticaba prácticamente todo. Una revista chabacana y soez según reconocían los propios dibujantes que participaron en ella

La revista, autodenominada “satírica y neurasténica”, nació a finales del franquismo, cuando el régimen buscaba una mayor aprobación de Europa y comenzaba cierto aperturismo. Era una publicación de estilo gamberro y descerebrado, que atizaba con su humor irreverente a diestra y siniestra y criticaba prácticamente todo. Una revista chabacana y soez según reconocían los propios dibujantes que participaron en ella como Alfonso Usero, Carlos Giménez, Ivá, Lluís Recasens “L'Avi” u Óscar Nebreda. También periodistas como Antonio Franco o Maruja Torres escribieron en El Papus, un medio que muchos calificarían como de “mala baba”, ácido y crítico.

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Carlos Navarro fue el gerente y fundador de esta cabecera de humor catártico nacida en 1973. Navarro nos atiende telefónicamente desde la residencia donde vive en Barcelona. “Yo, entonces, era el director de marketing de La Vanguardia —recuerda Navarro— y el hijo del conde de Godó, Javier Godó, vio una oportunidad de negocio, pero no quería que saliera su nombre relacionado con revistas antifranquistas y entonces me hizo dar la cara a mí. Me hice cargo inmediatamente de estas revistas, aunque él se llevaba el 75 % de los beneficios”. Añade que “El Papus fue más leído incluso que La Vanguardia, llegó a ser uno de los medios más leídos en España”. Y no le falta razón, llegaron a tirar 236.000 ejemplares en marzo de 1976 llevando el humor hiperbólico, el trazo basto y el hablar de la calle a los quioscos.

Cuenta María Iranzo que la revista tuvo cinco épocas en sus 14 años de andadura. “Una primera etapa en la que ellos quieren ser el Harakiri español, por eso copian la revista francesa, y el humor es costumbrista. Una segunda, a partir del año 1975, donde el destape es frenético, el erótico y el político”, enumera Iranzo. “Sexo, política, todo lo que iba a molestar estaba en El Papus”, reflexiona.

“Posteriormente al atentado la revista resurge, pero queda muy tocada —dice la investigadora María Iranzo—, algunos dibujantes se van a ‘El Jueves’ y la competencia con ‘Interviú’, que también tiene destape, es incisiva”

En 1975 se suspendió a la revista por cuatro meses, sanción que se repetiría en 1976, al recibir expedientes administrativos prácticamente cada semana, así como denuncias fiscales por su ataque a la moral con esas fotografías del destape. Es cuando deciden ser más políticos todavía, hasta que en 1977 llegan las amenazas más crudas de la extrema derecha y la bomba. “Posteriormente al atentado la revista resurge, pero queda muy tocada —continúa Iranzo—, algunos dibujantes se van a El Jueves y además la competencia con Interviú, que también tiene destape, es incisiva”, considera la investigadora, que define la última etapa —de 1982 a 1984— como “agonizante”. Ya fuera del grupo Godó, dejaron de tener publicidad y la editorial Amaika comenzó a sacar otras revistas “sin ton ni son” hasta que finalmente quedó en suspensión de pagos.

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A ojos de hoy puede parecer que los dibujos eran feos, el hablar garrulo y el destape una cosa muy rancia y machista. Iranzo señala que justamente las primeras multas son por “viñetas en las que las mujeres toman una postura de empoderamiento. Es cierto que el medio podía parecer machista, y lo sería en muchas ocasiones, pero trataba temas que estaban en la calle y en los grupos feministas como la ley del adulterio, del divorcio o el aborto”. El Papus intentó tratar desde el humor y con sarcasmo todas las reivindicaciones progresistas de aquella época convulsa llegando a ser una de las principales cabeceras periódicas del país. Consiguieron el importante premio internacional Yellow Kid, numerosas multas y visitas a juzgados y, entre otras hazañas, que la revista fuera prohibida en Chile por Pinochet.

“Trabajamos mucho, nos divertimos mucho, sufrimos mucho —dos cierres de cuatro meses, uno al final del franquismo y otro en plena transición, y un atentado—, pero, le pese a quien le pese, formamos parte de la historia de este país”, resume el dibujante Lluís Recassens

“Trabajamos mucho, nos divertimos mucho, sufrimos mucho —dos cierres de cuatro meses, uno al final del franquismo y otro en plena transición, y un atentado—, pero, le pese a quien le pese, formamos parte de la historia de este país”. Con estas palabras resume el dibujante Lluís Recasens, “L'Avi”, su experiencia como dibujante y subdirector artístico. Describe cómo se cocinaba un número de El Papus. “El lunes por la mañana, había reunión de redacción a la que asistíamos el consejo de redacción, es decir, Ivá, Ja, Albert Turró, Francesc Arroyo y un servidor. Allí se decidía el tema de la semana, la portada y la Papunovela. Después se hacían las fotos de la Papunovela. Si algún dibujante llamaba a la redacción, para saber el tema se le decía, pero si no, se dejaba plena libertad para que cada uno hiciese lo que mejor le viniese en gana”. Recasens acaba de publicar un cómic autobiográfico, El Papus. Yo estuví allí, editado por Amaniaco ediciones, que recoge todas estas historias.

Luis Víctor Rey es otro de los dibujantes con los que hemos podido hablar para este reportaje. El ilustrador hispano mexicano llegó a la redacción en 1979 y estuvo hasta final de la publicación, destacando como brillante portadista, llegando a ser procesado en 1983 por un presunto delito de injurias a las Fuerzas Armadas. “Llegué a dibujar tantos Tejeros que aún hoy podría hacerlos con los ojos cerrados”, recuerda. “Cuando yo llegué, la amargura ya había llegado a El Papus —lamenta—, pero aun así nos sentíamos invencibles. Incluso después de la bomba decíamos lo que queríamos decir. Yo siempre he sido anarquista y en El Papus me sentí muy a gusto, porque no había vacas sagradas. Todo se podía discutir”.

“El rey no se podía tocar, tocábamos al rey de cualquier manera y la revista se cortaba. Eso lo teníamos todos clarísimo”, asegura el dibujante Luis Víctor Rey

¿Había líneas rojas en El Papus? “El rey era una línea roja”, contesta categórica María Iranzo. “Tampoco hicieron humor de la muerte de Franco en noviembre de 1975 —añade—, aunque sí a partir del primer aniversario”. Luis Víctor Rey contesta en la misma línea: “El rey no se podía tocar, tocábamos al rey de cualquier manera y la revista se cortaba. Eso lo teníamos todos clarísimo”.

Para Recasens, las primeras líneas rojas que tuvieron “eran el ejército, sobre todo en la época en que había la amenaza del mal llamado ruido de sables y, cómo no, la monarquía”. También recuerda  que “poco a poco” subieron el listón, a base de “soportar denuncias, intentos de consejos de guerra y pagar muchas multas”.

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La osadía y valentía de El Papus permiten mirar aquella época desde otra perspectiva. “Para mí, que nací en democracia, el relato que se ha construido sobre la transición no concuerda con lo que he leído en El Papus”, reflexiona Iranzo.

Repasar su historia también invita a reflexionar sobre los límites y el valor del humor, en esa línea Rey insiste en que “hemos pasado de la censura a la autocensura. En El Papus podíamos decir cualquier barbaridad; porque el humor tiene que estar ahí para ofender y provocar. Si lo hacemos para pasar el rato no llegas al pensamiento crítico de nadie”. Para la investigadora, “El Papus era un periodismo que no se casaba con nadie. A veces el humor lo que te permite es digerir cosas que son muy gordas y verlas con otra distancia. Ahora hemos perdido ese espíritu crítico como contrapoder informativo y no se cuestionan los discursos. Ese papel que tenemos los periodistas como intérpretes de la realidad lo estamos perdiendo, somos meros altavoces de otros poderes, es por eso que valoro muchísimo el papel de esta revista”. A lo que añade que actualmente “se continúan haciendo juicios por denuncias contra la libertad de expresión por los mismos motivos que entonces... mira Mongolia que sufre denuncias por ataques a los sentimientos religiosos, igual que El Papus, a pesar de que somos un Estado aconfesional”.

Para Carlos Navarro, “el potencial de extrema derecha proveniente del franquismo sigue existiendo, aunque no se mide por los votos”, y pone un ejemplo: “Hay frases de las que se oyen hoy en día en las concentraciones de la calle Ferraz que son exactamente las mismas que utilizaban en las amenazas telefónicas que nos hacían a nosotros, idénticas a quienes nos pusieron la bomba”.

“Para ser sinceros —resume Lluís Recasens—, las cosas nunca han estado bien, para los que utilizan el humor, para enfrentarse al poder. Charlie Hebdo sufrió un atentado brutal, pero es que resulta que, en El Papus, también sufrimos un atentado. Claro que, si nos remontamos un poco en el tiempo, veremos que en noviembre de 1905, unos miembros de las fuerzas armadas asaltaron y destruyeron la redacción del Cu-Cut, una revista humorística, por un chiste sobre militares. Es decir, la libertad de expresión siempre ha estado en el punto de mira del poder”.

¿Crees que una revista como El Papus se podría hacer ahora? “No —contesta “L'Avi—, estoy convencido que no. Por desgracia, la libertad de expresión actualmente ha quedado tan reducida como una cabeza de jíbaro”.

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